Lilian Tintori es una bella rubia, modelo y presentadora de televisión, dueña de una brillante sonrisa. En la muñeca izquierda tiene tatuado el nombre de su país Es, también, madre de dos hijos y esposa del dirigente opositor venezolano Leopoldo López, hoy tras las rejas. Cuando se comprometió, él se arrodilló y le hizo dos preguntas: ¿te quieres casar conmigo?... ¿Te quieres casar con Venezuela? Ella respondió que sí a las dos.
Lilian es ahora una figura internacional. Su foto en un mitin opositor al lado del ex candidato presidencial Henrique Capriles Radonski, con una camiseta con la leyenda El que se cansa pierde, dio la vuelta al mundo. Apenas un par de días atrás se había quejado: estoy esperando más apoyo de Henrique Capriles... Lo mínimo que pido es que muestre solidaridad como la mostramos nosotros con él cuando estaba en su momento.
Las quejas de la presentadora no son sólo la expresión desesperada de una esposa que duerme cada noche sin su marido, sino muestra de la profunda división que atraviesa la oposición venezolana agrupada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD). Dos facciones se disputan su conducción. Mientras Capriles apuesta a ganar el poder transitando por la ruta electoral y sumando adeptos entre chavistas descontentos con la crisis económica y la inseguridad pública, el dirigente del partido de ultraderecha Voluntad Popular Leopoldo López, la diputada María Corina Machado y el alcalde metropolitano de Caracas Antonio Ledesma han echado a caminar un golpe de Estado.
López y Machado anunciaron el inicio de su campaña de desestabilización política, a la que bautizaron como La Salida, el pasado 23 de enero. No hace falta mucha imaginación para comprender el objetivo del plan: destituir a Nicolás Maduro de la Presidencia de la República y acabar con lo que ellos llaman la dictadura castro-comunista. El 2 de febrero efectuaron la primera movilización de protesta, que terminó convergiendo con el descontento de estudiantes, hijos de familias de clase media y acomodada.
Diez días después –cuenta Manuel Sutherland–, los opositores pusieron las cartas sobre la mesa: tomaron las calles de Caracas con la consigna Saquemos a Maduro, Pongámosle fin a la dictadura de una vez. En la concentración corearon consignas como: Vamos a alzarnos contra este gobierno, Este gobierno va a caer y Maduro es un maldito colombiano.
Cuando la concentración había terminado, un grupo de 600 personas encapuchadas, con bombas molotov, coordinada por medio de radios de onda corta, levantaron barricadas, quemaron vehículos policiales y dispararon armas de fuego.
A partir de ese momento, la ultraderecha aumentó la violencia. Cobijada por una campaña de desinformación internacional en los medios, en la que difundió imágenes dramáticas de hechos represivos acontecidos en otros países como si estuvieran sucediendo en Venezuela, se presentó como víctima de un gobierno autoritario. Para dar un rostro civil a sus planes golpistas, presentó a los estudiantes de instituciones privadas como jóvenes idealistas y justicieros que luchan contra un Estado represivo.
En el camino, trató de ocultar –con poca fortuna– el apoyo financiero y logístico de Estados Unidos a la intentona desestabilizadora, el entrenamiento de organismos que, en nombre de los derechos humanos, se especializan en incubar revoluciones de terciopelo, y la participación de paramilitares colombianos en la asonada.
La salida golpista fue cuidadosamente construida con acciones previas de sabotaje económico, fuga de capitales y desabasto de productos básicos, para propiciar malestar y desaliento.
Pero el plan de la ultraderecha tiene un grave problema: carece de simpatía organizada dentro de las Fuerzas Armadas Bolivarianas. Aunque militares como el general retirado Ángel Vivas han participado en el entrenamiento de grupos de choque opositores, un golpe de Estado como el que intentaron dar en 2012 es inviable. Por eso, la derecha radical busca crear una situación de ingobernabilidad y confrontación social que empuje a un sector del Ejército a deponer a Maduro e imponer el orden. La pretensión de hacer asesinar a Leopoldo López por sus aliados era parte de este proyecto.
¿Por qué un sector de la oposición venezolana optó por buscar un atajo insurreccional para remover a Nicolás Maduro? De entrada, porque ha fracasado por la vía electoral. Esperaban que la muerte de Hugo Chávez fuera el fin del chavismo. Se equivocaron. Maduro triunfó en las elecciones presidenciales, y el llamado del candidato perdedor Capriles a desconocer los resultados naufragó. Lo mismo sucedió en los comicios posteriores: el oficialismo ganó en 240 de las 337 alcaldías. Poco antes, en diciembre de 2012, aún con Chávez vivo, había obtenido 20 de las 23 gobernaciones.
Pero, además, la ultraderecha vio con verdadera preocupación la iniciativa presidencial de normalizar la vida política y tender puentes hacia la oposición y hacia los más importantes empresarios del país, para enfrentar conjuntamente problemas como la inseguridad pública. El camino de la reconciliación fue visto como un peligro para la ultraderecha más rabiosa, que ha hecho de la polarización su apuesta permanente.
El intento de golpe de Estado en marcha ha fracturado a la MUD. Hay quien no está de acuerdo con el atajo insurreccional. Según el opositor Jaime Eduardo Merrick ( El Universal, 22/02/14): No podemos sentirnos orgullosos de ir a la calle y quemar cauchos, causar daños a locales y recibir bombas lacrimógenas. E incluso, si de protesta pacífica se trata, no puede causarnos alegría que nuestras marchas sean típicamente clase media y con consignas dispersas que en ocasiones rayan en lo banal y fatuo.
Pero la apuesta desestabilizadora continúa en pie, como se mantiene viva la disputa por conducir a la oposición. Por eso, Lilian Tintori, casada simultáneamente con Venezuela y con Leopoldo López, advirtió que en estos días la patria despertó y su marido es el líder y guía que su país necesita. Probablemente por eso también el pasado 23 de febrero, en la concentración antichavista de la avenida Francisco de Miranda, Kevin Sosa escribió sobre un papel bond: Los burgueses de El Guaratao también marchamos.
Twitter: @lhan55
Los estándares de seguridad en Internet han quedado en evidencia después de que se publicara que la Agencia Nacional de Inteligencia (NSA) de EE UU los corrompió para hacerlos vulnerables a su tecnología con el fin de facilitar el espionaje. La información ha sido revelada por el diario The New York Times y extraída de los más de 50.000 documentos filtrados por Edward Snowden, el extécnico de la CIA que trabajó para la NSA y que actualmente está asilado en Rusia.
Según esos datos, la agencia habría usado todos los métodos a su alcance, desde la persuasión a la colaboración forzada de empresas hasta el robo de claves de encriptación y alteración de software y hardware para tener acceso a las comunicaciones privadas en la web dentro y fuera de EE UU. Codificaciones de protección comunes en correos electrónicos y compras en internet como la capa de conexión segura SSL, o la red segura VPN, serían objetivo de NSA, lo mismo que las comunicaciones a través de los servicios de Microsoft, Facebook, Yahoo y Google.
Los socios británicos de la NSA habrían desarrollado "nuevas oportunidades de acceso" en Google. La teoría de que la NSA manipuló, para su beneficio, una norma relacionada con encriptación adoptada la Organización Internacional de Normalización o ISO ya circulaba entre los especialistas en criptografía desde hacía tiempo, algo que parece confirmar The New York Times. ISO establece los parámetros comunes para los intercambios entre 163 países, entre ellos EE.UU., España y casi toda América Latina.
En su edición digital, el periódico neoyorquino indicó que NSA invierte más de 250 millones de dólares al año en un programa llamado Sigint Enabling Project destinado a influir en los diseños de los productos comerciales para hacerlos "explotables". Este sistema estaría presente ya en los microchips que codifican la información de compañías y gobiernos, bien sea gracias a la colaboración con los fabricantes de procesadores o por su piratería por parte de agentes de la NSA.
Entre las víctimas previstas de cara a 2013 estaría un gran operador de llamadas telefónicas y mensajes por internet, un proveedor de internet de Oriente Medio y tres gobiernos extranjeros, de los que no se da el nombre. Las artimañas de NSA llegarían al extremo de hacer que una empresa estadounidense de ordenadores instalara en sus aparatos una vía de acceso oculta para que los espías de EE.UU. pudieran entrar cómodamente sin ser detectados en las nuevas computadoras que iba a vender a un gobierno de otro país.
Otro método que habría usado NSA para incluir puntos débiles en los productos que velan por la seguridad en internet sería a través de iniciativas como Commercial Solutions Center que con la excusa de mejorar la ciberseguridad de EE.UU. invita a los desarrolladores de tecnología de encriptación a que les presenten su software.
En el fondo, se trataría de una cortina de humo para que los "hackers" de NSA pudieran moldear los sistemas a su gusto. La capacidad de NSA para piratear en internet y espiar a los usuarios sería compartida con la inteligencia británica, canadiense, australiana y neozelandesa a través de un programa secreto llamado Bullrun.
La NSA fue fundada en 1952 con la tarea fundamental de descifrar códigos con el fin de obtener información clave para la seguridad de EE.UU. Durante la presidencia de Bill Clinton y ante el despegue de internet, el gobierno de EE.UU. buscó la aprobación de una medida conocida como Clipper Chip que garantizaba que NSA siempre tuviera una vía legal para descifrar las comunicaciones en la web. Clipper Chip no prosperó por atentar contra el derecho a la intimidad y propiedad privada recogido en la Constitución de EE.UU. y la Casa Blanca desistió en su empeño en 1996, pero los documentos de Snowden indicarían que la NSA siguió adelante de forma encubierta.
Responsables del servicio de inteligencia de EE.UU. pidieron a The New York Times y a ProPublica, agencia de noticias sin ánimo de lucro con acceso a estos datos, que no publicaran esta información porque podría hacer que "objetivos extranjeros" cambiaran sus formas de codificar mensajes.
Tuvo el valor, en 1967, de abandonar una agencia que se caracterizaba por su apoyo criminal a dictaduras sanguinarias. Contaba que tomó esa decisión de manera definitiva cuando, estando en un restaurante de México, vio a una amiga estallar en lágrimas al conocer la noticia de la muerte del Che.
Ahí está representada, en una sola imagen, toda la nobleza del personaje que falleció a los 73 años de edad, el 7 de enero en 2008, en La Habana, en esta tierra de Cuba desde donde seguía denunciando las actividades terroristas y subversivas desarrolladas por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos contra gobiernos y líderes progresistas del continente.
Phillip B. Agee, ciudadano estadounidense, fue oficial de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en América Latina durante doce años hasta que abandonó sus filas en 1969 por motivos de conciencia. Ocupaba entonces un puesto de fachada en la embajada norteamericana de México, como agregado olímpico, con el pretexto de la preparación de los Juegos de 1968. Anteriormente, había sido ubicado en Ecuador y en Uruguay.
”Millones de personas en el mundo entero han sido matadas o, por lo menos, han visto sus vidas destruidas por la CIA y las instituciones que soporta”, declaró Agee en una entrevista concedida en 1975.
”Yo no podía quedarme sentando, haciendo nada”, añadió.
Al salir de la Compañía, mientras sufría amenazas y una constante persecución que puso su vida en peligro en más de una oportunidad, se dedicaba a redactar su libro “Inside the Company: CIA Diary” ( Dentro de la Compañía: Diario de la CIA).
La obra, verdadera síntesis de las actividades criminales de la CIA en América, fue publicada en 1974, acompañada de un anexo con 22 páginas de nombres de agentes infiltrados en todo el continente. Constituyó una verdadera bomba que estremeció a todos los sectores de los servicios norteamericanos de inteligencia.
Determinada a eliminarlo, la CIA encargo al ex jefe de la estación CIA de Miami, Ted Shackley, conocido como el Fantasma Rubio, la misión de capturarlo. Agee tuvo que salir de Francia donde se encontraba para refugiarse en Cambridge, Gran Bretaña, Agee fue entonces expulsado por los británicos a solicitud de Washington.
Impedido de radicarse, sucesivamente, en Italia y en los Países Bajos, donde las autoridades fueron constantemente presionadas para negarle algún estatuto migratorio, privado de pasaporte norteamericano por ser una “amenaza a la seguridad nacional”, se exiló en 1980 en la isla caribeña de Granada, bajo el gobierno revolucionario de Maurice Bishop.
Con la invasión estadunidense contra ese pequeño país, en 1983, se refugió en Nicaragua, para luego de la llegada al poder de la contrarrevolución sostenida por Washington, instalarse en Cuba que le ofreció su hospitalidad.
A pesar de todos los peligros y dificultades, Agee publicó Trabajo sucio: la CIA en Europa occidental, con Louis Wolf y varios artículos de prensa además de conceder entrevistas y asistir a reporteros en búsqueda de información.
En cinco oportunidades, el gobierno estadounidense intento llevarlo a juicio por la revelación de secretos, pero sin éxito, sus ex jefes temiendo, en última instancia, el uso que pudiera hacerse de la enorme cantidad de informaciones que conservaba.
Rabioso, George Bush padre, el ex jefe de la CIA reciclado en presidente que apadrinó la fundación de la CORU terrorista anticubana y la operación Condor, lo calificó de traidor y lo calumnió en numerosas oportunidades. Su esposa, Barbara, fue condenada a retractarse cuando lanzó el mismo insulto por escrito, en una autobiografía redactada a cuatro manos.
Amigo fiel de Cuba, Agee demostró como la Isla se encontraba víctima de un nuevo programa mundial desarrollado por la CIA para financiar y desarrollar organizaciones llamadas disidentes bajo la fachada de la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID) y un fondo expresamente establecido en 1983 con este objetivo, The National Endowment for Democracy (NED).
Mientras el New York Times se interrogaba, al anunciar su muerte, sobre la dimensión de los “daños” causados por Agee a los servicios de inteligencia de EE.UU., los medios progresistas del mundo reconocieron, al contrario, los servicios que rindió a la humanidad, como verdadero patriota norteamericano, al haber desenmascarado una organización que llevo hasta extremos nunca vistos el uso de la violencia por una gran potencia contemporánea.
Una potencia que protege a un terrorista como el cubanoamericano Luis Posada Carriles mientras mantiene encarcelados en condiciones infrahumanas a los antiterroristas cubanos que intentaban contrarrestar sus planes.
Cuando el mundo entero se escandaliza con las torturas infligidas en Guantánamo y en toda una red de centros de interrogatorio conformada por la CIA en el mundo entero, cuando descubre, ¿qué pensará el agente de la CIA que se sumó a la organización con la ilusión de defender a su país?
Contratado por la CIA como analista de las informaciones robadas en el mundo entero con su maquinaria infernal de ciberespionaje construida, Edward Snowden, se habrá dado cuenta, como Philip Agee, que debía renunciar a las ventajas que procura un empleo de funcionario federal norteamericano, para sumarse a la lucha de los miles de millones de seres humanos que, armados con la sola fuerza de sus convicciones, creen que un mundo mejor es posible.
26 junio 2013
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