Ciudad del Vaticano, 4 de julio. El Vaticano cerró sus cuentas de 2008 en números rojos, al registrar un déficit mayor a los 21 millones de dólares, indicó este sábado un comunicado de prensa de la sede apostólica.
“Como todo Estado también el Vaticano ha sufrido las repercusiones de la crisis económica-financiera cerrando con un déficit de 21 millones 388 mil 598 dólares”, sostiene la nota firmada por el Consejo de Cardenales para los Problemas Organizativos y Económicos, organismo que certifica los balances de la sede apostólica.
El consejo dio a conocer este sábado los datos tras una reunión celebrada entre el miércoles y viernes pasados.
El presupuesto está dividido en dos sectores: por un lado la Curia Romana o Santa Sede, que apoya al Papa en su trabajo para la Iglesia universal y que incluye los dicasterios o ministerios, así como las nunciaturas (embajadas por el mundo), y por otro, el Estado Vaticano, responsable de la gestión de las 44 hectáreas de territorio físico en la capital italiana, donde se encuentra la basílica de San Pedro y los Museos Vaticanos.
En el Estado del Vaticano, el más pequeño del mundo con apenas 439 kilómetros cuadrados (44 hectáreas), trabajan mil 894 personas, entre ellas 31 religiosos, 28 religiosas, mil 558 laicos y 277 laicas.
Las pérdidas registradas se deben a las obras realizadas para la colocación de un sistema fotovoltaico en el techo del Aula Pablo VI y la restauración del patrimonio artístico de la Santa Sede, entre ellas la Capilla Paulina y las basílicas de Santa María La Mayor y San Pablo Extramuros, así como la Biblioteca Apostólica Vaticana, precisa la nota.
La modernización del sistema informático y de Internet también ha repercutido en las cuentas, sostiene el comunicado.
un poquito preocupadopor la situación del dólar estadunidense, se hacía eco de los sentimientos de estados, empresas e individuos por todo el mundo. Él hizo un llamado a Estados Unidos para que
mantenga su buen crédito, honre sus promesas y garantice la seguridad de los activos de China.
Apenas hace cinco años, esto habría parecido una petición muy presuntuosa. Ahora parece entendible
aun para Janet Yellen, presidenta del Banco de la Reserva Federal de San Francisco, pese a que considera que las propuestas de China acerca de la divisa mundial de reserva está lejos de ser una alternativa práctica
.
Hay sólo dos maneras de almacenar riqueza: en estructuras físicas concretas y en alguna forma de dinero (divisas, bonos, oro). Ambas implican riesgos para el poseedor. Las estructuras físicas se deterioran a menos que se utilicen, lo que implica costos. Utilizar tales estructuras para obtener ingresos y como tal ganancias, depende del mercado
–es decir, de la disponibilidad de compradores que deseen adquirir lo que las estructuras físicas puedan producir.
Las estructuras físicas son, por lo menos, tangibles. El dinero (que se denomina con cifras nominales) es meramente una reclamación potencial ante las estructuras físicas. Si varía un pequeño monto, casi nadie lo nota. Pero si varía considerablemente y con frecuencia, sus poseedores pueden ganar o perder mucha riqueza, en ocasiones bastante rápido.
En términos económicos una divisa de reserva es la forma más confiable de dinero, la que varía menos. Es entonces el lugar más seguro para almacenar cualquier riqueza que uno tenga, que no asuma la forma de estructuras físicas. Desde por lo menos 1945, la divisa mundial de reserva ha sido el dólar estadunidense. Es todavía el dólar estadunidense.
El país que emite la divisa de reserva tiene una ventaja singular sobre los otros países. Es el único que puede legalmente imprimir la divisa, siempre que piense que es a favor de su interés hacerlo.
Todas las divisas tienen una tasa de cambio con las otras divisas. Desde que en 1973 Estados Unidos puso fin a su tasa fija de cambio con el oro, el dólar ha fluctuado con respecto a otras divisas, subiendo y bajando. Cuando su divisa ha bajado con respecto a otra, se ha vuelto más fácil vender sus exportaciones porque el comprador de las exportaciones requiere menos de sus propias divisas. Pero también ha hecho más cara la importación, debido a que requiere más dólares para pagar el artículo importado.
En el corto plazo, una divisa debilitada puede incrementar el empleo al interior de un país. Pero esto es, cuando mucho, una ventaja de corto plazo. En el mediano plazo, hay mayores ventajas de contar con una divisa considerada fuerte. Esto significa que el poseedor de tales divisas tiene más control de la riqueza del mundo medida en productos y estructuras físicas.
Más allá del mediano plazo, las divisas de reserva son fuertes y quieren seguir siéndolo. La fortaleza de una divisa de reserva se deriva no sólo de su control sobre la riqueza del mundo sino del poder político que le ofrece al sistema-mundo. Es por eso que la divisa mundial de reserva tiende a ser la divisa del poder hegemónico en el mundo, aun si se trata de una potencia hegemónica en decadencia.
Así que, ¿ por qué está un poquito preocupado
el primer ministro Wen? Es claro que es porque durante las últimas cuantas décadas, la tasa de cambio del dólar estadunidense ha estado fluctuando bastante pero a fin de cuentas va descendiendo lentamente. Uno de los factores principales ha sido la deuda global increíblemente creciente del gobierno de Estados Unidos. Existen dos modos principales mediante los cuales Estados Unidos ha podido balancear su contabilidad. Imprime dinero y vende bonos del tesoro estadunidense, primordialmente a otros gobiernos (los llamados fondos soberanos de inversión).
No es secreto que en años recientes el mayor comprador de bonos del tesoro estadunidense haya sido China. No es el único. Japón y Corea del Sur, Arabia Saudita y Abu Dhabi, India y Noruega, han comprado, todos, bonos del tesoro de Estados Unidos. Pero China es hoy el mayor comprador, y dada la presente contracción del crédito, China es uno de los pocos probables compradores en el futuro inmediato.
El dilema para China, como para otros que invirtieron en bonos del tesoro estadunidenses, es que si el dólar baja aún más o si hay una inflación significativa por el hecho de que Estados Unidos imprime dinero, su inversión en bonos del tesoro puede hacerlos perder dinero. Por otro lado, ¿qué alternativas tienen China o los demás?
La conclusión de políticas que China (y otros compradores) sacan es que hay un discreto desposeimiento constante. No quieren que sea tan rápido que ocasione un pánico bancario
, pero que tampoco sea tan lento que uno termine siendo el último fuera de la puerta antes de la estampida
, como tituló su artículo Joseph Stroupe en el Asia Times.
China está reduciendo la cantidad de bonos del tesoro estadunidense que está comprando, y ahora prefiere comprar unos de plazo más corto en lugar de aquellos de plazo más largo. China incursiona en el cambalache o trueque de divisas
con otros países, como Argentina, de tal modo que ninguno tenga que usar dólares en sus transacciones. Y China está haciendo un llamado a la creación de una divisa de reserva alterna basada en los Derechos Especiales de Giro (DEG) creados por el Fondo Monetario Internacional, con base en una canasta de monedas. Rusia ya respaldó el llamado.
Estados Unidos no está seguro de cómo responder. Cuando el secretario del Tesoro Timothy Geithner dijo que el gobierno estadunidense está bastante abierto
a la propuesta de China de incrementar el uso de los DEG, de inmediato bajó el dólar en el mercado de divisas. Así que Geithner clarificó
entonces lo que había dicho. El dólar permanecería como divisa de reserva dominante
en el mundo y es probable que continúe así por un periodo prolongado de tiempo
. Aseguró que hará lo necesario para garantizar que mantenemos la confianza en nuestros mercados financieros, y en la capacidad productiva de este país y en nuestros fundamentos de largo plazo
.
¿Será que Geithner sólo está aparentando calma? Y más importante, ¿quién cree que lo que dice es plausible? La clave de la fuerza de una divisa no son los llamados fundamentos sino la fe
en la realidad de esos fundamentos.
Todos los actores principales están confiando que pueda haber una aterrizaje suave, una transición ordenada hacia algo que se aparte del dólar estadunidense. Nadie quiere precipitar una caída libre, porque nadie está seguro de salir adelante si eso ocurre. Pero si el estímulo de Estados Unidos resulta ser la última de las burbujas, el dólar bien puede desinflarse repentinamente en la forma más caótica. El modo de decir estampida
en francés es “sauve-qui-peut”, que se traduce literalmente como sálvese quien pueda
.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
Respuesta. Los mercados financieros se han recuperado un poco y en algunos países, tanto desarrollados como emergentes, las Bolsas han empezado a subir. Pero hay que tener cuidado porque la utilización de la capacidad de producción sigue muy, muy baja. Y ésa es una señal de alerta. Los ministros de Finanzas del G-7 y del G-20 transmiten cierto alivio porque se ha frenado la caída: aunque podamos tener un crecimiento bajo o negativo, el escenario es menos malo. Pero los economistas y la gente de la industria son conscientes de que la recuperación tardará en llegar y será más lenta de lo previsto.
P. ¿Y qué opina usted?
R. Que nadie lo sabe con seguridad. Hay un elevado grado de incertidumbre, de riesgo. Y una institución financiera dedicada al desarrollo debe centrarse en no ignorar los riesgos.
P. ¿Cuáles son los más peligrosos?
R. Muchos. Tal vez el principal es que hay que seguir saneando el sistema financiero: EE UU ha dado pasos en la buena dirección, pero aún hay bancos con serias dificultades relacionadas con los préstamos al consumo, las tarjetas de crédito o el sector inmobiliario. Además, EE UU depende más que Europa del mercado de titulizaciones, y ese mercado aún no se ha recuperado.
P. El Banco Mundial suele atacar también el proteccionismo y ha advertido de las dificultades en varias áreas económicas.
R. Existen riesgos adicionales. América Latina se ha mantenido razonablemente bien, aunque México y Centroamérica están bajo tensión porque dependen mucho del mercado estadounidense. Europa del Este está en una situación delicada, especialmente los países del Báltico y otros como Rumania. Otras zonas de penumbra son tanto el peligro asociado al proteccionismo como la deuda privada en el mundo emergente, a pesar de las ayudas del FMI. Y luego existe lo que llamo el factor X, eso que nunca se ve venir -como la gripe A-. Ya sé que todo el mundo está discutiendo si hay brotes verdes o no. Mi opinión es que con este panorama nadie sabe con certeza lo que va a suceder y lo mejor es estar preparados para cualquier imprevisto.
P. ¿El este de Europa puede desatar una nueva tormenta?
R. La crisis ha provocado problemas, con consecuencias sobre la banca. Seis grandes bancos europeos poseen el 90% del sistema financiero de la región, y si retiraran su capital el efecto multiplicador sería muy negativo. De ahí los 31.000 millones de dólares que hemos puesto a disposición de los bancos y la aportación de la UE, que ascenderá a unos 20.000 millones de euros más.
P. Pese a esas incertidumbres, ¿para cuándo fijaría el inicio de la recuperación?
R. Hay gente que maneja finales de 2009, otros dicen que a principios de 2010. En cualquier caso va a ser una recuperación de baja intensidad durante un tiempo prolongado, porque hay mucha capacidad sin utilizar en la industria y el paro va a seguir subiendo. Y ése es un buen caldo de cultivo para políticas populistas y proteccionistas. Entre los países emergentes hay grandes diferencias: China puede sorprender al alza, ha obtenido buenos resultados con el plan de estímulo; para países como México y Brasil, la principal amenaza es no tener acceso a la financiación. Luego hay un buen puñado de países africanos, como Liberia, Costa de Marfil y otros, que son Estados frágiles y ven peligrar sus avances. Y hay una crisis alimentaria larvada, que no se ha calmado tanto como la gente cree.
P. ¿El riesgo de que se repita una depresión como la de los años treinta ha quedado definitivamente atrás?
R. La probabilidad es baja, pero nunca nula. Las dos grandes diferencias con los años treinta son la distinta reacción de los bancos centrales -que han sido muy activos y en los años treinta fueron parte del problema- y el proteccionismo, que entonces cerró los mercados. No creo que una depresión sea probable, pero si pasa sería terrible. Para países en desarrollo de rentas medias como Colombia o Perú, que han estado haciendo un buen trabajo, la persistencia de esta crisis durante años tendría un coste social inmenso, y debemos trabajar para que eso no suceda. En la crisis asiática de 1997, todo el mundo se preguntaba si China superaría ese escollo y ahora es una de las fuentes de crecimiento global. Cuantas más fuentes tengamos, mejor le irá a la economía mundial.
P. Tras el incremento vertiginoso del desempleo y las protestas que han aparecido ya en muchos países, ¿ve riesgos de una crisis social?
R. Puede ser. Lo que empezó como una gran crisis financiera y se convirtió en una profunda crisis económica, ahora está derivando en una gran crisis del desempleo y, si no tomamos medidas, hay riesgo de que llegue a ser una grave crisis humana y social, con implicaciones políticas muy importantes. La clave pueden ser las medidas de estímulo. Si tomamos como ejemplo China en 1998, la inversión en infraestructuras sirvió para crear empleo, pero también para sentar las bases de la productividad y el crecimiento futuro. Si creamos infraestructuras que pongan a la gente a trabajar, ésa puede ser una forma de unir retos de corto plazo con estrategias de largo plazo.
P. El mundo desarrollado se ha pasado años escatimando ayudas al desarrollo, pero con la crisis se han movilizado recursos públicos a toda velocidad para rescatar a la banca. ¿Eso le decepciona?
R. El presidente brasileño Lula dijo en el G-20 que lo más importante para los emergentes era que las economías de los países desarrollados retomaran el crecimiento. Vivimos en una economía global. México y Centroamérica no pueden crecer si no lo hace EE UU. Si Europa no sale del túnel eso tiene repercusiones sobre África y el resto del mundo. Así que tiene sentido dedicar el primer dinero a los planes de estímulo y a sanear los activos tóxicos de los bancos. El siguiente paso es seguir presionando para hacer más por los países desarrollados, más allá del FMI. El Fondo está ahí para resolver crisis de balanzas de pagos y crisis financieras. Pero es el Banco Mundial quien se debe ocupar de los programas sanitarios, de seguridad alimentaria, de producción agrícola y de inversión en infraestructuras.
P. ¿Hay dinero suficiente?
R. En estos momentos estamos bien capitalizados, pero no hay suficiente dinero público para hacer frente a todos los problemas: sólo hay que echar un vistazo a los déficit para saber por qué. Así que estamos aplicando vías novedosas para atraer capital privado, como los fondos de pensiones o los fondos soberanos, para invertir en los países emergentes. Hasta ahora se pensaba que estos países conllevaban mucho riesgo, pero después de lo que ha pasado hay que empezar a pensar que tal vez los mayores peligros no estaban ahí.
P. ¿Cuánto dinero necesita el Banco?
R. Eso depende de lo que dure la crisis. En estos momentos, queremos asegurarnos de que los países no den marcha atrás en las políticas de ayuda al desarrollo. Suelo citar a España como ejemplo de país que sufre una fuerte desaceleración económica pero intenta mantener e incluso aumentar su ayuda. Estamos tratando de crear un Fondo de Vulnerabilidad, al que los Gobiernos destinen el 0,7% de sus planes de estímulo, lo que supondría unos ingresos de entre 12.000 y 13.000 millones de dólares, a los que habría que sumar otros fondos procedentes de Alemania, Japón y tal vez de Suecia.
P. ¿Cómo van las promesas que se hicieron en el G-20?
R. Creo que las últimas reuniones del G-20 son un hito. La cumbre de Londres aportó soluciones muy positivas sobre planes de estímulo o sobre la amenaza proteccionista. El reto es ahora poner el foco en las necesidades específicas de los países en desarrollo en la próxima reunión, que se celebrará en septiembre en Nueva York.
ALICIA GONZÁLEZ / CLAUDI PÉREZ- Madrid - 24/05/2009
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