Evo Morales está de buen humor. Viene de conseguir que el Congreso boliviano le habilite la posibilidad de llamar a elecciones presidenciales en octubre, en las que buscará su reelección ante una oposición fragmentada y sin líder. Para sacar la ley electoral del Senado tuvo que negociar duro, hacer huelga de hambre y ceder en cuanto a la participación extranjera en las elecciones y la representación indígena en el futuro Parlamento. Pero sacó la ley.
Después de un año difícil, en el que debió sortear un intento de golpe, esta vez no viene a pedir apoyo internacional, ni comprensión porque el gas no alcanza, sino que viene a agradecer, y de algún modo retribuir, el apoyo del gobierno argentino en los momentos difíciles. Antes de sentarse a hablar con Página/12 en una suite del hotel que algunos soñaron con ver transformado en hospital de niños, Morales dice en otra entrevista, con el canal de televisión estatal, que Néstor Kirchner fue como un padre para él, y el apoyo argentino un bálsamo para su país.
Alegre, distendido, hasta afectuoso en la manera de tocar el hombro para enfatizar una coincidencia o de sonreír con picardía en busca de complicidad, Morales contesta con ganas y sin cassette todas las preguntas que su apretada agenda le permite.
–¿Por qué quiere ser reelegido? ¿Qué cosas le quedan por hacer?
–No es un deseo de Evo Morales. Es un sentimiento del pueblo boliviano y especialmente del movimiento popular. Segundo, yo acepto para concluir todo lo que empezamos: la industrialización por ejemplo, la consolidación de las transformaciones estructurales, asumir el rol del Estado en términos de crecimiento. Tercero, si Evo se va, puede haber fracturas hacia el interior del movimiento. Esos tres temas son los que hicieron que acepte la candidatura.
–Después de dos años de despegue se nota cierto amesetamiento en la economía boliviana. ¿Cómo los afecta la crisis mundial y cómo van a hacer para retomar el crecimiento?
–Los tres primeros años anduvimos muy bien. La crisis nos puede afectar primero en el precio del gas. Y segundo en la entrada de remesas. La gran ventaja que tiene Bolivia en este momento es que tiene mucha producción. Excepto trigo, en esos somos dependientes de la Argentina. Pero ya hemos implementado ciertas políticas, créditos al cero por ciento de interés para el tema de alimentación. Si hubiera algún problema se arregla produciendo más.
–¿Entonces la crisis no va a afectar la economía boliviana?
–Se va a sentir, le repito, con el tema del gas. Algunos ingresos bajarán para los departamentos, para las alcaldías y para el tesoro nacional. Pero también, en tres años, hubo un incremento en inversión y están acostumbrados a eso, a esa recta, la gente lo reconoce. Ha crecido como el 500 por ciento la inversión.
–¿Por qué le cuesta al MAS (oficialismo) conseguir otra figura presidenciable? Da la impresión de que cada vez que aparece uno, se cae.
–No hacen falta líderes. Sobran líderes. La disputa es porque todo el mundo se cree presidenciable. Ese es el problema.
–¿Cómo va a hacer para que respeten la nueva Constitución los que preferían la vieja?
–Tome el caso de las tierras. Los terratenientes ahora pueden quedarse con un máximo de cinco mil hectáreas. Más del 80 por ciento decide con su voto voluntariamente que el máximo será de cinco mil hectáreas. Imagínese. Ahora hay que implementar eso, es toda una tarea.
–¿Someterse al orden legal sirve para convencer a los demás de que hagan lo mismo?
–Eso es lo que nosotros hicimos. Gobernar subordinados al pueblo. Es el pueblo el que decide y nosotros somos sus sirvientes.
–Con respecto a lo que pasó hace dos semanas, ¿usted cree que la ley electoral se destrabó por su huelga de hambre o por las concesiones que tuvo que hacer?
–En el 2006 en Diputados, donde tenemos mayoría, ya estaba aprobado el voto extranjero. Pero en el Senado, donde tenemos minoría, no estaba aprobado. Por fin, con el nuevo proyecto de ley transitoria electoral nos limitamos a un porcentaje de voto extranjero. Se tiene que hacer la huelga de hambre para que se apruebe el voto extranjero, aunque sea limitado. Del total de los votos de Bolivia sólo puede haber un seis por ciento de voto extranjero. De eso trató la negociación, lamentablemente.
–¿Qué tal el 6 a 1?
–...
–El 6 a 1...
–¿Qué es eso?
–El partido de fútbol.
–¿Querés que te diga la verdad? Entre nosotros, yo hinchaba por Bolivia, pero también quería que gane la Argentina. Yo estaba en Viena ese día. Yo sabía que si ganaba la Argentina nos daban la altura (la autorización definitiva de la FIFA para jugar en la altura). Si gana Bolivia no nos dan la altura. Le soy sincero. Cuando volví yo lo dije en la reunión de gabinete.
–Pero usted lleva la verde en el corazón. No me diga que hizo fuerza por la Argentina.
–Yo soy muy realista. Más importante es ganar la altura que ganar ese partido.
–¿Qué le parece Obama?
–Mira, quiere mucho cambiar, pero está rodeado, ¿no? Lo entiendo. Ayer lo hablamos con Cristina. No es fácil cambiar porque los grupos de poder siempre resistirán.
–¿Y cómo le va con su oposición? ¿Va ganando la pulseada?
–¿Nosotros? Sí, nosotros. Si buscan matarnos es porque se sienten derrotados. En el 2006 dijeron que habían convocado un millón. Yo calculaba 300, 400 mil. 2007, 2008, cincuenta mil. Antesito, cuando la aprobación de la ley electoral, mucha gente dijo que eran cinco mil. Yo calculo quince mil. De trescientos mil bajaron a quince mil. La mitad de esa gente son empleados de las prefecturas o las alcaldías y fueron obligados a salir a la marcha. Pero si no tienen candidato, no tienen programa, no tienen nada. La mejor oposición son los jerarcas de la Iglesia Católica y algunos medios de comunicación. Esa es nuestra oposición.
–¿Ya se arregló el tema del impuesto a los hidrocarburos (que Morales les quitó a las prefecturas para financiar un programa de jubilación)?
–No, ya no hablan de eso, ya hay acuerdo.
–¿Ya no le reclaman plata desde la Media Luna?
–Pero la plata no se queda con el Evo, se queda con los viejos. Personas de la tercera edad. La Renta Dignidad (que financia el impuesto) es para todos los viejos.
–¿En qué momento creyó que su gobierno corría peligro?
–Con el (intento de) golpe de Estado (el año pasado). Tomaron aeropuertos, edificios públicos... yo estaba seguro de que iban a fracasar. Pero era usar la fuerza o no usar la fuerza. Ellos estaban buscando masacre y muerte. Si yo mandaba a las fuerzas armadas a Santa Cruz, habría habido reacción de grupos, un muerto, nueva reacción y masacre. Es lo que buscaban ellos. Incluso tengo una polera que dice “Evo asesino, renuncie”. Ellos habían hecho imprimir cantidad de poleras, para que salgan a marchar cuando haya un muerto. Tuvieron que quemar las poleras.
–¿Qué significa para usted la Pacha Mama?
–Para mí la naturaleza, la Madre Tierra, que le decimos Pacha Mama, es más importante que el ser humano. El ser humano, sin Pacha Mama, no es ser humano. La Pacha Mama, la Madre Tierra, la naturaleza, el planeta, sin ser humano sigue siendo planeta.
–¿Cree en Dios?
–Yo, para mí, Dios es la misma naturaleza. Si hay que ir a rezar, en la iglesia, no creo en esas cosas.
Por Santiago O’Donnell
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La italiana Eluana Englaro tiene 38 años y desde hace 17 está en estado de coma vegetativo. Su padre, Giuseppe, ha luchado una década entera para que reciba una muerte digna y consiguió una sentencia favorable del Tribunal Supremo de Italia a fines de 2008. Ayer, la mujer llegó en una ambulancia a la clínica La Quiete, en Udine, donde en los próximos días será desconectada de la sonda alimenticia. Eltraslado fue el principio del fin de un debate en el que se enfrentaron sectores conservadores y la Iglesia Católica con quienes piden que se respete la decisión de la familia de la joven de aplicar la eutanasia.
El viaje de ida comenzó en la clínica Lecco, cerca de Milán, donde Englaro pasó los últimos días atendida por monjas mientras se decidía en qué lugar iba a ser desconectada. En las puertas de ese sanatorio se reunió un grupo de manifestantes del Movimiento a favor de la Vida que protestó contra el traslado e incluso intentó detener la ambulancia. El centro médico La Quiete decidió atender el caso hace algunas semanas: explicaron que Englaro no será desconectada de inmediato, sino que esperarán tres días hasta que un equipo de voluntarios le retire, de manera progresiva, la alimentación e hidratación asistida. Según los médicos, Eluana puede tardar quince días en morir.
La Quiete es una casa de cuidados para ancianos financiada por el Ayuntamiento de Udine, que se animó a cumplir con la sentencia del Tribunal Supremo, pese a la circular del Ministerio de Sanidad del pasado 17 de diciembre, en la que se prohibía a cualquier centro médico público o privado interrumpir la alimentación a pacientes en estado vegetativo. Los voluntarios depositaron en los juzgados de Udine un protocolo médico detallado en el que se explica cómo se procederá para evitar posibles denuncias. Eluana fue alojada en el departamento de los enfermos de Alzheimer y diez hombres vigilan su “privacidad”.
La primera sentencia favorable para la familia de la joven llegó en julio de 2008, cuando el Tribunal de Apelación de Milán dictaminó que se podía retirar la sonda que mantiene con vida a Eluana y en noviembre el Tribunal Supremo ratificó este fallo, el primero en Italia, que sentó importante precedente jurídico. Entre las adhesiones que recibieron los voluntarios figuran la de Anna Finocchiaro, líder opositora al frente del Partido Demócrata (PD), quien pidió “silencio y respeto ante el dolor inmenso” de los familiares de Eluana. También el presidente de la Cámara de los Diputados, Gianfranco Fini, pidió respetar la decisión de los padres.
El responsable del equipo de voluntarios, Amato De Monte, admitió en una entrevista televisiva que se encuentra “devastado como hombre, como padre, como médico y como ciudadano”, pero sus sentimientos, afirmó, “pasan a un segundo plano ante el dolor de la familia Englaro”. De Monte, que dirige el departamento de anestesia del hospital Santa María de la Misericordia de Udine, también declaró que “Eluana no sufrirá porque está muerta desde hace 17 años”. Esta frase dio pie a una contrapropuesta de quienes se oponen a la eutanasia.
El presidente de la sociedad médica interdisciplinaria Prometeo Galileo, Luca Puccetti, pidió en “nombre de la ciencia” que se “monitoree la actividad cerebral de Eluana Englaro en el momento en que se le interrumpa la alimentación y la hidratación mediante una resonancia magnética funcional”. Puccetti estimó que ésta es la única forma de “saber si sufre cuando le desconecten la sonda”. Mientras tanto en el Vaticano, el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, cuyo cargo es un equivalente al “ministro de Sanidad”, exigió detener “la mano asesina” que desconectará a Eluana. En Roma, simpatizantes de la asociación Pueblo de la Vida consideraron que ésta es la primera ejecución capital de la historia de Italia y pidieron a los romanos que enciendan una vela y la coloquen en sus ventanas para evitar que “se apague la esperanza de la vida”.
Hay algo de fuerte y de desvalido en Juan Marsé, como si aún fuera Juanito; y como si su biografía, de la que aquí habla, lo estuviera inclinando siempre hacia la infancia. Su rostro ya muestra esa edificación barroca que las personas alcanzan cuando son lo mismo por dentro que por fuera; aunque en la mirada de Marsé, en algunos de sus gestos menudos, uno vislumbra al adolescente que fue o al joven que aparece en muchos de sus libros, disfrazado con otras identidades. Un hombre de 75 años al que sus amigos mayores (muchos de ellos ya muertos) siempre llamaron Juanito. Su nieto Guille, que tiene nueve años, le llama abuelito, y comparte con él al menos una preocupación: la vestimenta que ambos usarán en Alcalá de Henares cuando el rey le entregue al autor de Ultimas tardes con Teresa el Premio Cervantes.
Qué raro, una entrevista a Marsé en Andorra. Ser de un país como éste no estaría mal. “Nosotros vivimos en un país raro. Raro y que parece que aún no acaba de encontrar su estabilidad democrática. Hay todavía muchos resabios y sombras de nuestro pasado inmediato, concretamente de los cuarenta años del franquismo. Cuentas pendientes con muchas cosas. Con la Iglesia Católica, por ejemplo –dice Marsé–. Durante el primer gobierno socialista se podrían haber resuelto algunas cosas en relación con la Iglesia. Pero los pactos sobre el Concordato fueron más de lo mismo. Y bajo el gobierno de Aznar tampoco se hizo nada. Ahora tampoco se está haciendo nada de nada al respecto. Así que salta la chispa cuando menos te lo esperas. Hoy es un crucifijo, mañana es una monja. Esto es una lata... No es el problema más importante que tiene el país, pero lo digo porque refleja una cierta dejadez del gobierno en materia de educación.”
–Todavía parece como si fuésemos aprendices en el terreno democrático. Si no fuera porque es dramático, como escritor me moriría de risa con lo que ha pasado con la Educación para la Ciudadanía y con la memoria histórica. La memoria es el instrumento más importante que tiene un escritor. “Que no remuevas las cosas”, dicen; eso es grotesco; es como si te negaran, en el caso de un escritor, el derecho a trabajar.
–La jerarquía católica no siempre fue igual. En la transición tuvimos a Tarancón. La Iglesia de Roma es al final lo que pesa, la jerarquía eclesiástica es la que manda. Tarancón fue único. Y a él le costó mucho; le gritaban y lo insultaban por la calle... Algo habremos avanzado, por supuesto. De alguna manera, la Ley de la Memoria Histórica y la Educación para la Ciudadanía están en marcha, guste o no guste. Y otras cosas que tienen que ver con la vida civil, cuestiones sobre el aborto, aún no resueltas del todo...
–¿Cómo que no? No en el sentido nacionalista, ya veo que no. Pero ahí sí que no tengo ningún empacho en decir que yo no soy nacionalista. Ni de Cataluña, ni de España, ni de China, ni de Andorra. No tengo ningún problema identitario. ¿Qué problema identitario voy a tener si además soy adoptivo...? Tuve que rastrear mi identidad desde que cumplí los 10 años; supe entonces que había otra familia, que mis apellidos eran otros. Durante unos años estuve como que no sabía de dónde había venido. No sé hasta qué punto eso pudo haber influido en mi personalidad, no me gusta especular sobre estas cosas. Pero hoy puedo afirmarte que no estoy dispuesto a dejarme desafiar por asuntos de identidad, ni de banderas, ni de patrias.
–Yo jamás he escrito una línea para defender la lengua española; creo que se defiende sola. Hay, sí, alguna problemática en Cataluña en relación con el español, algunos excesos, alguna cuestión que no acaba de ajustarse bien, y creo que se ajustará. Y te puedo asegurar que mi nieto Guille es un ejemplo. El habla perfectamente catalán y español. Su padre es uruguayo, su madre es catalana. Y en mi casa pasó otro tanto. Se ha exagerado la problemática por intereses estrictamente políticos, y eso me revienta. Uso la lengua para comunicarme, no para defender ideas políticas. Y tal como dije entonces, cuando se anunció el Cervantes, cuando se utiliza la lengua como una bandera, me pongo la mano en la cartera porque sé que de algún lado me van a sacar los cuartos.
–Es que ahora me dan el Cervantes, y he sido candidato desde hace un par de años; y, quieras que no, eso te agita, aunque sepa que no voy a ganar. Y yo contentísimo, ¿por qué negarlo? Contentísimo.
–El Rulfo me hizo mucha ilusión también porque yo tuve la suerte de conocer a Juan Rulfo en 1973, cuando me dieron en México un premio por Si te dicen que caí, que no pudo publicarse en España entonces, y se publicó después de la muerte de Franco. Ese premio mexicano me llegó muy hondo, y es muy importante para mí también.
–Qué España más oscura... Sí, en 1966, con Ultimas tardes con Teresa, el régimen se estaba tratando de lavar la cara, se acababa de promulgar la Ley de Prensa de Fraga. Con Si te dicen que caí, en 1973, las cosas estaban peor. Es fácil de comprender: eran los últimos coletazos del franquismo.
–Sí, si hubiera que buscar un asunto que lo englobara todo, probablemente sería ése: “Yo no me olvido”. Bueno, es lo que te decía antes: el escritor es memoria o no es nada. En mi caso, yo prefiero que la memoria esté implícita porque, si no, hubiera sido un historiador o un sociólogo. Cuando uno se dedica a la literatura de ficción se supone que es para crear un mundo. También un mundo que tenga algo que ver con éste, naturalmente. Con sus propias leyes internas, de armonía, de estructura, de ecos y de resonancias. En el trasfondo hay algo personal. Hay, por ejemplo, una constante en mis novelas: la del padre ausente; o está en el exilio, o está oculto, o está muerto. El padre ausente. Eso probablemente tiene que ver con mi biografía.
–Alguien está muy interesado ahora en mi biografía y la está haciendo: Josep Maria Cuenca. Se lleva un trabajo tremendo, porque se encuentra dos familias. Rastrear mi familia biológica es un trabajo inmenso porque no queda casi nadie y hay una serie de puntos muy oscuros. A mí lo que me gusta decir es que mi biografía, la que yo conozco de mis padres adoptivos, está ya en mis novelas. En algunas está enmascarada, a veces está más explícita, pero está ahí.
–Mi madre adoptiva había tenido un bebé muerto, y el médico le había dicho que no podía tener más hijos. Y mi madre había muerto. Mi padre me dio en adopción a esa señora. Ella salía con su marido de la clínica, pararon un taxi, y ahí iba mi padre, que la oyó llorar. Supo la historia, y les dijo: “A mí me ha pasado lo contrario. Perdí a mi esposa y tengo un niño de días. Y no sé qué hacer, porque además tengo otra niña de cinco años”. Esa historia, según mi hermanastra Regina, no es cierta, mi madre se la inventó. Siempre he estado a favor de esa historia, me gusta porque parece sacada de una novela de Dickens. Pero Cuenca no ha encontrado en ninguna clínica, ni en el Registro Civil, constancia de ese niño muerto. Podían ser fantasías de mi madre, y mi madre adoptiva, Berta, tenía una fantasía extraordinaria.
–A estas alturas me espero cualquier cosa. Cuenca me ha preguntado sobre cuándo lo supe y en qué circunstancias. Yo tendría nueve años. Ibamos por la calle y una vecina le dijo a mi abuela paterna: “¡Qué niño más guapo! Se ve que no es un Marsé, porque no se parece en nada ni a su padre ni a su madre!”. Le pregunté a la abuela y ella empezó a contarme; decía “que había otros padres míos, pero que eso me lo comentaría mi madre, porque ella prometió decírtelo cuando tuvieras 10 años”. Eso precipitó la confesión de mi madre. Pero entonces yo me acoracé, no quería tener más padres, ya estaba bien con los que tenía. Y después tomé una actitud de indiferencia, de que aquello me resbalaba. Y mi padre adoptivo nunca me comentó nada. Cuando fui ya mayorcito, Regina empezó a contarme cosas de mi padre biológico. Pero yo estaba tan bien con aquellos padres que decidí que aquéllos eran mis padres y punto.
–A mí me gusta decir que hay mucha inventiva, que yo escribo novelas porque me gusta imaginar otras vidas. Cuando uno está leyendo una buena novela no está pensando en rastrear aquellos hechos que pueden tener que ver con el que la ha escrito. Eso es irrelevante en la lectura. Después, el interés por el autor te puede llevar a establecer relación entre él y la obra. Lo importante es que una novela te hipnotice. ¿Qué más da si ésa es una historia inventada o no?
–Yo acababa de llegar del pueblo, iba con un pantalón de pana y una especie de cazadora amarilla, y no hubo tiempo para vestirme de otra manera cuando me avisaron para ir a la ceremonia. Al saludar a Tarradellas, éste me miró de arriba abajo, no me dijo nada, pero su mirada fue de reprobación. Tiempo después coincidimos en un concierto. Y al saludarnos se echó a reír. Haré ahora lo que pueda para llevar el esmoquin con toda dignidad, y nada más.
Por Juan Cruz *
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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