Esperamos ser recordados como el gobierno en el que el pueblo boliviano se levantó para recuperar la democracia, la dignidad, la paz, el crecimiento, y la justicia social” dijo el economista en su discurso de investidura como presidente.
“Esperamos ser recordados como el gobierno en el que el pueblo boliviano se levantó para recuperar la democracia, la dignidad, la paz, el crecimiento, y la justicia social” afirmó Luis Arce en su discurso presidencial, desde el recinto de la Asamblea Legislativa. A su lado estaba el vicepresidente, David Choquehuanca, los presidentes de las cámaras de senadores y diputados, Andrónico Rodríguez y Freddy Mamani respectivamente.
A esa hora el centro de La Paz era una celebración en la cual movimientos sociales, indígenas, mineros, sindicales, militantes del Movimiento Al Socialismo (MAS), venidos de diferentes partes del país rodeaban la Plaza Murillo. El festejo había comenzado la noche anterior, en la vigilia de las organizaciones realizada en cercanía de dónde tendría lugar el acto.
La presencia temprana de los movimientos se debió a la permanencia de las amenazas de un sector de la derecha hasta las últimas horas. La noche del sábado tuvo lugar en La Paz una nueva concentración y marcha bajo la consigna de pedido de auditoría y suspensión de toma de posesión. Si bien a esa hora resultaba claro que la transmisión de mando tendría lugar y que las fuerzas sociales de la derecha estaban mayoritariamente agotadas, las alertas ante posibles acontecimientos imprevistos se mantuvieron hasta último momento.
El escenario político fue uno de los puntos centrales del discurso del nuevo presidente. Se refirió a lo sucedido a partir del golpe de Estado como “una guerra interna y sistemática contra el pueblo, especialmente contra los más humildes (…) se sembró muerte, miedo y discriminación, recrudeció el racismo (…) la persecución contra dirigentes del MAS y de los movimientos sociales, hubo muertos, heridos, encarcelados, perseguidos, asilados y exiliados”.
La mención a las masacres de Sacaba y Senkata, ocurridas a pocos días del golpe en noviembre del año pasado, fue permanente y se realizó un minuto de silencio por quienes fueron asesinados. El nuevo presidente se refirió a las mismas como “símbolo de dignidad y resistencia”, homenajeó “a los caídos, a los héroes del pueblo que han recuperado la democracia”.
En la toma de posesión estuvieron presentes varias representaciones internacionales, como la del gobierno de Argentina, Paraguay, Colombia, España, Venezuela, Uruguay, Venezuela, Irán, Chile, Emiratos Árabes, así como delegaciones de partidos políticos de diferentes países, así como parlamentarios y movimientos bolivianos.
Quien no estuvo presente, como se preveía, fue Jeanine Añez, que había anunciado días antes su partida a la ciudad de Trinidad, en el departamento de Beni, desmintiendo una posible fuga del país. Quien sí estuvo por parte de la oposición fue el dirigente Carlos Mesa, segundo lugar en las elecciones de octubre, quien reconoció la victoria de Arce desde el inicio. Sin embargo, tanto él como su grupo parlamentario, abandonaron el recinto antes de los discursos.
“Debemos superar la división, el odio, el racismo y la discriminación entre compatriotas, ya no más persecución a la libertad de expresión, y ya no judicialización de la política, ya no más abuso de poder (…) ya no más impunidad, justicia hermanos, pero la justicia tiene que ser verdaderamente independiente”, afirmó Choquehuanca, en un mensaje de diálogo, unidad presente en ambos discursos.
El nuevo gobierno asume en un contexto de inestabilidad. Si, por un lado, quienes integraban el gobierno de facto están en retirada y posible escape del país para no tener que rendir cuentas, y por el otro Carlos Mesa busca conformarse como principal opositor, existe un sector, conducido en parte por Luis Fernando Camacho, tercero en las elecciones, quien encarna el ala más radical de la derecha. Ese mismo sector no reconoce la validez de los resultados ni la toma de posesión. ¿Qué harán a partir de ahora? Es una de las principales preguntas.
“Estos sectores minoritarios levantan la bandera de la democracia solo cuando les conviene, y cuando no recurren a la desestabilización, a la violencia, a golpes de Estado para hacerse del poder”, afirmó Arce, quien hizo referencia a la utilización que esos sectores hicieron de “grupos paramilitares”, que realizaron acciones hasta el día viernes, en Cochabamba o Santa Cruz.
El gobierno se enfrenta a una triple crisis, mencionada por Arce: democrática, producto de lo vivido con el golpe y el gobierno de facto; sanitaria por la pandemia, y económica. La gestión de Añez dejó números en rojo, con una caída del 11,1% del PIB, un déficit fiscal de 12,1%, un déficit de 8,7% del Tesoro Federal, y una deuda de 4 mil 200 millones de dólares contraída en los once meses pasados. “Día que pasa sin tomar acción día que se complica la situación”, afirmó el mandatario.
La expectativa social con el nuevo gobierno es grande. Tanto por parte de quienes se movilizaron hasta la Plaza Murillo, como las 36 nacionalidades indígenas, la organización de los Ponchos Rojos que fue parte de la seguridad presidencial, o la Central Obrera Boliviana, sino por amplias capas de la población que en menos de un año enfrentaron los impactos de una recesión, la pandemia, y un gobierno de facto que amenazó, persiguió y no dio respuesta a ninguna de sus promesas.
El nuevo mandatario se refirió a la cuestión internacional y afirmó, como ya había anticipado, que centrará esfuerzos en construir la “unidad política de la diversidad de América Latina y el Caribe” a través de la Celac, y mediante la Unasur en el terreno sudamericano, “como espacio de integración y mecanismo de concertación de políticas, donde nos encontremos todos independientemente de las orientaciones políticas de los gobiernos”. El nuevo gobierno boliviano aparece como un posible factor que permita acercar y trabajar junto a diferentes partes del progresismo latinoamericano.
La toma de posesión abre un nuevo momento dentro del proceso de cambio boliviano: “nos comprometemos a rectificar lo que estuvo mal y profundizar lo que estuvo bien”, afirmó Arce. Dentro de esta nueva etapa aparecen desafíos del orden interno, como pedidos de movimientos de que exista un recambio de cargos de dirección, como las amenazas de las fuerzas desestabilizadoras que ya anticiparon que no regresarán -o así parece- a las vías democráticas.
El domingo fue una fiesta en La Paz, ya Evo Morales se encuentra cerca del país, Bolivia deja atrás una de las páginas más oscuras de su historia reciente con una victoria democrática y un nuevo gobierno popular.
Por Oscar Guisoni
No hay antecedente en la historia reciente de Bolivia de un presidente que asuma el mando luego de haber obtenido un apabullante triunfo en las urnas sin que ese espaldarazo le sirva demasiado para ordenar el caos que deja tras de sí el desastroso y breve gobierno de facto encabezado por Jeanine Añez. “Súper Luchito”, como le dicen sus allegados a Luis Arce, no la tiene fácil.
Entre los múltiples frentes que se encuentra abiertos, hay algunos que producen gran inquietud entre los dirigentes del MAS y el nuevo presidente boliviano. El más complejo es la cerrada resistencia, por parte de los grupos ultraderechistas que giran en torno al Comité Cívico de Santa Cruz de la Sierra y al golpista Luis Camacho, que recibieron su asunción con bloqueos y movilizaciones y que se niegan a reconocer el resultado electoral, denunciando un supuesto fraude al más puro estilo Trump: sin prueba alguna.
La relación del MAS con el Oriente, la zona más rica del país, ha sido conflictiva durante los 14 años de gobierno de Evo Morales. La llamada “Media Luna” protagonizó una intentona golpista que fue frenada por la Unasur en 2008 y fue central en el derrocamiento del líder indígena en 2019. La asunción de Arce encuentra a estos sectores envalentonados y movilizados. Aislarlos, estableciendo un cordón democrático con acuerdos de gobierno con los sectores opositores más moderados, será su primer desafío. El rol que juegue la embajada norteamericana, que en golpe contra Evo movió fuerte sus fichas, será importante. El cambio de gobierno en Washington no cambiará demasiado las estrategias de fondo aunque sí las formas de la nueva hostilidad.
El otro frente complejo es el militar. Las Fuerzas Armadas jugaron un rol definitivo en el golpe contra Evo cuando decidieron “sugerir” la renuncia del presidente, en medio de las movilizaciones de protestas de los policías y las clases medias urbanas que precedieron al golpe. Evo había logrado subordinar a los militares sin inconvenientes cuando asumió en 2005, pero esa relación se fue desgastando hasta llegar a un punto de no retorno en 2019. Arce tiene que despejar la bomba de tiempo pasando a retiro a los altos mandos más comprometidos con el gobierno de Añez, al mismo tiempo que se inician en los tribunales del país las demandas para que los responsables de las masacres ordenadas por la presidenta de facto paguen por sus delitos.
Otro escenario conflictivo lo espera en el frente económico. Marxista y keynesiano, el exministro de Economía de Evo tiene que volver a mostrar sus dotes como economista en un contexto que no es tan favorable como el que se encontró en 2005. Los precios de las materias primas que Bolivia exportan ya no son lo que eran y las reservas de gas, que fueron fundamentales para impulsar el desarrollo y la distribución de la riqueza durante el gobierno de Evo, están dando muestras de agotamiento.
Por si esto fuera poco, la pandemia tuvo también su correlato en la profundización de la recesión económica. La gestión de Añez en este terreno fue desastrosa. La compra de respiradores estuvo salpicada de denuncias de corrupción y el país no contaba con recursos ni infraestructura adecuada para enfrentar la emergencia sanitaria. Se sospecha que ni siquiera se han podido registrar todos los casos de contagios y hasta hay quien ha denunciado que el gobierno de Añez modificó a su gusto las cifras de fallecidos, intentando disimular el desmadre. Con la pandemia todavía en acción, el nuevo presidente deberá poner orden en un sistema sanitario desquiciado mientras que la oposición tratará de politizar el tema negándose a cumplir con las medidas de prevención y aislamiento.
Por último, “Super Luchito” deberá lidiar con un problema que tiene nombre y apellido: su predecesor, Evo Morales, quien no parece muy dispuesto a ceder protagonismo, por más que en sus declaraciones recientes ha tratado de demostrar que no está entre sus intenciones entorpecer el trabajo de su sucesor. Evo tiene un enorme peso político, equiparable al que ostenta en Argentina Cristina Kirchner. Sólo que, a diferencia de la actual vicepresidenta, es poco amigo del silencio y menos aún de delegar poder. La elección de Arce y Choquehuanca como fórmula ganadora fue una jugada magistral del expresidente que le permitió reconquistar el voto de las clases medias bajas y de otros sectores que el MAS había perdido en los últimos años, pero Evo ha sido criticado por los movimientos sociales que lo llevaron al poder por su empecinamiento en seguir en el cargo luego de haber perdido el referéndum que habilitaba su reelección. Entre los opositores su figura despierta odios enconados. Si prima su astucia política, debería pasar a un discreto segundo plano para poder respaldar a su delfín cuando éste lo necesite, sin debilitarlo en el camino.
En las fronteras, el Brasil radicalizado de Jair Bolsonaro aparece como el último fantasma con el que el nuevo presidente deberá lidiar. Lula jugó fuerte para frenar los intentos separatistas del Oriente en 2008, Bolsonaro movió ficha para precipitar la caída de Evo en 2019. En una región convulsionada por la crisis económica que generó la pandemia y hostigada por el auge de los movimientos de extrema derecha que se han hecho fuerte en todo Occidente, “Super Luchito” deberá demostrar que, además de buen economista, también es buen capitán de tormentas subiéndose a un barco en plena tempestad y con pocos salvavidas disponibles.
El martes 7 de agosto presenciamos un acontecimiento con dos cabezas. Por un lado, fue el día en el que se formalizó y posesionó el recién elegido presidente de la República, Iván Duque Márquez, y en otra dirección, fue el día en el que cerca de 8 mil personas se concentraron en la Plaza de la Hoja en la ciudad de Bogotá, y que aproximadamente tuvo una resonancia en 150 ciudades y municipios dentro y fuera del país. De nuevo las gentes decentes se encontraron en plaza pública, para formalizar y posesionar la dignidad, la vida y la democracia como horizontes deseables y disputables para el país.
En la Casa de Nariño: la aristocracia de todos los colores. Allí se dieron cita cómplice los personajes más cuestionados de la vida política del país. Celebraron, en medio de estrictos protocolos, la oportunidad de direccionar la trayectoria de Colombia, anunciando reformas sustanciales que buscan frenar y reorientar los desenlaces y las aperturas provocadas por el Proceso de Paz, liderado y llevado a buen puerto por el gobierno saliente de Juan Manuel Santos, la dirección de la antigua fuerza guerrillera Farc (hoy partido político) y el acompañamiento de la comunidad internacional. De igual manera, se pudo observar la felicidad de quienes habían abandonado la Casa de Nariño años atrás y que ahora retornan a sus aposentos –sumada la mayoría en el congreso– con dos discursos, uno conciliador y otro incendiario para continuar con su proyecto de país.
En la Plaza de la Hoja: muchos de los colores del país plebeyo, de las gentes “hijas de la tierra”. Allí se dieron cita las fuerzas sociales y políticas que pujan por una ampliación de derechos como justicia, autonomía, paz, salud, educación, trabajo digno, democracia y participación. Las gentes laboriosas, las gentes a quienes les duele el país, y que salieron a las calles una vez más, como acto de valentía, a hablar de las Colombias necesarias y posibles en la plaza pública, sin miedo a no ser escuchadas, sin miedo a ser marginadas, sin temor a la incorrección.
Ya se vienen oyendo, seguramente desde las últimas contiendas parlamentarias y luego presidenciales, los murmullos primero, los pasos después, de la posibilidad real de rediseñar, o mejor, de reinventar nuestro país. Ya se vienen escuchando las voces y arengas de quienes se descubrieron muchos, suficientes para hacer retroceder el miedo y la frustración. Desde hace ya varios meses, las calles, las plazas y los lugares públicos de tránsito y de encuentro cotidiano son los lugares apropiados para entonar verdades de indignación frente a los abusos de los poderosos, así como para alzar certezas de cambio que ponen de nuevo a las gentes del común en el lugar siempre colectivo de vanguardia y de dirección de país.
Lo sorpresivo del asunto, lo que hace de un hecho natural de reunión y de concentración social y política un acontecimiento de especial mención y de carácter excepcional, no es, por supuesto, el hecho mismo de la concentración, sino el desafío que significa que las voluntades de las fuerzas de cambio y progresión salgan de los lugares privados y seguros, fuera de la intimidación y del encierro que puede provocar un contexto de persecución y aniquilamiento social y político regional, bajo la estela de un silencio cómplice, de pretextos sin fundamento del gobierno nacional (saliente y entrante) y de sus instituciones.
Salir a las calles, en medio de una campaña de persecución, exterminio e impunidad, en la que está en juego la vida y la libertad, es un hecho social que desafía el terror, y que hace retroceder el miedo y la frustración como fuerzas de contención y de disciplinamiento. En esto radica el acontecimiento de la concentración en la Plaza de la Hoja el martes 7 de agosto, fecha en la que se conmemoran los casi 200 años de la campaña libertadora independentista, la cual da un golpe definitivo a la expulsión del ejército colonial español para dar paso a la República de lo que posteriormente será Colombia; fecha escogida como momento y lugar para sellar y dar inicio, cada cuatro años, a un nuevo ciclo de poder como República y como país soberano.
La cita fue convocada luego de la segunda vuelta presidencial, por la figura que hoy representa la cabeza de la oposición en Colombia, Gustavo Petro, quien ganó tal lugar de liderazgo como candidato a la presidencia de la República en esta última contienda electoral.
Su trayectoria, sus disputas y su figura han logrado condensar las posibilidades, no sólo de cambio, sino que también ha indicado pistas estratégicas de despliegue político, que:
1. Permitió ganar simpatías ciudadanas y sociales, que se sobrepusieron a la indiferencia o al temor, para apostar por una propuesta y una figura “plebeya” de cambio.
2. Logró generar los elementos necesarios para establecer vínculos de encuentro y de consenso entre organizaciones y partidos de las izquierdas sociales y políticas.
3. Expandió y delimitó las corrientes progresistas, sociales y decentes que, al representarse como trincheras éticas y morales frente a la “cartelización” de los partidos tradicionales, cada vez se encontraron con menos cabida y muchos obstáculos para enarbolar las propuestas de un proyecto de país decente, frente a las mafias políticas de los distintos partidos.
Son estos algunos de los elementos estratégicos a considerar para comprender y ubicar la importancia del liderazgo que representa hoy Gustavo Petro y el proyecto de la Colombia Humana. Todos estos hechos políticos de relevancia componen la médula, el tejido y la fuerza para presionar y hacer posible el horizonte de una Colombia digna y decente.
Todo hecho político tiene unos resultados frente a las que urge actuar en “caliente”. Así las cosas, es importante reconocer que no hay logro que no se deba cuidar, preservar, potenciar y defender, ya que no hay posición ganada que no pueda ser arrebatada, disminuida o fragmentada y dispersada. En este sentido, cabe señalar que la dispersión, la disolución, el enfriamiento de los ánimos y las voluntades no son una excepción sino una regularidad política y social. Esto quiere decir que, nos guste o no, la tendencia será la disminución y la fragmentación de las fuerzas sociales y políticas que, articuladas, abrieron las ventanas y los horizontes de cambio. El lugar y la figura de un liderazgo que condensa la potencialidad de la articulación y del consenso tiene este fenómeno de la dispersión y fragmentación como una de sus preocupaciones capitales, si de empoderar a las gentes indignadas y valientes se trata.
Comentarios sobre los repertorios:
- La movilización como convocatoria y modalidad central de articulación tiene un techo indiscutible, y cabe decir que, si bien permite un contacto inicial, no logra generar los consensos que superen las trabas y las inercias que se presentan como limites e impedimentos históricos entre fuerzas sociales y políticas que ocupan liderazgos necesarios e importantes en el campo de las gentes plebeyas o subalternas.
- Las concentraciones públicas en plazas y calles, como oportunidad de encuentro, son un momento de oro para la experimentación de consensos que se prolonguen y dinamicen más allá del evento convocado.
- Las alianzas y los pactos necesariamente se mueven en dos dimensiones: (1) en una esfera superior de lo institucionalizado y de la política y (2) en una esfera imprescindible de lo social, o mejor, la esfera de la sociedad civil. Los pactos y las alianzas que se puedan tejer en la esfera de la sociedad política, para la disputa en los lugares institucionalizados de poder, no tienen un resultado consecuente y mecánico en la esfera de la sociedad civil. Cabe decir, en este sentido, que, en la esfera de la sociedad civil, es en donde se tejen las simpatías y las mayorías necesarias para batallar eficazmente en las democracias modernas.
Las simpatías sociales y políticas ganadas por la figura y el liderazgo de Gustavo Petro y por la propuesta y el proyecto de otra Colombia, una Colombia Humana, se presentan como la piedra angular que puede continuar articulando, en el campo plebeyo y su arquitectura, tanto lo social (esfera de la sociedad civil) como lo político (la composición subalterna de organizaciones y fuerzas políticas). Los repertorios, hasta ahora convocados para la activación del campo plebeyo en la esfera social o civil, no logran articular con eficacia las fuerzas y estrategias que puedan sobreponerse al momento intenso de la dispersión, preservando, cuidando y dando “dientes” para la defensa de las posiciones avanzadas, hasta ahora ocupadas.
Esto quiere decir:
1. Recordar que lo que catapultó a Gustavo Petro, y al proyecto de la Colombia Humana, fue la habilidad para irrumpir con intrepidez en el contexto electoral, aprovechando la dinámica de atención y expectativa social nacional, haciendo uso de las verdades que ocultan los poderosos frente a la opinión pública. Es decir, el uso de la verdad como lanza pública para exponer a los intocables frente a una ciudadanía que valoró positivamente tal osadía.
2. De esta intrepidez forma parte substancial la presentación de un proyecto de país, de la Colombia Humana, como horizonte inacabado y como lugar de encuentro para tejer alianzas sobre el futuro y sobre el presente. Proyecto que se nutrió acertadamente de las preocupaciones contemporáneas sentidas de nuestras sociedades y pueblos, apostándole, frente a estas preocupaciones, a rutas alternativas y progresistas para su abordaje y solución, como el feminismo, el ambientalismo y la defensa de los animales.
3. En este sentido, vale la pena recordar que no fue la timidez con los de abajo lo que potenció aciertos, simpatías y liderazgos sino que fue la intrepidez para operar unas maniobras duras frente a los poderosos; en la tensión entre lo visible y lo no visible, entre lo que se denuncia y lo que no se puede hablar, lo que ganó la progresiva complicidad y simpatía de la plebe o de los subalternos.
Así las cosas, no deja de inquietar y de preocupar el uso tímido que a hecho Gustavo Petro del lugar de liderazgo que ahora ocupa y encarna para articular en un momento post-electoral, de menor expectativa y atención social, las simpatías y procesos “plebeyos” que ganó y que son imprescindibles para preservar y avanzar en la arenosa tormenta de la dispersión que se aproxima. Fue notable, este 7 de agosto en la Plaza de la Hoja, la ausencia de importantes capas sociales que, aunque no pertenecieran a las izquierdas, sí simpatizaron hasta el último aliento de la segunda vuelta con el proyecto de la Colombia Humana. ¿Que se desgajen las fuerzas del cambio para volver a empezar en un par de años? ¿Que se quede sin dientes y sin articulación el campo de subalterno para enfrentar las difíciles situaciones de contra-reformas que se avecinan con el gobierno de Duque y del Centro Democrático?
Casi cien detenidos, un par de policías heridos, negocios con vidrieras destrozadas y algunas limusinas atacadas en Washington, y miles de personas manifestándose en las principales ciudades del mundo.
Ningún muro pudo ni podrá detener las protestas contra Donald Trump. Se comprobó ayer y quedará ratificado hoy cuando cientos de miles de mujeres se lancen por las calles en 616 marchas convocadas en simultáneo por todo Estados Unidos y el resto del mundo. La ceremonia de investidura del presidente en Washington terminó con un saldo provisorio de casi cien detenidos, un par de policías heridos, negocios con sus vidrieras destrozadas y algunas limousines atacadas a piquetazos. Las movilizaciones contra el magnate, ahora transformado en gobernante del país más poderoso del planeta, también recorrieron otras geografías. La mayoría resultaron pacíficas. Las hubo en capitales como Londres, Berlín, Roma, Madrid, Tokio y Buenos Aires, así como en muchas ciudades de los cinco continentes.
Con pancartas que decían “Trump destruirá América” o “Aplastar el fascismo” como otras que sostenían reivindicaciones de género y de las minorías, miles de personas salieron a manifestarse pese al intenso frío en varias naciones del hemisferio norte. En Washington, se cruzaron en su camino con otros miles de partidarios del presidente que iban al acto central en el Capitolio. Hubo golpes, forcejeos e insultos a lo largo de la avenida Pensilvania y también en el cruce de las calles 12 y L.
Un grupo de los más organizados, ataviado de negro y con una bandera anarquista, rompió los vidrios de un café Starbucks y del Bank Of América, uno pegado al lado del otro. También la emprendieron con piquetas contra largas limousines negras que esperaban estacionadas muy cerca de la Casa Blanca. El clima de indignación contra Trump era evidente cerca de los vallados que había colocado la policía para que los manifestantes no pudieran acercarse a la jura presidencial. Durante los disturbios se lanzaron objetos frente al edificio del Club Nacional de la Prensa y se quemaron contenedores de basura. Hasta la ligó un periodista de la cadena Rusia Today. La policía intervino utilizando gas pimienta.
Las protestas habían comenzado la noche del jueves, cuando varios famosos convocaron a repudiarlo y se encontraron en Nueva York. El lugar elegido fue la plaza Columbus Circle, frente al hotel Trump, en Manhattan. Allí hubo mucho entusiasmo, selfies a destajo con los actores y personajes cuyos discursos hicieron más llevadera la espera. El cineasta Michael Moore se fotografió con Robert De Niro y Mark Ruffalo, dos representantes de Hollywood y bromeó en las redes sociales, como acostumbra. Pero ayer y ya en Washington, se puso serio delante de un camión antidisturbios: “Aquí en la inauguración. Una tragedia para la democracia”, posteó. En su discurso en Manhattan había sido uno de los más duros. Llamó a “cien días de resistencia” contra el nuevo presidente y vaticinó que “no durará cuatro años”.
Los ataques a Trump se replicaron en varias ciudades estadounidenses, pero además en el resto del mundo. Se quemaron imágenes del político multimillonario en Montreal, Canadá; las pancartas en Berlín y Madrid lo señalaron como “Peligro mundial” y le recordaron que “ningún humano es ilegal”; o apelaron al ingenio como una bandera que lucía colgada en el puente de la torre de Londres: “Construye puentes, no muros”. Un militante anarquista se encadenó al consulado estadounidense en Hong Kong, en Roma protestaron los ambientalistas, en Buenos Aires Izquierda Unida en el Obelisco, en Jerusalén los palestinos y los musulmanes de Sri Lanka le recordaron a Trump que es “Anti Slam”. La matriz de todos los mensajes era una sola: el claro rechazo contra el presidente norteamericano en su primer día de gobierno.
En las manifestaciones que siguen y están previstas, las mujeres ocuparán el lugar más destacado. Las mejicanas dieron el puntapié inicial desde la organización Boundless across borders (Sin límites a través de la frontera) que se tomaron de las manos en el puente internacional de Santa Fe, en Ciudad Juárez.
Hoy se especula en Estados Unidos que finalizará en Washington una de las dos marchas más importantes de la historia del país. Puede emparentarse en la convocatoria con la que lideró Martin Luther King el 28 de agosto de 1963. En ese momento fue en el marco de la lucha por los derechos civiles. Ahora las mujeres llegarán sobre la capital a un día de la asunción de Trump.
Allí estarán desde Teresa Shook, una abuela hawaiana y la primera que convocó a la marcha a través de un grupo de Facebook. También Linda Sarsour, la presidenta de la Asociación Árabe-Americana de Nueva York y miles de activistas. Se sumaron a la organización actrices como Scarlett Johansson, Katy Perry o Julianne Moore y aunque las movilizadas se anotaron hasta llegar a unas 200 mil, se prevé que esa cifra será superada. Sobre todo se si cuenta que al mismo tiempo se realizarán 616 marchas hermanas en otras ciudades del mundo.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
26-02-2021 Hits:33 Edición Nº276Edwin Cruz Rodríguez
La coalición entre el autodenominado “centro” político y la izquierda representada por Gustavo Petro, se ve obstaculizada por diferencias ideológicas de fondo. El “centro” no parece estar dispuesto a resolver...
Leer Más26-02-2021 Hits:51 Edición Nº276Aníbal Vázquez
Todo parece indicar que su uso es más generalizado que lo evidente, pero hasta el 26 de enero de 2021 no había logrado en Colombia un eco mediático. En efecto, aquel...
Leer Más26-02-2021 Hits:25 Edición Nº276Luis Jorge Garay Salamanca y Jorge Enrique Espitia Zamora
El presidente Iván Duque esbozó,en entrevista brindada el 8 de febrero a la Radio Nacional de Colombia1 los elementos base de la “Reforma Social y Fiscal” por presentar al Congreso...
Leer Más