
La escena era la misma por doquier: miles de trabajadores tratando de llegar a su sitio de labor de cualquier manera; flotas de buses bloqueados en las principales arterias de la urbe; conatos de enfrentamientos entre pasajeros y fuerza pública. Y al final de la noche, la amenaza de radicalización del paro al anunciar los transportadores que conducen sus buses a los municipios de la periferia cercana a Bogotá que de no superarse el conflicto se sumarán a la protesta este martes 2 de marzo.
El paro, con una coordinación y eficiencia nunca antes vista, es la respuesta de estos transportadores ante su exclusión del sistema de transporte masivo que se está consolidando en la ciudad desde hace cerca de 8 años, el mismo que ha sido monopolizado por los grandes transportadores.
El tema ha sido discutido en repetidas ocasiones, pero nunca se ha llegado a un acuerdo que incluya a estos pequeños propietarios en el sistema masivo de transporte. Pero de acuerdo a Alfonso Peréz, presidente de la Asociación de Pequeños Transportadores (Apetrans), en esta ocasión la administración de la ciudad los ha tratado de manera irrespetuosa, “ofreciéndoles cualquier cosa por sus buses, y amenazándolos con represalias si entran en paro”.
La situación es paradójica, toda vez que la capital de Colombia está dirigida por una coalición de izquierda, la misma que tendría que crear canales de discusión y participación activos, permanentes, en los cuales no sólo los propietarios (pequeños o grandes) sino toda la ciudadanía discuta y defina el modelo de ciudad que desea, y con ella, el sistema de transporte que requiere, así como la manera de hacerlo realidad.
Transmilenio, muestra de lo que viene

El Sistema de transporte masivo de la ciudad corre a cargo de una flota de buses articulados, Transmilenio, empresa conformada por grandes propietarios que renunciaron a las tradicionales rutas de buses que tenían, así como a los buses con que servían su labor.
Ellos, con base en grandes créditos facilitados por la Alcaldía de la ciudad, compraron los buses con que prestan el servicio. Las rutas las construye y/o mantiene la ciudad, y el producido por esta labor es distribuido en partes desiguales: el 85 por ciento le llega a los bolsillos de los grandes transportadores. Es decir, el sistema de transporte mantiene una estructura pública pero los beneficios son privados.

De esta manera, lo que hace evidente este paro, es que a pesar de dos alcaldías continuas de la coalición de izquierda (Polo), es decir, a pesar de 6 años de adminsitración “alternativa”, aún no se ha colocado al frente de esta gestión la participación y el debate público, para discutir sin tapujos lo fundamental: qué ciudad queremos, qué ciudad necesitamos. Una faltante lamentable.