Souad se hundió en lágrimas y oraciones cuando supo que dos de los hermanos Abdeslam estaban involucrados en los asesinatos de París. Que el primero, Brahim, se había inmolado frente a un bar del distrito XI “como si estuviera en Kabul” y el otro, Salah, había huido. “Sentía que la desgracia se acercaba una vez más al barrio.” Ya el pasado verano durante las vacaciones, en su pueblo natal del norte de Marruecos, le había pedido a su marido que convenciese a sus hijos de quedarse allí. “Marruecos es una dictadura, pero prefiero la dictadura a la anarquía, allí los policías dan miedo, pero nuestros nietos estarían controlados. No como en Molenbeek, donde todo vale y los niños andan por la calle día y noche.”
Souad ya se encontraba mucho antes “traumatizada, sobrepasada” por la historia de la familia N. Eran unos primos lejanos, inmigrantes en Bélgica como ellos, que habían organizado una talba –lectura del Corán– en memoria de uno de sus hijos pequeños, velozmente radicalizado y que, siguiendo la llamada del Estado Islámico, se había marchado a Siria. Murió meses más tarde, “mártir”, según un breve mensaje de la organización, que había sumido a la madre en la locura y al padre en la depresión. Souad, de unos 60 años, se veía a menudo con las mujeres de esta familia, y tomaban té de menta para pasar la tarde, “pero desde esta tragedia no se tratan con nadie, la yihad es un tema tabú, las familias se avergüenzan, como si hubieran sufrido la ira de Satán”.
En su salón oriental y bajo una foto de La Meca, donde fue de peregrinación, Souad, con un rosario en la mano, se pregunta “qué droga damos a nuestros hijos para que se conviertan en monstruos”. Dice que ya no sale por miedo a ser acosada por los periodistas. “Nos toman por animales”, señala. Llora por las víctimas de París, por “los musulmanes de Europa que van a estar aun más estigmatizados”, pero también por “el infierno que debe vivir la madre de los Abdeslam”.“Esto es un pueblo, nos conocemos todos”, cuenta a Magreb TV, un canal de la televisión belga comunitaria que trasmite en árabe.
El barrio de Molenbeek es una de las grandes almas que conforman Bruselas, la capital de Europa. Los jueves se celebra un mercado que, según comenta un comerciante que se presenta como “uno de los pocos blancos” del lugar, “da la impresión de estar en Tánger”. A su juicio, Molenbeek se ha convertido en “un laboratorio de una población 90 por ciento musulmana, un gueto étnico”. Casi 100 mil habitantes en apenas seis quilómetros cuadrados, más del 50 por ciento de ellos inmigrantes marroquíes y sus descendientes, concentrados en la parte baja de la ciudad.
Abandono escolar, desempleo (60 por ciento en el caso de los jóvenes), discriminación desde la escuela a la contratación. En Molenbeek existen muchas familias hacinadas en pequeñas viviendas, que en algunos casos no alcanzan las condiciones necesarias de salubridad. Tráfico de drogas, vandalismo... Apodado como el “pequeño Manchester”, este barrio obrero florecía en los sesenta cuando de golpe se tuvo que enfrentar al proceso de desindustrialización. Cincuenta años después del primer acuerdo bilateral de contratación de mano de obra entre Bélgica y Marruecos, Molenbeek es el emblema de la creciente pobreza y delincuencia de Bruselas. Todos los indicadores sociales son negativos, a pocos quilómetros de las instituciones europeas.
Los medios de comunicación de todo el mundo tratan de comprender cómo es este barrio, que el ministro del Interior belga, Jan Jambon, de la muy derechista N-VA, quiere “limpiar” porque se ha convertido en “un nido de yihadistas”. Los medios ocupan la plaza del ayuntamiento con sus furgonetas con satélite. Van y vienen de la casa consistorial, contigua a la comisaría de policía, en el número 30, en el otro extremo de la plaza, un pequeño edificio de tres pisos encima de una tienda paquistaní en la que se venden telas orientales. Es aquí, en una vivienda social, donde vive la familia Abdeslam, bajo una presión mediática máxima.
Al final de la tarde del 16 de noviembre, a la puerta del edificio, Mohamed, el hermano mayor de los dos presuntos terroristas, empleado en el ayuntamiento desde hace diez años, habló bajo los flashes: “He sido acusado de actos terroristas, pero nunca he estado vinculado de ninguna manera a una intervención en París. La gente del barrio sabe lo que soy, y no soy capaz de hacerlo”. Momo, como le llaman sus colegas, asegura que “no había notado nada” en sus hermanos. Como todos los que conocían a Salah y a Brahim Abdeslam.2
Un trabajador social comenta desde el anonimato: “Los dos hermanos habían cometido pequeños delitos, pero pertenecen a una familia de ideas moderadas, abierta, originaria de Tánger, que nunca había dado de qué hablar desde el punto de vista religioso”. “Los conozco desde que eran pequeños y nunca los he visto en la mezquita”, añade Jamal Habbachich, que preside un comité consultivo de 16 mezquitas en Molenbeek. Abdel, de 26 años, que alterna el paro con trabajos temporales, pasaba día y noche en el Béguines, el café que pertenecía a Brahim Abdeslam y que llevaba Salah. Era un bar de hombres en una zona donde la mayoría de las mujeres llevan velo y donde “nunca verás a una en un bar o en la calle por la noche a menos que salga de una boda”. “Llevábamos una vida de juerga, fumábamos porros, bebíamos té de menta o Jupiler (cerveza belga) mientras jugábamos a los dados o veíamos partidos de fútbol. Eran todo menos radicales, que ven la vida como haram (ilícito) o halal (lícito). Que yo sepa, no hacían la oración. Lo que les copaba eran las chicas, las discotecas, la fiesta”, cuenta Abdel.
Abdel no cree lo que trasmiten en bucle los canales de noticias sobre los Abdeslam y el presunto cerebro de los atentados de París, Abdelhamid Abaaoud, también de Molenbeek y muy conocido en el barrio, muerto en el asalto lanzado en un apartamento en Saint-Denis. Todos ven “otra conspiración de la gran potencia, Estados Unidos, y de Francia para ensuciar a los musulmanes”. Ninguno fue a la manifestación en la plaza del ayuntamiento en memoria de las víctimas de París, donde 2.500 personas, entre ellas un hermano de los Abdeslam desde un balcón, se reunieron encendiendo velas.
Karim, que abandonó la escuela a los 16 y vive del trapicheo, no siente que todo esto le concierna: “No fuimos Charlie en enero porque no se puede uno reír de todo y burlarse de la religión, del profeta, como hacía la revista. No vamos a ser París ahora. Ha habido muertos, de acuerdo, que descansen en paz, pero no creemos en el terrorismo, es una invención de Occidente. Cada vez que hay ‘un ataque’ o ‘una tentativa’, siempre pasa por casualidad por Molenbeek y por los barrios donde se concentran los musulmanes. Es el único momento del año en el que se habla de nosotros en los periódicos, nunca para hablar del racismo, del paro, de la pobreza, de la violencia policial que sufrimos. De un día para otro descubrimos que un tal con el que íbamos a la escuela, jugábamos al fútbol, o boxeábamos, se ha convertido en un verdugo y posa con un Kalashnikov en Face¬book en medio de cadáveres. Pero, ¿qué hace la policía si somos un foco del yihadismo mundial desde hace tantos años?”.
Ante una de las dos últimas escuelas de Bruselas que aceptan el velo (ambas en Molenbeek), chicas cubiertas o con el pelo suelto salen de las clases entre afirmaciones como “es falso, es una conspiración” o “es verdad, hace bien Francia bombardeando Siria”. Numerosos habitantes del barrio, muchos de ellos jóvenes, se niegan a creer que este sea un centro del islamismo radical europeo, una base de retaguardia de las células yihadistas francesas. Las teorías conspirativas circulan de boca en boca, lo que revela la magnitud de la brecha entre la población de estos barrios excluidos y el resto de la sociedad.
Desde la ofensiva mediática, la paranoia se ha extendido entre los habitantes, que ven “agentes externos”, “espías al servicio del rey de Marruecos”, “policías belgas camuflados” en todas partes, hasta entre los periodistas. “Yo robo, pero no soy un terrorista, soy incapaz de matar una mosca”, bromea un argelino sin papeles. Lleva todo falso –vaqueros, chaqueta de cuero, reloj, bandolera...– y fuma un porro en la Avenida de Gand, la calle principal y comercial del barrio, poblada de tiendas étnicas de precios baratos, carnicerías y snack halal, tiendas de muebles, vajillas y accesorios orientales, ropa islámica “made in China”.
Sin embargo la realidad está ahí, indiscutible. Cuando no son de aquí, los islamistas radicales se forman, se esconden, surgen detrás de las paredes, en los sótanos y garajes de las pequeñas casas de ladrillo rojo de Molenbeek. A pesar del endurecimiento de la legislación antiterrorista belga y el desmantelamiento de los canales de reclutamiento desde los noventa, los caminos del terrorismo conducen repetidamente a este barrio pobre, lo que le valió el apodo de “Molenbeekistán”.
“La religión llevada al extremo por los oscurantistas se ha convertido en la principal ocupación de los desempleados, que sólo tienen la posibilidad de elegir entre el tráfico de drogas o la yihad. ¿No tenés trabajo? Orá cinco veces al día y esperá la llamada del imán en el café fumando un porro. ¿No estás casado, estás frustrado sexualmente, socialmente? Te daremos 70 vírgenes si te inmolás”, suspira un comerciante musulmán al que le gustaría “un poco de diversidad, de blancos”.
Hoy son Abdelhamid Abaa¬oud, los hermanos Abdeslam, el francés Bilal Hadfi, que se inmoló frente al Estadio de Francia y que vivía en Bruselas, los que llenan los titulares. Ayer, y la lista no es exhaustiva, eran Hassan el-Haski, uno de los autores intelectuales de los atentados de Madrid de 2004 (191 muertos y 1.800 heridos); Mehdi Nemmouche, autor de la masacre del Museo Judío en Bruselas en mayo de 2014, oriundo de Roubaix; Ayoub el-Khazzani, que fracasó en el ataque contra el Thalys Bruselas-París en agosto; o los integrantes de la célula de Verviers desmantelada durante una operación de la policía tras los atentados a Charlie Hebdo, Montrouge y el HyperCacher en enero de 2015.
Y están también los predicadores Jean-Louis Denis y Fouad Belkacem, actualmente en prisión (condenado a 12 años en febrero). Este último, a la cabeza de Sharia4Belgium, abogaba por la yihad armada entre Amberes y Bruselas. “Este barrio es, para ellos, un distrito de París. Pueden conseguir fácilmente armas, documentación falsa, gracias a las redes criminales, esconderse debido a la densidad de viviendas y fundirse entre la población de tipo árabe musulmana”, analiza el antropólogo y activista Johan Leman, que ha seguido todos los cambios del barrio, desde la llegada de las primeras generaciones de inmigrantes para trabajar en las minas o excavar el metro de Bruselas, a las primeras radicalizaciones de sus hijos nacidos en suelo belga. Es aquí también donde los tunecinos Dahmane Abd el-Sattar y Bouraoui el-Ouaer alentaron el asesinato del comandante afgano Massoud, asesinado dos días antes del 11 de setiembre de 2001, siguiendo las órdenes de Bin Laden.
El-Sattar era el marido de Malika el-Aroud, “la viuda negra”, musa del yihadismo belga, dos veces esposa de mártires. Hija de un obrero marroquí, condenada en 2008 a ocho años de prisión y bajo un procedimiento de pérdida de nacionalidad, envió a decenas de jóvenes a Afganistán. Dirigió durante 20 años, con su hijo (muerto en Siria en 2013), el Centro Islámico Belga de Molenbeek, un santuario del salafismo radical que envió a muchos combatientes a Afganistán, Irak y Siria y que hasta 2012 no fue desmantelado por la justicia.
“Molenbeek está pagando por décadas de hostigamiento religioso y laxismo político. Dejamos a los fanáticos, religiosos, salafistas y Hermanos Musulmanes, pagados por Qatar, Arabia Saudita, Egipto, Marruecos, sembrar la desgracia, el caos, el velo. Han hecho del islam sectas que imponen un Corán del terror en personas fragilizadas, ignorantes, niños que han abandonado la escuela y cuyos padres son analfabetos, que no hablan el árabe ni el idioma de los imanes.” El gerente de la librería El-Itra sentencia en su local desierto de la calle Ribaucourt, leyendo a Grabovoi, “un gran pensador ruso que puede sacar nuestras conciencias de la degeneración”. Sin concesiones, el librero, “un musulmán laico”, pone “en el mismo saco” al terrorista Bassam Ayachi y al erudito islámico Tariq Ramadán, que da conferencias regularmente en la ciudad.
Por delante de su escaparate pasan tres ancianos, barbas largas y pobladas, anoraks sobre chilabas hasta las rodillas: “Hace 30 años bebían alcohol, fumaban, pero les han lavado el cerebro. Llevo la única verdadera librería del municipio que tiene una oferta religiosa y laica frente a las incontables librerías coránicas, todas afiliadas a un grupúsculo”. Un día de campaña electoral, “un político” entró en su librería: “Me preguntó qué quería. Le dije ‘cerrá las mezquitas y te votaré’. Me tomó por un musulmán loco y se fue. Pero ahí está el gran problema de Molenbeek”.
Este barrio cuenta oficialmente con 24 mezquitas, organizadas por países, de las cuales sólo cuatro son reconocidas por la región de Bruselas-Capital (las autoridades pagan a sus imanes). También con decenas de lugares de culto o de asociaciones privadas, en casas antiguas de obreros, que nadie realmente sabe cifrar ni vigilar. Dieciséis de las 24 mezquitas (once de lengua árabe, dos paquistaníes, una africana, una turca y una bosnia) están controladas por un consejo consultivo.
Jamal Habbachich, de 59 años, un belga originario del sur de Marruecos, preside este consejo. Nos cita en la mezquita Attadamoune, y llama a la comunidad a reflexionar: “Estamos como Bélgica, divididos, comunitarizados en nuestras mezquitas. Cada uno en su país, su tribu, sus mentalidades. El Magreb es una anarquía total, en contraste con Turquía o Pakistán, que están muy estructurados. Ninguno de sus jóvenes participa en la yihad, a diferencia de nuestros hijos del norte de Marruecos y del norte de África”.
Según él, “el mal proviene de las monarquías del golfo, Arabia Saudita a la cabeza, que vierten sus petrodólares en Occidente e imponen en nuestros barrios corrientes peligrosas y una lectura muy rigurosa y binaria del islam. Para los marroquíes es muy importante y es un terreno abonado para los reclutadores radicales que quieren lavar el cerebro a nuestros jóvenes”. Rachid Madrane, ministro de Ayuda a la Juventud en la Federación Valonia-Bruselas, reconoció el pecado original: “Hemos confiado las llaves del islam en 1973 a Arabia Saudita para asegurar el suministro energético (...) el resultado es que la práctica del islam moderado de las personas que vinieron de Marruecos se ha visto infiltrado por el wahabismo, por el salafismo”.
El reino de Bélgica descubre de esta manera que ha mirado para otro lado durante mucho tiempo ante la influencia wahabí. La gran mezquita del Cincuentenario, en Bruselas, financiada en los sesenta por la Liga Islámica Mundial, una asociación al servicio del régimen saudita, es un emblema de esta relación peligrosa. Rachid Madrane desea más imanes formados en Bélgica, que prediquen en francés, en holandés, más árabe parlantes en los servicios de información.
“Las mezquitas son menos problemáticas que Internet. Lo eran hace diez años pero hoy están vigiladas. Los islamistas lo saben y actúan fuera, en privado, en Internet. Vemos a pocos jóvenes en nuestras mezquitas por falta de imanes que sepan responder a sus preocupaciones”, dice Jamal Habbachich.
Profesor de religión musulmana en las escuelas de formación profesional de la red oficial (los belgas tienen una definición de la laicidad radicalmente diferente a la de los franceses), Jamal Habbachich tiene muchas dificultades para convencer a los muchachos desorientados por los predicadores de la web.
En su despacho del ayuntamiento, bajo un cartel sobre la lucha contra la discriminación racial, Sara Turine, del Partido Ecologista, concejal para la Juventud, la Cohesión Social y el Diálogo Intercultural, islamóloga de formación, comparte los mismos temores y el mismo análisis: “La lógica maniquea wahabí causó mucho daño en Molenbeek. Después de los atentados del 11 de setiembre y la primera ola de islamofobia, los jóvenes de segunda y tercera generación, no sintiéndose reconocidos como totalmente belgas, sobre todo los varones, han izado el estandarte de su identidad musulmana. Apenas nos damos cuenta hoy de las consecuencias del repliegue religioso que hemos permitido que se instale para comprar la paz social”.
Los políticos se echan unos a otros las responsabilidades.
Sarah Turine no quiere “entrar en la polémica”. Cuando se enteró de los tiroteos de París, se dijo: “Con tal de que no exista un vínculo con Molenbeek... Un fin de semana como éste destruye todo el trabajo de los asistentes sociales y va a estigmatizar un poco más a los habitantes del barrio, musulmanes normales, pacifistas que soportan ya muchas injusticias”. Y recuerda que, en los cinco barrios de Bruselas oeste, entre ellos Molenbeek, unos cincuenta jóvenes se han unido a las milicias en Siria desde el comienzo del conflicto.
“Hemos sobremediatizado un fenómeno, sin duda de una extrema violencia y barbarie. En Bélgica, los yihadistas son 500 personas entre alrededor de 600 mil musulmanes. Las tasas de desempleo y de abandono escolar son mucho más alarmantes”, sostiene Corinne Torrekens, investigadora en la Universidad Libre de Bruselas, especialista en radicalización. “Los periodistas sólo vienen cuando hay un atentado o el rodaje de una película. Nunca hablan de la impresionante energía que desprende esta ciudad, su terreno asociativo, artístico”, se indigna el actor Ben Hamidou.
Ben Hamidou es un niño de Molenbeek, “mi madre adoptiva”, según dice este nativo de Orán en Argelia, que monta desde hace 15 años obras de teatro, solo en escena o con gente del barrio. Actúa en Yihad, la obra de Ismael Saïdi que se representa desde 2014. Tragicomedia que sigue la odisea en Siria de tres fracasados de Molenbeek que la ociosidad y la búsqueda de identidad les conduce a la guerra santa. Declarada de interés público a raíz de los ataques a Charlie Hebdo, Yihad se ha convertido en una herramienta educativa en las escuelas de los guetos para entender y calmar la locura del mundo.
“Molenbeek es una localidad de tamaño humano en el centro de la ciudad en donde todavía hay inversión”, dice el profesor de urbanismo Eric Corijn. Nos encontramos con él en “un lugar positivo. La ciudad está cambiando poco a poco, el viejo Molenbeek está en plena revitalización, se abren hoteles, vemos tiendas con minifaldas en los escaparates de la Avenida de Gand, algo impensable hace tan sólo cinco años. Necesitamos que el ayuntamiento se espabile para que esto sea un lugar híbrido donde se pueda beber té de menta y vino”. Acabar con los guetos, “hacer comunidad juntos”.
Éste es uno de los mayores retos de Molenbeek, roto por la mitad: la ciudad alta, burguesa, de moda, blanca, y la baja, popular, miserable, árabe musulmana.
“Va a ser difícil. El daño está hecho, la integración ha fracasado. Incluso si se diera trabajo a todos los parados del barrio, las familias permanecerían replegadas en sus tribus, casándose entre primos, desanimando a las niñas a estudiar. Las calles están sucias, el cannabis está en todos los sitios, en los cafés legales y en otros clandestinos detrás de las persianas metálicas. Las autoridades no hacen nada, dejan que la droga destruya a nuestros hijos.” Mounir está “deprimido”. Quiere mudarse a un barrio tranquilo, inscribir a sus hijas en una escuela con blancos, porque aquí no hay mezcla y el nivel es muy bajo. Quiere “sentirse en Bélgica”.
No muy lejos de Ribaucourt, centro del tráfico de drogas, se divisa un café con cristales tintados. En el interior, olor a porro, “este olor sin el cual Molenbeek no sería Molenbeek”, comenta Soufiane. Dos televisores, uno poniendo fútbol y el otro soul con videos sugestivos. Ni un cenicero. Un argelino sin papeles que lleva el bar de sus patrones barre regularmente las colillas. “Esta es la técnica para mantenerse limpio si es que en algún momento la policía hace una redada”, explica Soufiane. Esta es su hora de descanso después del trabajo, temporal. Aquí se encuentra con sus amigos que, como él, son originarios del norte de Marruecos. Soufiane soñaba con una vida mejor, con estudios, fuera de Molenbeek. “Aquí, el sistema nos tira hacia abajo, la exclusión comienza en la escuela. No tenemos derecho a tener ambición. Nos quieren en las fábricas como a nuestros padres, pero ya no existen.” En su barrio, una mujer se ha ido con los hijos a Siria para unirse a su hermano. Sin decir nada a su marido, que se encontró la casa vacía a la vuelta del trabajo.
Al otro lado del canal, un armenio dice que “todo esto es culpa de las políticas que han dejado a los árabes imponer su cultura en Europa”. Esta es la profesión de fe del Vlaams Belang, el partido flamenco de extrema derecha racista y xenófobo. En el exterior, un sirio de Homs, que pasó por los Balcanes, mendiga unas monedas con su esposa y sus dos hijos. Tienen miedo de ser expulsados “a causa de los terroristas”.
1. Publicada originariamente en el sitio francés Médiapart en noviembre pasado.
2. Salah Abdeslam fue detenido cuatro días antes de los atentados de Bruselas de este mes.
El pasado domingo de Pascuas, Facebook mandó un mensaje erróneo a miles de usuarios: “¿Estás bien? Parece que estás en la zona afectada por la explosión en Lahore, Pakistán. Avisa a tus amigos que estás bien”. Muchos usuarios, a más de una decena de miles de quilómetros de distancia, se preguntaban qué demonios era la explosión en Lahore, e ironizaban con publicaciones sobre el milagro de mantenerse con vida.
Lo cierto es que para muchos la notificación de Facebook debe de haber sido el único indicio de que existen atentados terroristas más allá de Europa y que hubo uno terriblemente sanguinario durante la noche de Pascuas en la capital de la región de Punjab, al noreste de Pakistán, que se llevó la vida de más de setenta personas e hirió a más de trescientas. Una facción local del Talibán se adjudicó la autoría del ataque, aclarando que su objetivo era ir contra las familias cristianas que celebraban Pascuas en el parque Gulshan-e-iqbal.
La situación deja patente la tensión existente entre cristianos e islamistas radicales en Pakistán. No se trata del primer gran atentado contra la población cristiana allí, sino del segundo. Los cristianos representan tan sólo una minoría de 1,6% de la población del país, y suelen ser descendientes de indios de las castas bajas, convertidos al cristianismo durante la época colonial británica. Hoy mismo muchos de ellos siguen ocupando los estratos más bajos de la sociedad y se desempeñan en tareas que los locales evitan; son víctimas de una saña permanente, no sólo por parte de grandes sectores de la población civil, sino también del gobierno.
Así es que en Islamabad, la capital de esa república, paralelamente a la explosión, una turba de miles de radicales se movilizó para agilizar la ejecución de Asia Bibi, una campesina condenada a la horca por el delito de blasfemia contra Mahoma. En el año 2009, mientras trabajaba cosechando bayas en el campo, Bibi fue a buscar agua a un pozo, pero al servirse un poco para tomar en una vieja copa de metal, un grupo de mujeres le dijo que, como ella no era musulmana, iba a contaminar el recipiente volviéndolo impuro. Según relató la misma Bibi, esas mujeres comenzaron a cuestionar su religión, y ella les respondió que “Cristo murió en la cruz por los pecados de la humanidad” y las increpó preguntándoles qué había hecho Mahoma por ellas. Las mujeres, indignadas, acudieron al imán local, que acabó denunciándola a la policía por el delito de blasfemia. La casa de Bibi fue invadida por una turba enfervorecida, que la golpeó a ella y a miembros de su familia hasta que la policía intervino. Una vez apresada, un juez le ofreció convertirse al islam para salir libre, a lo que ella respondió que prefería morir siendo cristiana que abrazar la fe musulmana.
El caso tomó conocimiento internacional e incluso, en su momento, el papa Benedicto XVI pidió el indulto para la mujer. Cbn News ha constatado que desde entonces se encuentra recluida en confinamiento solitario y, según señala The Daily Mail, incluso se cocina su propia comida para evitar ser envenenada. En 2011, en un mercado de Islamabad, el gobernador de Punjab, quien había defendido a Bibi y se había expedido contra la ley de blasfemia, fue asesinado por un miembro de su propia seguridad. Tras ser apresado, el guardaespaldas argumentó que lo había matado por haber cerrado filas con la campesina y ser, por consiguiente, un “blasfemo”.
Los manifestantes islamistas que hoy se enfrentan con la policía, incendian autos en torno al parlamento y claman por el ahorcamiento inmediato de Bibi plantean también su desaprobación por la ejecución del guardaespaldas, a quien respaldan en su accionar y piden al gobierno un reconocimiento de su “martirio”. El veredicto final sobre la acusada aún no está confirmado, pero la Corte Suprema debe tomar una decisión con respecto al recurso de apelación presentado por su defensa.
Como informa El País de Madrid, las autoridades paquistaníes en un principio habían negado que el atentado terrorista del domingo hubiera tenido como objetivo a los cristianos; luego del comunicado del Talibán, el jefe de gobierno calificó a los ataques de “cobardes” y prometió derrotar la “mentalidad terrorista”.
El problema es cómo vencerla si el mismo gobierno la incita y estimula, desde una república islámica que ordena la muerte de quienes osan tan sólo profesar otra religión.
El temor a que los materiales necesarios para la fabricación de un arma atómica caigan en manos de grupos extremistas, como el Estado Islámico (EI), dominará la cuarta Cumbre de Seguridad Nuclear, que reunirá en Washington a los gobernantes de más de medio centenar de países. El encuentro, que en esta ocasión no contará con la presencia de Rusia, se celebra cada dos años por iniciativa del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien prometió, al comienzo de su mandato, convertir la no proliferación nuclear en una prioridad, y que ahora encabeza su última cita mundial sobre el tema. La cumbre empezará hoy por la tarde con una cena de trabajo en la Casa Blanca, en la que Obama y los jefes de cada delegación compartirán sus perspectivas sobre la amenaza de terrorismo nuclear, según adelantó Ben Rhodes, asesor adjunto de seguridad nacional del mandatario norteamericano.
Antes de la inauguración oficial, Obama tiene previsto entrevistarse con los mandatarios de Corea del Sur, Japón y China para discutir la amenaza del programa balístico nuclear de Corea del Norte, informó la Casa Blanca.
Mañana, ya en el marco de la cumbre, Obama se reunirá con representantes del Grupo 5+1 (Estados Unidos, Francia, Rusia, China, Reino Unido y Alemania) y del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) para repasar los avances en la implementación del acuerdo nuclear alcanzado el año pasado con Irán. Entre los líderes que también asistirán están el presidente francés, François Hollande; el primer ministro británico, David Cameron; el primer ministro de India, Narendra Modi; el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan; el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko; y el presidente de Kazajistán, Nursultan Nazarbayev.
Además de Mauricio Macri, acudirán los mandatarios latinoamericanos Enrique Peña Nieto y Michelle Bachelet. La mandataria brasileña, Dilma Rousseff, decidió no asistir a la cita debido a la crisis política que atraviesa su gobierno. Los avances del EI en Irak y Siria, sumados a sus ataques de la semana pasada en Bruselas, elevaron el interés de Washington por abordar en la cumbre el riesgo de que ese u otros grupos extremistas tengan acceso a los materiales nucleares que varios países tienen para su uso civil o militar.
“Sabemos que las organizaciones terroristas tienen el deseo de conseguir acceso a esos materiales en bruto y de tener un artefacto nuclear. Ese fue el caso con Al Qaida y es ciertamente el caso con el EI”, dijo ayer Rhodes a periodistas durante una conferencia de prensa telefónica. Uno de los paneles de la cumbre que tendrá lugar mañana se centrará específicamente en las amenazas que presenta la milicia radical, “tanto en el contexto de prevenir la diseminación de materiales nucleares, como respecto a mejorar las medidas contra el terrorismo” en general, explicó el asesor adjunto de seguridad nacional norteamericano.
Si bien Washington no tiene por ahora datos concretos de que el EI trate de conseguir un artefacto nuclear improvisado, cree necesario tomar medidas para prevenirlo, aseguró Laura Holgate, encargada de control de armas en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. La cumbre está marcada por la ausencia de la otra gran potencia nuclear mundial, Rusia, país que decidió no asistir en protesta por lo que considera una interferencia en el trabajo del OIEA. “Entendemos que los asuntos que tienen que ver con la seguridad nuclear exigen tener en cuenta los intereses de todas las partes. Hemos sentido falta de cooperación a la hora de elaborar la agenda de la cumbre. Por eso Rusia no acudirá a la cita”, explicó ayer el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.
La renuncia de Moscú se produce pese a sus relevantes éxitos en el ámbito de la no proliferación nuclear, incluida la reciente puesta en marcha de dos proyectos clave para cumplir con su compromiso de reconvertir 34 toneladas de plutonio militar en combustible nuclear de uso pacífico. Rhodes opinó que la decisión de Moscú de no participar con representación de alto nivel “es una oportunidad perdida para ellos, por encima de todo”, pues “lo único que están consiguiendo es aislarse”. El año pasado Rusia puso en marcha una planta para fabricar el combustible MOX, una mezcla de óxido de uranio y óxido de plutonio.
Días después de que las autoridades belgas pusieron fin a una búsqueda de cuatro días para atrapar a Salah Abdeslam, quien participó en los atentados de París, comenzó una nueva persecución cuando la policía difundió una imagen de la emisora CCTV de tres hombres que entraban en el aeropuerto empujando carritos de equipaje voluminosamente cargados y pasaban por el área de salidas, repleta de viajeros, misma que fue devastada por dos explosiones ocurridas a las ocho de la mañana hora local.
Los investigadores buscaban con urgencia a tres hombres vestidos con chaquetas gruesas de color claro, gorras negras y anteojos gruesos, después de que se anunció que dos aparentes cómplices murieron en el ataque suicida, que cobró 14 vidas e hirió a 100 personas.
El descubrimiento de un chaleco cargado de explosivos sin estallar en el área internacional del aeropuerto llevó a especular que puede haber un tercer sospechoso, quien decidió abandonar el ataque en el último momento.
Una hora después del atentado, un tercer artefacto detonó en un tren en la estación central del metro Maelbeek. El estallido mató a 20 personas y dejó heridas a más de 100.
En momentos en que una capital europea nuevamente se volvió el escenario de asesinatos coreografiados, el Isis (también conocido como Estado Islámico) se responsabilizó de esta atrocidad y amenazó a otros países que integran la coalición en su contra.
En un comunicado, promete días oscuros para los países aliados en contra del EI y amenazó que lo que viene será peor y más amargo.
Bruselas había vivido con el temor de que algo así sucediera desde que se descubrió que en esta ciudad se planeó la logística de los ataques en París de noviembre pasado.
También se especuló que los atacantes pudieron haber adelantado su ataque porque temían que la policía se aproximaba a ellos. El pasado lunes el abogado de Abdeslam declaró que su cliente colaboraba y se comunicaba con la policía.
Pieter Van Ostaeyen, experto en islamismo radical en Bélgica, declaró a The Independent: Estos tipos actuaron porque la semana pasada Salah Abdeslam fue arrestado. Necesitaban matar de inmediato antes de ser identificados. No se trata de una represalia; más bien quisieron impedir que se les descubriera antes de actuar.
El primer ministro belga, Charles Michel, reconoció que existían temores de que hubiera más ataques en el país. Sombrío, declaró: Lo que temíamos ocurrió. En este momento de tragedia, en este momento negro para nuestro país, apelo a todos para que mantengan la calma, pero también muestren solidaridad.
Las oficinas de las instituciones que son base de la Unión Europea, así como de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, fueron cerradas y resguardadas.
Fiscales federales confirmaron que redadas que ocurrieron por la noche en el área de Schaerbeek llevaron al hallazgo de artefactos explosivos que contenían clavos, productos químicos y una bandera del Estado Islámico.
Al menos un rifle Kalashnikov, el arma de elección de los atacantes de París, fue recuperada en el aeropuerto. Médicos que atendieron a los heridos dijeron también que extrajeron clavos de las heridas de los sobrevivientes.
El fiscal de Bélgica, Frederic van Leewu, señaló que dos de los tres hombres en la imagen mostrada por CCTV con toda probabilidad perpetraron un ataque suicida, y confirmó que continúa la búsqueda del tercero, vestido de blanco.
Pero mientras continuaba la cacería del fugitivo, aumentaban las preguntas sobre el momento que se eligió para atacar, y si éste estuvo ligado a la publicidad que siguió al arresto de Abdeslam tras un tiroteo, el viernes pasado.
Ministros y funcionarios apenas pudieron ocultar su alivio tras la captura del yihadista nacido en Bélgica, quien al parecer pasó los cuatro meses transcurridos desde el baño de sangre de París oculto en su ciudad natal. Un funcionario tuiteó: Lo tenemos.
Pero los ataques de ayer confirmaron no sólo que estaban en lo cierto los investigadores que temían que los yihadistas pudieran estar planeando más agresiones; también despertaron la preocupación de que miembros de la misma célula yihadista, u otra muy cercana, creyeran que los servicios de seguridad estaban cerca de atraparlos debido a que el abogado de Abdeslam afirmó que su representado cooperaba.
Van Ostaeyen señaló que las bombas siguieron la misma lógica que los ataques previos: matar al mayor número de personas posible de forma indiscriminada.
Agregó: Me temo que los policías estaban sólo unos pasos atrás. Estaban muy convencidos de que la semana pasada habían frenado algo muy grande, y el Isis probablemente quiso demostrar que puede golpear el corazón de Europa en cualquier momento.
Testigos dijeron haber escuchado gritos en árabe y disparos momentos antes de que la enorme detonación destrozara los ventanales del aeropuerto y de que una lluvia de trozos del techo y agua de las tuberías rotas cayera sobre la gente frente a los mostradores.
El atentado con bomba en la estación de Maelbeek ocurrió a 100 metros de los cuarteles de la Comisión Europea. Usuarios del transporte, confundidos y lastimados, se volcaron hacia la calle en escenas que recordaron los ataques del 7 de julio de 2005 perpetrados en Londres.
Minutos después, la capital belga fue puesta en estado de emergencia; el transporte público se suspendió por completo. A los empleados se les ordenó permanecer dentro de sus oficinas, y a los estudiantes no salir de las escuelas. La seguridad en las plantas nucleares se reforzó.
Horas después de los atentados, el hashtag de Twitter #PrayforBelguim (Oremos por Bélgica) se volvió tendencia en Europa y Estados Unidos, mientras residentes de Bruselas abrieron las puertas de sus hogares a personas que quedaron varadas en la ciudad.
La asociación que representa a los taxistas de la ciudad informó que sus miembros ofrecieron viajes gratuitos a quienes intentaran llegar a casa.
Imágenes que fueron compartidas en redes sociales incluyen a Tintin, el joven reportero de tira cómica creado por el caricaturista belga Hergé diciendo: Seamos fuertes, lo mismo que un dibujo del caricaturista francés Plantu que muestra a una bandera francesa tricolor abrazando a una llorosa bandera belga.
Al tiempo que Bélgica comenzó su duelo nacional de tres días, el primer ministro Michel afirmó por la noche: Estas vidas quedaron destrozadas. Gente que hacía su vida, probablemente sin preocupaciones, e iba camino al trabajo o al colegio, ha sido destruida por un acto extremo de barbarie.
The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
Los investigadores rusos han trasladado hasta Egipto un complejo equipamiento para realizar el análisis de los restos internos y externos del avión siniestrado. Ese equipamiento permite detectar e identificar los rastros de explosivo mediante el uso de un aerosol, cuyo nivel de sensibilidad es de hasta 20 nanogramos.
Si en la solución del test aparecen tonos de matices pardo-violeta, hay rastros de TNT; si hay un precipitado naranja, se trata de Tetryl o de otro explosivo del grupo A (TNB, DNT, ácido pícrico, etc.). El sistema ruso consta de un conjunto de tests separados para los explosivos del grupo B. De esa manera, la aparición en la solución de un tono de color rosa indica la presencia de rastros de dinamita, nitroglicerina, RDX, PETN, SEMTEX o de nitrocelulosa.
Si las reacciones químicas no identifican la presencia de explosivos del grupo A o B, el test verifica automáticamente si existen rastros de compuestos que contengan nitratos inorgánicos, cloro, bromo o peróxido, sustancias utilizadas en la preparación de explosivos de tipo artesanal (ANFO).
El diario egipcio Almasry Alyum publicó una declaración del equipo de investigadores que señala que no han encontrado rastros de explosivos ni en los restos del A321 ruso que se estrelló en la península del Sinaí ni en las muestras de tejidos recogidas de los cuerpos de las víctimas. Por consiguiente, la hipótesis divulgada por los funcionarios británicos que afirmaban que la caída del avión fue causada por la explosión de una bomba a bordo del aparato, hipótesis supuestamente derivada de la intercepción de una conversación entre dirigentes del Estado Islámico, resulta falsa.
También se desmorona así la hipótesis de un ataque realizado con un misil tierra-aire o aire-aire, ya que las ojivas de esos misiles contienen TNT, sustancia no hallada en los restos del avión. También hay que descartar la hipótesis de la explosión de un motor ya que los álabe o paletas de las turbinas del avión fueron halladas intactas.
Lo mismo sucede con la hipótesis de la explosión de uno de los tanques de carburante, pues estos están situados en las alas del avión y la explosión de uno de ellos habría desprendido del fuselaje el ala afectada. Las dos alas del avión cayeron a tierra enteras, a pocos metros de la parte delantera del fuselaje y se!quemaron posteriormente, lo cual indica que no se desprendieron del fuselaje y que no hubo incendio en los tanques de carburante antes del contacto con el suelo.
Por lo tanto, el mito fabricado por la televisión estadounidense NBC, según la cual el Pentágono declaró que un satélite militar estadounidense había detectado un flash de calor y de luz en el lugar y momento de la catástrofe resulta ser una mentira. A fin de cuentas, tanto el Estado Islámico como cualquier otra organización terrorista se encuentran así exentos de responsabilidad en la catástrofe del Airbus A321 en el Sinaí, lo cual parece incomodar mucho a estadounidenses y británicos. ¿Por qué?
La despresurización del avión sigue siendo una hipótesis, pero únicamente como consecuencia de las maniobras caóticas del avión y no como una causa en sí misma. Los bruscos descensos y ascensos repetitivos, con sobrecargas positivas y negativas más allá de los límites normales para un avión de pasajeros, son lo que provocó la separación de los paneles de revestimientos, la torsión y dislocación de ciertos elementos de resistencia en la estructura del avión y la ruptura de conductos hidráulicos fijados a los paneles de revestimiento.
En ausencia de presión hidráulica, la tripulación del avión no puede controlar la profundidad ni la dirección. El ruido anormal en la cabina, comprobado durante el análisis de la caja negra, indica probablemente la deshermetización, seguida de la dislocación de los pedazos del avión a una altitud de 5 000 o 6 000 metros, como lo confirma el impacto de los grandes fragmentos del avión en un área de más de 2 kilómetros en el sentido del vuelo.
Volvamos a las 06 horas con 12 minutos y 59 segundos, en el momento del accidente, para tratar de descifrar cada una de las fluctuaciones de los parámetros de vuelo. Es fundamental subrayar el hecho que el avión vuela en ese momento bajo el control del piloto automático. En un primer momento, tenemos un descenso de 3 segundos, con una pérdida de altitud de 150 metros, que provoca una sobrecarga negativa de 2g. Esa maniobra es demasiado brusca, con una sensación de «bolsa de aire», para que haya sido realizada por la tripulación.
La segunda maniobra es un reascenso del avión, que sube 800 metros en 2 o 3 segundos, provocando sobrecargas positivas de 5 a 6g, que sólo se realizan en los aviones de caza, durante los combates aéreos a corta distancia, y que provocan al piloto una pérdida de la visión, conocida como «velo negro» en la jerga de la aeronáutica.
Es imposible que esa maniobra la haya realizado la tripulacion. Sólo pudo generarla un piloto automático defectuoso. Si los pilotos hubiesen estado al mando, después del primer descenso brutal del avión habrían recuperado altura poco a poco, primero horizontalmente, durante 8 o 10 segundos, para iniciar después un ascenso progresivo hasta recuperar la altitud de crucero.
La tercera maniobra fue pasar de un ascenso en ángulo de 40 o 50 grados en relación con el plano horizontal, a un ángulo de picada de 20 a 30 grados con una sobrecarga negativa de 4g y esa maniobra es imposible de ejecutar para la tripulación de un avión de pasajeros ya que todo el mundo se desmayaría con la aparición del «velo rojo».
Los únicos momentos en que la tripulacion hubiese podido intervenir son los breves instantes de vuelo horizontal, de 5 segundos y 3 segundos, interrumpidos por otros movimientos descontrolados. En un funcionamiento normal, el centro aerodinámico del piloto automático no permite la realización de maniobras que provoquen sobrecargas cercanas a la ruptura de las estructuras, ni siquiera si el piloto [humano] tratara de hacerlas con los mandos. La causa de esas maniobras caóticas sólo puede ser, por consiguiente, resultado del mal funcionamiento del mecanismo del piloto automático.
Fuera de un mal funcionamiento del ordenador del piloto automático como resultado del desgaste era posible apoderarse del control del avión desde el exterior del mismo, gracias a una intrusión en el programa informático del piloto automático, ya sea mediante un programa introducido de antemano o a través de una transmisión desde tierra.
Por una extraña «coincidencia», desde el primer segundo en que aparecieron las maniobras caóticas, tanto el transpondedor como la radio del avión cesaron de transmitir datos al control terrestre. [De haber seguido funcionando,] el transpondedor habría indicado a los controladores aéreos los parámetros de vuelo del avión y, utilizando la radio del avión, la tripulación habría podido señalar la aparición de una urgencia y habría descrito el comportamiento del avión.
Lo que ocasionó, en ese preciso momento, el mal funcionamiento del piloto automático sólo podrá determinarlo la comisión investigadora.
(Tomado de Global Research)
El atentado contra el ex ministro del Interior Fernando Londoño ha puesto sobre la mesa, una vez más, el debate sobre la existencia de una derecha armada que se hace pasar por insurgente para desviar debates políticos en momentos cruciales.
Los uribistas no dudaron en señalar a las farc como los responsables del atentado que cobró dos vidas, y el propio Londoño, en declaraciones públicas, descartó la posibilidad de que fuera obra de la derecha cuando pidió que el Gobierno aclarara quiénes son los supuestos autores intelectuales de la derecha colombiana. Nadie le respondió porque esa derecha armada no es una invención de los uribistas sino del Estado.
En noviembre de 1995, los militares asesinaron a Álvaro Gómez Hurtado, dirigente conservador, hijo del poco lamentado Laureano Gómez y hombre fiel de la derecha colombiana. El Estado mismo no tuvo reparo alguno en asesinarlo, y entre los motivos figuraba la necesidad de justificar el estado de sitio declarado por Samper, pues la Corte lo había tumbado. El cadáver de Gómez Hurtado ni se había enfriado y el Gobierno salió con un nuevo estado de sitio que la Corte aceptó a la luz de los nuevos hechos de violencia. Su caso no es aislado. Tres años después, el general Landazábal Reyes también fue asesinado por los suyos. La idea de que la derecha ataque a los suyos no es nueva. Inclusive, Germán Vargas Lleras insinuó que elementos en el DAS estaban detrás del atentado en contra suya.
Sin embargo, es más probable que el atentado contra Londoño forme parte de esa otra violencia derechista, la campaña electoral armada. Todos sabemos que la campaña de Uribe para la Presidencia del país en 2002 fue violenta. Las auc hicieron una campaña abierta a su favor, matando a diestro y siniestro con el fin de garantizar su elección y el 35 por ciento del Congreso que Mancuso reconoció que eran fichas de las auc. De la otra campaña armada no se habla tanto: los falsos positivos de supuestos atentados en contra del candidato.
Hubo varios anuncios de bombas o complots descubiertos por el DAS para atentar contra Uribe durante la campaña presidencial de 2002. En la medida en que intensificaba la supuesta campaña de las farc en su contra, su popularidad se disparó y se le veía como el hombre fuerte que la guerrilla temía. Era una estrategia de publicidad armada. El caso más sonado de esa estrategia es el atentado de Barranquilla en abril 2002, cuando murieron varias personas, todas prescindibles en el camino a la Presidencia. Barranquilla volvería a ser lugar de otros falsos positivos. Debemos recordar a la guerrillera Jessica y los falsos positivos de carros bombas en Bogotá que pusieron algunos integrantes del ejército. Que haya atentados falsos no es nuevo, e inclusive en algunos casos la “justicia colombiana” lo ha aceptado.
El atentado del 7 de agosto de 2002 nos da más pistas sobre el caso de Londoño y cómo son los falsos positivos de la publicidad armada. El día en que Uribe se posesionó, varios cohetes cayeron sobre Bogotá, uno contra el Congreso y otro a unos cien metros de su blanco, que mató a varias personas en el barrio El Cartucho. En seguida tildaron a las farc de ser responsables, y Mockus salió a la prensa con lágrimas, lamentando que las farc no dejaran vivir en paz a la pobre gente de El Cartucho, ignorando por completo que el mayor atentado contra El Cartucho lo hizo él mismo al expulsar a miles de personas y destruir sus casas para hacer un parque que usa muy poca gente.
Sin embargo, no fueron las farc. Hay varias razones para creerlo. Primero, la prensa mostró los cohetes que quedaban en la casa de donde salieron lanzados y dijeron que eran de una calidad militar. Eso ya nos dice algo. Pero hay unas preguntas, entre ellas esta: ¿Por qué las farc no lanzaron más cohetes ese día contra otros blancos? A muy poca distancia del lugar de los hechos queda la Escuela Militar. El Cantón Norte tampoco queda tan lejos, comparado con la Casa de Nariño. Pero no lo hicieron. De hecho, nunca más volvieron a emplear esa tecnología. No es creíble, pues cuando las farc desarrollaron la capacidad de lanzar pipetas de gas, lo hicieron a diestro y siniestro, matando a muchos civiles en el proceso, como fue la masacre de Bojayá. Los impactos sobre la población civil no impidieron que las farc siguiera utilizando esa tecnología.
Entonces, las farc nunca tuvieron esa capacidad. De tenerla, seguramente hubieran atentado contra batallones de alta montaña, entre otros blancos fáciles para semejantes cohetes. Después del atentado, se especulaba sobre la participación y el adiestramiento recibido por parte del grupo irlandés IRA. Sin embargo, en todos los años de atentados perpetrados con morteros por el IRA, tampoco mostraron esa capacidad. Los morteros del IRA eran artefactos sencillos que alcanzaban los 500 metros y eran muy poco precisos, como se vio en el atentado contra la residencia del primer ministro de Gran Bretaña, John Major, en plena guerra de Iraq. Los morteros cayeron muy cortos y ninguno dio con el blanco. Fue un atentado que mostró mucha osadía pero poca capacidad técnica. La tecnología utilizada el 7 de agosto era de nivel militar porque lo hicieron los militares.
Ahora, con Londoño, estamos ante una situación parecida. Los autores del atentado usaron una bomba lapa, algo que no es tan sencillo, pues el imán puede interferir los circuitos de la bomba, haciéndola estallar antes de tiempo. Si se usa una sustancia pegajosa, se crean otros problemas para el autor. Pero la prueba más grande consiste en que es poco probable que volvamos a ver esa tecnología empleada, y no la veremos usada contra militares. Si las farc tienen cómo fabricar bombas lapa, la vida de todo militar o policía que viaje en un vehículo corre peligro, pero las fuerzas militares nada han hecho para impedir que eso pase. En Irlanda, cuando el IRA desarrolló ciertos niveles en este campo, en seguida la fuerza pública británica tomó medidas para contrarrestarlas. La tranquilidad de la cúpula militar nos dice todo. Si las farc pudieron hacer eso, hubiéramos visto muchos atentados contra las fuerzas armadas y no este atentado contra un ex ministro del Interior. ¿Por qué no atentaron contra un Ministro del gobierno Santos? Pues, no habría ninguna ventaja mediática para los uribistas.
Hay casos parecidos en otras partes del mundo. En 1974 estallaron tres bombas en Dublín, la ciudad capital de Irlanda, y otra en Monaghan, un pueblo cerca de la frontera con Irlanda del Norte. En total, 26 personas perdieron la vida ese día. Inicialmente se intentó culpar por fuera de toda lógica al IRA. Luego señalaron a los grupos paramilitares leales a la Corona inglesa. Esta última explicación tenía más sentido pero obviaba una pregunta fundamental, teniendo en cuenta que esos grupos probritánicos nunca habían demostrado la destreza requerida para fabricar bombas de alta potencia. ¿Cómo lo hicieron en 1974? Otra vez la respuesta fue sencilla: sí, esos grupos pudieron haber participado en los atentados, pero las bombas fueron fabricadas por los servicios de inteligencia de Gran Bretaña. El gobierno británico se niega hasta hoy a colaborar con una investigación de la masacre, y la policía irlandesa nunca ha mostrado mayor interés en el caso. De hecho, cerraron el caso después de unas semanas a pesar de tener en su poder una lista de sospechosos que nunca fueron llamados a indagatoria.
Los atentados contra Uribe siempre han estado lejos de poder herirle. Sale ileso de los atentados o son descubiertos mucho antes. Londoño, sin embargo, casi muere en el atentado. Él es otro ‘Gómez Hurtado’ o ‘Landazábal Reyes’. Un hombre importante, pero no imprescindible, para el régimen. Con amigos como los suyos, señor Londoño, ¿quién necesita enemigos? Estamos ad portas de otra campaña de publicidad armada para mostrar que Uribe, que ni siquiera tiene significativo poder político en este momento, representa un mayor obstáculo para la guerrilla que el propio presidente Santos, con 400.000 hombres armados a su disposición. Que Uribe sepa los detalles de esa campaña es asunto aparte, pero la gente que le hizo la campaña armada en 2002 le está haciendo otro favor, quiéralo o no. Señor Londoño: arrímese más a Uribe. Lo que sabemos es que en las campañas armadas él es el único que no muere. Es mejor pararse justo a su lado para que no pase nada. Buena suerte con eso.
Un científico nuclear iraní ha muerto esta mañana en un atentado en el norte de Teherán, según los medios locales. Al parecer el pasajero de una moto ha adosado una bomba lapa contra el vehículo en el que viajaba Mostafa Ahmadi Roshan, al que la agencia Fars atribuye haber supervisado un departamento en la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz. Se trata del cuarto especialista vinculado al controvertido programa atómico de Irán que es víctima de un ataque similar, en medio de las crecientes tensiones entre Irán y EE UU por el avance de ese empeño. Las autoridades iraníes vuelven a acusar a Israel, como en los casos anteriores.
“Esta mañana un motorista ha adherido una bomba a un Peugeot 405, que de inmediato ha hecho explosión”, ha declarado el vicegobernador de Teherán Safar Ali Baratlu, citado por Fars. “Se ha tratado de una bomba magnética del mismo tipo de las que se han usado con anterioridad para asesinar a científicos, y [ha sido] obra de los sionistas”, ha añadido en referencia a los israelíes. Los portavoces oficiales iraníes rara vez mencionan la palabra Israel, al que se refieren como “entidad sionista”.
“El ingeniero Mostafa Ahmadi Roshan, que se licenció en químicas en la Universidad Sharif hace nueve años, era el vicedirector de asuntos comerciales en la planta de Natanz”, según la agencia Mehr. Aunque Fars aseguraba que había sido “responsable de un departamento de esa instalación", el principal centro de enriquecimiento de uranio de Irán, donde hay instaladas unas 8.000 centrifugadoras.
El coche circulaba por las inmediaciones de la calle Gol Nabi, en el norte de Teherán cuando dos personas en una moto se han aproximado y el pasajero ha pegado la bomba en un lateral. De acuerdo con testimonios recogidos por la agencia Reuters, además de Roshan, al menos un peatón ha resultado también muerto y uno de los acompañantes del científico herido.
Otros científicos
El ataque parece calcado del que el 29 de noviembre de 2010 hirió a Fereydun Abbasi-Davani, que ahora dirige la Organización de la Energía Atómica de Irán. Abbasi-Davani tuvo suficientes reflejos para saltar del coche cuando notó que desde una moto adherían algo al lateral a la puerta. Ese mismo día, una bomba colocada bajo el vehículo de Majid Shariari, acabó con su vida. Unos meses antes, una moto bomba mató a Masud Ali Mohammadi, iniciando la saga de atentados contra científicos vinculados al empeño nuclear. El asesinato de Dariush Rezainejad el pasado julio no está tan claro ya que no se ha podido establecer su relación con el programa atómico.
El régimen iraní ha acusado de esos atentados, así como del ataque informático con el virus Stuxnet, a Israel y a Estados Unidos. Su objetivo sería entorpecer el desarrollo del programa nuclear iraní, que están convencidos de que tiene objetivos militares a pesar de la negativa de Teherán. Tanto Israel como Estados Unidos guardan silencio, mientras la comunidad internacional sigue presionando sin éxito a la República Islámica para que renuncie a enriquecer uranio, una actividad que tanto sirve para fabricar el combustible que dice necesitar para sus centrales nucleares (la primera de ellas aún sin terminar) como para fabricar una bomba atómica (una posibilidad que también alarma a sus vecinos árabes).
Por Ángeles Espinosa Dubái 11 ENE 2012 - 09:40 CET
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