La disputa por el control de la tierra y del territorio rural no cesa en Colombia: posicionamiento de viejos y nuevos actores armados, narcotráfico, minería ilegal, y con ello el despojo de tierra, el desplazamiento de sus pobladores, el asesinato sistemático de liderazgos sociales. Estos y otros son los factores de un virus que de vieja data y con renovada potencia afecta a esta parte de nuestro país.
Según la organización de derechos humanos Indepaz, en Colombia se reportan 95 líderes y lideresas asesinados desde enero hasta los primeros días de mayo. Esta situación tiene un agravante y es que desde el inicio de la peste por covid-19 los liderazgos sociales blanco de sicariato suman 32, de ellos 19 en medio de la medida del confinamiento obligatorio en todo el país e iniciado el 23 de marzo.
El combustible del conflicto. Este atentado permanente contra la vida de quienes asumen el liderazgo en sus comunidades tiene especial realce en regiones donde hay sembradas grandes extensiones de hoja de coca, territorios con corredores estratégicos de vital importancia para el narcotráfico ya que le permiten salir a la frontera marítima.
En estos territorios, al mismo tiempo, se disputa el control de la extracción de minerales, así como la implementación de proyectos extractivistas en general. Es decir, la disputa por el control territorial no es casual, ella se ubica dentro de la lógica de un conflicto armado de vieja data que no logró cerrarse con el acuerdo firmado por las Farc y el gobierno nacional, disputa por el territorio que también se inscribe y alimenta con sus flujos financieros la economía nacional y global, del que se benerician los conglomerados financieros criollos e internacionales. Ante ello, la militarización es la única oferta que llega a las comunidades de parte del Estado central. Carburante para la multiplicación de la guerra.
A propósito de esta situación, desdeabajo entrevistó a distintos procesos organizativos que históricamente han sido víctimas del conflicto armado y que en los últimos meses algunos de sus integrantes han sido blanco de ataque nuevamente en esta guerra que parece de nunca acabar. Son las palabras de estas personas las que pueden realizar un diagnóstico ejemplar de las principales problemáticas de la ruralidad colombiana, al mismo tiempo que proponer las soluciones y alternativas que necesita el campo colombiano. Aquí sus palabras:
desdeabajo (da). ¿Cuál es la situación actual del campesinado en medio de la pandemia del covid-19?
Ernesto Alexander Roa (EAR). Los campesinos y campesinas enfrentamos una pandemia histórica con manifestación de exclusión, marginación, persecución y en este sentido la muerte y el despojo, todo ello parte sustancial de la política de un Estado que responde a unas políticas de un sistema capitalista.
Realidad que no ha cambiado en el marco de esta coyuntura mundial, por el contrario se profundiza mucho más. Prolongación de una política pese al papel estratégico que jugamos los campesinos en la lucha por la soberanía y garantía de la alimentación y el cuidado del territorio y de los bienes comunes de la naturaleza.
Por desfortuna el panorama nacional no es tan favorable para quienes habitamos el campo, porque la política neoliberal extractivista se profundiza y con ella la guerra que imponen para Colombia, con la que llega y se prolonga el exterminio del movimiento social, en particular del movimiento campesino que lo consideran un estorbo para el desarrollo de los grandes megaproyectos que aspiran implementar desde actores internacionales. Entonces, en el marco de la pandemia seguimos siendo objeto de persecución, estigmatización, judicialización, amenaza, despojo, tratamiento militar.
da. Las regiones en donde se están presentando los asesinatos de los liderazgos sociales responden a la lógica de un modelo económico y de reagrupación del poder, ¿Cómo valoran esta situación y qué acciones han decidido emprender para el futuro y el autocuidado de la organización?
EAR. Como CNA hemos sido víctimas históricas, solo que hoy esto toma más fuerza. Desde marzo de 2020, hasta lo corrido de mayo, llevamos cerca de 10 compañeros asesinados, incluidos compañeros de la junta nacional de la organización en Putumayo y Cauca, eso sin mencionar los intentos de homicidio acaecidos en distintas regiones como Arauca, en donde el Ejército ha disparado de manera indiscriminada sobre los puntos de Guardia Campesina que realizan un ejercicio de pedagogía sobre la coyuntura que estamos viviendo.
El despliegue de violencia homicida, del despojo y de la amenaza, está focalizada en los territorios donde hay gran concentración de cultivos de hoja de coca. Como CNA hemos dicho que la coca no es una alternativa, nuestra alternativa es la autonomía y soberanía alimentaria; hemos dicho que los territorios campesinos agroalimentarios nacen como una propuesta para frenar, controlar y confrontar de mejor manera los proyectos extractivistas que se vienen implementando en los territorios que van en contravía y en detrimento de la vida digna.
desdeabajo (da). ¿Cuál es la situación actual en el Catatumbo?
Olga Lucía Quintero Sierra (Olqs). La situación es compleja. Si hablamos desde que se declaró la pandemia, resaltar que no han llegado ayudas humanitarias para las familias que más lo necesitan, ni tampoco hay un sistema de salud adecuado en la región. Pero a esto debemos sumarle la situación de vulneración de los derechos humanos que no ha parado: en lo que va corrido del año han asesinado cuatro líderes en el departamento, tres de ellos en el Catatumbo y uno en Puerto Santander. Así mismo, desde el 11 de marzo se han incrementado las erradicaciones forzadas violentas en las regiones de Sardinata, Zulia y área rural de Cúcuta, y en su marco el 26 de marzo un miembro del Ejército asesinó al joven Alejandro Carvajal, de 20 años, sobrino de una dirigente de Ascamcat que se encontraba en un asentamiento campesino precisamente como un mecanismo de defensa del territorio y para evitar la erradicación forzada.
da. Desde la visión de Ascamcat, ¿cuál es la razón para el asesinato sistemático de liderazgos sociales en el país?
Olqs. Hay mucha coincidencia que en las regiones donde se está erradicando se está asesinando a los liderazgos sociales, los mismos que trabajan fuertemente en los territorios, que hablan de la implementación del Acuerdo de Paz y específicamente apoyan el punto cuatro de solución al problema de las drogas ilícitas, como ha pasado con los líderes de la Marcha Patriótica, del Congreso de los Pueblos y con líderes comunales. El gobierno utiliza el covid-19 para solapar la realidad de lo que pasa en los territorios. También llama mucho la atención que el Ejército haya estado perfilando líderes y periodistas, no conocemos la lista completa, pero aquí el gobierno es el que está en contra de la implementación del Acuerdo de Paz; entonces, nos preguntamos, ¿dónde están las garantías?
desdeabajo (da). ¿Cuál es la situación actual del pueblo indígena Awá?
Rider Pai Nastacuas (RPN). Como pueblo indígena Awá vemos varias preocupaciones. En el territorio Awá siempre hemos sido víctimas del conflicto armado que vive nuestro país, así mismo en el mes de marzo y mayo hubo asesinatos de indígenas de nuestro pueblo, como también amenazas. Toda esta situación nos preocupa bastante, pues somos un pueblo que su forma de vida cultural, territorial y organizacional tiene la forma de vivir dispersos y de difícil acceso para llegar a los resguardos. Asimismo, somos un pueblo fronterizo que se ubica en regiones muy estratégicas para los actores armados que operan en la región.
Hoy, con la llegada de esta enfermedad que viene amenazando al ser humano a nivel mundial, nos sentimos bastante preocupados porque en las condiciones en las que estamos viviendo es muy difícil atender las poblaciones con medicina. Pero, además, las familias tienen enfermedades presentes históricamente, como el paludismo y la tuberculosis, entonces nos preocupa bastante porque son muchas las necesidades.
da. ¿Cuáles son las principales razones para las amenazas y asesinatos que padecen como pueblo Awá?
RNP. Hemos hecho un balance de toda la situación vivida históricamente y los territorios nuestros son estratégicos, hay muchos intereses por minería ilegal, por la siembra de cultivos de coca. Otras situaciones bastante duras tienen que ver con el trabajo que llevamos como autoridades y guardias para el control territorial en los resguardos. Es así como vemos que la situación nos pone en alto riesgo cuando hacemos parte de la lucha y la resistencia para prevenir, proteger y fortalecer el mismo sistema de gobierno propio.
Desde el 2016 hasta acá tenemos 40 compañeros y compañeras asesinados, en donde hay asesinatos de mayores, autoridades, jóvenes y menores de edad. Lo que miramos es que después del Acuerdo de Paz se han organizado nuevos grupos que realizan un nuevo control territorial. También vemos un cambio de estrategia en la forma de actuar de estos grupos contra las organizaciones de base, sociales o indígenas, pues la forma de actuar es la de matar a nuestros jóvenes y amenazarlos, lo que implica una situación de exterminio del pueblo Awá.
desdeabajo (da). ¿Cuál es el contexto actual de las regiones en donde se encuentra la Coccam?
Arnobis Zapata Martínez (AZM). El contexto general de estas regiones es que son zonas abandonadas por el Estado, en donde los campesinos han tenido que acudir desde hace mucho tiempo al cultivo de la coca como única forma de subsistencia. En estas zonas se ha vivido el conflicto social y armado durante todo el tiempo, el mismo que se ha incrementado después de la firma del Acuerdo de Paz por nuevos actores –grupos paramilitares, disidencias y otro tipo de grupos que se han venido formando para copar el territorio dejado por las Farc. Además, la única presencia del Estado es a través del Ejército, otro actor armado en los territorios.
da. ¿Cómo van con el acceso, propiedad y restitución de tierras en estas regiones?
AZM. Este tema no tiene avance alguno. A los lugares identificados en el Acuerdo de Paz se les hizo planes de desarrollo con enfoque territorial, pero hasta el momento no hay un desarrollo de esos planes. En cuanto al acceso a la tierra, tampoco hay avances que puedan significar una mención específica, esto sigue en las mismas condiciones que se encontraba antes del Acuerdo de Paz. Con el tema de restitución de tierras, lo que ha habido es un atraso, porque estos grupos armados que han llegado han hecho retroceder los procesos en muchas zonas donde había algún avance.
da. ¿Qué nos puede contar en cuanto a la sustitución de cultivos de coca por parte de las comunidades?
AZM. Vemos un avance en inscripción de las familias al programa de sustitución de cultivos, con un cumplimiento muy grande por parte de las comunidades, pero un incumplimiento enorme por parte del Gobierno, que dejó a un lado sus compromisos. En este momento el programa de sustitución tiene serios retrasos en su implementación en cuanto a temas como los proyectos productivos, lo que genera desespero y pérdida de confianza entre los campesinos.
La erradicación con glifosato se implementó hace mucho tiempo y en ello se gastaron miles y miles de millones de pesos y no funcionó, no lograron absolutamente nada más allá de contaminar el ambiente, de contaminar la tierra. Creemos que la única forma para evitar el cultivo de la coca es a través de los programas de sustitución voluntaria, que ya han demostrado ser una herramienta efectiva para que los campesinos no vuelvan a sembrar. Lo que hay que hacer es transformar las condiciones que los campesinos tienen en los territorios para así cambiar de economía.
da. ¿Cómo evalúan la situación de asesinatos de liderazgos sociales a lo largo de todo el territorio nacional, y cómo se han visto afectados por esta situación en la Coccam?
AZM. El panorama es bastante complicado, más que todo en zonas como Nariño, Putumayo, Catatumbo y Bajo Cauca, que son zonas que siempre han estado en el marco del conflicto. Han matado y están asesinando líderes, incluso aprovechado que los líderes están en sus casas confinados para asesinarlos; en el Putumayo mataron a un compañero de la Coccam, así mismo a dos campesinos los asesinaron en el marco de las erradicaciones forzosas y el enfrentamiento con el Ejército en los territorios.
*Integrante equipo desdeabajo y del colectivo Loma Sur.
Recuadro
Entrevista a Jhon León, defensor de Derechos Humanos, integrante de la Comisión nacional de búsqueda de personas desaparecidas del Partido Farc.
desdeabajo. ¿Cuál es la situación actual de los excombatientes en proceso de reincorporación?
Jhon León. En los territorios vivimos una gravísima situación humanitaria, ligada a la reincorporación de los firmantes del Acuerdo de Paz, y de lo cual dan testimonio plataformas de Derechos Humanos como Somos Defensores o Indepaz: 95 líderes sociales asesinados en lo corrido del año. A esto se suma el sistemático asesinato de excombatientes: el viernes 8 de mayo se logró identificar otro excombatiente –en proceso de reincorporación– asesinado e incinerado en el municipio de Bello-Antioquia–, y con él en lo corrido de este año son aproximadamente 25 firmantes del Acuerdo asesinados, de una cifra que se acerca casi a los 200 desde la firma del Acuerdo de Paz.
Entonces, estamos ante la continuidad del exterminio, del asesinato sistemático de líderes sociales, defensores de Derechos Humanos, y ante la presencia y reagrupamiento de grupos paramilitares en distintas zonas del país, diría uno bajo la complicidad –o al menos la omisión– del Estado colombiano al no cumplir con las garantías mínimas de seguridad integral en los territorios y, con ello, el incumplimiento de los Acuerdos en materia de seguridad pero, en general, de los Acuerdos de Paz en su conjunto, lo que nos lleva a repetir el ciclo de violencia en los territorios.
Para suscripción:
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La disputa por el control de la tierra y del territorio rural no cesa en Colombia: posicionamiento de viejos y nuevos actores armados, narcotráfico, minería ilegal, y con ello el despojo de tierra, el desplazamiento de sus pobladores, el asesinato sistemático de liderazgos sociales. Estos y otros son los factores de un virus que de vieja data y con renovada potencia afecta a esta parte de nuestro país.
Según la organización de derechos humanos Indepaz, en Colombia se reportan 95 líderes y lideresas asesinados desde enero hasta los primeros días de mayo. Esta situación tiene un agravante y es que desde el inicio de la peste por covid-19 los liderazgos sociales blanco de sicariato suman 32, de ellos 19 en medio de la medida del confinamiento obligatorio en todo el país e iniciado el 23 de marzo.
El combustible del conflicto. Este atentado permanente contra la vida de quienes asumen el liderazgo en sus comunidades tiene especial realce en regiones donde hay sembradas grandes extensiones de hoja de coca, territorios con corredores estratégicos de vital importancia para el narcotráfico ya que le permiten salir a la frontera marítima.
En estos territorios, al mismo tiempo, se disputa el control de la extracción de minerales, así como la implementación de proyectos extractivistas en general. Es decir, la disputa por el control territorial no es casual, ella se ubica dentro de la lógica de un conflicto armado de vieja data que no logró cerrarse con el acuerdo firmado por las Farc y el gobierno nacional, disputa por el territorio que también se inscribe y alimenta con sus flujos financieros la economía nacional y global, del que se benerician los conglomerados financieros criollos e internacionales. Ante ello, la militarización es la única oferta que llega a las comunidades de parte del Estado central. Carburante para la multiplicación de la guerra.
A propósito de esta situación, desdeabajo entrevistó a distintos procesos organizativos que históricamente han sido víctimas del conflicto armado y que en los últimos meses algunos de sus integrantes han sido blanco de ataque nuevamente en esta guerra que parece de nunca acabar. Son las palabras de estas personas las que pueden realizar un diagnóstico ejemplar de las principales problemáticas de la ruralidad colombiana, al mismo tiempo que proponer las soluciones y alternativas que necesita el campo colombiano. Aquí sus palabras:
desdeabajo (da). ¿Cuál es la situación actual del campesinado en medio de la pandemia del covid-19?
Ernesto Alexander Roa (EAR). Los campesinos y campesinas enfrentamos una pandemia histórica con manifestación de exclusión, marginación, persecución y en este sentido la muerte y el despojo, todo ello parte sustancial de la política de un Estado que responde a unas políticas de un sistema capitalista.
Realidad que no ha cambiado en el marco de esta coyuntura mundial, por el contrario se profundiza mucho más. Prolongación de una política pese al papel estratégico que jugamos los campesinos en la lucha por la soberanía y garantía de la alimentación y el cuidado del territorio y de los bienes comunes de la naturaleza.
Por desfortuna el panorama nacional no es tan favorable para quienes habitamos el campo, porque la política neoliberal extractivista se profundiza y con ella la guerra que imponen para Colombia, con la que llega y se prolonga el exterminio del movimiento social, en particular del movimiento campesino que lo consideran un estorbo para el desarrollo de los grandes megaproyectos que aspiran implementar desde actores internacionales. Entonces, en el marco de la pandemia seguimos siendo objeto de persecución, estigmatización, judicialización, amenaza, despojo, tratamiento militar.
da. Las regiones en donde se están presentando los asesinatos de los liderazgos sociales responden a la lógica de un modelo económico y de reagrupación del poder, ¿Cómo valoran esta situación y qué acciones han decidido emprender para el futuro y el autocuidado de la organización?
EAR. Como CNA hemos sido víctimas históricas, solo que hoy esto toma más fuerza. Desde marzo de 2020, hasta lo corrido de mayo, llevamos cerca de 10 compañeros asesinados, incluidos compañeros de la junta nacional de la organización en Putumayo y Cauca, eso sin mencionar los intentos de homicidio acaecidos en distintas regiones como Arauca, en donde el Ejército ha disparado de manera indiscriminada sobre los puntos de Guardia Campesina que realizan un ejercicio de pedagogía sobre la coyuntura que estamos viviendo.
El despliegue de violencia homicida, del despojo y de la amenaza, está focalizada en los territorios donde hay gran concentración de cultivos de hoja de coca. Como CNA hemos dicho que la coca no es una alternativa, nuestra alternativa es la autonomía y soberanía alimentaria; hemos dicho que los territorios campesinos agroalimentarios nacen como una propuesta para frenar, controlar y confrontar de mejor manera los proyectos extractivistas que se vienen implementando en los territorios que van en contravía y en detrimento de la vida digna.
desdeabajo (da). ¿Cuál es la situación actual en el Catatumbo?
Olga Lucía Quintero Sierra (Olqs). La situación es compleja. Si hablamos desde que se declaró la pandemia, resaltar que no han llegado ayudas humanitarias para las familias que más lo necesitan, ni tampoco hay un sistema de salud adecuado en la región. Pero a esto debemos sumarle la situación de vulneración de los derechos humanos que no ha parado: en lo que va corrido del año han asesinado cuatro líderes en el departamento, tres de ellos en el Catatumbo y uno en Puerto Santander. Así mismo, desde el 11 de marzo se han incrementado las erradicaciones forzadas violentas en las regiones de Sardinata, Zulia y área rural de Cúcuta, y en su marco el 26 de marzo un miembro del Ejército asesinó al joven Alejandro Carvajal, de 20 años, sobrino de una dirigente de Ascamcat que se encontraba en un asentamiento campesino precisamente como un mecanismo de defensa del territorio y para evitar la erradicación forzada.
da. Desde la visión de Ascamcat, ¿cuál es la razón para el asesinato sistemático de liderazgos sociales en el país?
Olqs. Hay mucha coincidencia que en las regiones donde se está erradicando se está asesinando a los liderazgos sociales, los mismos que trabajan fuertemente en los territorios, que hablan de la implementación del Acuerdo de Paz y específicamente apoyan el punto cuatro de solución al problema de las drogas ilícitas, como ha pasado con los líderes de la Marcha Patriótica, del Congreso de los Pueblos y con líderes comunales. El gobierno utiliza el covid-19 para solapar la realidad de lo que pasa en los territorios. También llama mucho la atención que el Ejército haya estado perfilando líderes y periodistas, no conocemos la lista completa, pero aquí el gobierno es el que está en contra de la implementación del Acuerdo de Paz; entonces, nos preguntamos, ¿dónde están las garantías?
desdeabajo (da). ¿Cuál es la situación actual del pueblo indígena Awá?
Rider Pai Nastacuas (RPN). Como pueblo indígena Awá vemos varias preocupaciones. En el territorio Awá siempre hemos sido víctimas del conflicto armado que vive nuestro país, así mismo en el mes de marzo y mayo hubo asesinatos de indígenas de nuestro pueblo, como también amenazas. Toda esta situación nos preocupa bastante, pues somos un pueblo que su forma de vida cultural, territorial y organizacional tiene la forma de vivir dispersos y de difícil acceso para llegar a los resguardos. Asimismo, somos un pueblo fronterizo que se ubica en regiones muy estratégicas para los actores armados que operan en la región.
Hoy, con la llegada de esta enfermedad que viene amenazando al ser humano a nivel mundial, nos sentimos bastante preocupados porque en las condiciones en las que estamos viviendo es muy difícil atender las poblaciones con medicina. Pero, además, las familias tienen enfermedades presentes históricamente, como el paludismo y la tuberculosis, entonces nos preocupa bastante porque son muchas las necesidades.
da. ¿Cuáles son las principales razones para las amenazas y asesinatos que padecen como pueblo Awá?
RNP. Hemos hecho un balance de toda la situación vivida históricamente y los territorios nuestros son estratégicos, hay muchos intereses por minería ilegal, por la siembra de cultivos de coca. Otras situaciones bastante duras tienen que ver con el trabajo que llevamos como autoridades y guardias para el control territorial en los resguardos. Es así como vemos que la situación nos pone en alto riesgo cuando hacemos parte de la lucha y la resistencia para prevenir, proteger y fortalecer el mismo sistema de gobierno propio.
Desde el 2016 hasta acá tenemos 40 compañeros y compañeras asesinados, en donde hay asesinatos de mayores, autoridades, jóvenes y menores de edad. Lo que miramos es que después del Acuerdo de Paz se han organizado nuevos grupos que realizan un nuevo control territorial. También vemos un cambio de estrategia en la forma de actuar de estos grupos contra las organizaciones de base, sociales o indígenas, pues la forma de actuar es la de matar a nuestros jóvenes y amenazarlos, lo que implica una situación de exterminio del pueblo Awá.
desdeabajo (da). ¿Cuál es el contexto actual de las regiones en donde se encuentra la Coccam?
Arnobis Zapata Martínez (AZM). El contexto general de estas regiones es que son zonas abandonadas por el Estado, en donde los campesinos han tenido que acudir desde hace mucho tiempo al cultivo de la coca como única forma de subsistencia. En estas zonas se ha vivido el conflicto social y armado durante todo el tiempo, el mismo que se ha incrementado después de la firma del Acuerdo de Paz por nuevos actores –grupos paramilitares, disidencias y otro tipo de grupos que se han venido formando para copar el territorio dejado por las Farc. Además, la única presencia del Estado es a través del Ejército, otro actor armado en los territorios.
da. ¿Cómo van con el acceso, propiedad y restitución de tierras en estas regiones?
AZM. Este tema no tiene avance alguno. A los lugares identificados en el Acuerdo de Paz se les hizo planes de desarrollo con enfoque territorial, pero hasta el momento no hay un desarrollo de esos planes. En cuanto al acceso a la tierra, tampoco hay avances que puedan significar una mención específica, esto sigue en las mismas condiciones que se encontraba antes del Acuerdo de Paz. Con el tema de restitución de tierras, lo que ha habido es un atraso, porque estos grupos armados que han llegado han hecho retroceder los procesos en muchas zonas donde había algún avance.
da. ¿Qué nos puede contar en cuanto a la sustitución de cultivos de coca por parte de las comunidades?
AZM. Vemos un avance en inscripción de las familias al programa de sustitución de cultivos, con un cumplimiento muy grande por parte de las comunidades, pero un incumplimiento enorme por parte del Gobierno, que dejó a un lado sus compromisos. En este momento el programa de sustitución tiene serios retrasos en su implementación en cuanto a temas como los proyectos productivos, lo que genera desespero y pérdida de confianza entre los campesinos.
La erradicación con glifosato se implementó hace mucho tiempo y en ello se gastaron miles y miles de millones de pesos y no funcionó, no lograron absolutamente nada más allá de contaminar el ambiente, de contaminar la tierra. Creemos que la única forma para evitar el cultivo de la coca es a través de los programas de sustitución voluntaria, que ya han demostrado ser una herramienta efectiva para que los campesinos no vuelvan a sembrar. Lo que hay que hacer es transformar las condiciones que los campesinos tienen en los territorios para así cambiar de economía.
da. ¿Cómo evalúan la situación de asesinatos de liderazgos sociales a lo largo de todo el territorio nacional, y cómo se han visto afectados por esta situación en la Coccam?
AZM. El panorama es bastante complicado, más que todo en zonas como Nariño, Putumayo, Catatumbo y Bajo Cauca, que son zonas que siempre han estado en el marco del conflicto. Han matado y están asesinando líderes, incluso aprovechado que los líderes están en sus casas confinados para asesinarlos; en el Putumayo mataron a un compañero de la Coccam, así mismo a dos campesinos los asesinaron en el marco de las erradicaciones forzosas y el enfrentamiento con el Ejército en los territorios.
*Integrante equipo desdeabajo y del colectivo Loma Sur.
Recuadro
Entrevista a Jhon León, defensor de Derechos Humanos, integrante de la Comisión nacional de búsqueda de personas desaparecidas del Partido Farc.
desdeabajo. ¿Cuál es la situación actual de los excombatientes en proceso de reincorporación?
Jhon León. En los territorios vivimos una gravísima situación humanitaria, ligada a la reincorporación de los firmantes del Acuerdo de Paz, y de lo cual dan testimonio plataformas de Derechos Humanos como Somos Defensores o Indepaz: 95 líderes sociales asesinados en lo corrido del año. A esto se suma el sistemático asesinato de excombatientes: el viernes 8 de mayo se logró identificar otro excombatiente –en proceso de reincorporación– asesinado e incinerado en el municipio de Bello-Antioquia–, y con él en lo corrido de este año son aproximadamente 25 firmantes del Acuerdo asesinados, de una cifra que se acerca casi a los 200 desde la firma del Acuerdo de Paz.
Entonces, estamos ante la continuidad del exterminio, del asesinato sistemático de líderes sociales, defensores de Derechos Humanos, y ante la presencia y reagrupamiento de grupos paramilitares en distintas zonas del país, diría uno bajo la complicidad –o al menos la omisión– del Estado colombiano al no cumplir con las garantías mínimas de seguridad integral en los territorios y, con ello, el incumplimiento de los Acuerdos en materia de seguridad pero, en general, de los Acuerdos de Paz en su conjunto, lo que nos lleva a repetir el ciclo de violencia en los territorios.
Las grandes extensiones de tierra improductiva, que no generan ingresos para los municipios, y la falta de un sistema de corresponsabilidad del Gobierno nacional para distribuir los recursos, son algunos factores que aumentan la desigualdad entre los departamentos del país, y que fueron identificados a partir del análisis de la base de datos tributaria que publica la DIAN tanto para las personas jurídicas como para las personas naturales.
El fenómeno social de la desigualdad es complejo porque está influido por múltiples factores. Al respecto es pertinente considerar las palabras del economista francés Thomas Piketty, quien señala que “cuando se diserta sobre la distribución de la riqueza, la política nunca está distante, y a menudo es difícil evitar los prejuicios y los intereses de clase de la época” (El capital en el siglo XXI, 2015).
Colombia es uno de los países con mayor desigualdad en el mundo y uno de los dos con mayor concentración de la riqueza en América Latina, la región más desigual. Esto se hace evidente no solo al analizar el índice de Gini (indicador de la desigualdad), sino también al revisar las brechas en la distribución del ingreso, las diferencias regionales y la dificultad para acceder a trabajos de buena calidad.
"El sistema tributario prevaleciente en Colombia no solo no contribuye a reducir la desigualdad, como ocurre en países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), sino que la mantiene e incluso la reproduce aún después de impuestos". |
Así mismo la desigualdad es más notoria ante una marcada in-movilidad social intergeneracional ascendente –incluso comparada con la de países de similar nivel de ingreso– que se retroalimenta con la exagerada concentración de Ingresos y riqueza prevaleciente de manera estructural en el país, realidad que se muestra en el libro (In-) movilidad social y democracia, de Luis Jorge Garay, publicado en 2018 por Ediciones Desde Abajo.
Los registros administrativos fiscales resultan ser los más confiables y útiles para analizar la dinámica de la concentración de la riqueza y del ingreso; la estructura de las exenciones y deducciones fiscales; y del gasto tributario, entre otros. Por tal razón, en el estudio adelantado por los autores del presente texto se utiliza la base de datos tributaria que publica la DIAN tanto para las personas jurídicas (PJ) como para las personas naturales (PN).
El patrimonio tanto de las PJ como de las PN se encuentra muy concentrado. En efecto, las declaraciones de renta presentadas en 2018 por las PJ muestran que el decil más rico de empresas concentró el 95,4 % de la riqueza total de las PJ en el país, consecuente con un índice de concentración Gini del 0,974 (el valor del índice de Gini se encuentra entre 0 y 1. Siendo cero la máxima igualdad y 1 la máxima desigualdad). Es importante señalar que un grupo de 20.000 empresas presenta un patrimonio bruto igual a cero; el 19 % de ellas pertenece al sector “actividades de otras asociaciones no clasificadas previamente (NCP)”.
A su vez, el decil más rico de las PN (unas 300.000) declararon en 2018 un patrimonio líquido equivalente al 97 % del PIB, acumulando a su haber el 56 % del patrimonio total de las PN.
Dada la alta concentración de las PJ y las PN más ricas, al desglosar el decil 10 se encuentra que:
(i) El subdecil 10 de las PJ superricas aglutina hasta el 88 % del patrimonio de las PJ más ricas, manteniéndose la concentración patrimonial (índice Gini de 0,8291) y destacándose el hecho de que cerca de 500 empresas serían las PJ super superricas del país, al concentrar el 57 % del patrimonio bruto de las PJ.
(ii) En el caso de las PN más ricas del país, los subdeciles 9 y 10 de los super superricos concentran el 60 % del patrimonio bruto y el 61 % de total de las rentas líquidas cedulares de las PN más ricas (del decil 10), con un índice Gini para las super superricas (del subdecil 10) del 0,56 en el caso del patrimonio.
Ello muestra el muy elevado grado de concentración aún al nivel del 1 % de las PN y las PJ superricas del país, lo que no contradice la tendencia observada en diversos países durante los últimos años, aunque el caso colombiano sí sobresale por la agudización del fenómeno de sobreconcentración y desigualdad.
Esta situación se agrava aún más en la medida en que el sistema tributario prevaleciente en Colombia no solo no contribuye a reducir la desigualdad, como ocurre en países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), sino que la mantiene e incluso la reproduce aún después de impuestos.
Es evidente que los privilegios tributarios, además de erosionar la base gravable del impuesto sobre la renta, hacen que la tarifa efectiva promedio (impuestos pagados/ingreso bruto) de las PJ y de las PN resulte ser muy baja, beneficiando en gran medida tanto a las PN como a las PJ con mayores ingresos, en especial a las superricas. Es así como la tarifa efectiva promedio del impuesto a la renta para las PJ en 2017 fue casi la décima parte de la tarifa nominal promedio, como resultado de los tratos diferenciales “pro rico”, al punto que la tarifa efectiva –teniendo presente los cargos tanto a la nómina como al patrimonio– alcanzaría el 5,6 % en el decil 1, y el 5,4 y 5,0 % en los deciles 9 y 10.
Lo anterior permite corroborar con certeza la existencia de un espacio suficiente para implantar una mayor tributación progresiva efectiva sobre las PJ más ricas (pertenecientes a los deciles 8, 9 y 10) y especialmente sobre las superricas, sin que ello por sí solo pudiera poner en riesgo su capacidad de inversión, acumulación y expansión, ni su potencialidad competitiva internacional.
A su turno, las PN más ricas del país (del decil 10) tuvieron una tarifa efectiva promedio del 11,3 % para el caso de las rentas laborales y pensiones; del 2,6 % para las rentas de capital y no laborales; y del 1,1 % para dividendos y participaciones, por lo que las más beneficiadas por el estatuto tributario vigente en 2017 fueron las que recibieron mayores rentas por concepto de capital y dividendos, con el agravante de que las PN super superricas se usufructuaron todavía de menores tarifas efectivas.
Para el profesor Jorge Enrique Espitia, del Centro de Pensamiento en Política Fiscal de la UN, “el estatuto tributario prevaleciente en el país no satisface los criterios constitucionales de equidad, progresividad y eficiencia”.
Así pues, la multiplicidad de tratamientos tributarios preferenciales a favor especialmente de las PJ y de las PN más ricas –sobre todo las superricas y super superricas–, privilegiando a las rentas de capital y los dividendos y participaciones con respecto a las rentas laborales, y diferenciando entre sectores de actividad, entre otros, conducen a:
- un bajo esfuerzo fiscal efectivo para la economía en su conjunto,
- drásticas inequidades tanto horizontales como verticales y sectoriales,
- elevados grados de ineficiencia administrativa, y
- exagerados niveles de evasión y elusión tributarios.
En este sentido, el estatuto tributario prevaleciente en el país no satisface los criterios constitucionales de equidad, progresividad y eficiencia.
De ahí la urgencia de establecer una drástica disminución de deducciones, exenciones y otros tratos preferenciales, especialmente a las PN y a las PJ declarantes con mayores ingresos, con miras a avanzar en el desmonte de factores determinantes de la inequidad y regresividad del estatuto tributario colombiano, y así poder contribuir a la reducción de los inaceptables niveles de desigualdad y exclusión social en el país. Además, una política de esta naturaleza permitiría aumentar el recaudo tributario con respecto al PIB, reducir la tarifa nominal del impuesto sobre la renta y aumentar su respectiva tarifa efectiva.
Según el investigador Luis Jorge Garay, muchas veces la alta concentración lleva a que la tierra se vea como un elemento de concentración de poder económico y político y no como un insumo para la producción.
El Censo Nacional Agropecuario realizado por el DANE en 2014 encontró que el territorio nacional está constituido especialmente por bosques (un 56 % de las 111.453.000 hectáreas censadas en 2014 en todo el país), un 43 % de ellos localizados en territorios no étnicos (27 millones de hectáreas), y cerca de un 40 % en actividades agropecuarias, pero con más de la mitad de esta extensión dedicada a pastos y con el agravante de que solo el 20 % se dedica a un verdadero uso agrícola.
Este patrón de especialización contradice abiertamente la vocación de uso del suelo. En efecto, mientras que las áreas apropiadas para la ganadería alcanzarían menos de 8 millones de hectáreas, el Censo 2014 reporta un área ciertamente utilizada de 24 millones de hectáreas, es decir tres veces más de la adecuada. Entre tanto, el área apropiada para la agricultura ascendería a 15 millones de hectáreas, casi el doble del área efectivamente reportada por el Censo de apenas 8,5 millones.
Una parte importante de esta inadecuada especialización espacial se relaciona con una tenencia de la tierra altamente concentrada en pocos agentes sociales a nivel territorial. Es así como el 1 % de las unidades productoras (UP) concentra el 42 % del territorio nacional, y, aún más, el 0,25 % acumula hasta un 74 % de dicha área, en contraste con el 70 % que cuenta con menos de 5 hectáreas y que su extensión acumulada cubre apenas un 1,98 % del área total del territorio nacional. Así, la distribución de la tenencia de tierra es tan concentrada que el índice Gini nacional supera el 0,829 (en términos de las cantidades de UP por tamaño). Ello lleva a posicionar a Colombia entre los tres primeros países del mundo con mayor desigualdad en la tenencia de la tierra.
De igual manera, en el ámbito territorial se constatan altos niveles de desigualdad en términos no solo de la concentración de la tenencia de la tierra sino también del PIB por habitante y de la pobreza, entre otros.
Al aplicar unos sencillos modelos de regresión sobre los factores determinantes del ingreso per cápita –la pobreza multidimensional y el esfuerzo fiscal municipal– se corrobora que la elevada concentración de la tierra, al igual que una alta proporción de UP del régimen de propiedad y un mayor tamaño relativo de las UP agropecuarias, son algunos de los factores que impactan negativamente el ingreso promedio, aumentan la pobreza rural y reducen el esfuerzo fiscal municipal.
El estatuto tributario prevaleciente en el país no satisface los criterios constitucionales de equidad, progresividad y eficiencia.
Este comportamiento está relacionado con un acendrado rentismo prevaleciente –que va más allá de la mera búsqueda de rentas (rent seeking)–, según el cual la tierra es concebida básicamente como un factor para acumular poder en sentido amplio (político; social; militar y especulativo; y subsidiariamente productivo), no como un verdadero factor de producción, y menos como una riqueza natural socioecológica.
Ante esta situación el país afronta la necesidad de progresar en la construcción de un verdadero “contrato societal” sobre la estrategia de desarrollo social y económico en la que un pacto societal fiscal y un pacto societal alrededor de la tierra, su redistribución y su aprovechamiento sean dos de sus elementos constitutivos centrales, sustentado en amplios consensos fruto de un proceso deliberativo incluyente, como una condición para avanzar hacia una democracia justa, moderna e incluyente.
* Este artículo presenta algunos de los principales resultados de la investigación que recogerá el libro Dinámica de las desigualdades en Colombia: socioeconómica, tributaria y territorial, que se encuentra en proceso de publicación.
Luis Jorge Garay Salamanca ingeniero industrial y economista, doctor en Economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts (Estados Unidos).
Jorge Enrique Espitia profesor e investigador, Centro de Pensamiento en Política Fiscal, Universidad Nacional de Colombia.
Alfonso Cuarón ha logrado, con su película Roma, una aproximación precisa y, a la vez, poética, a la forma de vida de una nación latinoamericana de la segunda mitad del siglo veinte. Se trata de Roma, una colonia –lo que en Bogotá se denomina localidad o en Medellín comuna– enquistada en la pantagruélica mole de la ciudad de México. El año: 1970. Es México, pero igual puede ser Colombia o cualquiera otra de las naciones andinas.
Observar y deleitarse con Roma es recordar, para los que vivieron una época –y para los que no, imaginarla, entenderla– en toda su complejidad: países que pasan de ser rurales a urbanos; familias que, dentro de una larguísima tradición católica, comienzan a resquebrajarse; políticos que, como siempre, cantan sus promesas vacías en busca de votos y en medio de la miseria de sus electores. Eso, en un contexto general, pero, más allá de este amplio plano, el drama de una mujer, indígena, de la etnia mixteca, la cuarta minoría mexicana después de los nahuas, los mayas y los zapotecos, que vive y trabaja en la casa de una familia de clase media alta. Una familia presidida por un padre lejano y despótico, una madre profesora en la “prepa” (o bachillerato); la madre de esta última, y tres pequeños hijos del matrimonio. Dos empleadas domésticas que hablan en lengua mixteca entre ellas, una de ella Cleo, la protagonista, magistralmente interpretada por una actriz no profesional, Yalitza Aparicio. Dos dramas. De una parte, Sofía, la madre de los niños es abandonada por su esposo; de la otra, Cleo, es embarazada y luego rechazada por su novio, un practicante de las artes marciales que luego deviene paramilitar. Historias sencillas, típicas de una nación latinoamericana de los años setenta, que son presentadas por el arte de Cuarón de manera estremecedora.
La elección del blanco y negro no solo es acertada sino sublime; cada escena, cada imagen gana en dramatismo, en intensidad, en realce gracias a los claroscuros, las sombras y los mil matices del gris. Los encuadres, bien sea de los paisajes urbanos o rurales, así como los primeros planos, en especial, los de Cleo en su exquisita gestualidad, son de una puntualidad que bordea la perfección.
Cualquier ataque o juicio que se haga a la película en términos de lenta, larga o aburrida son muestra, seguramente, de la pobreza conceptual que aflige a algunos o muchos espectadores modernos, anestesiados por un cine que no permite la activa participación del espectador en la construcción de la lectura de la película. Todo lo contrario, Roma es de una intensidad pocas veces lograda en la cinematografía moderna. Y, paradoja de paradojas, quien produce esta obra maestra es Netflix, una empresa asociada al “streaming” y –en cierto sentido– a la comercialización exacerbada y a la banalización del cine. Sorprende gratamente que de los mismos toldos de Netflix –en su batalla de destronar a Hollywood–, surja una propuesta como Roma que invita a degustar el buen cine, el cine de autor, el cine riguroso, que no suele conmueve y apela a las emociones básicas del espectador moderno (las artes siempre deben conmover, de lo contrario no serían artes), sino que también propone verlo como se concibió desde un principio: más allá de contar historias bien contadas, es hacerlo con arte a través de la fuerza de la imagen, del dramatismo de la iluminación, del discurso de lo gestual, de la poética del ritmo y de la cadencia que seducen e hipnotizan al espectador desde la primera escena.
Cuartón domina el lenguaje cinematográfico y sus reglas: la sintaxis, la gramática, la morfología y la narrativa visual. Es un observador, igual que un gran novelista –a la manera de un Dostoievski, un Dickens o un Tolstoi–, de la condición humana y de las dinámicas sociales. Parecería que la memoria de su niñez, en esa casa, en esa colonia, raya en lo obsesivo. De ello da cuenta, una tras otra escena: la forma como Cleo es integrada, y al mismo tiempo, segregada de la familia; las protestas estudiantiles reprimidas violentamente; los temblores que sacuden la ciudad; las ventas ambulantes a la salida de los cines, las desafinadas bandas de guerra escolares que desfilan frente a la casa, los aviones que cruzan sin cesar el cielo citadino; los campos de verano; el mar, siempre el mar, que seduce y castiga a quien lo irrespeta; las cosquillas y los canticos para despertar o dormir a los niños, el acceso vedado a la sala de televisión para las empleadas; el acto de Cleo de limpiar la bocina del teléfono después de levantarla y hablar en ella (como si fuera un acto impuro); las explosiones emocionales de los patrones frente a las empleadas de la casa por hechos no atribuibles a ellas… las imágenes son hilvanadas una tras de otra para reconstruir una identidad latinoamericana de la segunda mitad del siglo veinte, con sus contradicciones y matices, sus verdades y sus mentiras, sus gritos y sus silencios.
Al escribir estas líneas se desconocen los reconocimientos que tendrá la película en los mediáticos premios Oscar. Ese resultado poco importa; con seguridad Roma es un hueso demasiado duro de roer para la academia hollywoodense y para un público norteamericano que no sabe seguir subtítulos –bien sea por pereza o por falta de práctica, o por las dos–. Lo que finalmente queda es una obra intensa, bella y demoledora en su denuncia social, de una época y de una sociedad burguesa: el retrato, seguramente incompleto e imperfecto; aun así, un retrato, de una identidad latinoamericana. Lo demás es inocuo.
Los problemas de la ruralidad y los conflictos agrarios han sido una constante histórica que han llevado a que las comunidades que habitamos el campo nos hayamos visto desplazadas, marginadas y empobrecidas. Ante esta situación, nosotros, los campesinos y campesinas nos hemos dedicado a sembrar vida cuidando la tierra y cosechando los alimentos para darlos a nuestras familias y a las familias de esta diversa Colombia.
A partir del paro agrario de 2013 las comunidades rurales recuperamos la fuerza de la dignidad y salimos a las calles y a las carreteras a manifestarnos para exigir reformas y cambios en las políticas públicas en materia de acceso y redistribución de tierras; vías de transporte; insumos y asistencia técnica; protección de las semillas criollas; garantías en salud y educación; protección al medio ambiente; entre otros muchos asuntos.
Estas manifestaciones y protestas permitieron realzar –de manera renovada– la cuestión agraria en la agenda pública nacional. Sin embargo, a pesar del esfuerzo de miles de habitantes del campo, las protestas y paros de las comunidades, junto con las negociaciones y acuerdos suscritos con el Gobierno, no han sido suficientes para lograr un nuevo rumbo para el campo.
Por estas razones, los días 7 y 8 de septiembre de 2018 nos dimos cita en el municipio de Fusagasugá, Cundinamarca, para llevar adelante el Primer Encuentro Nacional Agrario de la Coalición de Movimientos y Organizaciones Sociales de Colombia –Comosoc*–, como resultado de lo cual nace la Asociación de segundo nivel que hemos denominado Unión Nacional de Integración Rural-Unir.
A este primer Encuentro Nacional asistieron delegaciones de 42 asociaciones campesinas provenientes de Cundinamarca, Boyacá, Tolima, Nariño, Valle del Cauca, Putumayo, Risaralda, Santander, Norte de Santander y Sucre. De igual forma tuvimos algunos invitados especiales que nutrieron la discusión en el espacio y que se llevan el compromiso de apoyar y fortalecer no solo esta experiencia sino otras que están en gestación en el ámbito rural.
Como objetivo principal de este evento, se estableció la consolidación de una organización nacional agraria de segundo nivel que nos permita articular los diferentes procesos organizativos rurales vinculados o con cercanías prácticas a la Comosoc.
Cada una de nuestras organizaciones analizó los retos atestiguados desde nuestros territorios, tanto en el seno de cada una de ellas como en los contextos regionales donde desarrollamos nuestras dinámicas económicas, sociales y políticas. Con el fruto de estos análisis tallamos los siguientes ejes transversales: Participación política, economía propia, acceso y uso del territorio, megaproyectos, Derechos Humanos y conflicto armado, finalmente, el panorama internacional. Estos ejes nos permitieron reflexionar y toparnos con el trabajo en grupos, sacándole el jugo a nuestras diversidades regionales.
Todo este esfuerzo nos permitió completar los insumos suficientes para diseñar los elementos que nos llevarán a poder levantar y construir los planes de trabajo desde nuestras organizaciones y territorios para el fortalecimiento de la Unir. Este diseño se compone de tres dimensiones: una hacia el interior de las organizaciones, la otra hacia el exterior y una sectorial.
En la primera dimensión se establecieron líneas de construcción de asambleas regionales y fortalecimiento de los procesos que tienen las asociaciones que están en Unir, estos elementos giran alrededor de:
- Identidad y cultura campesina
- Formación política y legal
- Protección del medio ambiente
- Economía propia
Para las líneas de trabajo externas se definieron:
- La defensa del territorio, donde se trabajará la autonomía y defensa de recursos naturales renovables y no renovables.
- La economía propia, donde se trabajará la producción con conocimiento propio y construcción de redes de comercio entre las organizaciones.
- El eje de comunicaciones, que además de una herramienta es una apuesta política que nos permite mantener una interacción entre las organizaciones que conforman la Asociación, permitiéndonos al mismo tiempo compartir nuestras experiencias, apuestas y formas de construir llevando nuestra agenda a la opinión pública nacional.
La tercera dimensión la compone el sector Afro de la Comosoc, quienes definieron hacer parte de Unir al mismo tiempo que darle cuerpo a una organización nacional afro con fecha y lugar para su conformación.
Finalmente, fue elegida una junta provisional de delegados nacionales, 5 mujeres y 5 hombres, de distintas regiones, quienes tendrán las tareas de elegir la junta directiva, revisar la redacción final de los estatutos y la más importante, hacer el llamado a la realización de las asambleas regionales.
Fue así cómo logramos Unir en una asociación de segundo nivel las asociaciones cercanas o parte de la Comosoc y salir con el reto de fortalecerla desde las regiones a través de lo que hemos querido recoger desde el principio: las experiencias organizativas, intereses y problemáticas de cada uno de los miembros que la integran a través de las organizaciones asociadas.
* Comosoc es un proceso de articulación de organizaciones y movimientos sociales, de carácter nacional, regional y local. www.comosoc.org
A continuación algunas de las preocupaciones que nos suscitan las normas y los proyectos que se pretenden implementar con ocasión del Acuerdo Final de Paz:
1. Decreto Ley 902 de 2017 “Por el cual se adoptan medidas para facilitar la implementación de la Reforma Rural Integral contemplada en el Acuerdo Final en materia de tierras, específicamente el procedimiento para el acceso y formalización y el Fondo de Tierras”.
Hay que decir que, en un primer momento, el gobierno nacional pretendió impulsar un proyecto de ley que no había sido consensuado con las Farc y que excedía lo acordado en el texto final del Acuerdo de Paz; pero gracias a la presión de múltiples organizaciones, parlamentarios y sectores académicos, tuvo que limitar su alcance a la creación del fondo de tierras y el procedimiento para el acceso y formalización.
A pesar de las críticas sobre la redefinición de los sujetos de reforma agraria, pasando a una versión diferenciada entre sujetos de acceso a tierras y sujetos de formalización, estos últimos a título oneroso, el Gobierno mantiene la idea de formalizar la propiedad de grandes extensiones de tierra que han sido apropiadas ilegalmente y por medio del despojo y el desplazamiento forzado, por vía de adjudicación de predios baldíos a personas naturales o jurídicas, que puedan solventar los costos del proceso de regulación de los derechos de propiedad.
Asimismo, este decreto ley modifica el régimen de baldíos, pues permite que estas tierras cuya destinación ha sido pensada para sujetos sin tierras o con tierra insuficiente, a través de la función social de la propiedad, ahora hagan parte de la oferta de tierras disponibles para personas que no cumplen con los requisitos de vulnerabilidad y pobreza que caracteriza a los sujetos de reforma agraria, puedan tener acceso y eventual propiedad sobre tales bienes a través de figuras jurídicas como la de “derechos de uso” y la adjudicación para el desarrollo de proyectos denominados de utilidad pública e interés social (como las empresas mineras o petroleras).
Otro aspecto significativo, que evidencia la desigualdad material que promueve esta norma, es lo correspondiente a los pagos por gastos de formalización, pues el decreto establece que los sujetos de acceso deben cubrir los pagos por los gastos notariales, administrativos y procesales, es decir, por todo el proceso de regulación de la propiedad. Costos que tendrán que asumir los campesinos pobres, haciendo aún más gravosa la concreción de su derecho a la tierra.
2. Decreto Ley 883 de 2017 (ordinario) “Por el cual se modifica la Ley 1819 de 2016 para incluir a las empresas dedicadas a la minería y a la explotación de hidrocarburos en la forma de pago de obras por impuestos”.
Este decreto permite que empresas mineras, portuarias y de hidrocarburos puedan ser exoneradas de impuestos a través de la financiación de obras de infraestructura (alcantarillado y agua potable, vías, servicios de salud y educación, entre otras). Lo más preocupante de este decreto es que hace depender la implementación de los Pdets y otros programas para la “transformación del campo” de los recursos de agentes privados denominados grandes contribuyentes que promueven el modelo de desarrollo extractivista de minería e hidrocarburos.
Esta nueva figura jurídica propicia que los territorios y las comunidades queden sometidas a los intereses de estos sectores empresariales a fin de que lleguen recursos que permitan mejorar sus precarias condiciones de infraestructura, las que deberían estar a cargo de Estado.
3. Decreto Ley 893 de 2017 “Por el cual se crean los Programas con Enfoque de Desarrollo Territorial PDET”.
A pesar de que carga un enfoque aparentemente participativo y diferencial, que incorpora la perspectiva étnica y cultural de los pueblos y comunidades de los territorios, el decreto no desarrolla ampliamente el funcionamiento de los Pdet, y deja la operatividad y detalles de los planes, a la reglamentación posterior sin participación de las comunidades en los territorios.
Aunque el acuerdo final contempla un capítulo étnico, no hay un enfoque real de priorización de estas comunidades de cara a eventuales conflictos entre las comunidades rurales. Además, desconoce a las comunidades negras.
4. Decreto Ley 890 de 2017 “Por el cual se dictan disposiciones para la formulación del Plan Nacional de Construcción y Mejoramiento de Vivienda Social Rural”.
La administración del subsidio al que se refiere este decreto pueda ser asumida, además del Estado, por particulares privados. Esto mantiene la idea de la privatización de derechos convertidos en servicios, perpetuando así la tercerización de la prestación servicios y derechos básicos, los que debería asumir el Estado en su posición de garante de derechos.
5. Ley “Por medio de la cual se crea el Sistema Nacional de Innovación Agropecuaria y se dictan otras disposiciones”.
Esta ley tiene un enfoque de desarrollo rural basado en la producción agroindustrial a gran escala en detrimento de las formas de producción propias de las comunidades rurales, sustentadas en economías de base asociativa, bajo criterios de economía comunitaria y protección medioambiental.
Otra preocupación es la sustitución del servicio público de asistencia técnica por el de extensión agropecuaria, el cual está orientado al “desarrollo de capacidades de los productores agropecuarios, su articulación con el entorno y el acceso al conocimiento, tecnologías, productos y servicios de apoyo, con el fin de hacer competitiva y sostenible su producción”.
Esta sustitución implica que la asistencia técnica que hasta el momento estaba dirigida a los pequeños productores agropecuarios, de manera gratuita, bajo la responsabilidad de los entes territoriales, a través de las Umatas, ahora se orientará bajo las lógicas del “mercado y las cadenas de valor” (artículo 3, numeral 8) con criterios de “gradualidad y temporalidad” (artículo 3, numeral 9) que establecen un monto tarifario “diferencial, decreciente y finito en el tiempo” lo que significa la privatización progresiva de un servicio que hasta ahora era público, gratuito y focalizado para los pequeños productores, que no cuentan con recursos para adquirir asistencias en temas de sostenibilidad y sustentabilidad de la producción agropecuaria.
Además, no se contempla un enfoque agroecológico en los procesos de optimización de la producción agropecuaria, como tampoco se contemplan mecanismos de participación de comunidades rurales, ni la incorporación de enfoques diferenciales étnicos, de género y territoriales.
6. Proyecto de Ley “Por la cual se modifica la Ley 160 de 1994 y se dictan otras disposiciones” (versión de octubre de 2017).
Finalmente, persiste la preocupación ante el trámite de este proyecto de ley que retoma varios de los elementos del Proyecto “de Ordenamiento Social de la Propiedad”, conocido en abril del 2017, que pretendía derogar la Ley 160 de 1994 en su totalidad y crear un nuevo marco normativo agrario.
Hay que decir que respecto de la reforma a la Ley 160 de 1994 el gobierno nacional se había comprometido con la Cumbre Agraria a discutir y concertar el contenido del mismo. A la fecha, este proyecto no ha sido presentado a las organizaciones de la Cumbre Agraria, y está en trámite, de manera unilateral, por el Gobierno quien pretende ahondar la concentración de la tierra.
El Proyecto de Ley, de nuevo, trae una definición de desarrollo integral del campo distinta a la pactada en el Acuerdo Final, pues incorpora al sector minero–energético, de vivienda e infraestructura dentro de las diferentes formas de producción del campo. Contemplar este sector como parte de un enfoque de desarrollo integral del campo, junto con la creación y reafirmación de figuras de “Ordenamiento Social de la Propiedad Rural”, como las Zonas Estratégicas de Interés Agropecuario, las Zonas de Desarrollo Empresarial y las Zidres, da cuenta de la orientación del enfoque reprimarizador, extractivista de desarrollo rural; desconociendo las ya difíciles condiciones en las que se encuentran las comunidades rurales, en especial, las campesinas, acorraladas por proyectos de extracción de recursos minero energético y la agroindustria. Esta orientación va en contravía de lo pactado con las Farc, que buscaba por el contrario, apoyar y proteger “la economía campesina, familiar y comunitaria procurando su desarrollo y fortalecimiento”.
Este proyecto promueve, además, efectos contrarios a la democratización de la propiedad rural que busca beneficiar a las comunidades rurales que más lo necesitan, en tanto que legalizaría predios que superen la extensión de una UAF, sin considerar las condiciones socio-económicas del ocupante. Por tanto, este proyecto puede beneficiar a terratenientes que explotan y se benefician de los baldíos de la nación.
Como comenta Carlos Duarte, del Instituto de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana de Cali, en un artículo titulado GoodBye Reforma Agraria: “[...] Ley es un despropósito en materia de política agraria, puesto que instaura una regla que restringe las tierras disponibles para adjudicación a campesinos y trabajadores agrarios, beneficiando, directa o indirectamente y sin una justificación razonable a la luz del principio de igualdad, a personas con capacidad económica que realicen actividades categorizadas bajo el amplio universo como “actividades de utilidad pública e interés general””.
De lo anterior se desprenden serías dudas sobre la “democratización del acceso y uso adecuado de la tierra”. Este andamiaje normativo que está construyendo el Gobierno desconoce las reivindicaciones y propuestas que históricamente han enarbolado las comunidades ruarles, pues su enfoque sigue acentuado sobre la idea de “modernización del campo” que privilegia un modelo de desarrollo extractivo y agroindustrial sin contemplación de los impactos sobre las condiciones socio culturales y ambientales de las comunidades rurales y el país en general.
De imponerse y perpetuarse este modelo, estaremos abocados a la extensión definitiva del campesinado, quien nunca ha sido reconocido como sujeto de derechos. Además supone un riesgo para la pervivencia física y cultural de las comunidades étnicas, en contravía de la “Diversidad biológica y cultural” de Colombia, uno de los supuestos “pilares”fundamentales del Estado Social de Derecho.
La manera como concibe el establecimiento la democratización del campo, bajo el discurso de “Un campo para todos”, no es solo el desconocimiento sino la perpetuación de la desigualdad fehaciente entre los llamados “actores del campo”, pues mantiene las condiciones desfavorables de las comunidades rurales empobrecidas, respecto a los agroindustriales y empresarios, quienes se han visto favorecidos durante décadas por las políticas estatales y también por la guerra. “Un campo para todos” significa olvidar la larga historia de desigualdad allí imperante, inequidad en el goce efectivo de derechos y despojos sistemáticos a sangre y fuego, y desconocer la desigualdad material con la que siempre se han encontrado las comunidades rurales, especialmente las campesinas, respecto a otros actores dominantes del campo, aquellos que siempre han tenido la posibilidad de acumular, de correr la cerca, de tener una vaca cada hectárea y media de tierra, de asociarse, de tener créditos, de ser empresarios del campo.
La seguridad jurídica para la inversión que se pregona con este modelo, no es otra cosa que el afianzamiento de las condiciones de favorabilidad gozadas desde siempre por los denominados empresarios del campo para sus proyectos agroindustriales y extractivos; es no tocar ni un poco de la tierra que se han apropiado: mientras de la oferta de tierras se reservan baldíos para ellos, las comunidades rurales siguen profundizando los conflictos cada vez con menos tierras disponibles.
En este contexto, debemos resistir e insistir en la lucha por una verdadera reforma agraria y rural integral que supere la desigualdad, restaure la dignidad de los despojados y garantice una verdadera “transformación estructural del campo” que afronte la crisis ambiental, energética, social y cultural a la que nos ha llevado el capitalismo reinante, en el que la vida es apenas una variable económica para sus intereses egoístas.
Seguiremos actuando en unidad con los pueblos, comunidades y sectores sociales populares ante instancias de negoción política como la Mesa Única Nacional, ante el Congreso de la República, ante el poder judicial, la comunidad internacional, pero sobre todo, seguiremos resistiendo en los territorios, construyendo proyectos de vida y de paz con las comunidades, pues al parecer la paz del gobierno y del Estado, no es nuestra paz.
En Colombia ninguna conquista social se logra sin lucha. Es más, toda conquista social demanda más de un jornada de protesta, pues el Gobierno –mejor, el poder– es experto en dilatar, hacer propaganda, distraer, confundir, dividir y...
Para el movimiento social de la ruralidad colombiana, empezado a gestar en medio de estas luchas, y transformado en parte en la Cumbe Agraria, Campesina, étnica y popular (Cacep), no es diferente. A pesar de sus potentes movilizaciones de los últimos tres años, en especial la prolongada entre el 19 de agosto al 12 de septiembre de 2013, y de lo suscrito al momento de levantar todas y cada una de las protestas, ahora le toca salir de nuevo al ruedo.
La Cacep, conformada por 13 procesos de la ruralidad, fue reconocida como interlocutora de la política púbica mediante el decreto 870 de 2014, firmado por el entonces ministro del interior Aurelio Iragorri Valencia, quien creó un escenario de negociación denominado Mesa Única Nacional (MUN), conformada por: Ministro del Interior o delegado, Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, Ministerio de Minas y Energía, Ministerio de Hacienda y Crédito Público, Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, y 35 voceros de la Cacep.
Esta mesa centró su discusión alrededor de los 8 puntos del pliego de exigencias de la Cacep, Mandatos para el buen vivir: Tierras, territorios colectivos y ordenamiento territorial, Economía propia contra modelo de despojo, Minería, energía y ruralidad, Cultivos de coca, marihuana y amapola, Derechos políticos, Garantías, víctimas y justicia, Derechos sociales, Relación campo-ciudad y, Paz, justicia social y solución política.
La mesa fue instalada hace dos años y 10 meses, y pese al paso del tiempo sus avances son pocos. Por ello, luego de los constantes incumplimientos y dilaciones por parte del gobierno nacional, la Cacep rompió la mesa de negociación y convocó en el 2016 a la Minga Nacional Agraria, para levantarla fueron suscritos el 13 de junio los “Acuerdos de Santander de Quilichao”, comprometiendo una vez más al gobierno nacional a cumplir con los compromisos suscritos y ofrecer garantías a la Cacep para seguir conversando y negociando el Pliego de exigencias.
Dicen que “al perro no lo capan sino una vez”, pero no es cierto. Por ser así, el 8 de marzo de 2017, por falta de garantías e incumplimientos, vuelve a presentarse un pulso entre la Cacep y el gobierno nacional; esta vez la acción de protesta tomó como centro de su acción el Ministerio del Interior, en pleno centro de Bogotá.
Ante el constante asesinato –suman 150 entre 2016-2017, 30 de ellos en lo corrido del 2017–, persecución y amenaza de líderes y lideresas del movimiento social, el aumento de la presencia paramilitar en varias regiones y el incumplimiento, dilación y falta de seriedad con la Mesa Única Nacional –el gobierno no envía a las sesiones de negociación funcionarios con poder de decisión–, la comisión política de la Cacep decidió declararse en sesión permanente dentro de la sede del Ministerio del Interior, hasta tanto no se hicieran presentes: el Presidente Juan Manuel Santos, Ministro del Interior en su calidad de coordinador de la mesa, Ministro Aurelio Iragorri como cabeza del gabinete de agricultura y desarrollo rural; El Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas; Ministro de Minas y Energía, el Procurador General de la Nación, el Defensor Nacional del Pueblo, Fernando Carrillo Flórez, y el Fiscal General de la Nación Néstor Humberto Martínez. Esta exigencia fue enviada a través de una carta formal que contiene 13 consideraciones, así como 8 exigencias y propuestas.
Las consideraciones expuestas tienen que ver con que luego de pasados 2 años y 10 meses desde la creación de la MUN (Decreto 870/2014) no se ha avanzado en los temas gruesos, pues la negociación se centró en temas mínimos de aclimatación en torno a garantías y derechos humanos –incumplidos, como es evidente–, al tiempo que el gobierno impone leyes que van en contravía de los acuerdos alcanzados en la MUN, como las Zidres o el nuevo Código de Policía, entre otras.
La Cacep considera que las comunidades rurales no solo han sido víctimas de la guerra, sino que existen experiencias y propuestas desde los territorios que contribuyen a la paz, las mismas que el gobierno nacional niega, desconociendo la posibilidad de su participación en los espacios de diálogo, negociación e implementación que se adelantan con las insurgencias armadas. En lo que respecta a la implementación normativa del Acuerdo Final, la Cacep considera que a través de la vía rápida (Fast track) están imponiendo una serie de modificaciones legales que desconocen las propuestas y exigencias presentadas por las organizaciones rurales, dejando en el vacío el objetivo mismo de la Mesa Única Nacional, medidas que apuntalan una política pública favorable a la agroindustria y el extractivismo.
Las exigencias y propuestas presentadas por la Cacep, versan sobre: 1) mecanismos rápidos, ágiles y efectivos para las garantías individuales y colectivas para la vida e integridad de las comunidades, sus líderes y lideresas; 2) Evaluación exhaustiva, con el Presidente y su gabinete, para establecer una agenda de negociación y una ruta eficaz de cumplimiento de los acuerdos; 3) traslado de la MUN de Bogotá a otras regiones del país; 4) debate público de control político sobre el estado de cumplimiento de los acuerdos suscritos; 5) reconocimiento constitucional y legal del campesinado como sujeto de derecho; 6) conocer y participar del proceso de implementación normativa por la vía rápida (Fast track) de los acuerdos entre Farc-Ep y Gobierno y, 7) garantías para participar de forma autónoma, amplia y vinculante, a propósito del proceso de negociación que se adelanta entre el Gobierno y el Ejército de Liberación Nacional.
La respuesta inmediata del Ministro del Interior Juan Fernando Cristo, el día 8 de marzo, fue enviar a Luis Ernesto Gómez, su joven viceministro para la participación e Igualdad de derechos, quien pese a su actitud jovial y aparente sencillez (porta corbata y usa tenis), se mostró intransigente y despreciativo ante las propuestas que recibió. En su papel de negociador este funcionario solo reaccionó con amenazas de represión, insistiendo en desalojar el edificio –envió un grupo de la fuerza disponible de la Policía Nacional a la entrada del Ministerio a la espera de la orden de entrar a desalojar–; negó el ingreso de alimentos para las 47 personas que se encontraban dentro del Ministerio, cortó el agua de los baños y afectó la señal de internet, queriendo así imposibilitar la comunicación pública sobre lo que acontecía dentro del recinto. Cabe resaltar que la Defensoría del Pueblo y Naciones Unidas no estuvieron presentes durante toda la jornada, solo acompañaron un par de horas, se retiraron a las 7 de la noche, comprometiendo su palabra que regresarían, lo que no hicieron sino hasta el día siguiente pero por presión de la Cacep y parlamentarios amigos.
A las 5 de la mañana del día 9 de marzo, el ambiente se tensó, fuera del edificio estacionaron 13 motos, un camión y dos camionetas de la Policía Nacional; la orden era desalojar el edificio a las 9 de la mañana. La única persona autorizada para entrar al edificio fue el senador Iván Cepeda –finalmente logran ingresar el senador Alberto Castilla y el representante Alirio Uribe– como garante y enlace directo con el ministro Cristo. Luego de un largo tire y afloje entre las partes se acuerda –en borrador– la cita con el ministro Cristo en su despacho, a la que asistirían 13 representantes de la comisión política de la Cacep. Una vez iniciada la reunión en cuestión los demás miembros de la Comisión allí presentes se retirarían del piso 11 del Ministerio.
Arrogancia y cinismo. Antes de confirmar la reunión planteada, Cristo y Santos se reúnen, luego de lo cual el viceministro Luis Ernesto Gómez regresa al piso 11 y le plantea a la Cumbre que para llegar a la reunión con el Ministro del interior debía construirse una agenda para la negociación; la Cumbre insistió en que eso ya estaba en la carta enviada el día anterior, pese a esto la Cacep, en un gesto de buena voluntad accede a construir con el Viceministro una acta y declaración conjunta que contiene 3 puntos:
1. Garantías y protección individuales y colectivas: Se acuerda que el Viceministerio de participación e igualdad de derechos, y la dirección de derechos humanos del Ministerio del Interior, realizarán una evaluación del funcionamiento de la subcomisión de derechos humanos y de las misiones de verificación, entregando un informe sobre la aplicación del protocolo y la adopción de medidas de investigación, prevención y protección de acuerdo al reglamento y actas suscritas en Santander de Quilichao relacionadas con el tema; además que el Ministerio del Interior oficializará el 21 de marzo de 2017 la respuesta al derecho de petición entregado por la comisión de derechos humanos de Cumbre Agraria y que el Gobierno convocará a la Fiscalía General de la Nación para que presente un informe sobre el estado de las investigaciones por violaciones sistemáticas a los derechos humanos, con especial atención de los asesinatos de líderes, lideresas y defensores de derechos humanos. Finalmente, realizar una priorización que brinde garantía y protección individual y colectiva de las comunidades y sus territorios, creando instrumento de reacción inmediata.
2. Mesa Única Nacional, evaluación, seguimiento y cumplimiento: Se acuerda la realización anticipada (la Cumbre propone 10 días) de la reunión de balance del proceso de negociación llevado entre las partes, con el Presidente de la República, prevista inicialmente para el mes de junio de 2017. Asimismo, el Ministro se compromete a gestionar y coordinar reuniones sectoriales con los ministros competentes para el cumplimiento de los acuerdos con la Cumbre Agraria, todo ello dentro de un término no mayor a un mes. Además, el Ministro del Interior se compromete a participar en un Debate de Control Político sobre el estado de cumplimiento de los acuerdos suscritos entre el gobierno nacional y la Cumbre.
3. Participación en la construcción de paz: Se manifiesta que las propuestas presentadas por la Cumbre Agraria son una contribución de la sociedad a la construcción de una paz con justicia social; en tal sentido el gobierno nacional se compromete a incorporar los acuerdos suscritos en la Mesa Única Nacional en el marco de implementación normativa de los acuerdos de paz –Acuerdo Final– con base en el principio de Profundización de la democracia y “construir sobre lo construido”. De igual manera, el Ministerio del Interior promoverá la participación de la Cumbre Agraria en la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación del Acuerdo Final; y, finalmente, el gobierno nacional brindará garantías a la participación autónoma, amplia y vinculante, a propósito del proceso de negociación que se adelanta entre el Gobierno y el Ejército de Liberación Nacional, así como el gobierno nacional garantizará la implementación del Capítulo Étnico de los Acuerdos de Paz.
Todos estos puntos son trabajados en la tarde y parte de la noche del día 9 de marzo junto al viceministro del Interior, el que los trasmite al ministro Cristo, el cual dice, a través de un nuevo funcionario pues el Viceministro no regresa, que el documento trabajado “no esta a su medida”. ¿A la medida de sus intereses? Ante esta respuesta, los voceros de la Cacep deciden, a altas horas de la noche, abandonar la sede del Ministerio.
Así culminó la sesión permanente la Cacep, cuyos propósitos no fueron logrados. Conscientes de ello ahora inicia la preparación de una nueva gesta, para poder encarar en mejores condiciones un nuevo pulso con el gobierno: vendrá la movilización y minga por los derechos, la vida y la paz, como lo confirmaron sus voceros en rueda de prensa. Amanecerá y veremos.
Lo sucedido en el Ministerio del Interior demuestra una cosa: El gobierno nacional solo escucha a la Cacep en la movilización, y simplemente firma actas de acuerdo para quitarse los problemas de encima.
Despertar del adormecimiento. Es momento para que la Cacep retorne a sus orígenes: las regiones, las comunidades y las organizaciones con base territorial. Solo allí podrá tener claro qué se quiere con cada acción y así replantear los alcances de las “vías democráticas”. Es allá, en el territorio, donde está su fuerza, y este nuevo pulso que se viene únicamente podrá salir airoso si la Cacep se mueve desde abajo hacia arriba. Es un momento para que la Cacep se reconsidere completamente, para dejar los diálogos ineficaces; es momento de encontrar y construir caminos de unidad para lograr un movimiento fuerte que consiga levantar de nuevo la voz y la razón de las comunidades agrarias.
Así hay que obrar, mucho más si recordamos la cercanía de la campaña electoral, y con ello que dentro de pocos meses el gabinete ministerial empezará a entregar las llaves de sus despachos a sus nuevos inquilinos.
Ante todo esto es procedente preguntar: ¿Cómo garantizar que en esta nueva ocasión el gobierno sí cumpla, a pesar de ir ya de salida? O, por el contrario, ¿No negociar más con el establecimiento? ¿Empezar a consolidar experiencias concretas de autonomía en todos los ámbitos (económico, educativo, social, cultural, etc.)? ¿Crear un movimiento cuya esencia sea el anticapitalismo? ¿Por dónde encausar los mayores esfuerzos?
Los interrogantes son mayúsculos, y es hora de encararlos.
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