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En el fútbol y la política. El que no hace goles…

A la gente se le pregunta en que puesto juega y siempre responde que delantero, nadie es portero, (por aquello de la figuración del que mete los goles); nadie tiene de la misma pinta, se juega multicolor o en cueros; pero de todas maneras la gente se va organizando cuando empieza a rodar la bola.

El fútbol y la política tienen muchas similitudes: los dos implican procesos organizativos, colectivos, sociales; los dos se relacionan con propósitos comunes: vencer, embolatar o convencer al otro. La política enseña a dominar al rival, el fútbol también. Pero el fútbol es claro, sincero, directo: hay que ganarle al otro equipo a como de lugar. La política muchas veces oculta su verdadero deseo de triunfo. La política puede hacer discursos de palabras con relación a consensos pero el objetivo es dominar. Sin embargo, los dos diseñan estrategias y tácticas para conseguir sus objetivos.

Para nosotros, el arte de hacer política está en la capacidad de crear equipo, saber desarrollar ese proceso unitario, reconocer nuestras debilidades y fortalezas. Con ello, ya podemos reconocer los enemigos y el contexto en que estamos y vamos a actuar. Fútbol y política son juegos colectivos, requieren gente que crea necesario participar en los procesos, que se sienta con el derecho y el deber de hacerlo; y lo mejor es que le parezca divertido hacerlo, goce haciéndo goles y gambetas, ya sean estas futbolísticas o políticas.

Tanto en la política como en las “recochas” entra gente que quisiera ver con el mismo uniforme a todo el equipo. Así como en los “picaos” de barrio entran jugadores afiebrados de Millos, Nacional, América, Distornillos, Everest u otros y se aplica la “fórmula científica para uniformar”: el que se deje meter el primer gol se quita la camiseta. En las acciones políticas también entran gentes de diferentes organizaciones y grupos políticos que pretenden uniformar a los demás pero afortunadamente, terminan reconociendo a los de camiseta distinta, con los cuales pueden hacer equipo, aunque aspiren a que en el futuro todos juguemos del mismo lado.

En el desarrollo del juego, nos damos cuenta que los delanteros no son tales, sino son más mediocampo defensivos, o defensas centrales, o laterales y el arquero que escogimos es una coladera y entonces cada uno va encontrando su lugar, probándose poco a poco. El liderazgo se va ganando, por el comportamiento en la cancha, por su calidad de juego, no por lo que cada uno dice, o grita.

Siempre discutimos, por las malas jugadas, por los goles en contra, por la irresponsabilidad, por los descuidos, pero nos alegramos cuando cualquiera de nosotros mete los goles así sea aquel con el que alegamos hace 3 minutos, porque él nos está haciendo ganar o empatar… Es de nuestro equipo.

Luego de muchas recochas y de conocer amigos en el juego, de saber de su calidad técnica, su personalidad, su honradez, ahí si tratamos de hacer un equipo aficionado, para meterlo en campeonatos esporádicos, recogiendo entre todos el costo de la inscripción y los uniformes, nombrando un capitán, un representante ante la liga de fútbol, organizándonos con más seriedad.

En la política es un proceso igual, pero con más grados de complejidad, por la gran diferencia cualitativa y cuantitativa. Se tienen, entre otras, las siguientes dificultades: como en el fútbol profesional, en esta se quiere tener el técnico, el que piensa, el que organiza, el que dice cómo se hace, es decir, el partido político, la organización política y nosotros, como buenos colombianos, queremos ser técnicos de las organizaciones sin mayores esfuerzos, sin dignificar nuestras palabras con los hechos.

Por su parte, muchos quieren empezar las luchas con equipos ya organizados, uniformados, de los cuales ellos son los capitanes y delegados. Algunos ya tienen diseñada la táctica y la estrategia. Es más, ya tienen la alineación, distribuyen responsabilidades a las otras organizaciones políticas y sociales, no reconocen que hay otras camisetas, otros liderazgos y que el verdadero liderazgo general se construye en el proceso. Otros no tienen muy claro en qué equipo deben jugar, cuales son sus verdaderos amigos y cuales sus enemigos. Algunos (los más) prefieren ser espectadores, críticos, analistas.

El fútbol de los últimos tiempos

La mejor alineación que ha podido hacerse en los últimos años, fue la que se hizo en la Gran Coalición Democrática contra el Referendo. Fue muy significativo ver en el mismo equipo todos los matices del movimiento democrático de este país. Desde los liberales socialdemócratas de Piedad Córdoba, unos cuantos conservadores, el Moir en sus diferentes tendencias, troskistas, comunistas, maoístas, camilistas, guevaristas, marxista-leninistas, del frente social y político, los independientes, los sin partido, (que son los más), todas las listas democráticas y de la representatividad de las organizaciones sociales más importantes de este país. Ese fue “el equipo de la democracia”. Se hizo una alianza contra el referendo, y se puede seguir haciendo con otros propósitos, reconociendo cómo fue que jugamos y ganamos.

¿Qué fue lo que se dio allí? Veamos una interpretación en términos futbolísticos:

En esta ocasión todo(as) los(as) participantes en la campaña contra el referendo, no asistieron a un partido profesional con técnico y toda la “reglamentación oficial”, sino que hubo el reconocimiento de que se trataba de ponernos de acuerdo en jugar el “picao de la abstención” y de saber de que lado estábamos, en qué equipo jugábamos y que cada uno podíamos hacer un papel desde lo que sabemos y sentimos; lo que no pasa en muchas otras ocasiones. Aquí jugó con igual importancia el crack de exportación y el chueco que apenas camina.

Lo que sucedió en esta campaña, lo asimilamos futbolísticamente como cuando Ud. va a jugar una “recocha” o “picao” en un parque: se arman los equipos y Ud., la mete toda, porque sabe que tiene que ganar, sin técnicos, o dirigentes, pero tiene claro para donde debe ir el balón, quienes son sus amigos (aunque tengan camisetas diferentes o están sin camiseta) y sabe también que el partido es corto, no tiene alargues.

Ese evento político (el proceso de Abstención) no tuvo director técnico, ni capitán. Los que quisieron serlo, fueron rebasados por las iniciativas de otros. Los convocantes jugaron, pero como un jugador más. Hicieron las veces del man que llega a la cancha, que es el dueño del balón, organiza el partido, pero sabe que no puede jugar solo. El resto sabe, sin la pelota no se puede jugar. A la dirigencia de la COALICIÓN hay que decirles que necesitamos de ellos para que organicen las ” recochas políticas”, “los picaos”, abran los escenarios políticos, ubicando los horizontes para que después se meta todo el mundo a jugar el partidito desde lo que hacemos, con camiseticas propias o sin camiseta, con nuestras diferencias políticas, de edad, género, y de piel, que también se ve bonito.

¿Será muy difícil armar otra “recochita” similar para la arremetida de Uribe con relación al Tratado de Libre Comercio (TLC), y la reforma a la justicia ? La bola está en juego y el equipo de la dictadura ya está en la cancha y muchos de nosotros estamos invitados pero indecisos de participar. ¿Jugamos este otro “picao”?

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