Aunque sabía que el muchacho llevaba encima un revólver, y que en el barrio tenía fama de duro, el padre Juan Carlos Velásquez no sintió miedo cuando se bajó del coche al llegar a su casa parroquial y lo vio venir hacia él en medio de la noche.
— Qué hay, brother — le dijo el chico.
“Pensé que venía a pedirme dinero para drogarse o para alicorarse”, recuerda Velásquez, un cura católico de 38 años con barba y melena negra rizada y brillante que lleva ocho años dedicado a intentar comprender y ayudar a los jóvenes sicarios de los barrios pobres de Medellín.
“Cuando se acercó, le dije de una manera muy seca: ‘Hombre, qué necesitás’. En vez de contestarme fuerte, se reblandeció y me dijo que era su cumpleaños, y que nadie lo había felicitado”.
El cura pensó que el chico lo quería enredar de alguna manera. “Y yo más duro me puse, porque estos muchachos son muy tramadores. Le dije otra vez: ‘Qué necesitás”.
—Padre, necesito un abrazo —le respondió el chico.
“Y yo solté el escudo que tenía y lo abracé. Él lloró unas lágrimas, me dio las gracias y se fue”. “Esa noche”, recuerda, “no pude dormir pensando en ello”.
Aquella madrugada de diciembre de 2009, el cura captó algo que no había comprendido en seis años de relación con los jóvenes de los combos —las pandillas que sirven de comandos de barrio para los capos de la ciudad—. “Allí mismo descodifiqué el conflicto”, afirma Velásquez en el comedor de su modesta casa parroquial, en la Comuna 5 de Medellín. “Yo creía que era un problema económico, pero la solución no es solo de dinero. Tiene que ver con la falta de afectos y con distintas formas de rechazo social. Ellos son seres humanos que merecen oportunidades, y las instituciones, llámense Iglesia, Gobierno o escuela, lo único que hacemos es vetarlos. A los chicos los echan de la casa, los echan de los colegios, y entonces su único refugio es la esquina, el combo, que les da un lugar para ser personas... Entre comillas”.
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Una tarde de octubre, en un café de Medellín, un sicario retirado se dispone a contar sus años como asesino a sueldo mientras merienda un pastel de hojaldre y un refresco. Habla en voz baja y de vez en cuando echa una ojeada a su alrededor como si no se sintiera seguro. El joven ha pasado ya de los 20 años de edad, algo que no logran muchos de ellos. Esnifó su primera raya de cocaína a los 10 años. Con 12 cogió por primera vez un arma de fuego. Con 14 ya era miembro de una banda criminal. “Nos juntamos los de mi barrio, los típicos pelaos que en preescolar íbamos cogidos de la mano para la escuela, y montamos un combo de 80 personas”, explica. “Cuando uno cumple una edad y no estudia ni hace nada, las cuchas [las madres] le ven a uno el símbolo del peso en la cara, y le piden que aporte para la casa. Le dicen que es un mantenido, y eso cala. Yo estuve en ese punto: sin trabajo, con la familia presionando, que llegaba a casa y a mí no me ponían ni un plato de arroz, y me miraban mal si abría la nevera. Y aparece un tipo y le pone delante de usted un millón, dos, tres millones de pesos”.
Por lo que cuenta, de los 14 a los 16 años fue un asesino muy solicitado, aunque los detalles que ofrece son inverosímiles. No parece que exagere para presumir, o que esté contando mentiras, sino más bien que su niñez y su primera juventud fueron tan salvajes y lo arrasaron de tal manera que difícilmente puede recordar los datos exactos de aquel caos sin medida. “Cada semana hacía unas ocho vueltas [encargos diversos; no siempre asesinatos], y con eso me ganaba como 10 millones de pesos (4.200 euros). Viajaba en avión, tenía un apartamento, a todas las niñas que quería, mi moto, revólveres, un rifle, la coca… Mire que entre cuatro consumíamos 70 gramos diarios”.
— ¿Quiere decir siete gramos?
— No señor, 70.
— ¿Y cómo no se murieron?
— Uno sí murió de sobredosis, otro se quedó ciego, y a otro un día se le cayó algo blanco de la nariz. Pensó que era una roca de coca, pero era el tabique.
En España, un gramo de coca cuesta 60 euros en la calle. En las barriadas de Medellín cuesta 2 euros, y, sin embargo, por allí no se ven drogadictos decrépitos como, por ejemplo, los de los poblados del extrarradio de Madrid. El testimonio de este sicario retirado indica que esto no se debe a una mayor contención en el consumo, sino a la mera pobreza. Según explica, los jóvenes de ahora no encuentran de dónde sacar dinero, ya no para drogarse, sino para comer o vestirse. Incluso asesinar por encargo, que antes podía ser bastante lucrativo, se ha convertido en un oficio ruinoso. El antiguo asesino a sueldo, que mantiene contacto diario con ejecutores en activo, pone un par de ejemplos: “El otro día, un pelao me dijo que mató a alguien y le dieron 20.000 pesos [8,4 euros] por esa cabeza, y me consta que otros matan hasta por 5.000 [2,5 euros] y que luego usan la plata para comprarle unas arepas a su mamá”.
En Medellín, la oferta de asesinos excede la demanda de víctimas. Tanto, que los chicos más jóvenes llegan a matar gratis para intentar hacerse un hueco en el saturado mercado del crimen. El padre Velásquez asegura que ahora es tan difícil prosperar como sicario que muchos le juran que lo dejarían si pudiesen encontrar otro modo de sobrevivir. “Hay infinidad de jóvenes que quieren salirse de esto”, comenta. “No hace falta ni siquiera que lo veamos desde el punto de vista humano, sino desde el mero punto de vista comercial: hay una sobrecarga de combos y de sicarios”. En la cafetería, el asesino retirado que viajaba en avión dice lo mismo: “Uno sabe que ahora hay más pelaos que nunca metidos en las vueltas”.
En Medellín hay más de 5.000 sicarios distribuidos en unas 300 bandas por toda la ciudad. Y, sin embargo, el número de asesinatos no llega ni a la mitad que a principios de los noventa, en la época del capo Pablo Escobar, cuando había más de 4.000 muertos anuales. En 2011 hubo 1.648, casi 400 menos que en 2010. Aunque el índice de homicidios sigue siendo uno de los más altos de las ciudades grandes de Latinoamérica, la cifra se ha estabilizado en la última década en torno a los 2.000 muertos anuales.
Lo paradójico es que mientras el crimen se reduce, parece que aumenta la disponibilidad de chicos empobrecidos y desocupados dispuestos a asesinar para ganar un poco de dinero. Igual de desconcertante es que en tiempos de menos violencia la relación que tienen ellos con la muerte se deshumanice cada vez más. “Algunos ya matan por deporte”, comenta el exsicario, que siempre que hace una afirmación general, la ilustra luego con un horror particular.
“La semana pasada estuve con un chico de 16 años de mi barrio. Estábamos sentados en la calle y él andaba como ansioso. Se movía, se tocaba mucho la pierna”.
—¿Qué le pasa a usted? —le dije.
— Que tengo ganas de matar —me contestó.
“Él mantenía el fierro [pistola] al pulmón, ahí cerquita. Entonces se levantó, se fue, oí pa-pa-pa. Volvió, se sentó y me dijo: ‘Ya me calmé’. Había matado a un pelao que no tenía nada que ver. Al primero que se encontró”.
Así es la vida en las comunas. Estos barrios pobres se construyeron sobre las laderas que rodean el centro de Medellín. Cuando se entra en la comuna, la carretera se empina, la calidad de las casas empeora según se sube. En las aceras, los vecinos charlan sentados en las puertas de las casas. Acabamos de traspasar la frontera de un sitio donde no suelen entrar forasteros y donde todo el mundo se conoce. A los lados de las calles principales, el tejido urbano se convierte en un laberinto de callejuelas y casuchas de ladrillo y chapa apretujadas. En ese escenario, dos sicarios hablan de esas extrañas ganas de matar. “Me picaba el dedo”, dice uno de ellos para explicar su pulsión por apretar el gatillo. Es un sicario en activo mayor de lo habitual, cercano a la treintena, y lo acompaña un adolescente callado que a veces sonríe. El chico tiene una actitud extraña, como una mezcla de timidez y suficiencia.
Si se les pregunta por la muerte, el menor no dice nada. El mayor se queda con cara de incomprensión, y al final responde: “Pues señor, eso es algo de lo que no se vuelve, y ya”.
El padre Velásquez sostiene que los chicos de las comunas entienden la vida en presente simple, sin más futuro que las próximas horas. “Tienen una idea muy simple de la existencia. Experimentan la muerte al día. Viven el hoy. Lo que se gana, se gasta en el día. Es como una expresión popular que hay por acá que dice: ‘Volador hecho [cohete lanzado], volador quemado’; o como el título de una canción de Juanes, La vida es un ratico”.
Eso, sin embargo, no significa que vivan a todo trapo, rodeados de las míticas riquezas del narcotráfico, sino que su vida corre rápidamente hacia una muerte inmediata, amarrados a la miseria y sin mejor camino que delinquir. El cura, que conoce sicarios de todas las edades y de todos los puntos de la ciudad, dice que por lo general son personas frustradas, perfectamente conscientes de que han nacido para morir en “la guerra”, como le llaman ellos a lo que las autoridades colombianas y los analistas definen como “el conflicto”.
Federico Ríos, el reportero colombiano que hizo las fotografías que ilustran este reportaje, habló durante meses con los chicos de las bandas para entender su mundo y ganarse su confianza. Le parecieron “serios, apagados, como amargados, ensimismados, sin chispa”. Según Ríos, su día a día consiste en hacer lo que les mandan mientras esperan el momento de que les den un balazo. En una de sus charlas con los sicarios, Ríos le preguntó a un pandillero de 16 años qué le gustaría ser en la vida. “Camellador de busero [ayudante de un conductor de autobús]. Ese es el sueño mío”, respondió el sicario.
Pero el chico, por lo que le dijo a Ríos, tiene claro que no llegará a eso, que su futuro es terminar su vida cumpliendo con sus obligaciones: “Hasta el fin”, dice, “hasta que me maten. O mato, o caigo”. Y lo resume con una idea vacía: “Como dice el dicho, el que muere queda así”.
Para los jóvenes sicarios de Medellín, matar o morir no tiene ningún significado, es un hecho sin más, algo que se hace o se padece por necesidad, una función técnica y un destino obligado. “Es la pérdida del concepto de lo humano”, reflexiona Carlos Ángel Arboleda, de 61 años, sacerdote y profesor de doctrina social de la Iglesia de la Universidad Pontificia de Medellín. Él recuerda que en los primeros tiempos del narco, en la década de los ochenta, los asesinos a sueldo eran adultos de raíz campesina y con un pensamiento católico tradicional —básico pero sólido— que les hacía sentir de otra forma lo que hacían. “El primer sicario tenía una religiosidad popular muy fuerte”, explica. “Era consciente de que matar era pecado, pero le valía para conseguir dinero para la casa y para sacar a la mamá de la pobreza”.
El padre Velásquez entiende que esa correa de transmisión de valores tradicionales se ha ido cortando por la descomposición de las familias humildes, causada en parte por la rápida incorporación de las mujeres al mercado laboral. Según Diego Herrera, miembro del Instituto Popular de Capacitación, una ONG local, en la ciudad se ha producido desde los años noventa una transformación industrial que ha convertido las fábricas tradicionales, de textiles y de alimentos, en nichos laborales de segunda clase para ciudadanos pobres y sin formación: en un 80% de los casos son mujeres, muchas de ellas madres solteras o adolescentes con hijos recién nacidos.
La Personería de Medellín, una oficina pública de defensa de los derechos civiles, alertó en un informe de 2011 de que las mujeres de las barriadas ganan entre uno y cinco euros a la jornada. El paro ronda el 12% en toda la ciudad, pero en algunos barrios pobres llega al 40%, y la mitad de los ciudadanos que aparecen en las estadísticas como trabajadores tiene un contrato informal, sin prestaciones sociales ni derecho a una pensión.
Mientras tanto, la economía formal prospera. Medellín es la ciudad colombiana mejor valorada internacionalmente como destino de negocios, según explica Max Yuri Gil, sociólogo de la Universidad de Antioquia, y tiene éxito como lugar de servicios, desde los turísticos hasta otros más singulares, como la cirugía estética. También es la ciudad colombiana en la que mayor cantidad de riqueza se concentra en un menor número de ciudadanos. Según datos de la Personería, en 2009 la ciudad tenía 2.400.000 habitantes, de los que 900.000 eran pobres, y unos 250.000, indigentes.
Un informe de 2011 de la Veeduría de Medellín, una organización civil, preguntaba por la causa de esta desigualdad social, y a continuación invitaba a la lectura de algunas frases de un manual de inversión publicado en 2006 por el propio Ayuntamiento de Medellín: “El salario mínimo en Colombia es uno de los más bajos de los países latinoamericanos (…). Colombia tiene uno de los regímenes laborales más flexibles de América Latina (…). Con una jornada laboral diurna extendida desde las 6 a. m. hasta las 10 p. m., el empleador puede contratar dos turnos sin necesidad de pagar horas extra (…). Modalidad de contratación de aprendices sin vinculación laboral con la empresa: el empleador no tiene obligación de pagar prestaciones sociales (…). Colombia presenta costes de despido sin justa causa considerablemente inferiores a países como México, Argentina, Guatemala y Brasil”.
Medellín evoluciona, pero no logra incorporar al desarrollo a la mayoría de sus ciudadanos. “Aquí la economía sube y la gente pasa cada vez más hambre”, dice el padre Velásquez.
En ese contexto, las mujeres han dejado de ser amas de casa y educadoras primarias, y sus hijos se han quedado solos, entre un hogar vacío y un ambiente callejero que los atrapa desde la infancia. “Los niños son educados por los combos”, afirma el profesor Arboleda. Es la misma idea que transmite Velásquez, que la función maternal de crianza ha sido suplantada por una socialización criminal. “Para los muchachos, pertenecer al grupo no es un trabajo, es una opción de vida”, dice el cura. “Encuentran el afecto y una identidad. Para ellos, el combo es un lugar en el mundo”.
En los años ochenta, durante el reinado de Pablo Escobar, por el contrario, el crimen era para los sicarios un puesto de trabajo, y su lugar en el mundo era la familia, la madre sobre todo. La religión era el esquema simbólico que amueblaba sus cabezas, un conjunto de creencias en el que la vida y la muerte adquirían un sentido trascendente. Entre el apego a la familia y la fe en el más allá, los soldados de la era de Escobar formaban parte de un mundo pobre pero estable, y esperaban de la vida algo más que un tiro en la sien. “Por entonces no tenían conciencia de vida corta”, dice el padre Velásquez. “Apenas empezaba el fenómeno del sicariato. Ellos entraban en eso con la idea de salirse luego con la plata suficiente para hacerse una casa, o comprarse una licencia de taxi, o montar cualquier otro negocio”.
Antes de que Medellín, la ciudad más católica de Colombia, se convirtiese en una ciudad latina moderna, los asesinos creían en Dios, y hasta pedían disculpas al cielo por lo que hacían en la tierra. “La confesión se consideraba un paliativo”, dice Velásquez. “El sacramento era una catarsis”.
En un municipio de las afueras había un templo que todos los martes se llenaba de gente, la iglesia de Sabaneta, donde se rendía culto a la Virgen María Auxiliadora, La Virgen de los sicarios, como la definió el escritor colombiano Fernando Vallejo en el título de su famosa novela sobre los asesinos de Medellín. Vista ahora, la obra parece un parteaguas de la cultura del sicariato: antes, la Virgen y la mamá, y después, nada.
El libro se publicó en 1993, cuando se iniciaba la transformación social y económica de la ciudad, el mismo año en que Escobar, a quien en las comunas aún llaman Don Pablo, murió en un tejado de Medellín tiroteado por la policía. Vallejo, que atendió a este diario por teléfono, recuerda que en aquel tiempo ya estaba “bajando la devoción”. Unos años después, el escritor volvió a pasar por la iglesia de Sabaneta y la encontró en decadencia.
Por entonces estaban naciendo los sicarios de hoy día, que por lo general ya no van a misa, ni se confiesan. Según el padre Velásquez, su vacío simbólico y sentimental se ahonda a medida que pasan la adolescencia y se afianzan en las estructuras criminales, que es cuando pierden cualquier resto de emoción infantil por pertenecer al mundo del crimen y asumen que solo les queda morir, que, en realidad, solo se merecen morir. “Uno los invita a ir a la misa y ellos mismos no se creen merecedores de la misericordia de Dios”, cuenta el cura. “Es una cosa triste. Te dicen: ‘Padre, yo ya no tengo salvación, yo estoy muy mal, a mí ya ni siquiera Dios me perdona”.
Cuando mueren, las familias de los muchachos de los combos prefieren enterrarlos rápido. Es más económico. Retiran su cadáver cuanto antes de la calle y lo llevan a un crematorio. Evitan así que la policía analice la escena del crimen y que los forenses escruten el cuerpo.
Aquel sicario que celebró su cumpleaños en la calle, solo, esperando a medianoche al padre Velásquez para pedirle afecto, tampoco llegó a entrar nunca en su iglesia. Un año más tarde murió tiroteado. El sacerdote recuerda que nadie le hizo un funeral.
Por Pablo de Llano Medellín 8 ABR 2012 - 01:30 CET
FOTOGALERÍA: Medellín, el crimen a fuego lento, Federico Ríos
El drástico plan de ajuste de la coalición Conservadora-Liberal Demócrata tiene un resultado claro y cuantificable. Según el estudio conjunto de dos prestigiosas fundaciones británicas, el Family and Parenting Institute (FPI) y el Fiscal Studies Institute (FSI), la reducción de beneficios sociales y el aumento del IVA, entre otras medidas, arrojará a medio millón de menores a la pobreza absoluta. La OCDE (Organización de la Cooperación y el Desarrollo) tiene otra manera de decirlo: el Reino Unido es la sociedad más desigual de las naciones ricas.
El estudio del FPI y el FSI señala que el ingreso promedio de las familias británicas con niños, que disminuyó en un 4,2 por ciento en 2010/2011, seguirá cayendo en picada. En 2015, último año de gobierno de la coalición, este tipo de familias experimentará un recorte en sus ingresos de unos dos mil dólares anuales. El impacto es particularmente marcado para familias con tres o más niños, menores de cinco años y para los que reciban ayuda para pagar alquileres privados. “Los recortes van a impactar mucho más a las familias con niños que a los jubilados y el resto de los trabajadores”, señaló Katherine Rake del FPI.
Los recortes sancionados por la coalición en octubre de 2010 y profundizados desde entonces para “lidiar con el déficit fiscal” y “dar tranquilidad y previsibilidad de cara a los mercados financieros” incluyen un congelamiento salarial para los empleados estatales y el cierre masivo de servicios sociales, entre ellos los clubes juveniles, cuya ausencia se hizo sentir en los disturbios que asolaron Inglaterra en agosto pasado. El impacto es especialmente devastador para las familias más pobres. La ley de Pobreza Infantil de 2010 define la pobreza absoluta como un 60 por ciento de ingresos por debajo del promedio nacional. En base a esta medida, el FPI y el FSI calculan que medio millón de niños caerán debajo de esta línea: unos 300 mil menores de cinco años.
En un comunicado, el gobierno reconoció las dificultades que están viviendo muchas familias, pero señaló que estaban tomando medidas correspondientes. “Hay medidas para ayudar a estas familias, como el congelamiento de los impuestos al alquiler estatal o la introducción del impuesto universal”, señala el comunicado. Según el FPI, la mayoría de estas medidas son apenas un parche que beneficia a algunos sectores o que recién tomarán lugar en 2018 como el impuesto universal. Peor aún, como el resto de los ajustes en la Unión Europea (UE), el británico comete el peor de los pecados: infligir un sufrimiento en vano. Lejos de disminuir, el déficit está creciendo. A fines de 2011, la deuda total británica se incrementó a casi un billón de libras o 62,8 por ciento del Producto Bruto Interno. “Como resultado de su política, el gobierno ha tenido que endeudarse más de 158 mil millones de libras que lo calculado”, señala Rachel Reeves, portavoz de temas fiscales de la oposición laborista.
Un informe del Centre for Economic and Business Research (CEBR) señala que el Reino Unido entrará en recesión este año y que habrá 3 millones de desempleados el año próximo. Como con la famosa frase de Shakespeare, el draconiano ajuste británico parece un “cuento contado por un idiota”: la exigencia de austeridad está condenando no sólo al Reino Unido sino a los países de la Eurozona al escaso crecimiento económico y a un mayor déficit fiscal. “Los países imponen la austeridad que les exigen los mercados financieros, que luego los castigan y critican porque la economía no crece como resultado de la austeridad”, señalaba este lunes Jenni Russell, comentarista del conservador vespertino Evening Standard.
En los últimos cuatro años, el nivel de vida de los británicos cayó en un 28 por ciento, la peor disminución sostenida desde la posguerra. Como es de esperar, esto no está sucediendo de manera igualitaria. Según la OCDE, el Reino Unido tiene el nivel de desigualdad más alto entre los países considerados ricos que forman parte de la organización. El 10 por ciento con más ingresos gana hoy 12 veces más que el 10 por ciento con menos ingresos: en 1985, la proporción era ocho a uno. La medición se vuelve más abismal cuando se mira a los superricos. El 1 por ciento de mayores ingresos pasó de llevarse un 7,1 por ciento de la torta en 1970 a un 14,3 por ciento en 2005.
Treinta y cinco segundos de horror, de asombro y de pánico fueron suficientes para poner a Haití frente a los ojos del mundo. Treinta y cinco segundos que muchos vivieron como una eternidad y que a decir verdad hasta hoy permanecen en la memoria de quienes los sufrieron. Todos tienen algo que contar respecto a lo vivido, en las pláticas se cruzan un abanico de historias estremecedoras y alentadoras, sin embargo la tristeza acompañará siempre a cada uno de los narradores y sus relatos de ese día.
Fue una pesadilla, una verdadera tragedia lo que sucedió en Haití ese martes 12 de enero de 2010. Eran poco más de las cinco de la tarde de un día común cuando la tierra rugió como un “goudou goudou”, fue un temblor que se sintió y que se escuchó con ese particular sonido con el que las personas ahora le nombran. Fue un estruendo que removió las entrañas de Haití. Desde ese día, la gente en el exterior conoce este país por las narraciones y los análisis sobre lo que suceden en él. Las noticias, los artículos y los informes se mezclan en los lugares comunes entre historias de pobreza y violencia (que incluso ya se exponían desde antes del temblor). Mucho de lo que se escucha y se lee sobre Haití son desventuras: Haití es el país más pobre de América Latina, es el segundo país más subdesarrollado del mundo, es el país con mayor densidad de habitantes de acuerdo al espacio territorial, la mayoría de los haitianos viven con menos de un dólar al día, no hay suficiente energía eléctrica, hay una epidemia de cólera que ha cobrado la vida de más de seis mil haitianos. También, frecuentemente se mira al país desde el ángulo del exotismo e incluso hasta de la barbarie, resaltando aquellas noticias que causan morbo en los espectadores. Especialmente en lo que se refiere al culto del vudú que suele ser una de las cuestiones más relacionadas con esta tierra. Así, violencia, hambre, superstición entre otras cosas, son los temas que se muestran repetidamente en los medios de comunicación y en los análisis especializados, muchas veces presentados con un dejo de exageración y de fantasía. Son pocos los estudios y debates que mencionan las posibilidades que tiene este país para superar el subdesarrollo.
La ayuda: ventajas y desventajas. Es innegable la solidaridad internacional y la voluntad de cooperar con la nación haitiana después del sismo. Poco más de ciento cincuenta gobiernos y otras organizaciones internacionales se comprometieron en 2010 a prestar ayuda para la recuperación de Haití. De igual forma, se han creado y sumado decenas de asociaciones, fundaciones y organizaciones no gubernamentales para contribuir a esta causa.
En el caso de las ONG’s son organismos que empezaron a surgir en Haití desde el curso de los años setenta, su emergencia coincide con la acentuación de la crisis económica de ese periodo. En adelante el número de estos organismos no gubernamentales se multiplicó. Así, más del 80% de las ONG’s que están activas en Haití vienen del exterior (Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia, España, Suiza, entre otros países). Por tanto, estos organismos reciben su financiamiento del extranjero y en la mayoría de los casos sus equipos de colaboradores están conformados por personas que provienen de esos países.
Actualmente, Haití es el país que alberga el mayor número de Organizaciones no Gubernamentales en su territorio, aunque hay poco más de quinientas con un registro oficial, las cifras varían entre 8000 y 10 000. Por otra parte, la Cruz Roja de varios países se ha hecho presente en la isla después del sismo y han arribado a Haití varios equipos. Los médicos de esta organización, los médicos de Medicina sin Fronteras, así como los médicos cubanos son los que se han encargado de gran parte de los servicios relacionados con la salud pública. Así, el territorio haitiano se ha convertido en un espacio de recepción de nuevos habitantes, cuyo número aún no se sabe con exactitud.
Dicho sea de paso Haití es uno de los lugares en donde se encuentra una clase privilegiada viviendo con suficiente comodidad y fortuna en contraste con las condiciones de miseria que padece la mayoría de la población. Basta ver el número de automóviles de lujo que transita por las calles u observar las suntuosas propiedades que se asoman desde las montañas. Y es que la desgracia de ese martes doce ha sido redituable para algunas empresas, para algunos particulares y para algunas ONG’s. No así para el resto de los haitianos.
Haití, caminando sobre la riqueza. La riqueza de Haití no ha desaparecido, la sociedad haitiana no está impávida ante la compleja situación económica y social en la que se ven inmersos. Todos los días, bajo el inmenso sol que quema la cara, que quema el cuerpo y que hace hervir la sangre, el haitiano y la haitiana buscan la manera de vivir y de llevar comida a sus casas. La gente sigue viviendo. Basta ver las calles llenas de marchantes que venden un poco de algo para comprar otro poco de algo. Más allá de toda la problemática que genera el comercio informal, ésta es una muestra del aliento de una población que suda para vivir.
Por otra parte, vale la pena señalar que aquellos 4 millones de haitianos que han migrado para buscar mejores condiciones de vida, la llamada diáspora, genera capital tanto para el país en el que se encuentran trabajando, como para su propia tierra y frecuentemente envían dinero a sus familias, las remesas que forman parte de la economía del país y las cuales muchas veces son el único sustento de una familia en Haití (por lo menos 50% de las familias dependen de las remesas que reciben del exterior). Estos migrados podrían jugar un papel muy importante en el desarrollo de la economía si el Estado y las ONG’s promovieran proyectos concretos a desarrollarse con su colaboración, puede ser en materia de infraestructura, en las actividades económicas locales, en la creación de escuelas y universidades, hospitales o centros turísticos.
Haití es uno de los países que recibe más ayuda mundial. No obstante, a nivel institucional, tanto el gobierno, como aquellas asociaciones no gubernamentales y otros grupos están ante la dificultad de realizar proyectos duraderos y fructíferos en este sitio. Una de las razones principales es la falta de coordinación y cooperación entre ellos. No obstante que la labor de las ONG’s ha sido una de las partes más importantes dentro de la ayuda internacional, sobre todo en cuestiones de urgencia y ayuda alimentaria, su trabajo ha sido en algunos aspectos “desordenado”, en el sentido de que se han hecho muchos trabajos sin llevar a cabo un análisis profundo de las necesidades de cierto sector. Además de las múltiples consultorías y diagnósticos que se quedan en las carpetas sin que los proyectos se pongan en marcha. Es decir, que en algunos casos la labor no ha sido bien orientada o encaminada a sus finalidades específicas por falta de un programa integral, por falta de estrategia, por falta de logística y a veces por falta de interés también.
Claramente las ONG’s tiene un papel muy importante en la situación del devenir del país, sobre todo en cuestiones como la salud, la educación y la agricultura, entonces si se sincronizara la labor de todas las ONG’s y se acompañara el esfuerzo que hacen a través del empleo y colaboración de la sociedad haitiana, los resultados podrían ser más ventajosos para el país. De esta manera, a través de un esfuerzo conjunto, organizado, con una mejor orientación, el trabajo efectuado se reflejaría en las condiciones de vida de los haitianos. Del mismo modo es importante decir que si el Estado haitiano está rodeado de ONG’s, es preciso contribuir y promover la participación conjunta e integral entre ambos para obtener resultados concretos sin que se pierda la autonomía de dichos organismos.
En cuanto a los análisis y reflexiones que se hacen sobre Haití, hasta hoy no ha habido razonamiento capaz de superar la pobreza. No se ha podido conjugar y transmitir, desde el punto de vista de las ideas, el análisis con la sociedad misma. Sin lugar a duda, es necesario recapacitar, someter a un estudio y escribir sobre aquello que pasa en Haití. Pero lo más importante es asociar el trabajo que hacen los ingenieros, los arquitectos, los antropólogos, los sociólogos, los historiadores, los teólogos, los politólogos y todos los demás, con las políticas públicas para que el análisis no se quede en estas líneas, en los artículos y en los debates, pero aun más importante es el hecho de que las observaciones no estén disasociadas de la realidad. Dicho de otra forma, se debe eliminar la separación entre los intelectuales y profesionales con las situaciones concretas del entorno social, así como relacionar los análisis con la práctica.
La vergüenza. El territorio haitiano ha sido testigo de diferentes intervenciones extranjeras. Una de las más memorables es aquella que duró diecinueve años cuando en 1915 el gobierno de Estados Unidos envió a la infantería de marina para que ocuparan militarmente Haití. Esta fecha marcó una fase importante en la historia haitiana y en el funcionamiento del aparato social y político. El argumento que utilizó el gobierno de Washington para intervenir el país fue la imposibilidad de los gobernantes de mantenerse en el poder, la constante inestabilidad, la agitación social y el contexto de crisis política. Los propósitos fundamentales del desembarco eran lograr el control y la pacificación del país, “evitar la anarquía política” y establecer la democracia, además de proteger los intereses norteamericanos y extranjeros.
Con esta intervención, Haití perdió los atributos de su soberanía y el gobierno de Estados Unidos implementó cambios económicos y políticos adecuados conforme a sus propios proyectos. En 1934, los solados norteamericanos se retiraron de Haití. Durante estos diecinueve años de ocupación se centralizó la política, la administración y la institución militar. Una vez que los marines salieron de la isla, “Washington seguía ejerciendo un control indiscutible sobre la vida política del país.” De igual manera legó el poder a instituciones que fueron cruciales en la manera de gobernar los años siguientes, es el caso del ejército que sirvió de base para que la dictadura se instalara en el poder por un periodo de casi 30 años.
Tiempo más tarde, en el periodo de 1994, la Organización de las Naciones Unidas intervino Haití con su ejército para suplantar a los soldados estadounidenses que habían desembarcado en la isla nuevamente para “restaurar la democracia” después del golpe de Estado en contra del entonces presidente Jean Bertrand Aristide. Posteriormente en 2004, cuando se celebraban dos siglos de independencia de Haití y en la destitución de Aristide de su cargo, el Consejo de Seguridad de la ONU envió a una fuerza multinacional para “estabilizar” la situación del país. Así, el 29 de febrero de este año arribó a Haití la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (MINUSTAH).
La presencia de los cascos azules en este país es uno de los temas que causa más controversia en la actualidad. Ya porque en su presencia “temporal” han transcurrido varios años, ya porque la epidemia de cólera que se desató en el país tiene su sepa en los solados nepaleses de la MINUSTAH (aunque a poco más de un año del cólera en Haití la ONU no ha admitido todavía su responsabilidad en el contagio de la enfermedad infecciosa más mortal en el país caribeño), ya por los conocidos casos de violaciones y vejaciones de los miembros del ejército de la ONU a hombres y mujeres, ya por las problemáticas que se han generado alrededor de su presencia (habrá que esperar a ver qué dicen los antropólogos y los sociólogos sobre los impactos socio-culturales de la MINUSTAH en Haití).
Para dar un ejemplo de lo dicho anteriormente, que vaya más allá del abuso y de la explotación sexual -temas ya de por sí delicados-, es preciso decir que a partir de la llegada de la MINUSTAH el precio por el alquiler de una casa o un departamento en Haití ha subido a niveles estratosféricos porque hay un grupo de propietarios que se aprovecha de la llegada de nuevos capitales para abusar con el precio de las rentas. Esta problemática se agravó a partir del sismo del 12 de enero. Así, hoy en día, Haití es uno de los países donde el costo para arrendar un bien inmueble tiene el mismo o mayor valor que en los países de primer mundo (menudo problema en un país donde hay más de 3 millones de damnificados que perdieron sus casas el día del sismo). De igual forma, es sorprendente conocer que el costo del nivel de vida en Haití es aún más caro que en los países con mayor desarrollo. Una de las razones es que los miembros del ejército de la ONU -con salarios que van de 7 mil a 10 000 mil dólares o más por mes-, así como la presencia extranjera han generado el incremento de los precios en una cadena de productos considerados de lujo a gente que está dispuesta a pagarlos. Una realidad que se vive en Haití y que muchos ignoran: el costo de la vida es muy caro. Así, se podrían enlistar una serie de productos que representan el exceso del costo: el agua embotellada importada, la renta de un auto –entre 100 y 400 dólares por día-, el precio de la leche, el cereal, la mantequilla y la mayoría de los productos lácteos, los muebles y los artículos de cocina, todos los productos electrónicos, el boleto de avión para llegar a Haití puede ser hasta de 2000 dólares, incluso el costo de los vuelos internos o domestic flys es elevado, el precio del servicio de internet, los hoteles, el precio de la administración haitiana en los organismos públicos y privados, etc. Y es que a pesar de que la moneda oficial en Haití es el gourdes, todos los movimientos económicos pequeños y grandes, están basados sobre el dólar. Así, si se va al súper mercado es más caro pagar en gourdes que si se hace en dólares.
Son muchas las problemáticas formadas en torno al ejército extranjero, por esas razones y más han habido varios pronunciamientos que desde diferentes puntos han coincidido en que es el tiempo de que la MINUSTAH se retire de Haití y que esos recursos empleados por la ONU para mantener a su ejército en territorio haitiano, sean redireccionados para la ayuda humanitaria.
La perla del las Antillas. La región del Caribe ha sido un lugar de gran importancia histórica debido a sus rutas marítimas y comerciales, por ser un espacio de intercambio cultural, por la riqueza de sus islas, entre otras cosas. Haití, un pedazo de isla perteneciente a las denominadas Antillas mayores, fue aquella colonia nombrada “La perle des Antilles”, aquella que le produjo riquezas a los colonizadores españoles y franceses por un largo periodo, aquella también donde los esclavos se sublevaron para crear la primera República negra independiente. Es importante señalarlo una y otra vez para que no se pierda en la memoria de ninguno: Haití fue la primera nación en acabar con la colonización, emancipar a los esclavos y apropiarse del espacio. Una de las coyunturas históricas más importantes a nivel internacional tanto por la relevancia política como por su relevancia social.
Actualmente, a pesar de la pobreza y de la devastación ecológica del país, hay en Haití una riqueza no aprovechada. Haití es un país abierto al mundo con una gran cantidad de cosas que ofrecer: arte, historia, cultura, escultura, música y más. También tiene 1700 kilómetros de costas vírgenes lo que representa un turismo ecológico a desarrollar en las playas. Pero más allá de las cuestiones que tienen que ver con el turismo, el territorio haitiano cuenta con recursos geológicos importantes, es el caso de minerales como la bauxita, el cobre, el carbonado de calcio, así como de los yacimientos de oro y de mármol. También posee reservas de indio que es un mineral poco conocido y escaso, el cual se utiliza para la construcción de naves espaciales. Además de eso, cuenta con gas natural y según algunos especialistas afirman que existen recursos petrolíferos que no han sido utilizados. Todos estos elementos podrían ayudar a la recuperación de la economía del país (por ejemplo, si en Haití se nacionalizara el petróleo como lo ha hecho Venezuela, se podrían generar recursos y empleos).
En un lugar tropical como el territorio haitiano donde la lluvia cae a caudales, en un país de montañas donde el agua baja en torrentes durante la temporada de lluvias, se podrían construir presas, recuperar el agua de lluvia o las aguas grises y aprovechar la energía hidroeléctrica que tanto hace falta en este país.
Por otro lado vale la pena señalar que la Fundación Clinton, el Banco Interamericano de Desarrollo y otros organismos más, han hecho donaciones de millones de dólares para construir viviendas y brindar ayuda humanitaria. En este plan de construcción de casas e infraestructura como puentes y carreteras se han contratado principalmente a especialistas extranjeros, dejando al margen a los haitianos que podrían formar parte de estos proyectos. La riqueza más grande que tiene Haití es su gente ávida de trabajar, ávida de vivir. Por lo cual es necesario incorporar a los estudiantes, a los profesionales y en general emplear a la sociedad haitiana y capacitarla en cuanto a las cuestiones especializadas para que formen parte de este proceso de recuperación.
Haití en la historia. Para que Haití se recupere de esta enfermedad de tantos años, para que camine a su propio paso sobre su riqueza histórica, natural y social, es necesario ofrecer a la memoria el recuerdo de lo que pasó el día del temblor, repasar las difíciles circunstancias por las que ha atravesado el país desde ese día y desde hace poco más de doscientos años, pero también es imprescindible refrescar la memoria con aquellas imágenes de este pasado medular en el curso de la historia haitiana: su independencia. Las riquezas exploradas e inexploradas de este país, son los recursos que pueden servir de plataforma para la transformación de Haití y generar una mayor libertad económica. Al respecto, es fundamental señalar la importancia del respeto a la autonomía y a la soberanía de la nación haitiana, así como la necesidad de estimular la economía, incentivar el comercio equitativo, distribuir tierras para el cultivo, impulsar la creación de pequeñas empresas, generar oportunidades de exportación y la promoción del autoempleo. La existencia de estas vías para el desarrollo son primordiales para la transformación de Haití, el primer país que se pronunció en contra de la colonización y de la explotación por allá de 1804.
I have a dream. Después del terremoto de 7º que sacudió Haití, después de la pérdida de miles de vidas, de los cientos de heridos, de la destrucción de centenares de viviendas en un breve lapso de tiempo. Después de ese martes 12 en que la tierra se estremeció con toda su fuerza para conmover al mundo. Hoy, después de dos años, estamos de nuevo reflexionando para tratar de entender aquello que pasa en Haití e intentar poner de nuevo en los ojos del mundo la situación de este país.
Los extranjeros que trabajan en las ONG’s en Haití, los cooperantes internacionales, representan sin duda alguna una ayuda fundamental en el país, pero también como ya se ha señalado hay una problemática que se ha generado alrededor de su presencia. El haitiano, la haitiana se encuentran en el exilio de su propia tierra. En el margen de la economía, en el margen de las actividades laborales y en el borde de la miseria. Pero aquello que pasa en Haití es un destino que está amarrado con nuestro destino. No podemos caminar solos y no podemos dejarlos solos. Es preciso que los ojos del mundo vuelvan a Haití y que lo que sucede en este país nos cause indignación y que se dé rumbo a esa magna solidaridad que se vivió después del sismo. Ésta es nuestra esperanza.
Un año nuevo para Haití. El año que empieza huele a mañana, a un tiempo próximo, a un tiempo futuro… y cada que hay un nuevo amanecer es necesario levantarse, abrir los ojos, ponerse arriba, de pie. Un año nuevo para Haití es el alba de un nuevo mañana. Despertar del letargo del conjunto de desdichas y desazones de esta historia a veces incomprensible. Dejar de dormir en el sueño de la desesperanza, volver sobre nosotros mismo y tomar de la memoria aquello que nos hace falta, caminar sobre esta tierra que nos trajo y que nos lleva. No es la tierra en un sentido indeterminado, es la tierra en el sentido más poético y más emocional posible que se refiere al lugar donde se ha nacido, donde se habita, la tierra en la que camina el conjunto de la sociedad, la tierra de nuestros pasos.
Los días que seguirán inmediatamente de hoy son el tiempo futuro que denotará las acciones que están por realizarse. Por eso es necesario hacer un compromiso con el porvenir de Haití:
1.- Que los días venideros sean el tiempo del nuevo despertar de la sociedad haitiana.
2.- Que logremos manifestar nuestra indignación por la situación del país y del mundo.
3.- Que logremos asumir una posición crítica y responsable ante los errores que han marcado nuestros días.
4.- Que la política no se separe de las masas, que la realidad no se disfrace con números y que los problemas no se escondan tras la cosmética.
5.- Que la democracia no sea de uno solo o de un grupo, que en esta libertad democrática predomine la mayoría para dirigir un país. Y más aún, que esta democracia se infiltre dentro de cada grupo, dentro de cada conjunto de personas que deseen organizarse para llevar a cabo un plan para el país.
6.- Que la sociedad constituya una unidad con la finalidad de que todos exijamos y cooperemos en este cambio necesario.
7.- Que la equidad, la justicia social y los derechos humanos sean parte del comportamiento habitual y que se vuelvan costumbre, que se vuelvan realidad.
8.- Que la manera de hacer política en el país no se desvincule de las situaciones tangibles, es decir, que se construyan los puentes entre los partidos políticos y la población.
9.- Que los problemas cotidianos no sean parte del paisaje y que podamos ver todos los aspectos de la vida diaria que son necesarios modificar.
10.- Que en la sociedad predomine la conciencia de la fuerza que representamos si nos mantenemos informados, participativos, organizados y combativos en la construcción de un mañana.
11.- Que esta porción de tierra rodeada de agua no se aparte del continente, si la geografía nos separa, que no nos separen los lazos solidarios.
12.- Que recuperemos el optimismo para presentar como posible todo aquello que deseamos.
Recuerdos y evocaciones de aquel 12 de enero, Puerto Príncipe, Haití 2012.
• Pierre Étienne, Sauveur, L’enigme haïtiene. Échec de l’État moderne en Haïti, Canadá, Memoire d’encrier/Les Presses de l’Université de Montréal, 2007.
• ____________, Haïti, l’invasion des ONG, Montréal/Port-au-Prince, CIDIHCA/CRESFED, 1997.
• Pierre-Charles, Gérard, Crisis del Estado e intervención internacional en Haití, Panamá, CELA, 2003.
• Nicholls, David, “Haití, 1930c.1990”, en Historia de América Latina, t. 13 México y el Caribe desde 1930, Leslie Bethell (ed.), Barcelona, Grijalbo/Crítica, 1998.
• Trouillot, Michel-Rolph, Haiti, states against nation. The origins & legacy of duvalierism, New York, Monthtly Review Press, 1990.
• Gérard Barthélémy, Le Pays en Dehors, Port-au-Prince, Editions Henri Deschamps, 1989.
• Pierre-Charles, Gérard, Haití. La crisis ininterrumpida, 1930-1975, La Habana, Casa de las Américas, 1978.
• Castor, Suzy, La Ocupación norteamericana de Haití y sus consecuencias (1915-1934), México, Siglo XXI, 1971.
• Participation Locale, Jacques Ould-Aoudia, http://www.courrierdelaplanete.org/81-82/article4.php
• Le sens et le role des acteurs externes dans la reconstruction d’Haïti, Leslie Pean http://www.alterpresse.org/spip.php?article10450
• Marthin Luther King, I have a dream, http://english-zone.com/holidays/mlk-dreamsp.html
- Licette Gómez Sabaiz, historiadora mexicana, estudiante del doctorado en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México.
El balance advierte que hay países en retroceso, y considera que hasta ahora el resultado es adverso por la desigualdad y la falta de distribución del ingreso. A nivel regional se registra un avance de 3 o 4 por ciento en las ocho metas, de las cuales la mortalidad materna es la más atrasada. También aumentan los problemas de desnutrición crónica, y sumado a esto 35 por ciento de los niños más pobres no terminan la educación primaria, sólo 12 por ciento concluyen la secundaria y menos de un punto porcentual la universitaria, dice. En materia ambiental, prácticamente ninguna nación en desarrollo tiene recursos para hacer frente a los efectos negativos del cambio climático; con ello crece el riesgo de que haya más personas afectadas por fenómenos naturales y se agudicen los niveles de vulnerabilidad y pobreza en la zona.
En tanto, los países industrializados tienen la obligación de reducir las emisiones de gases que provocan el problema. Por la mañana, ante el presidente Vicente Fox, el secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), José Luis Machinea Rey, puso en duda que en los próximos años los 189 países miembros de Naciones Unidas cumplan el compromiso mundial de combatir la desigualdad y mejorar el desarrollo humano en 2015. ''La región registra progresos insuficientes en un tema que es el más preocupante, la pobreza extrema, especialmente porque la falta de progreso se da con un patrón adverso, pues quienes menos han avanzado son los más pobres de la región en general.
''No hemos hecho suficientes progresos en mortalidad materna, en universalización de la educación primaria, en acceso a saneamiento, en la sostenibilidad de medio ambiente y en ausencia, por otro lado, del objetivo ocho, que habla de la ayuda de los países industrializados a los que están en vías de desarrollo'', señaló. Insistió en que la principal razón por la cual no se avanza es la desigual distribución del ingreso, lo que incide en la pobreza. En términos absolutos, América Latina y el Caribe registran 222 millones de pobres, cerca de 42 por ciento de la población total, y 96 millones son extremos o indigentes. El informe que ayer se presentó indica que más de la mitad de la población en estas condiciones se concentra en tres naciones: México, 14 por ciento; Brasil, 25, y Colombia, 12 por ciento. Esto refleja que los más afectados por el fenómeno ''se encuentran justamente en los países de mayor población, que además son los que han alcanzado un nivel de ingreso por habitante cercano o superior al promedio regional''.
En conferencia de prensa, Machinea ubicó a México dentro del patrón de la región y consideró que el programa Oportunidades ''ha ayudado'' a reducir la pobreza, pero, al igual que otros de transferencia condicionada, debería mantener los apoyos a mediano plazo. Confió en que el próximo gobierno lo mantenga. Por su parte, Ricardo Sánchez, director del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), sostuvo que la zona se caracteriza por ser la más inequitativa del planeta y por tener indicadores ambientales negativos. Puso de ejemplo que cada año se pierden 46.7 millones de hectáreas; más de 300 hectáreas de suelo están degradadas; la contaminación afecta más de 50 por ciento de sus ríos, sólo 14 por ciento de las residuales municipales son tratadas y 80 millones de latinoamericanos viven con una inadecuada calidad del aire.
La secretaria de Desarrollo Social, Josefina Vázquez Mota, indicó a su vez que México insistirá ante la ONU para que los países con desarrollo medio que están en posibilidades de cumplir las Metas del Milenio asuman nuevos compromisos para combatir la desigualdad y la pobreza. ''No pretendemos solamente las metas que se señalan de un dólar al día de ingreso; queremos cumplir con una meta más amplia de derechos sociales y humanos.'' Rogelio Fernández, del Fondo de Población de la ONU, enfatizó que el indicador más dramático de la desigualdad es la mortalidad materna, que ''es tan alta como la que presentan los países africanos''. Manifestó que en ello inciden el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva, así como a los de emergencia; fecundidad no deseada, que se ''traduce en abortos clandestinos'' y atención profesional en el parto. Sostuvo que esto tiene que ver con los usos y costumbres. A nivel regional, la muerte de mujeres a consecuencia de abortos de alto riesgo es de entre 15 y 25 por ciento del total de la mortalidad materna que registran América Latina y el Caribe. Por: Alma Muñoz, Angélica Enciso y Rosa Elvira Vargas.
El desempleo y la revaluación han afectado al agro. Se prevé que este año caigan la producción y las hectáreas sembradas.Esta situación se reveló en un foro realizado por Casa Editorial EL TIEMPO, Portafolio, la SAC, Finagro, el Cega y la Bolsa Nacional Agropecuaria. El ex subdirector de Planeación y catedrático de la Universidad de los Andes Alejandro Gaviria dijo que según cifras de la Misión de Pobreza, de Planeación Nacional, la pobreza pegó un salto en el 2004 y llegó a 69 por ciento frente a 66,2 por ciento en el 2003.
El aumento en la indigencia fue de 24,9 por ciento en el 2003 a 28,3 por ciento en el 2004. Para el investigador, esta situación es preocupante porque en las políticas del Gobierno no se tiene en cuenta el desarrollo social del sector y no se ofrecen alternativas a los jóvenes, que terminan engrosando las filas de la guerrilla o las organizaciones paramilitares. “Los niveles actuales de pobreza rural son similares a los de hace una década, es decir que en los últimos años no ha habido progreso social en el campo.
Y en el fondo, la pobreza rural también tiene que ver con el conflicto”, anotó. Preocupación por la revaluación Por eso planteó una revisión de la concentración de la tierra, del crédito y del rezago educativo y dijo que el énfasis del desarrollo se debe concentrar más en el bienestar de la población y en la ampliación de servicios públicos, que en las exenciones tributarias o subsidios que benefician a unos sectores pero no a los campesinos. “La agricultura va bien pero el campo no tanto”, aseguró.
El presidente de la Bolsa Nacional Agropecuaria, Gustavo Bernal, sostuvo que en el segundo semestre de este año se espera un descenso del 15 por ciento en la producción y el área sembrada en cultivos de arroz, maíz, sorgo, soya y algodón debido a la revaluación, la baja de precio de estos productos el año pasado y problemas de comercialización, lo que tendrá un impacto negativo en el empleo rural. A la preocupación por el impacto de la revaluación se sumaron gremios exportadores como Asocolflores y Augura. El ministro de Agricultura, Andrés Arias, dijo que el sector se debe acostumbrar a vivir con el riesgo de la tasa de cambio así como vive con el riesgo climático o de precios.
“Me temo que todavía no estamos en el límite inferior de la tasa de cambio”, dijo. Defendió las políticas del sector, al asegurar que se están diseñando subsidios, se está incentivando el crédito asociativo y se está impulsando la asistencia técnica. El codirector del Banco de la República Carlos Gustavo Cano dijo que en dos años la competitividad cambiaria real de la economía se ha perdido en un 20 por ciento y advirtió que este año las importaciones crecerán más que el año pasado. “La revaluación es un premio a los importadores y un castigo a la producción nacional”.
Gobierno pidió más apoyo a beneficiarios del TLC El Gobierno formuló ayer un llamado a los ganadores del Tratado de Libre Comercio (TLC) para que salgan a apoyarlo y no lo dejen solo. “Los sectores ganadores no pueden ir detrás de la ola, tienen que salir a apoyar este proceso porque es mucho lo que podemos ganar. El desgaste no puede ser únicamente del Gobierno, de la SAC y de unos pocos gremios”, anotó el ministro de Agricultura, a propósito del debate planteado en las últimas semanas por los cerealeros, palmicultores y pequeños y medianos empresarios, que se han mostrado en contra de la forma como se está desarrollando la negociación. Arias dijo que el agro no puede quedar excluido del TLC y que todos tienen que disciplinarse.
“Lo que no puede ser es que Colombia abra unilateralmente su mercado. Pedimos a E.U.concretar el tema lácteo, abrir las puertas al azúcar y que se pronuncie sobre el Comité Bilateral Permanente”. Estudian subsidios al agro El ministro de Agricultura, Andrés Arias, indicó que están estudiando instrumentos para que los agricultores puedan cubrirse contra todos los riesgos, incluida la tasa de cambio. “Estamos diseñando un esquema de subsidios a las primas de las coberturas contra todo tipo de riesgos, para que los agricultores que le quieran apostar a las coberturas lo puedan hacer”, dijo.
La intención es subsidiar la prima y no el precio del producto, porque eso no solo blinda a los productores sino que el costo es más moderado para el fisco. El sistema estaría listo en el 2005 debido a las implicaciones fiscales y jurídicas. Dependiendo de los recursos se determinará qué productos se van a cubrir y hasta qué porcentaje. Al ser interrogado sobre si este seguro no despertaría una polémica similar a la que se vio con el apoyo a los bananeros y floricultores, Arias señaló que no es polémico reconocer que la agricultura enfrenta riesgos y volatilidades más altos que cualquier otro sector. Recordó que hoy se dan subsidios como el que se otorga al algodón, al fijarle un precio mínimo.
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