Las personas más dotadas están mejor protegidas del alzheimer y otros trastornos, excepto el autismo, mientras que ansiedad y depresión resultan tener una base distinta.
De poco más de medio centenar de genes a más de mil. Ese es el gran salto cuantitativo que proporcionan los nuevos análisis de la base genética de la inteligencia humana, al identificar cerca de mil genes, que ni siquiera se conocían como tales, que influyen en las funciones cognitivas. La inteligencia es altamente heredable y un factor determinante en la salud y el bienestar humanos, aseguran los científicos autores de los análisis, pero también es un rasgo muy complejo, como demuestran estos resultados.
La primera pregunta sería cómo es posible que todavía se desconozca la existencia de tantos genes, a casi 20 años del hito que supuso la secuenciación del genoma humano, pero esa es la realidad. La segunda pregunta es cómo se da este salto y ahí la respuesta está en la estadística, que permite abordar grandes números y sacar conclusiones. Los investigadores, liderados por Danielle Posthuma de la Universidad Vrije en Amsterdam, estudiaron en un primer análisis el genoma completo de casi 270.000 personas incluidas en diferentes y grandes bases de datos europeas, que pasaron pruebas de inteligencia estándar.
La inteligencia se esconde tras pequeñas mutaciones
Los resultados de estas pruebas se relacionaron con pequeñas variaciones en el ADN de los participantes, para identificar mutaciones que se asocian con un alto grado de inteligencia. Los tests usuales se refieren a las habilidades verbales y matemáticas, el razonamiento abstracto, la velocidad de proceso de información, la toma de decisiones, el razonamiento espacial y la memoria, que son la base de lo que se denomina inteligencia general.
El año pasado ya se había hecho una prueba similar de menor alcance, con 80.000 personas, que identificó solo 77 genes. Ahora el total se eleva a 1.016 genes, que se expresan sobre todo en neuronas de áreas del cerebro relacionadas con el aprendizaje, el conocimiento y las emociones.
Y aquí viene la segunda parte, la cara y la cruz de la moneda. Muchas de estas variaciones genéticas positivas para la inteligencia resultan estar asociadas a personas que tienen una vida más larga y tienen un menor riesgo de sufrir alzheimer u otros trastornos cognitivos, como el déficit de atención o la esquizofrenia. Sin embargo, también se asocian a un mayor riesgo de sufrir trastornos del espectro autista.
Un estudio basado en 5 millones de perfiles genéticos
El equipo de Posthuma además ha ido más allá, basándose en otras bases de datos británicas (un total de 450.000 personas) y, lo que es más polémico, en parte de los 5 millones de perfiles genéticos y de salud que ha acumulado una empresa de California, que ofrece información genética personal. En todos los casos se pidió el consentimiento.
Así afirman haber identificado 500 genes asociados a lo que se denominan rasgos neuróticos, tan comunes como la ansiedad y la depresión. Quizá lo más interesante es que han encontrado que ansiedad y depresión tienen bases y vías genéticas diferentes, lo que indica que la probabilidad de sufrir ambas a la vez es pequeña.
No se puede escapar del determinismo genético
Los especialistas alertan, sin embargo, sobre el determinismo genético, ya que se sabe que factores medioambientales como el acceso a la educación y la asistencia sanitaria, además de las situaciones de estrés, pueden influir notablemente en la inteligencia y en la salud mental.
“Nuestros resultados indican una superposición de los procesos genéticos involucrados tanto en el funcionamiento cognitivo como en los rasgos neurológicos y psiquiátricos y proporcionan una sugerente prueba de las asociaciones causales que pueden dirigir estos procesos”, señalan los investigadores en la revista Nature Genetics, donde se han publicado los dos estudios, que implican a un alto número de instituciones de 12 países distintos. Solo en el primer análisis, sobre los genes de la inteligencia, figuran más de 100 autores.
Además de contribuir al conocimiento básico en sí, los investigadores creen que su labor puede ayudar a desarrollar nuevas terapias para trastornos cognitivos y mentales. Si se conocen los genes en que se basa la inteligencia se puede pensar en cómo proteger frente al alzheimer y otras enfermedades.
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