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La tóxica distancia entre humanidades y ciencias naturales

La tóxica distancia entre humanidades y ciencias naturales

El círculo vicioso de los censores

Hace poco menos de cinco siglos, por el hecho de hacer ciencia, Galileo Galilei —precursor, como Bacon y Descartes, del pensamiento mecanicista que cimentó a la ciencia moderna— fue censurado y luego condenado a prisión perpetua por los represivos y sectarios inquisidores. En aquella época imperaba la palabra sagrada emanada de textos bíblicos (la cual sólo era válida si la emitían las más sabiondas autoridades del clero), y cualquier tentativa de experimentación y duda eran consideradas poco menos que satánicas tendencias.

Apenas comenzando el siglo XXI surgen censores de nuevo cuño. Uno de las más extremadas censuras es el cierre de los programas de ciencias sociales y humanidades en 60 universidades, por orden del Ministro de Educación japonés (ElEspectador 2015). En Colombia, las preferencias reveladas de Colciencias en materia de indicadores y evaluación de las convocatorias están sesgadas para favorecer las ciencias naturales. Y una tecnócrata aduce criterios de rentabilidad, productividad y crecimiento para mostrar que, aún en la más recóndita vereda, sobran las discusiones sociológicas y políticas, y lo que falta es llevar físicos, químicos e ingenieros que ayuden a descubrir nuevas y limpias fuentes energéticas (Correa, Pablo y Navarrete, Steven 2015).

La moderna teoría económica, la única disciplina social calificada como dura y cuyos mejores exponentes son los únicos científicos sociales que ostentan alguna mención Nobel, se ha erigido sobre el edificio de la física mecanicista, ha privilegiado los métodos cuantitativos, y ha marginado cualquier asomo de ética y literatura. Uno de los más famosos hallazgos científicos de la economía del siglo XX es el teorema de la imposibilidad de Arrow (Arrow 1951), consistente en un restringido y simplista modelo de escogencia democrática que erradica del mapa cualquier subjetivo y anticientífico juicio de valor. La tendencia infortunada es el expansionismo de tan controvertidos modelos economicistas al resto de las disciplinas sociales.

Dudosas virtudes de la división social de trabajo y del conocimiento

El trabajo lento, autónomo, improvisado y creativo del artesano; y el pensamiento totalizante y universalista de los grandes sabios e inventores, resultaron poco rentables y lujos en demasía costosos para las modernas sociedades (incluyendo capitalismo y socialismo).

El mayor crecimiento de la riqueza y la incesante expansión de las llamadas fuerzas productivas se erigieron a partir de la simplista correlación, sugerida por Adam Smith (Smith 2003), entre aguda y creciente división social del trabajo (oferta) y colosal expansión geográfica y social del mercado (demanda). Su famoso modelo de una fábrica productora de alfileres, cuya productividad se multiplica astronómicamente en virtud del trabajador parcial (dedicado a operaciones mecánicas, rutinarias y fragmentarias), se expandió para legitimar y promover la división social del trabajo en la industria, la nación, el mercado mundial y el conocimiento mismo.

La paradójica Universidad moderna se consolidó como una arquitectura profundamente fragmentada entre nuevos feudos (disciplinas). En aras de contribuir al mayor crecimiento económico, el científico más productivo (y rentable) es aquel que se especializa ad nauseam en conocer al detalle la más ínfima minucia de su dominio cada vez más particular e ínfimo, e ignorar descaradamente (o pragmáticamente) el resto de saberes y conocimientos.

El problema de la banalidad del mal, explicado por la filósofa (Arendt 1977) puede, evidentemente, obedecer a la viciada ultra-especialización de los científicos, y a su cínica indiferencia ante los temas de las humanidades, la ética y la literatura misma.

Esbozo de una propuesta de integración del conocimiento

La filósofa y profesora Martha Nussbaum (Nussbaum 2003) ha ofrecido unas claves para promover una reforma educativa liberal y una mayor relevancia de las humanidades, sus pautas son: i) auto examinación crítica (dudas permanentes acerca del sentido de la vida, y de las metas que impone la sociedad y la academia); ii) cosmopolitismo (pensar como ciudadanos del mundo, incluyendo no sólo a la humanidad con sus diversas culturas y religiones, sino también a la naturaleza); y iii) imaginación narrativa (sensibilidad artística y literaria que ayuda a ponernos en lugar del prójimo).

A los argumentos de Nussbaum se les puede adicionar una idea para promover la integración de saberes, en lugar de la permanente y creciente división y separatismo que se ha fraguado durante los últimos siglos en las Universidades. Integrar significa derribar los muros disciplinarios que, a manera de compartimentos estancos, han empobrecido el conocimiento al punto de empujar a universidades y al mundo entero al abismo de múltiples crisis (económicas, éticas y ecológicas, entre otras). Integrar equivale a reunir en trabajos comunes de docencia e investigación a científicos y pensadores de disímiles disciplinas y saberes formales e informales, para resolver problemas complejos que, por lo mismo, requieren el concurso de múltiples puntos de vista y enfoques.

Existen tres clases de enfoques cognitivos que pueden ser integrados, a saber: los metafísicos, los éticos, y los conocimientos científicos de los fenómenos puros y sociales.

Las religiones nos ayudan a tener una fe para asumir pavorosos interrogantes sobre el final de los tiempos históricos, los distantes orígenes cósmicos, y el más allá de la vida. No obstante, sus mandamientos (como aquel mandato católico llamado al irrestricto crecimiento poblacional), deben ser confrontados con los argumentos de biólogos, demógrafos y economistas.

Las teorías económicas subjetivas del valor (la llamada catalaxia) resultan en truculentas y anticientíficas historietas. Los conceptos de producción y consumo de la teoría económica deben cimentarse, respectivamente, en el estudio de la física y la termodinámica, y de la biología y la nutrición.

Las investigaciones de los científicos naturales acerca de la ingeniería genética, los biocombustibles, los abonos químicos, las llamadas energías limpias, etc., deberían ser confrontadas con los dilemas morales, y las problemáticas como las de la acción colectiva, que plantean diversos investigadores y literatos desde las humanidades. Incluso debería atenderse las luces que poetas, literatos y diversos artistas ofrecen acerca de la absurdidad y fealdad de un mundo abocado a la productividad y rentabilidad.

Bibliografía:
Arendt, Hannah. Heichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil . New York : Penguin Books, 1977.
Arrow, Kenneth. Social Choice and Individual Values . New York : Willey , 1951.

Correa, Pablo y Navarrete, Steven. «El Espectador.» ElEspectador.com. 10 de Octubre de 2015. http://www.elespectador.com/noticias/educacion/el-fin-de-humanidades-articulo-591959  (último acceso: 19 de Octubre de 2015).
ElEspectador. «El Espectador.» El Espectador.com. 13 de Octubre de 2015. http://www.elespectador.com/opinion/editorial/mala-hora-de-humanidades-articulo-592433  (último acceso: 19 de Octubre de 2015).
Nussbaum, Martha. Cultivating Humanity: a Classical Defense of Reform in Liberal Education. London: Harvard University Press, 2003.
Smith, Adam. Wealth of Nations. New York : Oxford University Press, 2003.

Información adicional

Integrar en lugar de separar
Autor/a: Freddy Cante
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