El 20 de noviembre se inicia el Mundial de fútbol masculino en Catar, el país del Próximo Oriente poblado por tres millones de habitantes, de los cuales 300.000 son cataríes, el resto son inmigrantes de India, Pakistán, Bangladés, Nepal, fuerza de trabajo sometida a condiciones indignas de labor, explotación que viola los más básicos derechos humanos.
Una realidad tal que llevó a Amnistía Internacional a llamar este certamen como el “Mundial de la vergüenza”. Una realidad que ha propiciado que se conozca por doquier la realidad de un país sometido a la dictadura de una monarquía con amplio poder económico producto del potencial energético del país y por ello protegida por los poderes globales.
Es esta realidad la que abre un dilema a la sociedad global: hablar de fútbol, especular sobre ¿cuál será la selección vencedora o aludir a las circunstancias inhumanas que padecen miles de quienes allí habitan? ¿Hacerle seguimiento al balón o revisar cuántos trabajadores han muerto en medio de su esfuerzo por edificar, como en la época de los faraones las pirámides, su simil moderno: los estadios de fútbol y toda la infraestructura asociada a la celebración del certamen deportivo?
En medio de esta realidad, y del amplio impacto que tienen las multinacionales de diverso orden –no solo vinculadas al deporte–, y con ellas las grandes cadenas mediáticas, algunas personas han opinado que “apenas inicie el mundial se olvidan de los derechos humanos”, lo cual tiene algo de verdad toda vez que la amplia despolitización que reina entre millones de habitantes del planeta lleva a las mayorías a querer ver el Mundial más caro y criticado de la historia.
Es sabido que la Fifa es un gran monopolio financiero donde hay mafia y corrupción, con parte de su dirigencia en prisión producto de la misma, o por fuera de la Federación producto de los chanchullos que hicieron para darle a Catar el Mundial, en una componenda entre los de la Fifa, el presidente francés Sarkozy y los dueños del equipo de fútbol francés PSG.
Un conjunto de maniobras y procederes que llevó a quebrar una cadena de TV francesa para darle los derechos televisivos a los cataríes, maniobras en medio de las cuales la cadena Al Jazeera también salió gananciosa. Pero también fue una componenda geopolítica, toda vez que se trataba de derrotar a la otra propuesta, la de los EEUU y Canadá que buscaba realizar este Mundial entre sus dos países.
Es en medio de esta pugna de poderes que se conocen los negociados de la dirigencia de la Fifa, por lo cual llegan algunos de ellos como Blater, Platini a los estados judiciales iniciada, investigación llevada a cabo por el Departamento de Justicia de los EEUU, un claro procedeer para golpear a los sectores que no querían a los EEUU en el ejecutivo de la Fifa.
Un dilema entre derechos humanos y economía (¿deporte?), resuelto por la Fifa con la lógica más vulgar del capitalismo: amasará para sus arcas más de 1.500 millones de dólares en este Mundial, más las altas utilidades que le entregan los sponsor que son: Cripto.com, Coca-Cola, McDonald, Vivo tecnológica china, Budwaiser, Visa, Adidas, Hundai, Kia surcoreana y Wanda de China.
Lo que si está fuera de lugar es celebrar este Mundial en un país que no tiene tradición futbolera de importancia, aunque se juegue fútbol allí desde 1950, cuando los ingleses lo llevaron a los campos petroleros. La primera selección de fútbol se formó en 1970 un año antes de su independencia del imperio británico. Tiene liga de fútbol, ha participado alrededor de quince veces en la Copa asiática del mismo deporte. aunque nunca ha clasificado a los mundiales; juega ahora porque se ganó el cupo como anfitrión.
A este superrico país petrolero y gasífero con monarquía absoluta musulmana pretenden mercadearlo como sede de diferentes deportes globales. Antes y después de este certamen ha logrado ser sede del master de tenis, master de golf de la cadena europea, sede de la liga Diamante del atletismo, voley de playa, balonmano, baloncesto, F1 y sede de la Copa Mundial de clubes de la Fifa. Esto significa atraer turismo y diversificar su economía extractivista. Catar será sede de la Copa Asia de fútbol en 2023 y de los juegos asiáticos de 2030.
También para deportes de aventura: escalada, buceo en el Golfo Pérsico, paracaidismo, kitesurf, paseos en camello, montar en quad en el desierto, wakeboard, vela, motociclismo acuático, dune bashing.
Pero sus deportes tradicionales son otros y responden ellos a las condiciones de la estructura social del país, entre ellos campeonatos de halcones –llamada cetrería–, deporte favorito de los jeques y que los víncula con su pasado beduino. También las carreras de camellos en otoño e invierno.
Se juega mucha criquet, deporte favorito de los inmigrantes de la India, Pakistán y Bangladés. Como las temperaturas desérticas superan los 4 grados en los meses de julio-agosto, el Mundial se jugará ahora en noviembre. Esta realidad de altas temperaturas es la razón por la cual Catar no ha logrado ganarse la sede de los Juegos Olímpicos, ya que estos de llevan a cabo en los meses de verano de Europa, de los EEUU y de Rusia.
Los Mundiales de atletismo de 2019 se corrieron en Catar, y a pesar de programare para noviembre varios atletas se desmayaron producto de las altas temperaturas y del desgaste físico que implican las competiciones.
En este país musulmán, donde acaban de prohibir las bebidas alcohólicas en los estadios. Desde allí, el presidente de la Fifa –Infantino– pidió a las delegaciones no hablar de problemas ideológicos y políticos para no dañar el espectáculo. Allí, con todo lo hasta reseñado, es donde el 20 de noviembre empieza a rodar el balón, un deporte convertido en vil mercancía.
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