“Medellín es un burdel a cielo abierto”, afirmó la periodista Ana Cristina Restrepo Jiménez, en artículo del 29 de julio de 20221. Su afirmación estaba afincada en inocultables antecedentes y diagnósticos, como los recogidos en el informe de Naciones Unidas del año 20132, pero también en un estudio de la Alcaldía de Medellín3 como en el trabajo de grado de Daniela Torres Uribe y Juan Felipe Restrepo Martínez4. La evidencia empírica es observable por cualquier persona con mediana sensibilidad social.
Su afirmación describe, en pocas palabras, la deshumanizante, violenta y persistente realidad que sacude a una de las principales ciudades del país, en la cual el fenómeno del comercio del cuerpo de niñas, niños, jóvenes y adolescentes está afincado. “Colombia es pasión”, parece ser un slogan de y para ello. El resultado es patético: negociantes, especuladores, comerciantes de hotelería, agencias de viaje, narcos, hasta la administración pública, todos ellos beneficiados de este comercio, cada día más ricos no importa a costa de qué, cómo ni de quiénes.
Es una realidad de extrema violencia cubierta en el 2024 por un periodismo sensacionalista como si fuera nueva y respondiera a decisiones personales o no tuviera que ver con la cotidianidad de una ciudad controlada de diversas maneras por una enraizada mafia que tiene ‘vacunados’ a miles de comerciantes –tenderos, transportadores, vendedores callejeros, drogadictos y hogares por “garantizar su seguridad”, y en la cual resaltó con especial eco la noticia de un pedófilo, prostituto y drogadicto procedente de Estados Unidos que por supuesta denuncia fue sorprendido con dos menores con edades entre los 12 y 13 años. El denunciado registra “[…] 65 movimientos migratorio, de entrada y salida de Colombia…”, es decir, no hay casualidad ni nada semejante en este suceso y sí la evidencia de una prolongada relación con estructuras locales que le facilitaban el contacto con los menores de edad que compraba. Dos días después fue capturado en fragancia otro gringo, con registro de 9 ingresos al país y residencia en Medellín desde el 2021, esta vez con una adolescente de 16 años.
Dos extranjeros entre las decenas que llegan ahora a Medellín, ciudad que en el 2023 recibió la visita de un millón cuatrocientas mil personas, el 30 por ciento de ellas procedentes de fuera del país, en especial Estados Unidos y Canadá, muchos atraídos por la “oferta clandestina de sexo con menores de edad, rumba y drogas a granel”, valores agregados de la capital paisa, un viaje garantizado por contactos previos con mafias locales.
Se trata de una oferta que no es casual ni espontánea y sí responde a estructuras dedicadas a la trata de personas, el estímulo y control de la prostitución indiferente en sexo y edades, consumo de drogas, alcohol y, en menor medida, el “tour” por la ciudad.
Estructuras mafiosas que operan, según todo tipo de reportes, a los ojos de la “autoridad” (“[…] el cobro de sexo por horas en el Parque Lleras ocurre desde hace décadas ante la complacencia de las autoridades (presencié esa laxitud, como propietaria de un pub, afirma una ‘comerciante’ en una entrevista periodística), y que para la primera década de este siglo dependía para funcionar con toda libertad según el visto bueno o malo que diera “don Berna”. Luego de su extradición siguió en manos de sus herederos, sin tener obligatoriamente una estructura vertical y sí una en forma radial toda vez que diversas bandas barriales lo asumen, como un “negocio” más entre otros muchos que realizan.
De acuerdo con James Baergent, en artículo de diciembre de 20135: “En los barrios marginales de Medellín, Colombia, las niñas adolescentes se han convertido en el botín de guerra y mercancía para las bandas criminales; son violadas, abusadas, víctimas de la trata de personas e incluso sus virginidades se subastan al mejor postor. […] las pandillas callejeras que no sólo controlan las actividades criminales, sino que también ejercen un estricto control sobre todas las facetas de la vida cotidiana. […] Para las niñas de las comunas el reclutamiento inicia desde los diez años. […] “Este contexto, donde los miembros de los grupos armados tienen relaciones sexuales con niñas de 10, 12, 13 años, quienes están con varios miembros del grupo, no es mal visto”.
Sin embargo a otras les espera un destino aún más oscuro, a medida que pasan a través de otras redes criminales, de las cuales las pandillas son sólo operarios a nivel callejero, y entran en el sombrío mundo de la industria del sexo en Medellín. Para algunas, este viaje comienza con su virginidad siendo subastada.
Sin embargo, muchas de las niñas están destinadas a ser subastadas a extranjeros adinerados. “(se registraron) ofertas de hasta US$2.600”. […] “Se trata de una subasta típica”, dijo Pardo. “Al mejor postor se le vende la virginidad de la niña.
En los últimos años, las redes de turismo sexual se han multiplicado. Muchas están a cargo de extranjeros, en su mayoría ciudadanos de Estados Unidos, quienes ofrecen visitas guiadas a los burdeles y a las zonas de prostitución y de la ciudad
Muchas terminarán en el centro de la ciudad, donde hay varias zonas conocidas para la prostitución infantil (y bajo control de bandas a cargo del dominio territorial).
[…]Muchas de las niñas involucradas en la vida de las pandillas y el tráfico sexual de Medellín, simplemente desaparecen. En 2013, cerca de 600 niños han desaparecido -la mayoría de ellos niñas- según investigaciones de la alcaldía. Los investigadores dicen que este número ha aumentado considerablemente en los últimos años, y aunque no pueden estar seguros, creen saber por qué.
“Creemos que las niñas que desaparecen están siendo reclutadas para la trata de personas o la explotación sexual infantil”, dijo Catalina Álvarez, investigadora de la Personería de Medellín. Los circuitos de la prostitución encadenan el negocio entre los mercados de las diferentes ciudades por las cuales rotan y circulan la mercancía humana.
(La conclusión es evidente) En la cultura de las mafias antioqueñas, las niñas y niños son mercancías con alto valor de cambio y demanda garantizada.
El poder narco, transformado en mafia
La realidad descrita toma forma desde antes de que el turismo ganara carta de ciudadanía como eje de planes de gobierno, tanto local como nacional. La afluencia de cientos de miles al país lo potencia, pero no es su origen, como no lo es para el caso del sembrado de coca y marihuana que el país tenga altas cordilleras y extensas selvas.
El soporte profundo de ello es la cultura nacional, en este caso la proveniente desde tiempos de la Colonia, con culto a la ilegalidad, hoy potenciada y consolidada por el auge del narcotráfico, que asume y desarrolla hasta su extremo el soporte del capitalismo en el cual todo se transforma en mercancía, incluso el cuerpo humano. El conocido decir “plata es plata”, sintetiza esa realidad, algo ya materializado por el accionar sicarial para dejarle “a la cucha” una casa o sacarla de la pobreza. Pero que también asume nuevas formas de “emprendimiento” como también es considerado el proxenetismo webcam.
Es en ese caldo de cultivo donde se potencia hasta extremos inimaginables la trata de personas, el mercado sexual de infantes y adolescentes, incluso con realidades que van más allá de cualquier ficción, toda vez que existen registros de explotación sexual incluso con menores de 4 años de edad6. Sound of freedom, la película que narra la historia real del agente federal Timothy Ballard, que abandonó su trabajo en el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos para dedicarse a salvar las vidas de niños envueltos en redes de trata sexual de infantes tiene como escenario y contexto las principales ciudades de Colombia.
Comercio y mercado del cuerpo, legal en tanto las normas hasta ahora existentes no le marcan límites, también presente y ganando espacio en otras ciudades del país, como Cartagena, Pereira, Bogotá, Santa Marta –con pico en Taganga–. Realidad que podría extenderse como plaga a la sombra de un Plan Nacional de Desarrollo del actual gobierno que acude al turismo como potencial para incrementar las divisas del país.
Como es conocido y denunciado por doquier, el turismo lo pervierte todo: desde la tranquilidad de una ciudad pequeña, mediana o grande, pasando por el costo de la vida, el precio de la vivienda, el medio ambiente, el ritmo cotidiano de la misma, hasta lo que da pie a esta nota. Denuncias sobre ello provienen desde Barcelona, pasando por Venecia, Costa Rica –Guanacaste, en el Pacífico norte7–, Ciudad de México, por solo relacionar algunas de las más conocidas.
Algo de lo cual no está exenta Medellín, insertada, según escribe en esta misma edición Catalina Escobar Ochoa (Ver págs. 7) dentro de un proyecto de convertirla “[…] en un destino atractivo para el turismo nacional y extranjero (y que) responde al interés de insertar el país en las dinámicas globales de una economía capitalista basada en la mercantilización de la experiencia. […] En los últimos años hemos sido testigas de la producción de espacios destinados 100 por ciento al turismo en barrios como Laureles, El Poblado, La Candelaria y San Javier, con la consecuencia de que otrora barrios residenciales han terminado convertidos en distritos gastronómicos, hoteleros, nocturnos (discotecas, bares) y “zonas de tolerancia”, propiciando un notorio desplazamiento de sus antiguos habitantes. […] nuevos espacios en los que una observadora desprevenida pensaría que está en otro país por la ostentación, los altos precios, la sensación de seguridad, la apariencia caucásica de los transeúntes y el idioma utilizado, usualmente el inglés”.
Es una realidad en curso por distintas coordenadas del Sistema Mundo Capitalista, sin llegar a extremos como los que se ven en Medellín, en donde la conjunción de lo legal e ilegal, de la permisividad de las autoridades y el poder del dinero y de las armas, terminan reduciendo a miles de infantes, así como de jóvenes, de ambos sexos, en simple mercancía para satisfacer los deseos de quien pueda pagar por ello. Ese poder del dinero, las drogas y las armas, algo presente en todo el país. La cultura del cuerpo, la seducción y el consumo potencian el coctel de la orgía capitalista.
Quien paga lo goza, pero también lo padece
Llegan procedentes desde Chile, Costa Rica, Albania, Noruega, Cuba, Venezuela, y en mayor proporción desde Estados Unidos y Canadá. Desempacan y están preparados para pocas semanas de estadía en la ciudad, cargan consigo la adicción a drogas o la disposición a vivir experiencias extremas con el consumo de sustancias psicoactivas, lo que no saben es que al hacerlo quedarán agarrados por la sensación vivida. Uno y otro consumo, atendidos a domicilio si así lo desean, pagando de contado y en dólares, hasta que el billete se agota y el endeudamiento contraído para satisfacer el incontrolable deseo de más y más coca, bazuco y drogas similares, los lleva a entregar todo lo que tienen, hasta el extremo de volverse un “habitante de calle”.
Una realidad increíble, un viaje sin regreso. Según el Observatorio de Turismo de Medellín, en 2023 fueron identificados 40 extranjeros viviendo en “ollas” y deambulando por la ciudad, por los alrededores del Bronx, la avenida de Greiff y la Central Minorista. Cifra que se multiplica por 100 si se toman cuenta los últimos tres años, durante los cuales, “Según Inclusión Social (de) la Alcaldía de Medellín, ha tenido 4.000 atenciones a extranjeros que cayeron en la mendicidad”. En esa condición, esperan que sus familiares los rescaten, viajen por ellos, pero mientras así viven piden como cualquier otro “desheredado”, y así se garantizan con que seguir consumiendo. Según la misma Alcaldía, hasta 70 mil pesos diarios gastan cada uno de ellos en sustancias psicoactivas, como el bazuco, el más común, barato y adictivo.
Podría decirse que ellos, a pesar de su tragedia, aún podrían contar con una segunda oportunidad, ojalá en su país de procedencia para ver si logran superar el estado en que han caído, oportunidad que no tendrán los numerosos visitantes asesinados o muertos por diversas causas –muchas asociadas a sobredosis–.
De acuerdo con informaciones contradictorias y poco precisas, en la capital antioqueña perdieron la vida, en este caso según la Personería, “[…] al menos 40 extranjeros turistas de manera violenta en 2023”. Y enfatizan que son extranjeros no venezolanos.
En otros informes la cifra para ese año es de ocho; para el 2021 el Observatorio de Turismo cifra en 19 visitantes extranjeros la cantidad de quienes perdieron su vida de manera violenta. Para el 2024, los asesinados ya superan la docena. De una u otra manera alrededor de estos sucesos aparecen bandas proxenetas, entre sus integrantes mujeres que les dan de beber escopolamina cuya sobredosis, como es conocido, es mortal.
Esculcar las cuentas bancarias de sus “clientes” es el motivo del proceder. Una vez perdido el control de su humanidad, el sometido a la bebida también conocida como “borrachero” entrega todo lo que tiene. Luego su vida no vale nada, ya fueron útiles. En capturas ocasionales realizadas por la Policía le encontraron a los detenidos hasta 80 millones extraídos a una sola víctima.
Es una realidad que, más allá de la mala imagen que proyecta sobre lo que realmente acontece en esta ciudad, poco preocupa a su administración, de ahí que las medidas definidas para afrontar la trata de personas, el comercio sexual, el abuso y violación de los derechos fundamentales de menores de edad, el profuso mercado de estupefacientes, la intimidación y secuestro de extranjeros para hurtarles sus ahorros, el control territorial que ejercen bandas sobre amplios territorios de la urbe, no pasan de ser paños de agua tibia: sancionar un hotel por permitir el ingreso de menores para el ejercicio de la prostitución, prohibir el trabajo sexual de menores con cercos de ciertos perímetros urbanos, hacer declaraciones moralistas sobre lo que está aconteciendo, prometer castigo para quienes contratan menores de edad con fines sexuales, y no mucho más. Por ninguna parte medidas reales y efectivas que pretendan atacar, en el corto y largo plazo la realidad radiografiada.
Palabras y acciones al viento. “Un hotel en Medellín que niegue la prostitución es inviable económicamente” (8), declaró un gerente de una cadena hotelera de cinco estrellas.
Por su parte, un celador de un hotel de estos, en entrevista con el corresponsal de desdeabajo en Medellín, ante la pregunta si al mismo pueden ingresar menores de edad a ejercer la prostitución, le manifestó: “No, no está permitido. Pero todo lo tienen cuadrado y sobornan a diferentes autoridades para poderlos ingresar”.
Su respuesta da pie a otra: “¿Además de ustedes existen otras personas que vigilen y presten seguridad al hotel? Sí, los paracos y la Policía”.
Y la entrevista continúa: “¿De los delitos que ud. ve que se cometen en el hotel cuál es el que más le duele como padre? Y la respuesta no se deja esperar: “Me duele en el alma ver niños de 12 y 13 años filmando videos pornográficos a cambio de 80 o cien dólares, a estos niños y niñas les han robado su adolescencia y la alegría de vivir”.
En la Medellín subterránea, la real, la que ha copado la vida nocturna pero también la diurna en amplios espacios de la urbe, el poder real no descansa en la Alcaldía ni en la institucionalidad, eso lo saben quienes viajan desde allende las fronteras en procura no de conocer “las gordas de Botero” y sí de satisfacer a cualquier precio sus más viles deseos.
La Medellín real seguirá siendo noticia, y la prostitución y consumo “libre” de narcóticos proseguirán como el valor agregado por promocionar –de manera soterrada– para que lleguen más y más extranjeros y con sus dólares permitan que prospere el “emprendimiento” paisa. La justicia social seguirá en el limbo, como lo está en todo el país, pues no hay narcos, paracos, mafiosos, ni prostitución que pueda cambiar tamaña realidad. Tampoco alcaldes y funcionarios públicos que se les sobrepongan.
1 Restrepo Jiménez, Ana Cristina, “Medellín es un burdel a cielo abierto”.
2 Reyes, Elizeth L., “Medellín preocupa a la ONU por el ‘narcoturismo’ y la explotación sexual.
3 “Explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes asociada al turismo en Medellín: el caso de la zona céntrica de El Poblado, 2016”. Informe final (versión inédita)
4 Narco cultura, narco turismo y las acciones políticas en Medellín-Colombia, en el periodo de 2005 -2019, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín 2020.
5 Baergent, James, Niños, sexo y pandillas en Medellín…
6 Caracol Radio Medellín15/11/2023
7 “Un feroz desarrollo inmobiliario expulsa en silencio a los habitantes de las playas más apetecidas de Costa Rica. En paralelo, desaparece el bosque, se intensifica la violencia y se resquebraja el mito de la democracia más estable de América Latina”. Cruz Chaves, María Fernanda, “Cómo el desarrollo turístico parte en dos el mito de un paraíso”, Público, 06/04/2024.
8 Restrepo Jiménez, Ana Cristina, id
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