El Comité de Des¬colonización de la ONU adoptó este lunes por consenso una nueva resolución que ratifica el derecho de Puerto Rico a la libre autodeterminación e independencia.
Por trigésima cuarta ocasión, ese órgano aprueba un documento sobre el caso de Puerto Rico, nación sometida a cinco siglos de colonialismo, los últimos 117 años bajo el dominio de Estados Unidos.
La iniciativa presentada por Cuba, con el pa¬¬tro¬cinio de Venezuela, Nicaragua, Ecua¬dor, Bolivia, Rusia y Siria demanda a Wa¬shing¬ton asumir su responsabilidad y permitir que el pueblo boricua ejerza plenamente esas prerrogativas, en sintonía con la proclama lanzada en 1960 por la Asamblea General de las Naciones Unidas de poner fin al colonialismo en el planeta.
Además, insiste en el carácter latinoamericano y caribeño del pueblo de Puerto Rico, "que tiene su propia e inconfundible identidad nacional."
El texto también refleja las preocupaciones por el debate existente en esa nación sobre la implementación de un mecanismo que pueda asegurar la participación de todos los sectores de opinión locales, como una asamblea constitucional sobre la cuestión del estatus.
Al respecto, insta a basar dicho instrumento en las alternativas de descolonización reconocidas por el derecho internacional, "consciente del principio de que toda iniciativa por la solución del estatus político de Puerto Rico debe tomarla originalmente su pueblo".
La resolución adoptada aquí pide al go¬bierno estadounidense completar la devolución de toda la tierra ocupada y las instalaciones de la isla de Vieques. Asi¬mis¬mo, reclama la libertad del preso político Oscar López Rivera, de 71 años, encerrado durante más de tres décadas por la causa independentista.
Antes de la adopción por consenso del documento, el Movimiento de Países No Ali¬nea¬dos, que agrupa a 120 naciones, y la Co¬munidad de Estados Latinoamericanos y Ca¬ri¬beños, integrada por los 33 países de la re¬gión, expresaron su apoyo a la autodeterminación boricua.
También Cuba, Ecuador, Venezuela, Bo¬livia, Nicaragua y Siria intervinieron en el foro para demandar respeto a que los puertorriqueños ejerzan su derecho inalienable a la autodeterminación y la independencia.
(Información de Prensa Latina)
Despacho 1. Enzo Traverso, en uno de los textos de su extraordinario conjunto de ensayos La historia como campo de batalla (2011), evoca la figura de C.L.R. James (1901-1989), el gran teórico social y marxista antillano. Analizando la relación exilio/violencia a la luz de la " traveling theory" de Edward Said y tomando como caso la suerte y desencuentro de dos círculos potencialmente afines –un grupo de intelectuales judíos y los del Atlántico negro–, recuerda un episodio en la vida del autor de Los jacobinos negros (1938): un año después de que Hannah Arendt recibe su tan anhelada ciudadanía estadunidense, en 1952 C.L.R. James queda internado en la isla Ellis (el viejo filtro migratorio y zona de reclusión para los elementos indeseados) y finalmente es expulsado del país. Mientras Arendt, aún en aura del éxito de Los orígenes del totalitarismo (1951), se incorpora –por fin y no sin problemas– a la vida de su nueva patria, para un negro-comunista como James no hay lugar en ella. Y menos durante el macarthismo. El tiempo de internación lo mata releyendo a Moby Dick (1851) y reinterpretando al clásico de Herman Melville (1819-1891) a la luz de la historia del siglo XX. El resultado es el libro Mariners, renegades and castaways (1953), donde ve a Pequod, el barco ballenero comandado por el capitán Ahab, no sólo como un equivalente de fábrica (con sus múltiples tareas y minuciosa división de trabajo), sino como una alegoría de toda sociedad capitalista, con marineros como proletariado y Ahab como una encarnación de la burguesía con su obsesión de dominar el mundo –recurriendo en eso a atrocidades y genocidio– hasta el punto de su propia destrucción; una metáfora de la sociedad moderna industrial que se avienta al precipicio y del paso de la sociedad liberal a la sociedad totalitaria (p. 284).
Despacho 2. Greg Grandin, en su The empire of necessity (2014), un excelente análisis de la trata de esclavos y su papel en el desarrollo del capitalismo en las Américas, parte de la historia del capitán Amasa Delano –narrada por Melville en su olvidada novela Benito Cereno (1855)–, que al encontrar un magullado buque esclavista se deja engañar por un astuto montaje de los esclavos que semanas antes se amotinaron y exigieron ser llevados a África. Mientras abundan lecturas de Ahab como una encarnación de locura imperial estadunidense (E. Said, Cultura e imperialismo, 1993), para Grandin la otra cara del imperio es Amasa, cazador de focas obsesionado por la búsqueda de ganancia, símbolo del capitalismo extractivista depredador (Tom Dispatch, 26/1/14), una forma del poder y control del trabajo en tiempos de menguantes recursos naturales (Democracy Now!, 6/2/14). Hablando de su libro, sin mencionar a C.L.R. James y su Mariners... –escrito explícitamente como una crítica del capitalismo en Estados Unidos que James... envió a los miembros del Senado, algo que, claro, no ayudó a su naturalización–, comparte su análisis recordando que algunos historiadores como Marcus Rediker (véase: PPE Sydney, 17/12/14) también analizaron el barco como una especie de protofábrica capitalista (The Jacobin, 1/8/14).
Despacho 3. El cuento Bartleby, el escribiente: la historia de Wall Street (1853), insólito para Melville, es peculiar en varios aspectos: bien subraya Juan Forn que en nuestra biblioteca mental ocupa un lugar más cerca de Kafka que de Moby Dick (Página/12, 9/1/15). La historia de un empleado del despacho jurídico que en principio cumple con sus deberes para luego irlos rechazando con la enigmática fórmula " I would prefer not to"/Preferiría no hacerlo –y que acaba en prisión, muerto por negarse a comer– es uno de los textos más comentados en ciencias sociales desde lo sicológico hasta lo teológico (Beverungen/Dunne, Bartleby and the excesses of interpretation, 2007). Gilles Deleuze, por ejemplo, subraya que Bartleby no es ningún revolucionario, más bien una figura solitaria que escapa a cualquier forma, y concluye lacónicamente: No es un enfermo, sino el médico de una América enferma (Bartleby o la fórmula, 1993). Giorgio Agamben lo inserta en una rica tradición filosófica junto con teólogos árabes, cabalistas y místicos-heréticos y al lado de personajes kafkianos (Bartleby o de la contingencia, 1999). Incluso Hardt & Negri lo introducen en su Imperio (2000) como una figura de resistencia –posibilidad de contraimperio– por su negación al trabajo, aunque claramente Bartleby es más que un " refusenik laboral". En este sentido resulta más provechosa la lectura de Slavoj Zizek, que ve en él una figura pasiva-agresiva que el sistema es incapaz de absorber; más que negación, su gesto es sustracción, muy diferente también de varias formas de seudorresistencia (The parallax view, 2006). La política bartlebiana de preferir no hacer algo es para Zizek mejor que falsas actividades, es un espacio donde empieza la lucha emancipatoria (Living in the end times, 2010). Si bien el filósofo esloveno ve sus limitaciones –por ejemplo, el caso de Ocupa Wall Street: no quiero esto, pero no sé qué quiero, admitiendo que él tampoco tiene respuestas claras–, insiste en lo subversivo de la fórmula (Don't act, just think, en: YouTube, 28/8/12), luciendo últimamente una playera –claro, jamás viste nada más...– con " I would prefer not to" (The Guardian, 3/12/14).
Coda. Por la miniconstelación melvilliana Moby Dick/Benito Cereno/Bartleby corre un particular hilo rojo: la crítica de la modernidad con su racionalidad destructiva y del capitalismo (que resalta en la lectura de C.L.R. James).
Además, su relectura de Moby Dick nos remite necesariamente a su visión de la revolución haitiana (Los jacobinos...), que enfatiza la fidelidad con que los ex esclavos se apropiaron de los valores universales de la Revolución Francesa, algo relevante hoy cuando –sub¬raya Traverso– la memoria de luchas liberacionistas es sustituida por humanitarismo (p. 320).
La relectura de Benito Cereno pone a su vez luz a los orígenes del capitalismo estadunidense, fundado en la esclavitud (y el genocidio), y a varias –indignantes, incluso absurdas– formas de esclavitud moderna (véase: La Jornada, 14/12/14).
Las reinterpretaciones de Bartleby –en clave sociopolítica– no dejan duda de que el preferiría no hacerlo es un buen lema anticapitalista, pero apenas una potencialidad y un comienzo.
Twitter: @periodistapl
Perdió a su hija, de 14 años, en un atentado suicida que fue asumido por Hamás. Pero ella culpó también a la política de ocupación impuesta en Israel por el Gobierno de Benjamin Netanyahu. Nurit Peled, judía israelí y profesora de Educación en la Universidad de Tel Aviv, es la autora del libro Palestina en los libros de texto israelíes: ideología y propaganda en la educación, en el que desvela los mecanismos de adoctrinamiento que operan en el seno de su sociedad.
Algunas organizaciones palestinas definen su situación actual como una 'Nakba en curso', oponiéndola a la Nakba de 1948 (en árabe Nakba significa catástrofe), que en realidad nunca terminó. ¿Cómo justifican los israelíes su actitud, 66 años después del nacimiento de su nación?
La justifican incesantemente, diciendo que están impidiendo un mal mayor. Según ellos, es mejor hacer eso que sufrir luego. No es algo típico sólo de Israel, sino que ocurre en todos los países: oprimir al otro siempre es un mal menor. Su pensamiento se puede resumir así: "Es lamentable que tuviesen que morir personas, pero no tuvimos elección".
¿Se trata de algun tipo de visión teológica?
No, para nada. Es completamente política. La escuchamos todo el tiempo. Aquí [en Israel] y en todas partes: en Occidente, en Estados Unidos... Es lamentable, pero es así. "Tenemos que hacerlo para protegernos", ese es el motivo que se suelen esgrimir.
En el área de Belén, a menudo se habla de la agresividad de los colonos hacia los palestinos...
Es una deshumanización completa. Los israelíes, en especial los colonos, tratarían de la misma manera a cualquiera que no fuese judío como ellos.
Por otra parte, al salir de Jerusalén y ver esas bonitas colinas, uno no puede evitar constatar que hay mucha tierra disponible dentro de Israel. Así que, ¿por qué irse a vivir a esas colonias?
Porque el agua, las grandes reservas para toda la región, están allí. Y quieren más tierras porque quieren poder, obtener el control. Pero no es sólo una cuestión de tierras, porque las hay, pero no están interesados en desarrollar nada aquí. La pobreza dentro de Israel es horrible, nadie se ocupa de ella. Y, de hecho, constituye un incentivo para que la gente se vaya a las colonias. Porque allí no pagan nada y lo tienen todo gratis: el transporte, la educación, los negocios, y todo sin impuestos. Es un paraíso para ellos, un verdadero Estado del bienestar. Obtienen todo y con la mejor calidad aunque no produzcan nada.
¿Cuál es la situación de la izquierda israelí?
No queda gran cosa de tal izquierda. Pero la gente hace cosas, hay muchas organizaciones privadas que trabajan a fondo, como Bet'selem, Breaking the Silence, Machsom Wwatch, Women's Coalition, Yesh Din, Rabinos por los Derechos Humanos... pero son todas privadas, es decir que no están patrocinadas por el Estado; básicamente son las mismas personas. No hay fuerzas políticas, a excepción de un partido. No es algo que sirva para conseguir votos. La situación en Israel no es muy buena, la Economía es un desastre, la pobreza es horrible y hay mucho desempleo, pero la gente no establece una conexión. Nadie lo relaciona con la ocupación y las colonias.
¿Cree usted que no hay muchos israelíes que sean conscientes de la situación?
No. La mayoría no son para nada conscientes. La mayoría de la gente del planeta no quiere saber nada, ya se trate de Israel o de Suecia. Los libros de texto en Suecia, por ejemplo, están reproduciendo la narrativa sionista, y eso es lo que hay. Lo mismo pasa en el resto del mundo.
Comente, por favor, la siguiente cita de Haneen Asharawi, miembro del Consejo Legislativo palestino: "Somos el único pueblo del planeta al que se le exige garantizar la seguridad de su ocupante, mientras que Israel es el único país que llama a defenderse de sus víctimas".
Es la típica inversión de papeles, siempre es así: en Corea, en Turquía, siempre se sigue el mismo patrón. Los americanos salvándose a sí mismos... ¿de quién? Desde Afganistán a Irak es la misma historia. Tienen que presentar las cosas de esta manera con el fin de conseguir más dinero, municiones, que la gente se una al Ejército, que tengan motivación. Yo no creo que sea algo típico de Israel. Recordemos que los alemanes tenían miedo de los judíos. Esa propaganda no tiene nada de original.
Hace años que circulan informaciones sobre los libros de texto escolares palestinos en los que supuestamente se diaboliza a los judíos. Pero cuando uno los mira de cerca y se da cuenta de dónde proviene ese material, que en realidad se produce en un centro con sede en una colonia —en Efrat—, que se llama "El Centro de Vigilancia sobre el Impacto de la Paz"...
Es horrible, horrible. Esos estudios fueron presentados en el Congreso de los Estados Unidos. Obtuvieron medio millón de dolares por cada uno, y Hillary Clinton contrató al director de esa organización como consejero personal. Son fascistas, y además no tienen nada de académicos, no se dedican para nada a la investigación. En Francia, a esa persona, el profesor Yohanan Manor, se le recibe en todas partes. Cuentan estupideces. En realidad, los palestinos no podrían afirmar tales cosas incluso aunque lo quisieran. Están tan controlados y vigilados, censurados por el Parlamento Europeo, por el Ministerio de la Educación Israelí, por el Ejército israelí, por Dinamarca, por el Banco Mundial que da el dinero, por Japón, que los palestinos no podrían hacerlo, incluso aunque quisiesen ser ofensivos o racistas. Es una mentira, porque ni tan siquiera se les permite escribir sobre su propia nación, su propia Nakba, su propia cultura; ni siquiera se les permite escribir sobre ellos mismos en esos libros.
Pero la mayoría de personas todavía son vulnerables a ese tipo de discurso, especialmente en los países occidentales. Debido a esa inversión de papeles, no saben cuál es la verdad sobre Palestina. Y esos "estudios" hechos en las colonias israelíes básicamente afirman que los palestinos enseñan a sus hijos a odiar a los judíos...
No les hace falta enseñar nada, cuando uno vive en el campo de refugiados de Aida. De todas formas, no es cierto porque es imposible. Los palestinos no pueden, mientras que los libros de texto escolares israelíes sí que lo hacen. Los libros de texto escolares palestinos están tan restringidos, tan censurados... Es interesante lo que se cuenta en ellos, porque los israelíes ni siquiera son vistos como el enemigo. El enemigo son los británicos, es Europa, porque ellos empezaron el colonialismo, e Israel es muy marginal para ellos, no es más que la continuación del colonialismo europeo. No presentan a Israel como "la gran fuerza", en absoluto. Es Europa. Esto es lo que enseñan : "Ofrecieron una tierra que no les pertenecía a gente que no la merecía, y la tomaron de Palestina". En esos libros, Israel es marginal para ellos.
¿Cómo fue la recepción de su libro, Palestina en los libros de texto israelíes: ideología y propaganda en la educación en el seno de la sociedad israelí?
Los israelíes no lo han leído. Fuera he tenido excelentes críticas, aquí tal vez una, pero no hay el menor impacto, no hay académicos que lo tomen en cuenta, al contrario. Mis colegas no están interesados en absoluto. De hecho hacen lo que pueden para prohibir el libro. Y a mí.
¿Qué piensa de la omnipresencia del discurso religioso en Israel?
Es una manipulación, siempre ha sido así. Los alemanes lo hicieron también y, de modo especial, los españoles. El uso de la religión se explica por su enorme fuerza de persuasión, ya que uno puede usar la religión para lo que sea, para justificar lo mejor y lo peor. No es nada original, pero el sionismo lo aprendió muy bien de sus predecesores.
Parece que los líderes políticos y los grandes medios estén por la labor de presentar cada conflicto en el Oriente Medio desde un punto de vista religioso, y que eso sirva para consolidar sus agendas y la idea del "choque de civilizaciones"...
Sí, porque eso sirve para reclutar al pueblo judío de todo el mundo diciendo que el conjunto de las naciones árabes está en su contra. Y no es verdad, porque los judíos en los países árabes vivían muy bien junto a los musulmanes. Pero todo eso es político; es todo una manipulación. Sucede en Irán, en Arabia Saudí, en India, en Pakistán, en Malasia, o donde quiera que vayas. Ya se trate del islam, o del cristianismo, o del judaísmo, la misma historia se repite. Es un arma excelente, muy eficaz.
Siempre ha sido así en Israel, ¿o antes era una sociedad más secular?
Era más secular. La vida es dura y la gente acude a la religión, es algo que ocurre en todo el mundo. Cuando la vida es dura, ¿qué pueden hacer? Acuden a la la religión. Es un muy buen refugio ante los problemas.
Por otra parte, históricamente también ha habido otro uso de la religión. Especialmente con la Teología de la Liberación en América Latina, donde los curas no se conformaron con los aspectos rituales de la Iglesia, como la misa, sino que querían recuperar el mensaje original de defensa de los pobres, incluso mediante la lucha armada.
Aquí tenemos una organización, Rabinos a favor de los derechos humanos, que son los mejores. Se puede encontrar todo en la religión, es como una herramienta, algo que puede pulir cualquier otra cosa. La laicidad no demostró gran cosa por sí misma, nunca se sostuvo. Tampoco en Rusia: todo el mundo fue a la iglesia el día después de que colapsara la Unión Soviética. La religión es la fuerza, y los políticos la usan, por supuesto. Usan todo lo que quieren. Pero lo que tenemos no es un conflicto religioso, ni siquiera es un conflicto, no hay dos lados iguales. Es una ocupación que continúa eternamente. No hay un verdadero conflicto aquí. Hay la Nakba, un sociocidio, un etnocidio, se le puede llamar como uno quiera, pero no es un conflicto.
El Estado israelí ha tratado de hacer una ley para reclutar a las personas religiosas, ultraortodoxos, en el Ejército y también ha hecho algo parecido para reclutar a los palestinos cristianos de Israel. Hay esas dos iniciativas simultáneas, que parecen una reacción al gesto de la Autoridad Palestina de eliminar la referencia a la religión de los carnets de identidad...
No van a lograrlo, con los ultraortodoxos nunca se puede ganar. Es, una vez más, una manipulación política, debido a que algunas personas se escandalizan de que no hagan el servicio militar. ¿Y qué? Tampoco trabajan ni pagan impuestos.
¿Hay muchos ultraortodoxos?
No. Todas juntas, las personas religiosas pueden ser el 30%. De ese 30%, tal vez los ultraortodoxos sean el 5%. No es un gran problema, pero quieren utilizar ese tema para marcar un punto: "todo el mundo es igual en derechos y deberes". Bien, pero las personas religiosas no se dejan embaucar. Para ellos, el Estado de Israel es tan malo como cualquier otro régimen, o aún peor, ya que es judío. Cualquier tipo de estado es para ellos un crimen; aquí se tiene que esperar al mesías, no se debe tener un estado laico. De todos modos, ya se trate de uno dominado por romanos, griegos, británicos o sionistas, es lo mismo para ellos; se oponen al régimen de todos modos.
Así que son en realidad bastante antisistema...
Sí, por supuesto, son completamente antisionistas. Tienen lemas: "Ser sionista no es igual a ser judío", "Un judío no es sionista", etc. No es que sientan afiliación alguna con la gente de aquí, sino que sólo toman lo que pueden, se dedican a explotar este régimen. En lo que a ellos respecta, podemos irnos todos al infierno mañana mismo. Así que nadie puede ganarles. Ellos no irán al Ejército, no se preocupen. Algunos lo han hecho, y se vuelven muy crueles. Por eso se los llevan, porque son horriblemente crueles, porque para ellos un árabe es un animal, un sacrilegio, debería estar muerto. Es muy fácil utilizarles para cualquier cosa, como a los colonos.
¿Podría explicarnos cuál es el enfoque mainstream de los israelíes sobre el antisemitismo? ¿Cómo tratan ese tema? Es una sensación extraña, pero parece como si el aumento del antisemitismo en un futuro cercano en Europa, finalmente fuese algo bueno para Israel.
Por supuesto. Es algo muy bueno para ellos. Bueno, ellos lo propagan, lo amplifican enormemente : "Todo aquel que no es judío es antisemita. Por esa razón, no aplicamos las decisiones internacionales y la ley internacional, porque fueron creadas por no judíos que eran antisemitas". No les importa la ley internacional.
Es un poco raro ver a alguien como Bernard Henry-Lévy dando apoyo a manifestantes de extrema derecha en Ucrania, presentándoles como a luchadores por la libertad, al igual que en Libia...
Son muy racistas, muy antisemitas. Israel también coopera con todo tipo de organizaciones fascistas.
También es interesante considerar cuáles fueron las relaciones entre Israel y Sudáfrica...
Sí, claro. Israel dio su apoyo al apartheid, completamente. Dio su apoyo a todos los regímenes tiránicos: en Sudáfrica, Sudamérica, Asia, África... [El dictador ugandés] Idi Amin estuvo aquí para aprender métodos de tortura y se le proporcionó todo lo que quiso. Incluso el Shah de Irán, quien hizo todo lo que estaba a su alcance por Israel. Toda esa gente. Y en Sudamérica, siempre apoyaron a los tiranos. Siempre. Nunca han defendido los derechos humanos.
Lamentablemente hay muchos estados así, no sólo Israel. Básicamente están interesados en vender armas...
Sí, por supuesto. Inglaterra y los Estados Unidos siempre asesinan a los buenos. Incluso en Irak.
Algunos líderes locales de la estrategia de resistencia no violenta, afirman que a través de la no violencia, el Ejército israelí, con toda su maquinaria armamentística, es incapaz de vencerles.
Los palestinos están muy esperanzados, son optimistas, positivos, resisten pese a todo. Pero el Ejército sigue oprimiéndoles: arrestan a los niños por lanzar piedras.
¿Y qué puede hacer la comunidad internacional?
El BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones), ante todo. No dejen que los políticos o los militares israelíes vayan a su país. No dejen tocar a los artistas ni jugar a los futbolistas. No compren los productos israelíes. Todas estas cosas asustan mucho a Israel.
El viejito que sonríe en la foto fue un duro guerrillero que soportó torturas y 27 años de cárcel. Ese hombre negro apacible y encanecido fue de los duros que rechazó la libertad cuando le pusieron como condición que se declarara en contra de la lucha armada del Congreso Nacional Africano. Nelson Mandela creció como líder de las luchas de su pueblo en Sudáfrica desplazando a los dirigentes más conciliadores con el régimen brutal del apartheid.
Eran los años '50 y '60 y en los Estados Unidos la segregación racial estaba instalada por ley. Sin embargo, era considerado el emblema de la democracia en el mundo. Si Estados Unidos era mostrado como el país más democrático del mundo a pesar de la segregación en la educación, los trabajos, el transporte y hasta en los baños, ¿por qué no habría de serlo también Su-dáfrica con su apartheid? Para los cánones de esos años, Estados Unidos y Sudáfrica eran países democráticos, igual que los raquíticos gobiernos latinoamericanos acogotados por sus fuerzas armadas.
Se repiten los discursos de Mandela sobre el sueño de una gran nación sudafricana donde todos los hombres fueran iguales sin importar el color de su piel. Pero cuando Mandela decía esa frase en aquellos años, no estaba pensando en la democracia real de esa época, en la supuesta democracia norteamericana o en la sudafricana. Estaba pensando en otras formas políticas que se relacionaban con procesos similares al argelino o al cubano u otros procesos emancipadores de la época, ya fueran "democracias populares", "repúblicas democráticas" o socialismo africano.
Nadie pensaba que la democracia de los países escandinavos podía ser operativa en países que arrastraban una larga historia de colonialismo, marginación y explotación. Sin embargo, había una diferencia entre el proceso sudafricano y otros que se desarrollaban en Africa, donde la mayoría trataba de liberarse del yugo colonial. Allí, en cambio, se luchaba contra la dominación blanca. Pero todos pensaban que los cambios solamente vendrían con procesos revolucionarios.
Eran las ideas y las herramientas de ese momento histórico, las que surgían de esa circunstancia. No se podía confiar en la democracia de los blancos o de los militares o en que los poderosos entregaran mansamente sus privilegios. Mandela, Oliver Tambo, Walter Sisulu y otros jóvenes de la Liga Juvenil del Congreso Nacional Africano desplazaron a principios de los '60 a los dirigentes que proponían formas pacíficas de lucha, en las que ellos también habían participado, y fundaron Lanza de la Nación, que era la formación guerrillera del CNA.
Sudáfrica también era diferente a los demás procesos africanos en otros aspectos. La lucha armada no fue centralmente de guerrilla en la selva. El CNA era un movimiento popular de masas con mucha concentración urbana. La lucha armada consistió centralmente en atentados explosivos en las ciudades o en infraestructura, articulados con huelgas e insurrecciones. Mandela y Sisulu estuvieron presos la mayor parte del tiempo y Oliver Tambo exiliado.
El CNA no era africanista, por eso se repite mucho la frase de Mandela cuando dijo que "siempre luché contra la dominación blanca y siempre luché también contra la dominación negra". No era africanista porque, a pesar de que centralmente la lucha era contra el apartheid, tenía un fuerte componente ideológico. El CNA tenía influencias marxistas soviéticas y chinas, al igual que todos los líderes anticolonialistas africanos de esa época, desde Patrice Lumumba en el Congo hasta Samora Machel en Mozambique.
Machel era un marxista ortodoxo, dirigente del Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo) y llegó al poder aliado a los soviéticos en 1974 después de la Revolución de los Claveles en Portugal. Fue asesinado en un atentado y su viuda, Graca Machel, se convirtió varios años después, en 1998, en la última esposa de Mandela. Otro aspecto particular del CNA era que Mandela había integrado también a blancos y a indios. Paradójicamente, mientras el gobierno de Israel apoyaba al gobierno racista blanco y le vendía armas, varios judíos sudafricanos, entre ellos Denis Goldberg, Lionel Berstein y Harold Wolpe, lucharon junto a Mandela en Lanza de la Nación.
Los poderes y las fuerzas que representan los principales líderes del mundo que el jueves hicieron conocer sus condolencias por la muerte de Mandela y lo elevaron al rango de ejemplo para la humanidad, durante su lucha lo consideraron subversivo y terrorista. No era para nada políticamente correcto. Muchas de esas fuerzas y poderes fueron cómplices de su encarcelamiento y tortura.
Mandela es el duro luchador y al mismo tiempo es el gran pacifista que advirtió la prioridad de la integración enun país dominado salvajemente por una minoría blanca. Una cosa no se puede separar de la otra. Para hacer lo que hizo en el poder, antes tuvo que luchar como lo hizo. Es difícil unir esas dos facetas que se muestran como polos que se contradicen. Si en la primera etapa de su vida hubiera actuado como lo hizo en la segunda, hubiera sido cómplice de la explotación blanca. Si al salir de la cárcel hubiera mantenido la intransigencia que lo caracterizó en la lucha, hubiera llevado a Sudáfrica a una catástrofe.
Pero el cambio no se produjo porque llegó al poder, sino porque su llegada al poder fue parte de un reacomodo que se estaba produciendo en todo el mundo al finalizar la Guerra Fría y asentarse el proceso de globalización donde el mundo se convirtió en un solo mercado.
Uno de los grandes problemas de las revoluciones en Angola o en Mozambique había sido que provocaron el éxodo masivo de la población blanca, con lo cual se quedaron sin profesionales ni empresas. En Sudáfrica la economía estaba en manos de los blancos, que a su vez eran la inmensa mayoría de los profesionales. La población blanca y la población negra estaban condenadas a vivir en paz. Mandela fue concesivo en muchos aspectos, sobre todo con los juicios de la verdad, porque la emigración masiva de los blancos hubiera significado la bancarrota y el fracaso de la lucha contra el apartheid. En 1974 Mozambique fue rescatada por la URSS. En los años '90, cuando Mandela llegó al poder, la URSS ya no existía y los términos del comercio mundial estaban más o menos regidos por la OMC.
Robert Mugabe, otro gran líder africano, fue más rígido y en la actualidad Zimbabwe (ex Rodhesia del Sur, vecina a Sudáfrica) está aislada y con fuertes problemas económicos.
Mandela era un hombre mayor. Sabía que le quedaban pocos años útiles de vida y los usó para consolidar la salida del apartheid en una Sudáfrica multirracial. Sabía que dejaba un país con profundas desi-gualdades, pero se dio cuenta de que su tiempo estaba acotado a consolidar la monumental victoria que había logrado. Fue su legado a las nuevas generaciones, las que deberán ocupar su puesto en la lucha contra la miseria y las injusticias que aún subsisten. Así el antiguo terrorista y subversivo que no merecía más que una visita cada seis meses durante 27 años se convirtió en el héroe moral de la nueva era.
Mandela fue una expresión muy particular, difícil de equiparar por su dimensión humana, pero en general hay ciertos rasgos similares con los procesos que se generaron en América latina al comenzar el siglo. Miguel Brascó cuenta una anécdota de su visita a Johannesburgo en los '60. "El problema –le dijo a un sudafricano blanco– es que aquí no votan los negros." "Tengo entendido que en su país tampoco", le respondió el hombre un poco molesto. Se refería a que el peronismo estuvo proscripto durante 18 años.
Expresiones, reflejos, continuidades o rescoldos de lo que en determinado momento histórico fue condenado por subversivo y terrorista llegaron a los gobiernos por medios democráticos. Expresiones de los trabajadores combativos en Brasil o en Venezuela, de los pueblos originarios en Bolivia, de los tupamaros en Uruguay, de la Juventud Peronista en Argentina, de los curas tercermundistas en Paraguay o de los allendistas chilenos aparecieron con mayor o menor fuerza, con mayor o menor eficacia, como una opción de poder concreto para amplios sectores populares que habían sido marginados por la aplicación de las ideas hegemónicas del neoliberalismo. Cada una de esas experiencias históricas había dejado un reservorio de valores de lucha y resistencia que sirvieron para la construcción de nuevas opciones. Había restos vivos de lo que parecía perdido y arrasado por las represiones, las cárceles y los exilios.
Esperé una semana a que el gobierno de mi país pidiese formalmente disculpas por el acto de piratería aérea y de terrorismo de estado que cometió, junto a España, Francia e Italia al no autorizar la escala técnica de su avión cuando regresaba a Bolivia después de una reunión en Moscú, ofendiendo la dignidad y la soberanía de su país y poniendo en riesgo su propia vida. No esperaba que lo hiciese, pues conozco y sufro el colapso diario de la legalidad nacional e internacional en curso en mi país y en los países vecinos, la mediocridad moral y política de las élites que nos gobiernan, y el refugio precario de la dignidad y de la esperanza en las conciencias, en las calles, en las plazas, mucho tiempo después de haber sido expulsadas de las instituciones.
No pidió disculpas. Las pido yo, un ciudadano común, avergonzado por pertenecer a un país y a un continente que es capaz de cometer esta afrenta y de hacerlo impunemente, ya que ninguna instancia internacional se atreve a enfrentarse a los autores y mandantes de este crimen internacional. Mi petición de disculpas no tiene ningún valor diplomático, pero tal vez tiene un valor superior, en la medida en que, lejos de ser un acto individual, es la expresión de un sentimiento colectivo, mucho más importante del que puede imaginar, por parte de los ciudadanos indignados que todos los días suman más razones para no sentirse representados por sus representantes. El crimen cometido contra usted fue una más de esas razones. Nos alegramos de su regreso seguro a casa y vibramos con la calurosa acogida que le dio su pueblo al aterrizar en El Alto. Sepa, Señor Presidente, que, a muchos kilómetros de distancia, muchos de nosotros estábamos allí, embebidos en el aire mágico de los Andes.
El señor Presidente sabe mejor que cualquiera de nosotros que se trató de un acto más de arrogancia colonial en el curso de una larga y dolorosa historia de opresión, violencia y supremacía racial. Para Europa, un presidente indio es más indio que presidente y, por eso, es de esperar que transporte droga o terroristas en su avión presidencial. Una sospecha de un blanco contra un indio es mil veces más creíble que la sospecha de un indio contra un blanco.
Conviene recordar que los europeos, en la figura del papa Pablo III, sólo reconocieron que la gente de su pueblo tenía alma humana en 1537 (bula Sublimis Deus), y consiguieron ser tan ignominiosos en los términos en que rechazaron ese reconocimiento durante décadas como en los términos en los que finalmente lo aceptaron.
Se necesitaron 469 años para que fuera elegido, en su persona, un presidente indígena en un país de mayoría indígena. Pero también sé que está atento a las diferencias en las continuidades. La humillación de la que fue víctima, ¿fue una acto de arrogancia colonial o de sumisión colonial? Recordemos otro “incidente” reciente entre gobernantes europeos y latinoamericanos. El 10 de noviembre de 2007, durante la XVII Cumbre Iberoamericana en Chile, el Rey de España, molesto por lo que escuchaba del añorado presidente Hugo Chávez, se dirigió a él intempestivamente y le mandó callar. La frase “por qué no te callas” pasará a la historia de las relaciones internacionales como un símbolo cruelmente revelador de las cuentas por saldar entre las potencias excolonizadoras y sus excolonias. De hecho, es inimaginable que un jefe de Estado europeo se dirija en estos términos públicamente a otro congénere europeo, por cualesquiera que fueran las razones.
El señor presidente fue víctima de una agresión todavía más humillante, pero no se le escapará el hecho de que, en su caso, Europa no actuó espontáneamente. Lo hizo bajo órdenes de los Estados Unidos y, al hacerlo, se sometió a la ilegalidad internacional impuesta por el imperialismo norteamericano, tal y como, años antes, lo hiciera al autorizar el sobrevuelo de su espacio aéreo para vuelos clandestinos de la CIA, transportando a sospechosos camino de Guantánamo, en clara violación del derecho internacional. Señales de los tiempos, señor presidente: la arrogancia colonial europea ya no puede ser ejercida sin sumisión colonial.
Este continente se está quedando demasiado pequeño para poder ser grande sin estar sobre los hombros de otro. Nada de esto absuelve a las élites europeas. Sólo profundiza la distancia entre ellas y tantos europeos, como yo, que ven en Bolivia un país amigo y respetan la dignidad de su pueblo y la legitimidad de sus autoridades democráticas.
13 jul 2013
Estados Unidos ocupó Puerto Rico contra la voluntad de su pueblo en 1898 y hasta hoy lo mantiene en condición colonial. Ha hecho cuanto ha podido por despojarlo de sus raíces culturales, su idioma, su sentimiento nacional y su autoestima, y por reprimir o ningunear a quienes reivindican estos derechos. Sin embargo, la identidad puertorriqueña ha sido más resistente que el poderío económico, político y militar de Washington.
De tanto en tanto, y por sobre banderías político-ideológicas, creencias religiosas y diversidades esa identidad estalla en rebeldía desde lo profundo del alma nacional. Entonces a Puerto Rico lo une una causa común que desafía al opresor y no hay fuerza en el mundo capaz de quebrarlo. Ocurrió en la victoriosa batalla por sacar a la marina yanqui de Vieques y en la lucha por la libertad de sus presos políticos en los 70 y los 90. En la unánime condena en 2005 al premeditado asesinato por la FBI del líder independentista Filiberto Ojeda y sus posteriores honras fúnebres, comparables con las del venerable prócer Pedro Albizu Campos en 1965. En ambos casos, la isla se paralizó y les rindió su más sentido tributo.
Hoy ocurre igual con el reclamo por la libertad del también militante por la independencia puertorriqueña Óscar López Rivera, el preso político más antiguo de América Latina. El 29 de mayo Óscar cumplió 32 años tras los inclementes barrotes de las cárceles de Estados Unidos.
Ese día cientos de personalidades en San Juan y otras cuatro ciudades de Puerto Rico se encerraron simbólicamente en celdas diseñadas por el pintor Nick Quijano, iguales en sus diminutas dimensiones a la que ocupa Óscar. Dijeron presente representantes de todas las tendencias políticas, entre ellos connotados independentistas como Carlos Gallisá o Martha, la viuda del líder Juan Mari Bras, el ex gobernador Aníbal Acevedo Vilá, las alcaldesas de San Juan Carmen Yulín y de Ponce María Meléndez así como sus pares de otros municipios, René Martínez el Residente de Calle 13, otros relevantes artistas e intelectuales, conocidos periodistas, la presidenta del Colegio de Abogados Ana Irma Rivera, peloteros de grandes ligas, universitarios, obispos y líderes de todas las iglesias, activistas de la comunidad LGBT, diputados, senadores, empresarios, eminentes médicos y abogados. El cantante Ricky Martin envió un cálido mensaje de solidaridad desde Australia y el gobernador Alejandro García Padilla expresó que su excarcelación es un asunto de “justicia social, humanidad y compasión” por lo que la había reclamando al presidente Barak Obama.
Nacido en el pueblo de San Sebastián, los padres de Óscar lo llevaron a vivir a Chicago intentando huir de la pobreza. Combatiente condecorado de Vietnam, allí comenzó su toma de conciencia anticolonial. Al regreso de la guerra a la ciudad de los vientos devino un dinámico activista por la educación descolonizadora, la cultura puertorriqueña, contra la discriminación racial y por la independencia de su patria.
Acusado de pertenecer a las independentistas Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, la fiscalía gringa le levantó el difuso cargo de conspiración sediciosa (“intento de derrocar por la fuerza al gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico”). El premio Nobel Desmun Tutu –una de muchas personalidades internacionales que piden su liberación– ha dicho que lo que el cargo quiere decir es “conspirar para liberar a su pueblo de la justicia imperial”. Negado a aceptar la jurisdicción de los tribunales yanquis, Óscar se declaró prisionero de guerra en una lucha anticolonial y rehusó cooperar con el proceso. Aunque no pudieron probarle ninguna acusación y su conducta como recluso ha sido ejemplar, la exorbitante sentencia impuesta expiraría en 2023.
Mantenido en confinamiento solitario 12 años, no salió de su celda más que unas pocas horas a la semana, nunca vio la luz natural y se le impidieron las visitas. Cuando las pudo recibir fue al otro lado de un cristal antibalas. Su hija se hizo mujer sin poder tocarlo y su nieta sólo lo pudo abrazar siendo una adolescente. Ha sufrido constantes tratos inhumanos y degradantes incluyendo negativa de asistencia médica, debidamente documentados. La ONU ha pedido su liberación.
Hombre de gran sensibilidad, ha hecho una notable obra pictórica y epistolar en prisión. Nací boricua, seguiré siendo boricua y moriré boricua, ha dicho. Apoyémoslo para que así sea, pero en su patria y libre. ¡Viva Puerto Rico libre!
Twitter: aguerraguerra
Es argentino y se doctoró en Antropología en la Universidad de Columbia. Desarrolló su trabajo de campo en Mozambique. Con esa experiencia, fijó su atención en el impacto del neoliberalismo en los países africanos. Aquí, traza un paralelo entre los procesos de aquel continente y América latina. Y advierte sobre los efectos del poscolonialismo en ambas regiones.
–¿Por qué propone comparar los colonialismos en América latina y en Africa?
–La discusión viene desde los ’80 con las teorías poscoloniales, con intelectuales de India y Africa. Después de consagrarse en el Norte, llega a Latinoamérica. Propongo traer esa discusión al capitalismo global. Cuando lo planteamos para Latinoamérica no debemos retrotraernos sólo al colonialismo español. Me parece mucho más importante estudiar a Latinoamérica como colonia de nuevos imperios, pensándola como región y, luego, como Estados-nación. Cuando India se estaba independizando en el año ’48 –al mismo tiempo que Israel, Palestina– y en Africa empezó la descolonización, acá éramos, en teoría, Estado-nación independiente desde 1800, pero bajo una órbita colonial informal. Así tratamos de ver y estudiar los mecanismos políticos y diplomáticos de dominación económica en paralelo.
–¿Cuáles son las similitudes entre ambas regiones que dan cuenta de un colonialismo que subsiste?
–Lo que es poscolonial en India o Africa, en nuestra región habría que estudiarlo en la posdictadura, y analizar las dictaduras latinoamericanas como un proceso semicolonial formal.
–¿Por qué?
–El giro es que no se trató de una colonia formal con un ejército de ocupación extranjero. Pero hay que estudiar cómo los mecanismos de golpe de Estado, de dictaduras extranjeras, diplomáticas, militares y políticas dieron pie a mecanismos económicos de extracción, explotación y articulación económica. Eso está muy documentado en Argentina y en Latinoamérica. Lo interesante es abrir el panorama y ver cosas similares en la descolonización. Desde el Sur debemos estudiar a Latinoamérica como laboratorio de neoliberalismo fuerte bajo gobiernos dictatoriales, que son semicoloniales. Africa, en los ’70, fue un campo de batalla de la Guerra Fría, dividida entre gobiernos afines al bloque del Este y dictaduras que duraron 20 o 30 años, financiadas por los Estados Unidos. Yo realicé mi trabajo de campo en Mozambique, que durante 15 años fue un régimen socialista aliado a la Unión Soviética. Angola es otro caso, Etiopía otro. Si bien las historias son diferentes, esta perspectiva propone ver paralelismos.
–¿Como cuáles?
–Por ejemplo, el capitalismo de extracción que se está dando como modo de acumulación global en India, en Asia, en Africa y Latinoamérica tiene rasgos similares en el tipo de proceso económico de inversión, de extracción, de acumulación. Las empresas son las mismas. Podemos hablar de empresas mineras en Africa que también están en Perú, Ecuador y Colombia, donde se han generado revueltas políticas de resistencia.
–¿El monocultivo es muy importante también en Africa?
–Sí, todos los países están centrados en un único cultivo, de lo cual están intentando salir pero es muy difícil.
–¿Quién y por qué están dando esa discusión?
–Porque son economías que ya han sido estructuradas de esa manera desde el período colonial. Estamos hablando de 1880, de estados que son satélite de una colonia y productores de café (Ghana), petróleo (Nigeria), diamantes y oro (Sudáfrica). Ahora se está planteando el tema desde los gobiernos. Paralelamente, China está teniendo una gran influencia económica y política y generando cambios en la demanda de un continente como Africa, que empieza a aumentar su producción.
–¿Cuáles son los principales perjuicios que genera el monocultivo en los países africanos, en términos económicos y sociales?
–Todos los procesos que vemos en Latinoamérica, de violencia, extracción económica, en Africa se ven en dimensiones mayores. Hay una debilidad concreta en lo institucional, una herencia clara del colonialismo. El colonialismo británico y el francés dejaron estados muy débiles, muy marcados, sometidos. Hablamos de ciento cincuenta años de un altísimo nivel de violencia, de capitalismo extractivo y opresión colonial, que es lo que define al colonialismo. Cuando digo que hay que hablar de poscolonialismo en Latinoamérica me refiero a la violencia política.
–¿En qué se diferencian el colonialismo y el poscolonialismo?
–Lo que se denomina poscolonial es aquello que tiene una impronta colonial. Con el prefijo se está señalando que la experiencia colonial, corta o mediana, ha sido fundamental y que sus efectos políticos, económicos y culturales permanecen con un altísimo grado de violencia, con un aparato estatal que es una mala copia degradada del Estado occidental y con déficit absolutos en términos de ciudadanía, porque la ciudadanía estaba basada en la segregación racial. Ese es un tema muy importante para plantear en Latinoamérica, sobre todo en Argentina, donde supuestamente no tenemos las categorías raciales.
–¿Cómo se explican determinados conflictos armados entre pueblos dentro de un mismo país en Africa, que generalmente son presentados como “guerras tribales”?
–El estereotipo colonial incorporado indica que son guerras tribales de grupos arcaicos, que hace miles de años se vienen peleando y odiando. No hay nada de eso. Es una historia de violencia política muy corta en el tiempo. Lo que se denomina “grupos étnicos” es una configuración que tampoco responde a una realidad concreta social.
–¿Por qué?
–Porque esos grupos étnicos se han venido mezclando, casando, juntando, peleando y volviendo a articular durante cien o doscientos años. Dentro de cada país hay muchos grupos étnicos y eso es una cuestión para desentrañar. El colonialismo de los antropólogos aquí (en América latina) lleva a hablar de tribus, de grupos étnicos, de raza. Sí hay grupos sociales, pero ¿en base a qué se los define?, ¿qué diferencia a un wichí de un toba?
–Desde esa visión crítica, ¿cómo explica el genocidio de Ruanda en 1994, por ejemplo?
–En Ruanda, una minoría del “grupo étnico utu” masacró a cientos de miles de tutsis en el lapso de tres meses. La CNN dice que esa masacre está basada en odios ancestrales, cuando en realidad responde a una lógica colonial manejada por el colonialismo belga que trajo grupos que no estaban en el territorio de Ruanda.
–¿Qué hizo el gobierno belga, concretamente?
–Los trajo de lugares extranjeros, los instaló y les dio más derechos que a los que allí vivían. La política colonial es dividir para reinar. A lo largo de 80 años, utus y tutsis se han ido mezclando. Entonces ¿cómo saber quién es cada cuál? Cuando se produjo el genocidio, bandas de utus fueron por las calles y las casas buscando tutsis, y la única manera de identificarlos era por el documento de identidad que decía “Fulano de tal, tutsi”. Porque ya no hay manera de identificar un tutsi de otro grupo étnico por la apariencia. Pero que el documento estatal diga tu pertenencia étnica es una herencia colonial de segregación racial. En un momento de la historia de Ruanda, utus y tutsis eran casi grupos políticos, no grupos étnicos.
–Y en 1994, ¿qué desató tamaña violencia?
–En el ’94 hubo una gran crisis política interna, un proceso de ajuste estructural de achique de la economía brutal y, además, una campaña desde los medios de comunicación llamando a la violencia contra los tutsis. Se preparó mucho desde sectores aliados al gobierno. Los medios fueron un factor importantísimo. El eslogan político era: “Vamos a matar a los cucarachas”. Esto está pasando en muchos conflictos de Africa.
–Se referenció a esos episodios siempre por cantidades llamativamente altas de muertos.
–¿Y cómo llegamos en Argentina a matar a 30 mil personas, y a torturarlas? En Africa, a veces, todo aparece como más exagerado, pero aquello que se llama violencia étnica es importante de entenderla como violencia política. No es ningún odio étnico, biológico ni ancestral, son procesos histórico-políticos con fuerte impronta poscolonial. Y para no echarles toda la culpa a los belgas o a los ingleses, digamos que después hay dinámicas internas que son propias. En Ruanda hubo 200 mil muertos en tres meses, con machete. Esos niveles exagerados, excesivos en todos los frentes –la economía, la política, la violencia– es donde creo que interviene la violencia colonial fuertemente, violencia extrema de cien años de colonialismo deja esa herencia. Además, no han creado instituciones que la canalicen. Pero no debemos estereotipar. Africa no es el caso perdido de la historia universal, es un producto local e internacional.
–¿El nivel armamentístico que hay en países africanos es muy alto?
–Tengo entendido que Mozambique fue el primer lugar donde se aplicaron técnicas de terrorismo contra poblaciones civiles. Allí hubo una guerra civil de 15 años, desde el ’77 al ’92. Entonces había un gobierno socialista y el gobierno del apartheid, junto con la CIA, formaron una guerrilla que fue muy famosa en su época. Y hoy en día son los dos partidos políticos de la democracia que comparten muchas cosas. Africa funciona mucho como campo de experimentación. Los campos de concentración se inventaron en una guerra en Sudáfrica en 1890, no contra británicos sino contra holandeses y otros europeos. El Africa subsahariana es una cosa y el norte, otra. El norte tiene un desarrollo cultural muy importante, como Egipto, pero dicen que no es Africa. Porque desde Hegel Africa “no puede ser nada, está fuera de la historia”. Tanto geopolítica como poscolonialmente es muy importante decir que lo que se llaman “revoluciones árabes” son revoluciones africanas.
–¿Por qué empezaron a producirse estas resistencias?
–Hay dinámicas de dominación muy enquistadas, lo poscolonial heredó mucho de dominación. La culpa no es sólo de las colonias, porque incluso durante los gobiernos democráticos se ven dinámicas de control y coerción de elites políticas. Hay procesos de resistencia fragmentarios, donde un actor fundamental es la juventud. Y en los países islámicos, donde las mujeres están oprimidas, son un actor político y cultural fundamental. Juventud y mujeres son un foco de resistencia que se articula y lidera el movimiento.
–¿Cuál es la problemática que mayor interés está generando en Africa?
–Un tema muy importante es la tierra, principal recurso económico y político. Están ingresando inversores extranjeros individuales y corporaciones, que arman negocios con el Estado o algún aparato de la elite. La mayor parte del continente es población rural y va hacia un mundo que se urbaniza. Pero todo lo que pasa en la capital a nivel de la elite política tiene conexión con la población rural.
–¿Y por qué sigue siendo tan importante el sector rural cuando el mundo va hacia lo urbano?
–Es un mundo subdesarrollado económica e institucionalmente, además las dinámicas políticas y culturales están muy fuertemente atadas a lo rural, donde hay una importante red clientelar. Una dinámica que el neoliberalismo y el ajuste han exacerbado. El neoliberalismo reforzó muy profundamente toda la cuestión de los derechos consuetudinarios, lo tradicional; reforzó muchísimo el poder de los jefes tribales. Hay una articulación Banco Mundial-agencia-jefes tribales que supone un desguace del Estado.
–¿Cuál es el interés de China en Africa?
–Repito que Africa es y ha sido un gran laboratorio. Y también el reflejo de un mundo más multipolar porque la influencia (norte)americana es muy fuerte, pero no es lo único ni lo más poderoso. Porque es una globalización dirigida por Estados Unidos en retirada, pero los ex poderes coloniales europeos son los principales clientes económicos y políticos, con un control diplomático y político y una influencia muy grande en el sostén de regímenes autoritarios, aunque sean democráticos.
–¿Y cómo entra China en este escenario?
–China se ha vuelto el principal socio económico de todo el continente. Se dan dos dinámicas. Por un lado, un fuerte endeudamiento –China da créditos blandos a miles de años– y, por otro, un fuerte capitalismo extractivo en recursos naturales y energía. China compra o financia proyectos gigantescos en cualquier lugar del mundo, pero en el caso de Africa más aún, por su importancia geopolítica. En algún momento, China puede ser el principal gobernador de la región. Está acumulando y “comprando” Africa, empujándola a salir del monocultivo y diversificarse para la demanda china, otorgando créditos blandos para desarrollo e infraestructuras a elites políticas a las que va cooptando clientelarmente. Mirar hacia dónde va China ahora y qué dinámica está desplegando en Africa es un espejo para pensar Latinoamérica. Un investigador decía que China tiene la deuda impagable de Estados Unidos pero con eso se está comprando Africa y medio mundo. Y la elite china dice tener plazos muy largos.
–¿Usa el término “comprando” en forma simbólica o literal?
–Mitad y mitad. Por un lado, están invirtiendo. Por otro, están generando margen de maniobra con las elites políticas africanas. (Con su iniciativa) pueden reemplazar los planes de ajuste estructural. China presta a una tasa muy baja a 50 o 100 años. Un dato etnográfico es la influencia que tenía China desde la época de la Guerra Fría, con países afines como Tanzania y Mozambique.
–Y en cuanto a su trabajo de campo en Africa, ¿en qué consistió?
–Realicé trabajo de campo en Mozambique dos años y medio. La mitad del tiempo en la capital, y el resto en localidades rurales. Vi los cambios que produjeron las reformas neoliberales desde el punto de vista del derecho.
–¿Y qué efectos encontró?
–El neoliberalismo ha sido –y todavía lo es– un gran andamiaje jurídico, legal. Ha regulado desde el discurso de la desregulación. Al estudiar los mecanismos jurídicos y la proliferación de leyes bajo la lógica del mercado pude ver que el Estado es un actor privado más, un sujeto de derecho. El concepto “Estado del ajuste estructural” es muy claro en Mozambique y quizás en otros países.
–¿En qué se traduce ese concepto, concretamente?
–Quiere decir que no hay un aparato de Estado nacional y agencias extranjeras e inversiones extranjeras. Sino que son dinámicas muy fluidas donde no se puede distinguir, en general, entre lo nacional y lo transnacional, ni entre lo privado y lo público. Son corporaciones extranjeras que deben asociarse a un personaje de la elite local que todavía digita los controles de las privatizaciones. No se trata sólo de que agencias extranjeras digan qué legislar como parte de los programas de ajuste, sino que los consultores externos hacen las leyes que aprobará el Congreso. Incluso, hay miembros de la Corte que son consultores.
–¿Miembros de la Corte y a la vez consultores?
–En el Estado postestructural, sí. Sucede a menudo..., es que el Estado no tiene fondos. En este caso (Mozambique), la mitad del presupuesto nacional proviene de ayuda externa de distinto tipo. Es un Estado muy precario. Algunas personas dejan su puesto en el Estado para desempeñar el mismo puesto pero en una agencia de cooperación que financia esa área del Estado. Por ejemplo, alguien dirige tal subsecretaría pero no cobra dinero del Estado porque esa subsecretaría es parte de un proyecto de desarrollo de una agencia sueca y cobra el triple como consultor desarrollando el mismo trabajo.
–Ese mecanismo se daba en algunos países andinos también.
–Entonces, viéndolo desde la experiencia del ajuste en Argentina, allá vi todo más exagerado, exacerbado y profundizado. Al mismo tiempo, yo fui con la idea de que el Banco Mundial y las agencias digitaban todo. Pero en el Estado del ajuste debe haber una negociación constante entre elites locales –con altas cuotas de poder en control militar, control de inteligencia y seguridad– y agencias privadas y extranjeras. Por ejemplo, la agencia escandinava financia y regula un área importante de desarrollo, pero cuando hay una licitación de puerto y aduanas la gana una empresa de ese país. Eso no se anota en ningún lado, pero se puede estudiar en el marco del Estado de ajuste estructural. En Latinoamérica, las dinámicas y los límites que marca el capitalismo extractivo son muy fuertes, claros y violentos, por eso está generando resistencias.
–¿Cómo se articula el neoliberalismo con la cultura y la religión en Africa?
–Africa se globaliza y genera la exclusión de todo lo local. Ahora hay celulares en Kenia pero desaparece el Estado-nación. La exacerbación de las identidades locales es una reinvención de los orígenes de los grupos locales que luchan por el acceso a la tierra, reinventadas como el primer ocupante del lugar y con una fuerte dosis de exclusión del otro, del extranjero. El neoliberalismo liberó el mercado de la tierra y hay cada vez menos acceso a ella por parte de las comunidades locales. Eso generó que en todos lados hubiera conflictos candentes de lo que se llama “autoctonía”: reforzar la identidad local apegada a la tierra y el rechazo al otro.
–¿Qué lineamientos propone en términos de línea política Sur-Sur?
–Lo que nos une es la lógica de los enclaves: el neoliberalismo genera fragmentación de los Estados nacionales, porque la producción económica está en un enclave que se desconecta del resto de los Estados-nación y de la economía. Adquiere una dinámica propia conectada a los centros financieros internacionales. Esto en Africa es muy descarnado, pero empieza a verse en Latinoamérica. En el interior del Estado, los enclaves son estados de excepción, zonas económicamente autosuficientes que se transforman en mini-Estados privados. En el Congo hay enclaves de extracción de diamantes y oro, en Nigeria de petróleo. Lo más interesante es ver la fragmentación social y cultural.
–En ese contexto, ¿por qué el interés en estudiar lo poscolonial?
–Esa era la lógica colonial: dividir, segregar comunidades y pueblos en territorios que no se podían articular, una absoluta división territorial y político-cultural. El ajuste estructural tiene una historia colonial de fragmentación y lógicas de enclave. Es importante estudiar esto comparativamente entre Africa, Asia y Latinoamérica. El eje de trabajo es para los académicos que se instalen en la red Sur-Sur, en articulación con sectores intelectuales y políticos en el Sur.
–¿Hay intenciones reales de concretar ese trabajo en red?
–Por ahora hay intenciones. Vine a la Universidad de General San Martín a desarrollar esta iniciativa. Aunque la lógica colonial es lo que está marcando el campo, el objetivo último es pensar esto desde el Sur. Los intelectuales y políticos están dando los primeros pasos. Brasil, India y Sudáfrica tienen iniciativas en común, discuten políticas públicas, están a nivel del gobierno en el BRICS, en el G-20. Están en la Agencia de Naciones Unidas de cooperación Sur-Sur pero también tienen iniciativas en el marco de Naciones Unidas y el Banco Mundial. Quizá sea demasiado purista, pero la apuesta es poder saltearnos eso y ponernos en red con gente en Mumbai, en Nairobi, Johannesburgo, Buenos Aires, México.
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