Se explica: el domingo que pasó, aviones no tripulados (ANT) de EE.UU. atacaron una escuela abandonada en Waziristán Norte y mataron a sus cuatro ocupantes, “presuntos terroristas”, aunque no se ha explicado todavía si lo eran o apenas gente sin techo que eligió el lugar para dormir. Una característica terrible de estas guerras es el anonimato de sus víctimas, de las que en los medios desaparecen nombres, edades, condiciones de vida, y todo se funde en un número, una mera cifra que sirve para contar cualquier clase de objetos.
Este hecho elevó la temperatura de las relaciones Pakistán/EE.UU., aliados en la guerra contra el talibán, que ya venían tensas por la repetición de misilazos en la zona paquistaní lindante con Afganistán donde, en efecto, hay bases guerrilleras, pero que más bien están “infestadas” de tribeños del lugar. En noviembre último, un ataque aéreo estadounidense que bombardeó bases paquistaníes en esa zona fronteriza y se cobró la vida de 24 soldados “aliados” (www.washingtonpost.com, 11-11-11) había ya agravado la tirantez entre los dos países. La Casa Blanca lamentó el suceso, pero todavía está debatiendo si pedir disculpas o no.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Pakistán calificó estas operaciones de “violaciones de la integridad territorial y la soberanía nacional” y subrayó que se llevan a cabo “en total contravención del derecho internacional y de las normas establecidas por las relaciones interestatales”. Obama se defendió atacando: su principal asesor en seguridad interior y guerra contraterrorista, John Brennan, declaró el mismo domingo: “Infortunadamente, en la guerra también hay bajas civiles... a veces hay que tomar vidas para salvar vidas”, aunque no explicó cómo la muerte de casi 3000 personas, casi todas ellas no identificadas, salvó vidas (//abcnews.go.com, 29-4-12). Y no mencionó que estos bombardeos con ANT se producen en países con los que Washington no está en guerra: Pakistán, Yemen y Somalia. Cualquiera puede tener un olvidito.
Al día siguiente, en cumplimiento de una indicación de Obama, Brennan formuló declaraciones detalladas sobre las políticas y consideraciones que explican el empleo de ANT contra los terroristas, al que calificó de “legal”, “ético” y “conforme a los principios de necesidad y proporcionalidad” (www.lawforeblog.com, 30-4-12). Insistió en que “nada en el derecho internacional” prohíbe matar “enemigos” fuera del campo de batalla, afirmación que convierte al mundo entero en un campo de batalla. El Pentágono ya lo practica mediante ejecuciones extrajudiciales en cualquier país. Pero ésas son operaciones clandestinas y los ANT son notorios.
Obama, durante su hasta ahora único mandato, quintuplicó las operaciones de ANT en relación con las ordenadas por W. Bush a lo largo de sus dos presidencias. La CIA llega a sostener que borró del mapa a 600 talibán sin matar a un sólo civil con tales ataques, pero oculta que minutos después de lanzar uno, los ATN regresan para liquidar a los vecinos que acuden a socorrer a posibles sobrevivientes. Así lo verificó in situ la Oficina de Periodismo de Investigación de la City University de Londres (BIJ, por sus siglas en inglés). Su informe más reciente, solicitado por el Sunday Times, señala que la campaña de la CIA con ANT “ha matado a decenas de civiles que se aprestaban a ayudar a las víctimas o asistían a funerales” (www.thebureauinvestigates.on, 4-2-12).
La investigación de la BIJ registra que de mayo de 2009 a junio de 2011, “al menos quince ataques contra quienes intentaban rescatar a las víctimas fueron noticia en medios serios, incluidos The New York Times, CNN, Associated Press, ABC News y Al Jazeera”. Recuerda que a los funerales de Khwaz Wali Mehsud, un comandante talibán de mediana importancia, concurrieron unas 5000 personas, no sólo talibán, sino muchos vecinos, y un nuevo ataque de ANT acabó con la vida de 83, de los que 45 eran civiles, diez niños entre ellos. El informe de la BIJ apareció pocos días después de que Obama afirmara que esos ataques eran un esfuerzo preciso y bien dirigido a los blancos que “no ha causado un número elevado de bajas civiles”.
Sarah Crowe, representante de Unicef, ha dicho que “aun la muerte de un sólo niño por los misiles de los ANT o por ataques suicidas, es una muerte de más. Los niños no tienen lugar en una guerra y todas las partes deben hacer lo máximo para protegerlos de ataques violentos en todo momento”. Es evidente que esas máquinas no saben leer: según la organización caritativa británica Childs Victims of War (//childsvictimsofwar.org.uk), los ataques de los ANT han provocado ya la muerte comprobada de 175 niños. A saber a cuánto asciende en realidad su número.
Después de la reciente sexta Cumbre de las Américas quedan pocas dudas de que la región latinoamericana ha cambiado. Dejó de ser el patio trasero de un decadente imperio que tiene muy poco para ofrecerle salvo bases militares y flotas amenazantes. El doble fracaso estadunidense, de Barack Obama en Cartagena y de Hillary Clinton la semana siguiente en Brasilia, muestra la falta de propuestas constructivas para la región.
Como señaló Dilma Rousseff, los países de la región reclaman “relaciones entre iguales”, lo que fue interpretado por algunos analistas como “una rebelión contra Estados Unidos”. La principal consecuencia de la cumbre es la constatación del aislamiento de Estados Unidos y su inexistencia de políticas capaces de atraer al conjunto de la región como sucedió hasta mediados de la década de 1990. Encuentro cinco razones para el deterioro de las relaciones de Washington con todo el continente, que anticipan el nuevo escenario en formación.
La primera es el doble fracaso de la guerra contra las drogas y del embargo a Cuba. Luego de la caída de la Unión Soviética Washington debió fabricar un enemigo para seguir forzando la militarización de las relaciones internacionales. El tráfico de drogas ilegales cumplió con esa función durante un tiempo, pese a que nunca fue creíble porque no incluyó la reducción del consumo en los países del norte, los grandes consumidores de drogas ilegales.
Ahora la guerra contra las drogas perdió la batalla de la legitimidad. El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos acaba de lanzar un estudio en el que afirma que no sólo fracasó en combatir el consumo y el tráfico, sino que la guerra contra las drogas “ha creado una amenaza importante contra la seguridad internacional” (La Jornada, 17 de abril). ¿No era ese acaso el objetivo buscado?
La segunda es el fin del tiempo de la OEA y la consolidación de la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) y la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), que excluyen a Estados Unidos y Canadá y se ajustan a la nueva realidad global. Siguiendo la tendencia ya marcada por la Unasur desde 2009, la Celac se está convirtiendo rápidamente en el organismo capaz de resolver los problemas de la región y de trazar el rumbo de su soberanía frente a las potencias extracontinentales. Puede discutirse si ese es el tipo de integración que necesitan los pueblos latinoamericanos, pero no cabe duda de que, sea cual sea el camino que elijan, están excluyendo a los antiguos propietarios del patio trasero.
En tercer lugar, Estados Unidos ya no es el principal socio comercial de los principales países de la región, en particular de Sudamérica, y su decreciente mercado interno ya no tiene el atractivo de antaño ni se muestra en condiciones de captar las exportaciones latinoamericanas. La tendencia es que China y el conjunto de Asia sustituyan el papel que tuvo Estados Unidos desde principios del siglo XX hasta la crisis de 2008 como aliado comercial, y político, decisivo.
Hasta 2005 Estados Unidos compraba 1.5 millones de barriles diarios a Venezuela, cifra que cayó en 2011 a menos de un millón. Por el contrario, las exportaciones venezolanas a China, que eran casi inexistentes en 2005, treparon a casi medio millón de barriles diarios en 2011 (Geab No. 60, diciembre de 2011). La tendencia es que un mercado sustituya al otro.
Estados Unidos y la Unión Europea, en cuarto lugar, van camino de ser desplazados como los principales inversionistas en América Latina. China es el principal inversor en Venezuela, primera reserva mundial de petróleo, tercera de bauxita, cuarta reserva de oro, en sexta posición en gas natural y décima reserva de hierro en el mundo. China cuenta también con fuertes inversiones en Argentina y Brasil, las dos mayores economías suramericanas.
La segunda petrolera china, Sinopec, estaba interesada en comprar la parte de Repsol en YPF por 15 mil millones de dólares antes de la estatización decidida por el gobierno de Cristina Fernández (Financial Times, 18 de abril de 2012). Ahora puede ampliar sus inversiones en Argentina, donde es responsable de 6 por ciento de la oferta de crudo y de 1.7 por ciento de la de gas.
La región tiene también capacidades endógenas de inversión. El mejor ejemplo es el anuncio de la inversión de 16 mil millones de dólares por tres empresas brasileñas (Petrobras, Odebrecht y Braskem) en Perú, para extraer gas en Camisea, construir un gasoducto de más de mil kilómetros hacia el sur y un polo petroquímico en la ciudad portuaria de Ilo, el primero de la costa del Pacífico.
En quinto lugar, Estados Unidos ya no es el único aliado militar de la región. Venezuela mantiene una sólida alianza con Rusia, Brasil tiene acuerdos de cooperación con India en aeronáutica y con China en la industria espacial. Pero lo más notable es la progresiva integración de las industrias militares de la región, o sea el acople de los países suramericanos con la creciente industria militar brasileña.
El caso más notable es la alianza estratégica entre Brasil y Argentina, que se traduce en el desarrollo conjunto de blindados, un carguero militar que sustituirá a los Hércules, el desarrollo de misiles aire-aire que Brasil trabaja con África del Sur, y aviones no tripulados para vigilancia de fronteras. Ambos países conforman una masa crítica capaz de arrastrar a los demás para poner en pie una industria militar regional autónoma del norte.
El inminente triunfo del socialista François Hollande en las elecciones francesas “activará una serie de cambios estratégicos” que acelerarán las transiciones geopolíticas en curso, según estima el Laboratorio Europeo de Anticipación Política (Geab No. 54, 17 de abril de 2012). Uno de los principales virajes será la formación de una alianza estratégica Europa-BRICS. De alguna manera, esta alianza ya comenzó con el acuerdo militar Francia-Brasil de 2009 para construir submarinos y cazas de ataque. La autonomización de la región puede contar con aliados inesperados.
Al final el único saldo concreto, tangible, de la Sexta Cumbre de las Américas parece ser la firma del Tratado de Libre Comercio (TCL) entre Colombia y los Estados Unidos, y no hacía falta en realidad una cumbre de jefes de Estado para esto. Se trata de un acuerdo bilateral que no pasa, por supuesto, por consenso internacional alguno. Y que, en consecuencia, se suscribió al finalizar la Cumbre y fuera de ella, por ambos presidentes, sin salir de Cartagena, aprovechando -como quien dice- que ya estaban en la ciudad. Igualmente ha sido noticia la firma otro acuerdo: uno de exención de aranceles entre los cancilleres de Colombia y Venezuela.
Expediente bien conocido, el primero, que consolida el sometimiento de la economía colombiana y colocará al país ante riesgos similares a los vividos por los mexicanos después de 1994: sujeción plena a la dinámica de mercado impuesta por Washington, polarización potenciada de los ingresos privados, desestructuración de la economía agraria, transición hacia una verdadera "narcocracia" con impunidad para el crimen, intensificación de flujos migratorios internos y externos, y el fortalecimiento de los lazos de dependencia con los Estados Unidos dentro del patrón neoliberal, que se mantiene plenamente vigente en las relaciones internacionales .
No nos deberíamos extrañar si en la década venidera los activos financieros de las familias colombianas más adineradas compiten con los de Slim, si los circuitos de la pobreza se propagan y el descomunal cinturón de miseria que rodea Cartagena (y que no se ve desde la zona turística) duplica su extensión, si la violencia se vuelve otra vez (dicen que casi había desaparecido) incontrolable en las urbes y en los campos de Colombia y si la hegemonía estadounidense termina por asignar a su socio un papel parecido al que desempeña Israel en Oriente Medio.
A pesar de que se firmó fuera de la Cumbre, el TCL se suscribió aprovechando la reunión de estadistas como pantalla. Los debates habían quedado atrás, con la Cumbre clausurada sin documento final ni consensos aceptados. La sorpresa seguramente no dio tiempo a la protesta de los que hubieran protestado en el país. Este tratado no tiene nada que ver con el firmado entre Columbia y Venezuela, equilibrado y simétrico, y puesto la agenda junto al otro, con astucia, por el Presidente Santos, que se consagra como el político más hábil de la derecha latinoamericana.
Sin embargo, hasta Santos tuvo que reconocer que Cuba no podía estar ausente en las cumbres venideras. Claro, que lo hizo con el cuidado de utilizar el tono más conciliador, y no como lo habría hecho alguien convencido. Se notaba que no habría reivindicado la presencia cubana si un fuerte consenso en el cónclave no lo hubiera puesto en condiciones de tener que hacerlo. Y si la simple aceptación de la presencia cubana en las cumbres no tuvo eco en la postura del imperio, menos se podía esperar un cambio de posición en torno al bloqueo sostenido contra la isla.
Aún más escandalosa fue la casi omisión en torno al reclamo argentino, también consensuado salvo por los Estados Unidos y Canadá, de las Malvinas, las cuales, para colmo, fueron confundidas por el Presidente Obama con las Maldivas. ¿Error o muestra cínica de desprecio? Puede que error, ya que para ellos estas islas siguen llamándose Falkland, como demostraron en 1982, en tiempos de Ronald Reagan, al ponerse sin vacilar al lado del colonizador británico cuando la dictadura argentina intentó la recuperación. Al margen del propósito de los militares, los Estados Unidos estaban comprometidos por el TIAR a respaldar el rechazo a la invasión británica, y olvidaron sus compromisos. Fue entonces cuando el TIAR naufragó y ya nadie recuerda siquiera lo que significa la sigla. Erros y desprecio, en estos casos, suelen andar juntos.
En resumen, en Cartagena no se obtuvo una decisión en cuanto a la presencia de Cuba en la próxima Cumbre, moción bloqueada por los Estados Unidos y Canadá desde la reunión previa de cancilleres. El levantamiento del bloqueo, que cuenta con el pleno apoyo latinoamericano, topó con la sordera del norte. Tampoco se consiguió una toma de posición que aceptara siquiera el debate sobre la reclamación de las Malvinas. No obstante, como contrapartida, Washington lograba una firma, libre de protestas, del TCL con Bogotá. Se comprende que Hillary Clinton quisiera desbordar su entusiasmo la última noche en el Café Habana, de Cartagena, bailando al son de la Guantanamera y el Chan-chan. Incluso se hizo fotografiar bajo el anuncio del lugar. Parece un podo irónico de manifestar su satisfacción por lo que interpretó como una victoria sobre Cuba… y sobre el ALBA.
Victoria pírrica, en realidad, y procuro explicarme En primer lugar, la Cumbre de las Américas no es otra cosa que una criatura de Washington y de la OEA , inaugurada en Miami en 1994, cuando desde el espacio gubernamental latinoamericano no habían comenzado a darse los cambios que modificarían el escenario regional. Componen esta reunión los mismos países que componen la OEA, y su destino es el de dar a la hegemonía de los Estados Unidos el respaldo de los jefes de Estado del continente para una segunda escalada neocolonial : el proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) . No es casual que la primera Cumbre coincidiera con el año de la firma del TLC con México, punto de referencia para el lanzamiento del acuerdo.
Tras una década de cambios en el escenario latinoamericano, la moción de adopción del ALCA, llevada por George W. Bush a la IV Cumbre, en 2005 en Mar del Plata, encontró una oposición mayoritaria que dejó marcado el cambio en la correlación de fuerzas en la región. La Cumbre, en los supuestos que se concibió, quedó herida de muerte. ¿De muerte en verdad? La meta después de 2005 devino llegar al ALCA país por país.
La siguiente reunión, en Port of Spain (Trinidad & Tobago) transcurrió con la presencia de un nuevo presidente de los Estados Unidos: un Barack Obama sonriente que había llegado a la presidencia anunciando cambios que no iba a ser capaz de encauzar. La inaceptable ausencia de Cuba fue ya un tema polémico allí, pero no hubo más que señales para dejar esperanzas de una mirada más razonable. Lo increíble es que ahora se repita. Aquella reunión terminó sin acuerdos y con el obsequio de Chávez a Obama de un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina, escrito por Eduardo Galeano en 1971, como sugerencia para una mejor comprensión de nuestras realidades.
No creo que Chávez estuviera convencido de que Obama fuera a leerlo, ni a molestarse en buscar una de las traducciones hechas al inglés, pero su gesto devino una cortesía política emblemática, en tanto expresaba la esperanza de que el presidente negro que había desafiado exitosamente los vestigios racistas en los dogmas electorales estadounidenses, que había hecho su campaña sobre la promesa de justicia social y anunciado cambios positivos en la política latinoamericana de Washington, se mantuviera consecuente con sus anuncios. La historia entre Trinidad y Cartagena no recoge gesto alguno que permita esperar nada distinto a lo que hasta hoy se ha recibido de la Casa Blanca.
Se puede comprender, sin indagar, la decisión del presidente de Ecuador, Rafael Correa, y del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, de no concurrir a Cartagena. Y la del resto de los países de la ALBA al anunciar, decepcionados de este encuentro, que no asistirán a Panamá si no se invita a Cuba sin las condiciones inadmisibles que exigen los Estados Unidos.
Debe destacar se que el punto de la inclusión de Cuba en las reuniones ni siquiera implicaba por sí mismo un cambio de la política estadounidense en el plano bilateral. Sin embargo, cabe pensar que la posición que asumiera Obama al respecto podría incidir en su reelección a la presidencia: un signo de flexibilidad hacia Cuba contaría para la pérdida eventual del apoyo del Estado de La Florida en los comicios . Es significativo que hasta el gesto más obvio de reconocimiento del consenso continental se haga imposible. ¿Cómo esperar de Obama un cambio en el bloqueo a Cuba, o que se pronunciara en cuanto al reclamo argentino de las Malvinas, más allá de la inverosímil neutralidad que atribuyó a su país?
Sin embargo, al margen de la escasa información que permite el secreto de las sesiones (fueron todas a puerta cerrada por decisión, en apariencia, de los anfitriones), pienso que sobre el control y la lucha contra el narcotráfico siempre se habría podido ir más lejos (a menos que ir más lejos en esto también influyera en el voto de Miami).
De cualquier modo nos pasamos la vida bordeando el espejismo que indica que, en los Estados Unidos, el segundo mandato presidencial es aquél en el cual el presidente puede consumar su verdadera política, pues ya no necesita atenerse a las demandas de los grupos de influencia que le apoyaron. No sé si será cierto en otros temas, pero con respecto a la política seguida hacia Cuba esto no ha funcionado.
¿Alguien cree aún que antes de la Cumbre de Panamá, después de que se ratifique en la presidencia, si es reelegido, Obama aceptaría que Cuba se integrase en la Cumbre? Ni lo creo, ni importa mucho: importa tanto como que esta Cumbre no haya dado un signo de flexibilidad hacia Cuba, por insignificante que fuera, por el riesgo de que incidiera en la pérdida de apoyo del Estado de La Florida en los comicios. Si es que queremos reconocer esta explicación, casuística, pragmática, “cortoplacista” y limitada para comprender el panorama mayor.
La única respuesta válida es la dada por los países del ALBA. No volver a asistir si Cuba no está, que es la posibilidad de deslegitimar desde el Sur la naturaleza de ese cónclave. Es de esperar que otros latinoamericanos se sumen a este condiciona miento y que ese sencillo dilema se revierta en la transformación del signo de las cumbres, o de lo contrario en su desaparición, convertidas en cenáculos derechistas sometidos, que servirían simplemente como pantallas para imponer tratados bilaterales de libre comercio o cualquier otro ingenio hegemónico. Deslegitimadas del todo por la falta de representatividad.
Confieso que reconozco a Obama que haya declinado, en su vestuario, los modelos de guayaberas, que no tienen en su caso el significado de la prenda nacional, y haber mantenido la sobria identidad que le es habitual. Habría añadido, de lo contrario, una penosa nota de superficialidad. Para payasadas bastó con la de Hillary.
Recuerdo, para terminar estas líneas, que la fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), a principios de diciembre pasado en Caracas, constituyó la creación de otra cumbre. Del todo distinta. Llama la atención cómo la ausencia o presencia de un solo país cambia del todo el significado del conjunto, y ese país no es Cuba. La ausencia de los Estados Unidos en CELAC inicia una institucionalidad internacional paralela a la OEA. Si la Cumbre de las Américas no puede devenir en un punto de encuentro y de confrontación entre ambas presencias, superando el carácter parcial de su génesis, si no puede atenerse a la exigencia de los tiempos, no tiene sentido que subsista. Podría convertirse incluso –tal vez empieza a convertirse ya– en un obstáculo para la salud de la América que emerge.
Creo que esta ha sido la lección principal de Cartagena 2012. ¿Jugaban ya Obama y Clinton al acto final?
Aunque la crisis estructural que abate al capitalismo genera un cúmulo de factores que debilitan la sustancia de la hegemonía de Estados Unidos en el mundo y en el hemisferio, enraizada en la arquitectura de Bretton Woods (BW), existen tres elementos que aumentan, de manera quizá irreversible, los costos y contradicciones que afectan su considerable poder: 1) la abismal discrepancia entre el contexto de indisputada primacía global resultado de la Segunda Guerra Mundial, sustento de esa arquitectura” y la actual constelación histórica de declinación hegemónica luego de siete décadas de intensa multipolarización económico-industrial y estratégico-militar; 2) el agotamiento de recursos naturales estratégicos, en primer término petróleo y gas, minerales, metales, agua, etcétera, así como la presencia de límites atmosféricos ante las emisiones de gases con efecto invernadero; y 3) el sometimiento de la cúpula republicana y/o demócrata a los intereses financiero-especulativos y cortoplacistas de grandes bancos y firmas de inversión, petroleras, bélico-industriales, mineras, agropecuarias... y sus cabildos, restando flexibilidad ante cambios exigidos por los “límites del poder” y del planeta.
Esta constelación histórica y material estuvo presente en Cartagena y poco después en Buenos Aires, cuando la presidenta Cristina Fernández presentó al Congreso medidas para recuperar el manejo soberano de YPF, principal ente petrolero argentino, entre los principales platillos en el festín de las privatizaciones bajo diseño y auspicio del Banco Mundial, servido a la depredación oligárquico-imperial. Un bochorno histórico protagonizado por Menem en Argentina, Cardoso en Brasil y Salinas-Zedillo-Fox-Calderón en México, acto que hubiera sido inadmisible, so pena de desafuero, en España y Estados Unidos: fue rotundo el rechazo hispano al intento de una firma alemana por adquirir empresas eléctricas en España, “porque dejar la energía en manos extranjeras es asunto de colonias”, o el veto de legisladores republicanos de Estados Unidos, a una oferta de CNOOC Ltd de China para comprar UNOCAL y sus vastas reservas de gas natural en Norteamérica y Asia, por razones geopolíticas y de “seguridad nacional”.
Pero la intención del hegemón sigue siendo “reestructurar” América Latina bajo la noción de que las empresas de EU sólo pueden operar en un mundo, como apuntan Gabriel y Joyce Kolko en The Limits of Power (Harper & Row, 1972) acompañados por regímenes capitalistas “políticamente confiables y estables” y “con libre acceso a los recursos naturales”. BW, recuérdese, privilegió lo privado sobre el interés público. Ese fue y es el eje del FMI-BM y luego del BID, parte y parcela de la política exterior, económica y de seguridad de Estados Unidos, presente en el “foro empresarial”, paralelo a la “cumbre”, bajo auspicio del BID, con Obama como principal orador, a pesar de que Estados Unidos sufre gran desempleo crónico y era imperativo dar un espacio equivalente a los trabajadores de las “Américas”.
Al formalizar Estados Unidos en Cartagena su “neutralidad” ante el despliegue militar de Londres en las Malvinas, amenazando la soberanía de Argentina y con ella la de la región y al vetar la presencia de Cuba, Obama actuó bajo la geopolítica y geoeconomía de clase señalada por Henry Morgenthau, secretario del Tesoro presente en BW, de que la política exterior y económica sea “manejada por empresarios y con espíritu empresarial” (p.16). Obama actuó como en 1944-1947, bajo un “orden” que combate los regímenes revolucionarios o de centro-izquierda, que operan en defensa de las soberanías, algo indispensable para sobrevivir en el siglo XXI ante la escasez de recursos naturales estratégicos como los combustibles fósiles.
Solos, Canadá y Estados Unidos atestiguaron el rechazo unánime de la región al veto y al bloqueo. Y al avalar Estados Unidos los despliegues militares de una potencia extra-continental en Las Malvinas, hizo trizas la retórica del “interamericanismo” y la supuesta “defensa continental” bajo la que se escudan los operativos de los “Comandos Norte y Sur”, la proliferación de bases y el despliegue de la Cuarta Flota sobre las líneas de comunicación marítima, vitales al comercio de América Latina y el Caribe con Asia, África y Europa. El hemisferio “verticalmente integrado”, con Estados Unidos como principal polo mundial, industrial, bancario, agrícola y militar ya no existe, pero su “restauración” ha sido nostálgica obsesión de la Casa Blanca en especial con los dos Bush, Clinton y ahora con Obama.
En Cartagena se abordaron temas antes vedados: ¿por qué el enfoque exclusivo en la oferta y no en la demanda de drogas prohibidas?; ¿por qué no se pone coto al flujo de ilegalidad de norte a sur en materia de consumo, lavado de dinero y flujo de armas?; ¿por qué, contra todo protocolo, Estados Unidos impulsa y financia la militarización de esa “guerra al narco”? ¿Por qué mantener el prohibicionismo, sustento de un gran negocio casi monopolizado por Estados Unidos?
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