Palabras de apertura a la presentación de libros a dos voces, en Intercambio de saberes, entre Arturo Escobar y Carlos Eduardo Maldonado; evento llevado a cabo el pasado 30 de agosto en las instalaciones de la Institución Educativa Distrital Camilo Torres de Bogotá.
Una civilización está muriendo ante nuestros ojos. En medio de su profunda crisis, el capitalismo se torna más violento y agresivo con la humanidad y con la naturaleza toda; no es casual por tanto que cada día que pasa aumente la xenofobia, el racismo, los feminicidios, las desapariciones, las muertes violentas, las guerras locales como expresión de confrontación de las potencias en cuerpos ajenos, las angustias y los malestares de la sociedad; cada día que pasa, con la extracción de agua de bolsones acumulados por la naturaleza por milenios, con el extractivismo y otros métodos y mecanismos que pretenden hacer rendir más a la madre tierra, la llevan hasta el límite.
De igual manera, los depredadores de la vida levantan muros y todo tipo de obstáculos para impedir el ingreso a sus territorios de los indeseables procedentes de los países periféricos, militarizan los campos y las ciudades, estimulan el fortalecimiento de los nacionalismos y de las derechas, haciendo de la democracia un simple formalismo electoral. Recursos todos estos con los cuales el desahuciado hace hasta lo imposible por seguir con vida en el planeta, controlándolo.
Mientras tanto, en la vida diaria que muchas veces se siente vacía, sin sentido y caótica, donde se impone el individualismo y la dispersión social, muchos y muchas empiezan a sentir que esta realidad no es la que desean vivir, que la vida debe tomar otro sentido, y que ese nuevo horizonte debe empezarse a construir aquí y ahora. Un nuevo mundo ya está naciendo.
Todo esto ocurre a pesar de vivir un tiempo que hace un siglo era difícil de imaginar. Contamos –como especie– con la mayor revolución científica de toda la historia, a la par de la cuarta revolución industrial. Avances posibles, únicamente, por el trabajo realizado por el conjunto de quienes habitamos el planeta, pero que, privatizados, terminan favoreciendo a unos pocos. Como es lógico, estos bienes no deben ser privados sino, por el contrario, deben pertenecerle a toda la humanidad.
Con los avances que tenemos en estos momentos, si estuvieran al servicio del conjunto humano, nuestra especie podría dejar de padecer angustias y alcanzar la vida digna y plena, pues con la tecnología actual, que entre otras maravillas ha permitido la socialización del conocimiento, podríamos eliminar el analfabetismo del mundo, así como visibilizar todas las culturas y saberes no occidentales como bases fundamentales para crear y construir ese otro mundo que ya está naciendo.
Con estos avances, el trabajo podría dejar de ser una carga para convertirse en un espacio para la realización de cada uno, pues con el nivel actual de producción es posible llegar en poco tiempo a una distribución equitativa de alimentos y riquezas, así como a una drástica reducción de los horarios de trabajo, por ejemplo a dos o tres horas diarias, dejando así tiempo para la imaginación, el goce, el trabajo libre y experimentar con ello la vida digna, y así reconstruir el planeta.
Para así avanzar, es cuestión de poder y democracia. Para esta, es la primera vez que la humanidad cuenta con las bases materiales y culturales para consolidar la democracia real, radical, plebiscitaria, donde la política deje de ser una actividad de políticos profesionales y pasemos a un momento donde las decisiones de la economía, educación, ciencia, cultura, salud, ordenamiento territorial, y toda la complejidad de la vida misma, sean decididas en colectivo.
Es un sueño y un reto, ante una realidad compleja. Es claro que para llegar a esta victoria de la especie humana es necesario dejar a un lado al capitalismo. Es tiempo, por tanto, de imaginar y trabajar por construir otras relaciones humanas –horizontales, antipatriarcales, anticoloniales– que permitan llegar al postcapitalismo.
Esta es una tarea para la sociedad en su conjunto y un reto especial para los movimientos sociales, que debemos empezar a construir alternativas políticas más allá del Estado-nación, pues la historia demanda una ruta y un método nuevo para por fin hacer real el propósito universal de vida digna.
Los aportes que sobre este particular nos hacen los profesores Arturo Escobar y Carlos Eduardo Maldonado, son referentes, argumentos, tesis, proposiciones, que debemos empezar a problematizar, cuestionar, debatir. Pues son aportes para seguir en la tarea de esos otros mundos posibles, que ya están naciendo.
Sean bienvenidos a este encuentro que nos permitirá imaginar otros mundos posibles, mundos que no deben quedar únicamente en teorías y literatura, sino que, por el contrario, debemos empezar a construir y materializar aquí y ahora.
Un estudio llevado a cabo por especialistas del Departamento de Energía de Estados Unidos revela que en las aguas de los océanos hay más de cuatro millones de toneladas de uranio, lo que podría convertirse en una fuente de energía ilimitada que dure miles de años, informa la revista Industrial & Engineering Chemistry Research, publicada por la Sociedad Estadounidense de Química (ACS).
Según las estimaciones más favorables, los actuales depósitos de uranio apenas durarán cien años más. Sin embargo, los océanos del planeta cuentan con una reserva de más de 4.000 millones de toneladas, suficiente para satisfacer la demanda global durante los próximos 10.000 años. Hasta hace poco este recurso era imposible de explotar debido a la complejidad y a los costes de la misión. Sin embargo, ahora se desarrollan métodos de extracción de este material útil.
Asimismo, los científicos afirman que la humanidad será capaz de utilizar este uranio del fondo oceánico en la industria nuclear, ayudando a generar la cantidad necesaria de energía para todos los habitantes del planeta. Sin embargo, los expertos advierten que la extracción del material del océano es extremadamente peligrosa y que no resultará fácil.
"Para que la energía nuclear siga siendo una fuente de energía sostenible –afirma uno de los científicos– es necesario disponer de una fuente económicamente viable y segura de uranio".
Extrahección es un nuevo término para describir la apropiación de recursos naturales desde la imposición del poder y violando los derechos de humanos y la Naturaleza. La palabra es nueva, pero el concepto es muy conocido. Describe situaciones que, poco a poco se están volviendo más comunes, como emprendimientos mineros o petroleros impuestos en un contexto de violencia, desoyendo las voces ciudadanas, desplazando comunidades campesinas o indígenas, o contaminando el ambiente.
Extrahección es un vocablo que proviene del latín “extrahere”, que significa tomar algo quitándolo o arrastrándolo hacia uno. Es por lo tanto, un término adecuado para describir las situaciones donde se arrancan los recursos naturales, sea de la comunidades locales o la Naturaleza. En esas circunstancias se violan distintos derechos, y ese precisamente ese aspecto que se pone en evidencia con este nuevo término. Los derechos violentados cubren un amplio abanico, entre los cuales se pueden indicar algunos para tomar conciencia de la gravedad de estas situaciones.
Impactos ambientales, como la destrucción de ecosistemas silvestres, la contaminación de aguas, suelos o el aire o la pérdida del acceso al agua, son todas violaciones de los llamados derechos de tercera generación. Estos están enfocados en la calidad de vida o un ambiente sano. En países donde además se reconocen los derechos de la Naturaleza (como en Ecuador), hay emprendimientos extractivos que son claramente incompatibles con el mandato ecológico constitucional.
Los derechos de las personas están afectados de muy diversas maneras. Repetidamente se incumplen las consultas previas, libres e informadas a las comunidades locales, o se fuerzan sus resultados, como ha sido denunciado en varios proyectos en los países andinos. También existen violaciones cuando se impone el desplazamiento de comunidades, como sigue ocurriendo con las explotaciones mineras de la región de Carajás en Brasil. En los sitios donde hay emprendimientos funcionando, se escuchan denuncias de violaciones a los derechos de los trabajadores, sea en su sindicalización, como en seguridad o condiciones sanitarias (como ha sido reportado por los trabajadores del carbón en Colombia).
No pueden pasarse por alto las prácticas de corrupción, como los esquemas de sobornos, sea para aceptar prácticas de alto impacto social o ambiental, o incluso para obtener los permisos de funcionamiento de un proyecto.
La extrahección también describe las circunstancias de emprendimientos que se imponen silenciando de distinta manera las voces ciudadanas. En los últimos años se está volviendo común judicializar las protestas, iniciando acciones legales contra sus líderes, quienes quedan sumergidos en procesos que duran años, se embargan sus bienes, se les restringen los viajes, etc. Un paso más es criminalizar las acciones ciudadanas, colocándolas bajo la sombra de cargos de vandalismo, sabotaje o terrorismo. Recientemente, el Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL), ha recopilado casos de criminalización en varios países latinoamericanos.
Finalmente, en la extrahección también se llega a la violencia directa bajo distintos formatos. Esta puede estar en manos de individuos o a cargo de grupos, los que a su vez pueden ser cuerpos de seguridad o paramilitares, o estar en manos de las propias fuerzas estatales (policiales o militares). Una reciente revisión internacional encontró que las tres más grandes corporaciones mineras (Rio Tinto, Vale y BHP Billition), han estado involucradas con casos de violencia, varios de los cuales tuvieron lugar en América Latina.
Todo esto se expresa en represiones violentas de movilizaciones, raptos e incluso en el asesinato. Una vez más se encuentran muchos ejemplos recientes, desde las represiones a las movilizaciones ciudadanas en distintas localidades de Argentina o a la marcha a favor del TIPNIS en Bolivia, al saldo de al menos cinco muertos y mas de 40 heridos en el conflicto minero de Conga en Perú.
Está claro que estos y otros casos representan acciones ilegales que ocurren en países que cuentan con coberturas legales para los derechos humanos. Pero no pueden pasar desapercibidas las situaciones de “alegalidad”, donde se mantienen las formalidades legales, pero las consecuencias de las acciones son claramente ilegales. En este caso encontramos a corporaciones que aprovechan, por ejemplo, los vacíos normativos para lanzar contaminantes al ambiente, o que desentienden de las empresas que subcontratan para llevar adelante las acciones de mayor impacto en las comunidades locales.
Cuando el Estado no asegura su propio marco normativo en derechos, las comunidades locales han debido apelar a instancias internacionales, tales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos. De esta manera se han visibilizado muchos casos que antes quedaban sepultados ante las indiferencias estatales, como sucedió en Guatemala, solicitando el cierre de la mina Marlin para garantizar la salud de las comunidades locales.
¿Es necesaria la nueva palabra extrahección para describir estas situaciones? Por cierto que lo es. Es que estas violaciones a los derechos humanos y de la Naturaleza no son meras consecuencias inesperadas, o producto de acciones aisladas llevadas adelante por individuos descarriados. Esta es la justificación empleada varias veces por sectores gubernamentales o corporativos, con la finalidad de separar sus actividades de esas violaciones. Esa postura es inaceptable.
En realidad, la violación de derechos se ha vuelto un componente inseparable e inevitable de un cierto tipo de extracción de recursos naturales. Esto ocurre cuando esas actividades comprometen enormes superficies, realizan procedimientos intensivos (por ejemplo utilizando contaminantes) o los riesgos en juego son de enorme gravedad, y por lo tanto, nunca serían aceptables bajo los marcos legales o para las comunidades locales. Entonces, la única forma en que pueden llevarse adelante es por medio de la imposición y la violación de los derechos fundamentales. La violación de los derechos no es una consecuencia, sino que es una condición de necesidad para llevar adelante este tipo de apropiación de recursos naturales. Son facetas de un mimo tipo de desarrollo, íntimamente vinculados entre sí.
Es esta particular dinámica la que explica el concepto de extrahección. No basta con decir, por ejemplo, que una de las consecuencias del extractivismo más intensivo es la violación de algunos derechos. Debe dejarse en claro que existe una íntima relación, donde esas estrategias de apropiación de recursos naturales sólo son posibles quebrando los derechos de las personas y la Naturaleza.
Eduardo Gudynas
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