Al vicepresidente de Ollanta Humala se le acabó el tiempo. Se había aferrado con desesperación al cargo, incluso desoyendo un pedido público del propio presidente Humala para que renuncie, pero finalmente Omar Chehade, hasta ayer vice de Perú, cayó. Luego de tres meses en medio del escándalo por una acusación de tráfico de influencias a favor de un poderoso grupo económico –escándalo que golpeó duramente al gobierno– y más de dos meses después de que el presidente le pidiera públicamente, a través de la televisión, dar “un paso al costado”, Chehade decidió renunciar. Lo hizo a través de una carta fechada el lunes, pero hecha pública recién ayer. Señaló que había “reflexionado” y que renunciaba para “no causar perjuicios a la buena imagen del gobierno”. La reflexión le tomó tres meses. En el Perú hay dos vicepresidentes y con la salida de Chehade la congresista Marisol Espinoza queda como única vicepresidenta.
La esperada renuncia de Chehade, quien también es congresista del oficialismo, se produjo en la víspera de que el Parlamento debata un pedido para destituirlo como congresista e inhabilitarlo por cinco años de toda función pública. Chehade ha sido acusado ante el Congreso por tráfico de influencias, patrocinio ilegal y cohecho activo, por intentar favorecer a un importante grupo económico. En diciembre, la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales del Congreso aprobó recomendar la destitución de Chehade de su banca congresal y su inhabilitación por cinco años. Ese mismo mes, el Parlamento lo suspendió, con el apoyo del oficialismo, por 120 días de sus funciones por “falta ética”. Al momento del envío de esta nota, la Comisión Permanente del Congreso debatía la aprobación de la acusación contra el ex vice de Humala para destituirlo de sus funciones parlamentarias e inhabilitarlo. Si es aprobada, el caso pasará al pleno del Congreso, que decidirá la suerte de Chehade.
El escándalo que arrastró al vicepresidente Chehade y que lo ha obligado a dimitir estalló en octubre, cuando fue acusado por una denuncia periodística de intentar favorecer al poderoso grupo Wong en su disputa con los trabajadores de la azucarera Andahuasi por la propiedad de la empresa. Chehade se reunió con tres generales de la policía para, según ha denunciado uno de los generales presentes, solicitar el desalojo policial de los trabajadores que controlan la ex cooperativa e impiden el ingreso del grupo Wong. El general Guillermo Arteta, que hizo público el caso luego de ser pasado a retiro, ha asegurado que se negó a dirigir el desalojo solicitado por Chehade y ha dicho que éste incluso le envió una orden de desalojo falsa.
El caso Chehade se ha convertido en el mayor escándalo de corrupción en lo que va del gobierno de Humala, que asumió en julio de 2011, y lo ha golpeado en un punto especialmente sensible: la lucha contra la corrupción, una de las principales banderas levantadas por el presidente Humala en la campaña electoral.
Ahora en el oficialismo respiran aliviados al conocerse la renuncia del vicepresidente, que se había convertido en un dolor de cabeza para el gobierno. Su negativa a renunciar, en noviembre, luego de que se lo pidiera públicamente Humala, había dejado mal parado al presidente y distanciado a Chehade del oficialismo. Conocida su renuncia, la bancada oficialista la calificó como “positiva”. Parlamentarios de la oposición la tomaron como una movida de último momento para intentar evitar que se apruebe en el Congreso la acusación en su contra, que terminaría con su destitución del Parlamento y una inhabilitación por cinco años.
“La renuncia de Chehade me huele a una negociación para evitar su sanción en el Congreso. Una negociación de Chehade con el oficialismo para que lo apoye a cambio de su dimisión y para que el partido gobernante consiga votos de otras bancadas a favor de Chehade con el argumento de que su salida de la vicepresidencia es una sanción suficiente y no se le destituya del Congreso. Chehade ya ha sido desautorizado por el oficialismo, por lo que su posible destitución del Congreso no sería un duro golpe para el gobierno, pero si lo pueden evitar, tanto mejor para el oficialismo”, le comentó a Página/12 Antonio Zapata, historiador y analista político. “La renuncia de Chehade –agregó Zapata– es positiva para el gobierno, porque se libera de una piedra en el zapato.”
Los cálculos que se hacen en los pasillos del Congreso sobre la posible destitución de Chehade y su inhabilitación están en contra del ex vicepresidente. Con su sorpresiva renuncia, a la que se había negado una y otra vez y que es una concesión a quienes, desde todos los sectores políticos, la habían exigido, el ex vicepresidente espera ganar los votos que lo salven de perder también su banca parlamentaria. Pero la renuncia puede haber llegado tarde para Chehade.
“Y así estaba, recogido, los nervios finos por saber, cuando su puerta se abrió de golpe. Él se incorporó, tieso y veraz.
“–¡Silencio! ¿Qué quieren de mí?
“Un tiro en la cabeza le hizo caer suavemente, como un desvanecer de piel y huesos… Desnudo ya, descolgado de su aventura, le llevaron hasta el filo del corredor, alto, alto, alto y de allí le aventaron contra el patio” (La hoguera bárbara, Alfredo Pareja Diez-Canseco, 1944).
Hace cien años, el 12 de enero de 1912, la vida de Eloy Alfaro, prócer del Ecuador moderno, llegó a su fin. En la abyección y el ultraje digitado por los liberales de levita y conservadores chupacirios que hoy continúan acechando, como buitres de la historia, la revolución ciudadana del presidente bolivariano Rafael Correa.
Alfaro nació en Montecristi, pueblo caliente ubicado en la combativa provincia de Manabí, cuna del "liberalismo machetero". Desde los 24 años, en la fragua militar contra los gobiernos conservadores llegó a general en jefe de la revolución liberal (1895), siendo elegido dos veces presidente de la república (1896-1901/1907-11).
Las derrotas del Viejo Luchador fueron amargas cuanto fructíferos sus muchos exilios en Panamá, donde fue acogido por el líder liberal Belisario Porras y en Nicaragua por el presidente José Santos Zelaya, quien le confirió el grado de general.
Melodía que Alfaro conocía por los relatos de las luchas independentistas que de niño le contaban su madre, y de joven Francisco Calderón, viejo cubano vinculado al primer grito emancipador de América Latina (Quito, 1809). Calderón había emigrado a la ciudad ecuatoriana de Cuenca y fue padre del capitán Abdón Calderón, muerto a los 18 años a causa de las heridas recibidas en la batalla de Pichincha (1822).
Según el historiador cubano Regino Sánchez Landrián, sería en Panamá donde Alfaro amplió sus horizontes. Allí entabló amistad con el colombiano Vargas Vila, el dominicano Máximo Gómez, José María Merchán, Antonio Maceo y otros ilustres patriotas antillanos y jefes mambises que se hallaban exiliados en el istmo cuando en la manigua cubana concluyeron las primeras acciones bélicas contra España, a finales de 1870.
En octubre de 1890 se entrevistó en Buenos Aires con el director del diario La Nación, Bartolomé Mitre, quien enterado de su inminente partida a Estados Unidos le entregó una suma importante para su corresponsal en Nueva York, José Martí. Alfaro andaba sin un peso, pero el dinero llegó intacto a manos del destinatario. En carta al ideólogo alfarista José Peralta le confiesa: "Recuerdo que la fortuna premió mis desdichas cuando conocí a Martí en aquel frío octubre por encomienda del señor Bartolomé Mitre".
En Vida y muerte de Eloy Alfaro, el biógrafo Roberto Andrade asegura que fue en Lima donde Máximo Gómez y Eloy Alfaro sostuvieron varias entrevistas, acordando la solidaridad y fraternidad cuando nada predecía el triunfo político de ambos. Alfaro cumplió, y así lo expresa Maceo, El Titán de Bronce, en carta fechada en Pinar del Río el 12 de junio de 1896:
"Por la prensa española he sabido que usted, en cumplimiento de lo que un día me ofreció, ha trazado en pro de la causa cubana. Reciba, por tan señalada prueba de amistad y de consecuencia, mis más expresivas gracias y las de este ejército." En efecto, no bien Alfaro alcanzó el poder, se dirigió a la reina de España y le solicitó la independencia de Cuba.
En ese mismo año de 1896, el gobierno alfarista convocó a un Congreso Nacional Americano, que debía reunirse en México para discutir la doctrina Monroe. Encuentro que fue boicoteado por el Departamento de Estado. Apoyándose en una circular de Miguel Covarrubias (encargado de negocios mexicano en Washington), el historiador ecuatoriano Juan Paz y Miño recuerda que para el secretario Richard Olney “…el Ecuador no tenía el prestigio bastante para acometer ni para llevar a cabo una empresa de la importancia que debía tener un Congreso americano”.
El guión de los enemigos de América Latina no ha variado. En 1900, durante la agresión y boicot de Alemania y Francia a los puertos de Venezuela por deudas impagas, el periódico británico Herald atribuía a "un diplomático europeo" lo siguiente:
“Hay muchas razones para creer que Cipriano Castro ha entrado en una conspiración con los presidentes del Ecuador y Nicaragua y los jefes revolucionarios de Colombia, animados por el propósito de unir cuatro países en una sola confederación… el presidente Castro ha estado fraguando aquel plan y que ha dado poderosos y frecuentes auxilios a los revolucionarios de Colombia, con absoluto menosprecio de todo principio de neutralidad, y aún de decencia…”
No satisfechos, quienes asesinaron a Alfaro en el penal García Moreno de Quito (donde el prócer se hallaba preso junto con sus lugartenientes), descuartizaron su cadáver.
¡Mueran los masones! ¡Mueran los herejes! ¡Viva la religión! Arrastrados por las calles céntricas, los pedazos del Viejo Luchador y el resto de las víctimas fueron quemados en el parque El Ejido.
Eloy Alfaro: internacionalista
Pareja Diez-Canseco evoca: "En la punta de una bayoneta, la barba de don Eloy viajaba iluminada por las llamas".
El próximo presidente de México tendrá que ser un mago, o un héroe, o un hombre con mucha suerte. México entró en el año electoral con una avalancha de malos índices económicos, reformas políticas postergadas, bloqueo institucional, la crisis que golpea a su gran vecino norteamericano y un tendal de más de 50 mil muertos que dejó la guerra contra el narcotráfico desatada por el actual presidente Felipe Calderón hace seis años. Calderón concluye su mandato con las elecciones del próximo mes de julio sin haber cerrado el volcán que destapó con la narcofensiva. Las elecciones de julio tienen casi su propia dinámica: la democracia contra el imperio del narco. Las cifras, oficiales o no, hielan la sangre de un país amable e hiperactivo: un muerto cada media hora, lo que da 48 por día y un total que avecina las 12.000 ejecuciones a lo largo de 2011. La narcoviolencia es una condena diaria que flota sobre la cabeza de México. Los carteles de la droga que ya controlan la mitad del país tendrán un papel decisivo en las elecciones presidenciales del próximo 1º de julio, sea porque se apoyarán en las amenazas o las intimidaciones, sea porque comprarán a los candidatos, sea porque los partidos pactarán en secreto con ellos. La democracia mexicana enfrenta un reto doble: no sólo dar bienestar y trabajo, sino seguridad.
Después de dos mandatos consecutivos, el católico y centroderechista Partido Acción Nacional (PAN) se presenta a las elecciones con una imagen degradada. El panista Vicente Fox dirigió el país entre el 2000 y el 2006 y Felipe Calderón entre el 2006 y el 2012. Ambos mandatos quebraron la hegemonía que el Partido Revolucionario Institucional, el PRI, había mantenido durante más de 70 años. México amaneció en el año 2000 en plena alternancia pero aquella “revolución democrática” conducida por el PAN dejó un hondo descontento. El sistema se aprovechó de la alternancia para convertir lo que los mexicanos llamaban “una República imperial”, es decir, el presidencialismo, en un país con índices de violencia y corrupción superiores a los de antaño. La gran mayoría de los analistas locales coincide en sus visiones históricas. Cuando el PRI dejó el poder y las instituciones democráticas dejaron de ser un simple decorado, en vez de reforzarse el sistema democrático se quebrantó en beneficio del poder local de los gobernadores de los 32 estados de que consta el país. Los narcos se metieron en ese intersticio y dislocaron al país sembrando un reguero de muerte y corrupción cuyos niveles superan la guerra de Vietnam, la represión de las dictaduras de los años ’70 y ’80 y el mismo conflicto colombiano. El viaje de los últimos 12 años fue de la ilusión al desencanto y a la extrema violencia.
El sociólogo Emilio Alvarez Icaza Longoria, ex presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y actual integrante del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad del poeta Javier Sicilia, reconoce que la situación actual se fue plasmando en un contexto muy poco esperado. “Después del 2000 y con las transformaciones a que dio lugar la derrota del PRI, los gobernadores locales empezaron a tener una dinámica de pequeños virreyes. Así se pasó de la presidencia imperial a los gobernadores virreyes. Esa dislocación del sistema político, asociado a fenómenos internacionales donde México dejó de ser un lugar de tránsito de la droga para convertirse en un productor, explica el panorama actual. Este fenómeno es clave porque generó una pelea por los mercados y una disputa territorial. Ello llevó a los carteles a negociar con los gobernadores y a penetrar los organismos de seguridad.” El presidente que salga electo en julio hereda ese tributo, más una economía estancada, reformas esenciales –fiscal y laboral– que duermen en el cajón, corrupción y porcentajes de pobreza elevadísimos. El 60 por ciento de la población trabaja en el sector de la economía informal. El PAN aún no designó a su candidato. Recién se sabrá en febrero a quién apoyará el presidente Calderón. Los sondeos ubican hoy a Josefina Vázquez Mota, ex ministra de Educación, en la línea sucesora. Pero el PAN se enfrenta al desasosiego del electorado, al retorno del PRI al primer plano y a la fuerza vigente de la izquierda, el PRD, Partido de la Revolución Democrática, y su candidato Manuel López Obrador.
El PRI y el PRD son dos movimientos con sed de venganza. El primero busca recuperar su honor tras 12 años en la oposición, el segundo aspira a cobrarse la derrota de 2006 cuando Felipe Calderón se llevó la presidencia por un margen mínimo y en medio de sospechas de fraude organizado. El PRI avanza con alas nuevas, un candidato joven y carismático, Enrique Peña Nieto, y los sondeos que le otorgan cerca de 20 puntos de ventaja sobre los demás aspirantes a la presidencia. Enrique Peña Nieto es el gobernador del Estado de México, el más poblado de la República, y, según lo admite él mismo, lleva años diseñando su traje presidencial. Su juventud le da al PRI un rostro nuevo y desconectado de las argucias del partido de caciques que fue el PRI. Peña Nieto asegura que el PRI está en condiciones de asumir el reto democrático y que no pactará con el crimen organizado. Es difícil creerle, a él o a cualquier otro candidato. Los narcos tienen una influencia enorme en México y ocupan además un lugar de predilección en el imaginario popular. La célebre actriz Kate del Castillo le envió un tweet al más poderoso de los narcos, Joaquim Guzmán, alias El Chapo, jefe del Cartel de Sinaloa. El tweet de Kate del Castillo decía: “Sr. Chapo, no estaría padre que empezara a traficar con el bien? Con las curas para las enfermedades, con comida para los niños de la calle, con alcohol para los asilos de ancianos que no los dejan pasar sus últimos años haciendo lo que se les pegue la reverenda chingada, con traficar con políticos corruptos y no con mujeres y niños que terminan como esclavos? Con quemar todos esos “puteros” donde la mujer no vale más que una cajetilla de cigarros, sin oferta no hay demanda, anímese don, sería usted el héroe de héroes, trafiquemos con amor, usted sabe cómo”.
Pocas dudas caben de que Peña Nieto para el PRI y Manuel López Obrador para la izquierda del PRD serán quienes disputen la final. Obrador ha sido capaz de sobrellevar la derrota del 2006, cuando perdió por apenas 0.56 por ciento de los votos, y mantenerse vigente como opción, dentro y fuera del PRD. Obrador es un caso inédito. Durante seis años no ocupó ningún cargo público, ni bancada de legislador, ni tampoco fue líder de su partido. Sin embargo, se quedó prendido en buena parte del corazón de la izquierda mexicana. El hombre del PRD supo preocuparse por la gente antes que por las disputas partidarias y también articular su acción a través de un sólido movimiento social como Morena, Movimiento de Regeneración Nacional. El Morena es una suerte de puente entre la sociedad y la acción política cuya existencia es una consecuencia de la acción del mismo Obrador. En 2006, luego de la derrota, el candidato del PRD convocó a multitudinarias manifestaciones en el centro histórico de México, el Zócalo. Allí nacieron las Asambleas y la Convención Nacional Democrática. En el Zócalo, Obrador se autoproclamó “presidente legítimo”. Su gobierno paralelo llegó a contar con cerca de un millón y medio de afiliados. De ahí en más formó el Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo, que se opuso a la reforma petrolera impulsada por Calderón, y luego integró el Movimiento en Defensa de la Economía Popular, con el cual enfrentó el aumento de los impuestos del 2009. Morena desciende directamente de ese magma de movimientos sociales y asociaciones civiles que le dieron a Manuel López Obrador una base profunda, al tiempo que lo mantuvieron políticamente vivo a lo largo de seis años. El PRI o el PRD, dos opciones, dos países con un enemigo común: la narcoviolencia.
En marzo del año pasado, Muammar Kadafi se dirigió a los estudiantes de Abuja, Nigeria, como invitado especial. Durante su tendido discurso, el coronel diagnosticó a Nigeria como un país con profundas divisiones religiosas y recomendó como ideal separar totalmente el norte musulmán y pobre del sur cristiano y adinerado. O sea, inventar otro país.
Es que en Nigeria, como en muchas regiones de África subsahariana, el origen de los conflictos siempre era otro, quizá mundano o tradicional. Las etnias igbo, al sureste, yoruba, al suroeste, y hausa, al norte, han compartido el vecindario que hoy es Nigeria desde antes de Cristo y Mahoma. Sus conflictos, sangrientos sin duda, giraban sobre el hurto de ganado o el secuestro de mujeres o niños. Hasta recientemente cada etnia contribuía a gritos y amenazas al dinamismo político del vecindario.
En Nigeria, la división religiosa nunca había sido factor conflictivo, a pesar de que la mayoría de la población norteña practica el Islam y en el sur domina el cristianismo. Aun con esta distinción, miembros de las dos religiones, que son fundamentalmente pacíficas, viven por todo el país, atienden las mismas escuelas, comparten baños y butacas en los estadios de futbol, y hasta se casan unos con otros. Era de esperar que el factor étnico determinara la unión o la distancia entre nigerianos, nunca la fe. Ahora el asunto es diferente. Dioses están de por medio.
Boko Haram, el grupo responsable de los ataques a las oficinas de la Organización de Naciones Unidas en Abuja, capital nigeriana, y a iglesias durante la misa de Navidad, son la razón por la cual las fronteras del norte de Nigeria han sido cerradas y el presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, ha llamado un “estado de emergencia” para controlar el país.
Boko Haram, que se traduce del hausa como “la educación occidental es pecado”, por dos años ha pretendido tomar el control del norte del país para implementar la ley sharia, de acuerdo con la doctrina del Corán.
La estructura opaca de Boko Haram y su clandestina e indeterminada manera de reclutamiento dificulta la estrategia del gobierno nigeriano para combatirlos. A pesar de su violencia, el grupo se ha expandido por el norte de Nigeria, obteniendo popularidad ante la negligencia del gobierno para asistir a esta región, que cuenta con 72 por ciento de los nigerianos que viven con 1.25 dólares al día.
La capacidad de un gobierno para reflexionar críticamente sobre sus propios problemas antes de actuar es signo de progreso. Pero, parecida a la estrategia impulsiva empleada por México, Nigeria ha militarizado el problema. La estrategia militar es duramente criticada por la élite y los analistas de Nigeria, ya que con ella no se puede combatir las raíces del grupo, que se alimentan más de las molestias sociales y políticas que de ideologías separatistas o religiosas.
La respuesta de Boko Haram es un ultimátum a los cristianos del norte: o se van al sur o mueren.
Pero esto no es lo peor. Nigerianos en todo el país cuentan con sólo unas horas de electricidad al día. el desempleo llegó a 21 por ciento en 2011, la inflación se incrementó, el interés en préstamos de bancos es de 12 por ciento.
Aunque el cerebro del coronel Kadafi ya no genere ideas electrizantes, la mente del presidente nigeriano Goodluck Jonathan está revolucionada. Su primera iniciativa efectiva este año fue detener el subsidio al sector petrolero, lo cual vio el incremento del litro de gasolina de 0.4 a 1.1 dólares en un país donde más de la mitad de la gente vive en menos de un dólar al día, la mayoría apretujada en el norte.
El impacto de esta nueva iniciativa en la economía familiar, conjuntado con la amenaza inmediata de Boko Haram, no permitirá aliento para un diálogo de paz.
O se hace algo o Nigeria se volcará sobre las calles a pesar de los vientos furiosos y radicales que la golpean. De perderse en el caos, las repercusiones en la región son incalculables. En este momento, quizá más que ninguno en la memoria reciente, lo principal es gobernar a este país con sensatez y ecuanimidad.
Marzo 20 - Abril 20 de 2021 |
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