La política es una disputa entre diferentes formas de vida, sensibilidades, ideas de felicidad. La toma del poder no sirve de nada si no se proponen mundos alternativos.
En los años 70, el cineasta italiano Pier Paolo Pasolini propuso pensar el conflicto político como una disputa fundamentalmente antropológica: entre diferentes modos de ser, sensibilidades, ideas de felicidad. Una fuerza política no es nada (no tiene ninguna fuerza) si no arraiga en un "mundo" que rivalice con el dominante en términos de formas de vida deseables.
Mientras los "hombres políticos" de su tiempo (dirigentes de partido, militantes de vanguardia, teóricos críticos) miraban hacia el poder estatal como el lugar privilegiado para la transformación social (se toma el poder y desde arriba se cambia la sociedad), Pasolini advertía –con sensibilidad poética, esto es,sismográfica– que el capitalismo estaba avanzando mediante un proceso de "homologación cultural" que arruinaba los "mundos otros" (campesinos, proletarios, subproletarios) contagiando los valores y modelos del consumo "horizontalmente": a través de la moda, la publicidad, la información, la televisión, la cultura de masas, etc. El nuevo poder no emana, irradia o desciende desde un lugar central, sino que se propaga "indirectamente, en la vivencia, lo existencial, lo concreto", decía Pasolini.
En el vestir y en los andares, en la seriedad y las sonrisas, en la gesticulación y los comportamientos, el poeta descifraba los signos de una "mutación antropológica" en marcha: la revolución del consumo. Frenarla desde el poder político sería como tratar de contener una inundación con una manguera. No es posible imponer otros contenidos o finalidades a un mismo marco de acumulación y crecimiento. Es más bien al revés: el modo de producción-consumo será el que determine los márgenes del poder político. Una civilización sólo se para con otra. Son necesarios otros vestires y otros andares, otra seriedad y otras sonrisas, otra gesticulación y otros comportamientos.
La disputa política (la que no es simple juego de tronos) expresa un "desacuerdo ético" entre diferentes ideas de la vida o, mejor, de la buena vida. No ideas que flotan por ahí o se enuncian retóricamente, sino ideas prácticas encarnadas, materializadas, inscritas en los gestos y los dispositivos más cotidianos (Facebook, Uber o Airbnb son figuras del deseo, de ahí su fuerza). ¿Qué podría decirnos una mirada antropológica sobre la política? ¿Qué mundos colisionan hoy? ¿En qué desacuerdos éticos sobre la vida buena podrían aflorar acciones políticas transformadoras?
El viejo espíritu del capitalismo
Demos primero un paso atrás. ¿Dónde nació la idea de organizar la vida entera en torno al trabajo, la eficacia y la productividad? Según Max Weber, la cultura burguesa encontró su origen, motor y combustible en la ética protestante (sobre todo del protestantismo ascético). A través de la reconceptualización del trabajo como "profesión" y de la teoría de la predestinación (sólo en el éxito terrenal podemos encontrar signos de nuestra salvación), se genera una subjetividad que pone en el centro de la vida el dinero y el enriquecimiento, que aspira a la "racionalización" de la existencia entera (la relación con el tiempo, el cuerpo, el honor, la educación de los hijos), que condena la pobreza como el peor de los males ("elegir la pobreza es como elegir la enfermedad"), etc.
Esta subjetividad no es un "reflejo automático" de la objetividad económica, sino un elemento decisivo de la "cultura capitalista" sin la cual sencillamente no hay capitalismo. Sólo un nuevo tipo de imaginario y subjetividad (una nueva organización del deseo) podía tener la fuerza suficiente para quebrar la "mentalidad tradicionalista" (imperante entonces) según la cual no se vive para trabajar (eso sería absurdo), sino que se trabaja para vivir y si se dispone de riqueza (por trabajo propio, ajeno o buena ventura) se dedica uno a la contemplación o a la guerra, al juego o a la caza, a dormir tranquilo o al goce sensual de la vida, pero no se le pasa por la cabeza reinvertirla para seguir acumulando.
La cultura burguesa nace por tanto de la potencia de un imaginario religioso que abandona luego, laicizando sus valores: el sentido de la responsabilidad individual, el self made man, la meritocracia, el crédito, el progreso, la sensibilidad puritana y severa, etc. La modernidad ha sido predominantemente una "cultura del Norte": anglosajona, masculina, blanca y protestante. Pero el dominio de este imaginario (vivir para trabajar, invertir los beneficios en obtener más beneficios, someter todos los aspectos de la vida a un control reglamentado y sistemático, etc.) nunca ha sido completo.
La socialidad del sur
Según el sociólogo (de la vida cotidiana) Michel Maffesoli, siempre ha existido, insistido y resistido una “socialidad del sur”. Una socialidad difusa, sumergida y oculta, difícil de ver pero presente, capaz de rebelarse y activarse si resulta amenazada. Una dinámica informal (formas de vínculo, de pertenencia subjetiva, de hacer práctico) determinante en la vida diaria, como substrato o “manto freático” de la existencia colectiva.
¿En qué consiste esta socialidad del sur? En primer lugar, es un impulso vital, a-racional. Una voluntad de vivir, un querer vivir. Pero no vivir de cualquier modo, sino afirmando un tipo de vínculo, un tipo de existencia, una cierta idea de felicidad: un estar-juntos antropológico. Es también un conjunto de saberes y estrategias para reproducir esos vínculos, esas formas de vida.
Ese "sur" se refiere original e históricamente a los países mediterráneos y latinoamericanos, pero se convierte enseguida en la obra del autor en una noción más movediza que apunta a "valores" y "climas afectivos" más que a una localización geográfica. En ese sentido, hay "sur en el norte", como también hay "norte en el sur". Colonia (vividora, alegre, habladora, proletaria) sería el "sur" en Alemania y la financiera Frankfurt, el "Norte".
Podemos entresacar ahora cinco "valores" (lo que vale) para esta socialidad del sur:
—en primer lugar, el presente: la vida no se proyecta "hacia adelante" (un futuro de salvación, de perfección), sino que se afirma "ahora". Esa cierta despreocupación hacia el mañana no excluye (¿paradójicamente?) una obstinación por reproducirse y durar. La temporalidad de la socialidad del sur es intensa y no extensa, pero ella se empeña en "perseverar en su ser".
—en segundo lugar, el vínculo: La vida se da en continuidad con otros, entramada con otros, enredada con otros. No solamente por necesidad, sino también por el placer de compartir. El vínculo más apreciado es el vínculo cercano, próximo, al alcance de la mano (lo táctil como valor). Este "aquí" no nos separa de lo que está "allí" (lo lejano), sino al revés: a partir de lo que vivimos "aquí" nos puede resonar algo "allí".
—en tercer lugar, lo trágico: la asunción de la anarquía de lo que hay, de lo que es. No se trata de "solucionar" o "superar" lo dado (incierto, oscuro, múltiple), sino más bien de saber "componérselas" con ello. Otra relación pues con el mal, el riesgo o la muerte, que no son algo a erradicar (según las lógicas imperantes del control, la securización y la previsibilidad total), sino un costado de la vida (y también pueden ser fuerza, palanca, si nos sabemos componer).
—en cuarto lugar, lo dionisíaco: no la vida encerrada en uno mismo (trabajo, éxito, progreso), sino la vida "extática" que busca salir de sí a través del goce del cuerpo, el gusto por la máscara y el disfraz (las apariencias), la fusión con el otro en las celebraciones colectivas (musicales, deportivas, religiosas), etc. Exceso, derroche, vértigo, entrega, destrucción: lo "dionisíaco" son tanteos con la alteridad.
—por último, el doble juego: no la pasión por lo recto, lo frontal y lo explícito, sino por el desvío, la astucia, el apaño, el rebusque, la brega, la duplicidad, el disimulo, el juego con la ley y la norma, las estrategias informales de conservación y supervivencia (mía y de los míos). No la pasión por corregir y enderezar, sino por sortear, regatear, driblar y burlar.
La crisis como ocasión
Los economistas neoliberales hacen su propia lectura "antropológica" del mundo y concluyen que la crisis económica de 2008 tiene que ver con la "insuficiente movilidad geográfica", el "limitado espíritu emprendedor", el "colchón familiar", el "trabajo informal" o la "indiferencia (o incluso la repugnancia) hacia el enriquecimiento" aún demasiado presentes en los países del sur (los llamados PIGS: Portugal, Italia, Grecia, España, ninguno de ellos un país protestante, por cierto). Al trasluz de estos análisis, vemos a la socialidad del sur en acción.
¿Podemos leer la gestión neoliberal de la crisis como la tentativa de suprimir por fin todas esas "inadecuaciones culturales" y acelerar así "el devenir mundo del capital" (Laval y Dardot)? La crisis de la deuda sería de ese modo la ocasión perfecta para desatar la "destrucción creativa" de todo aquello que, dentro y fuera de nosotros mismos, nos indispone para pensarnos y actuar como simples átomos sociales, partículas egocéntricas desvinculadas, máquinas del cálculo egoísta. Costumbres y vínculos, apegos y solidaridades.
Eliminando las protecciones sociales, fragilizando los derechos asociados al trabajo, favoreciendo el endeudamiento general de los estudiantes y las familias, precarizando, reduciendo los salarios y el gasto social, se trata de fomentar el "sálvese quien pueda" y destruir todo aquello que permita a la gente cualquier margen de libertad con respecto al mercado. Todo lo que hay "entre" los seres y hace de ellos algo más que "partículas elementales" en competencia: lazos de mil clases, derechos conquistados, lugares vivos, recursos públicos y comunes, redes de solidaridad y apoyo, circuitos no mercantiles de bienes y servicios, etc. La base material de cualquier autonomía. Gobernar hoy consiste precisamente en erosionar ese "entre", esa trama densa de lazos, afectos, apoyo mutuo...
Pero justo cuando se quería "extirpar", la socialidad del sur se tensa y activa. En la España de la crisis han proliferado por ejemplo los micro-grupos informales de solidaridad y apoyo mutuo (familiares, vecinales, amistosos) que han atemperado los efectos devastadores de la gestión neoliberal de la crisis: miedo, soledad y desamparo. Una proliferación que impugna en sí misma el paradigma liberal-individualista: "cada uno tiene su vida".
Justo cuando se nos dijo que "habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades" y tocaba expiar y pagar, los valores del sur se toman su revancha, afirmando y difundiendo otras ideas de riqueza y felicidad: más basadas en el presente que en el futuro, en los vínculos que en la soledad, en el tiempo disponible y no en la vida para el trabajo, en la empatía y no en la competencia, en el disfrute de la gracia más que en la culpa por la deuda.
El nuevo espíritu del capitalismo
Más difícil todavía. Según algunos autores, estaríamos atravesando hoy el pasaje hacia la superación (¿intensificación, radicalización?) del antiguo "espíritu" del capitalismo cuyos orígenes estudió Weber.
Por ejemplo, según Franco Berardi (Bifo), la burguesía aún "vivía en los vínculos" (con una comunidad, unos lugares, unos bienes físicos, una clase trabajadora que no podía suprimir, la relación entre valor y tiempo de trabajo). Sin embargo, el capitalismo financiero es mucho más abstracto: no se identifica con ningún lugar, con ninguna población concreta, con ninguna clase del trabajo, con ninguna regla, aunque sus decisiones tengan consecuencias (devastadoras) sobre lugares, poblaciones, trabajadores, etc.
Por otro lado, según Christian Laval y Pierre Dardot, esta lógica de acumulación infinita del capital se ha vuelto hoy una "modalidad subjetiva". ¿Qué quiere decir esto? Pues que al "homo economicus" (definido por la prudencia, la ponderación, el equilibrio en los intercambios, la felicidad sin excesos, la balanza de los esfuerzos y los placeres) le sustituye el "empresario de sí mismo" (definido por la competencia y la autosuperación constante: vivir en el riesgo, ir más allá de uno mismo, asumir un desequilibrio permanente, no descansar o pararse jamás, poner todo el goce en la autosuperación). Una expresión resume según los autores franceses el tipo subjetivo del capitalismo actual: "siempre más". El gozo de la ilimitación.
En esta transformación habría que reevaluar seguramente la resistencia que presenta la "socialidad del sur", cuando por ejemplo la cultura capitalista hoy ya no exige la represión de lo afectivo/pasional, sino más bien su completa instrumentalización al servicio de la lógica del beneficio: la instrumentalización de lo íntimo. Pero sin duda la afirmación de una "vida que se basta a sí misma" sigue siendo absolutamente subversiva (¿más que nunca?). Una vida que no persigue extraer y acumular "siempre más", sino que se vive en el gozo de cuidar y compartir, lo más cercanamente posible, aquello que nos ha sido dado, aquí y ahora.
La insurrección de la socialidad del sur consistiría en afirmar políticamente esta otra idea de felicidad, esta potencia subterránea, este mar de fondo.
Amador Fernández-Savater
eldiario.es
Referencias:
-Cartas luteranas (Trotta) y Escritos corsarios (Ediciones del Oriente y el Meditarráneo), de Pier Paolo Pasolini.
-A nuestros amigos y Ahora (ambos en Pepitas de Calabaza), del Comité Invisible.
-La ética protestante y el "espíritu" del capitalismo (Alianza), de Max Weber.
-La sublevación (ediciones castellanas en Hekht y Artefakt), de Franco Berardi,Bifo.
-La pesadilla que nunca acaba (Gedisa), de Christian Laval y Pierre Dardot.
- El tiempo de las tribus (Icaria), La tajada del diablo (Siglo XXI) y La transfiguración de lo político (Herder), de Michel Maffesoli.
El desafío de la Ballena Azul es el paradigma máximo de la efectividad de una mentira repetida cien, mil veces, que acaba convirtiéndose en una realidad a medias.
Todo se originó en el año 2016. La primera información volcada al tema fue trasmitida por el canal estatal ruso de noticias Russia Today (RT), en el cual se hablaba por primera vez de una red cibernética de fomento del suicidio. El medio señalaba la existencia de una docena de grupos en la red social Vkontakte, –similar a Facebook pero de gran popularidad en Rusia– que seducían a los adolescentes con videos crípticos, llenos de símbolos y códigos. Estos grupos se habían creado a partir de un caso sonado y que causaba conmoción desde 2015: el suicidio de Rina Palenkova, una muchacha que apoyó su cuello en las vías de un tren y fue decapitada por éste, poco después de haber posteado una inquietanteselfie.
Unos días después de la trasmisión de RT, el reportaje publicado por la periodista Galina Murzalieva en Novaya Gazeta refería más específicamente a estos grupos privados. Tenían nombres como “Las ballenas nadan hacia arriba”, “Ballenas en el océano” y “F-57”, entre otros; eran páginas juveniles en las que Palenkova era representada prácticamente como una mártir, y se le rendía culto alternando un estilo melancólico, imágenes morbosas y mensajes misteriosos y codificados, típicos ingredientes de consumo adolescente. El extenso artículo publicado en Novaya Gazeta –que resalta varias de sus afirmaciones con negritas y está escrito en tono de alarma– describe por vez primera el juego Ballena Azul, en el cual un moderador anónimo les daba a los participantes una serie de desafíos a completar durante 50 días. En el artículo se arrojaba la cifra de 130 suicidios adolescentes ocurridos entre 2015 y 2016 vinculados directamente con estos grupos de la muerte, y al menos 80 de ellos con el juego de la Ballena Azul. La periodista señalaba que la forma de ingresar al juego era ser parte de estas comunidades y participar activamente, hasta que uno de los administradores se contactara con la persona y lo derivara a comunidades más exclusivas, en las que se compartían imágenes violentas y orientadas al suicidio. En noviembre de 2016 las autoridades rusas detuvieron a Filipp Budeykin, un joven de 21 años acusado de promover 15 suicidios en Internet a través del grupo F-57, pero no se lo señalaba como autor del desafío. No hacía falta: la creencia en el juego y en el fomento del suicidio por parte de estos grupos ya estaba lo suficientemente extendida, y el arresto se convirtió para muchos en prueba de su existencia.
La primera y fundamental de las inconsistencias del artículo de Novaya Gaceta es la cifra de los 80 y 130 suicidas. No hay declaraciones policiales ni informes oficiales que permitan corroborar esos números, ni que demuestren la influencia de los grupos en esas muertes. De hecho, varios medios rusos hicieron sus propias investigaciones al respecto, desmontando varias de las afirmaciones de Novaya Gaceta. Se demostró que los suicidios sí existieron, pero que no podían vincularse de forma concluyente con estas comunidades online, y a través de las pericias policiales se descubrió que muchos de esos muchachos tenían antecedentes de depresión, problemas en la escuela, conflictos en sus casas desde mucho tiempo antes de entrar voluntariamente a esos grupos. El vínculo específico que Murzalieva señalaba entre los 80 suicidas y el desafío de la Ballena Azul era sumamente vago: los muchachos le habían dado el “me gusta”. De ahí la periodista concluyó que habrían sido luego persuadidos, influenciados, incitados por esos grupos, cuando lo más probable es que hubiera sido al revés: que hubieran manifestado interés por ellos debido a su disposición suicida y su carácter depresivo. Rusia ocupa hoy el tercer lugar en tasa de suicidios a nivel mundial y, a la hora de echar culpas, siempre viene bien esa clase de agentes externos incomprensibles. Algo similar a lo que sucedió luego de la masacre de Columbine, cuando muchos optaban por culpar al cantante Marilyn Manson, ya que los perpetradores escuchaban su música. La acusación era entonces mucho más práctica que prestarle atención a problemas estructurales, como la competitividad en los colegios, el bullying o el acceso generalizado a las armas en Estados Unidos.
Según señala la publicación Verne, dos periodistas de Novaya Gazetafueron sancionados a los pocos días por prácticas inaceptables relacionadas con la Ballena Azul, y según afirma Bbc Mundo, la oposición rusa asegura que el juego no es más que una leyenda urbana, y que el gobierno ruso hoy utiliza esa información y el arresto de Budeykin como movida oportunista para limitar el acceso a Internet.
La falsa noticia fue recogida a finales de febrero y principios de marzo por medios británicos como The Daily Mail, The Daily Express y The Sun, repitiendo informes rusos y también la cifra de las 130 muertes. Medios de todo el mundo decidieron dar por sentada, con indisimulado afán sensacionalista, la existencia del desafío de la Ballena Azul (juego) y, de paso, de su capacidad homicida y de los 130.
El asunto propició una paranoia colectiva de proporciones. Las autoridades policiales de varios países (primero europeos, luego de todo el mundo) difundieron advertencias para que los padres vigilaran la actividad de sus hijos y su posible contacto con la Ballena Azul, sólo por si acaso. Que la policía, o la misma Interpol, esté a la busca de algo así le dio legitimidad.
Podría decirse entonces que el caso del desafío de la Ballena Azul es el paradigma máximo de la efectividad de una mentira repetida cien, mil veces, que acaba convirtiéndose en una realidad a medias. No se necesitan conocimientos especiales para generar grupos de Facebook, de Whatsapp o de lo que fuese y titularlos “Ballena Azul” o similar; es algo que pueden hacer sin dificultad alguna niños y adolescentes con ganas de transgredir o llamar la atención. Las supuestas reglas fueron publicadas por muchos medios, por lo que sólo les hace falta copiar y pegar. ¿Hay víctimas? Por ahora no ha podido vincularse de forma concluyente ni una sola muerte a este “juego”, aunque en varios países, incluido Uruguay, se señalan intentos de suicidio y autoflagelaciones como resultado directo, y en Colombia y Brasil las autoridades investigan la relación de algunos chicos que se suicidaron con el desafío.
Pero a la hora de leer las noticias corresponde separar la paja del trigo entre lo que es real y lo que es inventado, y lo cierto es que la Ballena Azul vende, y sólo lo hace si es una asesina despiadada de niños inocentes, si se trata de una conspiración mundial perpetrada para inocular la idea del suicidio en la mente de nuestros hijos. Los medios aman las noticias de este tipo: un pequeño caso, quizá inexistente, sobre un delirio publicado en un grupo privado en Rusia se convirtió así en una alarma global.
Ahora bien, por extraño que suene todo, lo cierto es que hay damnificados; es hasta probable que la Ballena Azul se vuelva todo un símbolo entre los adolescentes con tendencias suicidas, pero hasta ahora no existen pruebas de ningún grupo activo, más que los generados a partir de la propia viralización, como consecuencia del amarillismo de los medios y de que las autoridades de cada país se ocuparan de reproducir las cifras previamente publicadas sin chequear la veracidad de la información. Que hay gente inconsciente capaz de generar nuevos grupos y retos es algo cierto, y que hay adolescentes autodestructivos también, pero es hacia allí donde corresponde apuntar las baterías. Ante todo, no imponerles una moda mediante el miedo generalizado, y no facilitarles ideas que nunca se les hubieran ocurrido.
Por más que pese, no es una novedad: en nuestras sociedades hay adolescentes que se autoflagelan e intentan matarse, desde siempre. Pero hoy atestiguamos un hecho impensable y sin precedentes; la atribución de culpas a un cetáceo virtual proveniente de Rusia.
Hace unos años, la publicidad de una conocida marca de cigarrillos mostraba a un hombre que, al encontrar a una joven cuyo automóvil estaba detenido junto a un puente, hacía gala de su saber técnico, reparaba el motor y, luego, la invitaba al placer de fumar juntos contra la balaustrada. El acto estaba consumado. Mientras que una propaganda reciente, esta vez de una célebre marca de chicles, muestra a un joven que se jacta de conducir helicópteros, pero que, cuando surge la situación de tener que demostrarlo, devela la farsa y se confiesa ante la muchacha: no sabe conducir helicópteros, pero así y todo su deseo lo autoriza a ese encuentro.
Han pasado unos treinta años entre una imagen y la otra. La conclusión es difícil de evitar: el hombre de nuestro tiempo ya no se regodea en la potencia fálica como estrategia de aproximación al Otro sexo. Incluso podría decirse ¡todo lo contrario!, el varón contemporáneo se destituye del falicismo y hasta juega con su ridiculización. Dicho de otra manera, pocos hombres hoy tendrían éxito (al menos, eso parece) desde una posición como la de H. Bogart. El héroe (o, mejor dicho, el antihéroe) de nuestros días está más cerca del lúcido y desgarbado Woody Allen.
¿Qué consecuencias tuvo este cambio de posición? En resumidas cuentas, el hombre de hoy tiene poco para ofrecer, se escabulle del reproche: “Nada te prometí”; por lo cual tampoco se siente en deuda con el Otro sexo. La dimensión del pacto (enunciada en el sintagma “Tú eres mis mujer”) cedió su lugar a la destitución del riesgo. El hombre contemporáneo elige tener poco para perder; y deja la dimensión de la expectativa (que siempre defrauda) a las mujeres, para quienes la pérdida no se inscribe necesariamente en el complejo de castración. “No esperes nada de mí/ nada de mí”, dice una canción de Babasónicos.
La destreza fálica hoy es campo fértil para las mujeres, mientras que los varones han comenzado a padecer síntomas típicos que, en otro tiempo, eran considerados femeninos: celos, temor a la pérdida de amor, preocupación por la imagen física, etc. El hombre enamorado de nuestro tiempo (suelen quejarse algunas mujeres), recurre a estrategias impropias: dar a ver su deseo de manera esquiva, seducir a partir de la sustracción, diferir el encuentro, etc. De aquí el lamento generalizado, en la actualidad, de que los hombres “son histéricos”. A propósito, en cierta ocasión un analizante contaba la siguiente anécdota: ante la situación de estar con un amigo piropeando mujeres en la vía pública, una de ellas respondió con una sonrisa y se acercó, a lo cual este muchacho dijo a su compañero: “Rajemos, que dan bola”. Hemos pasado del hombre que tenía que asumir la división subjetiva de la vergüenza en el encuentro cuerpo a cuerpo con una mujer, al varón que goza de la escena que se construye y sostiene a la distancia.
Desde el punto de vista del psicoanálisis lacaniano, podría decirse que el varón actual ya no se sitúa desde los semblantes de amo o de saber para encarar al Otro sexo. Estas formas discursivas han dado paso a otras: la posición histérica que, en estos casos, interroga la feminidad en busca de saberes supuestos (como ocurre con la aparición de “Escuelas de seducción”); o bien, eventualmente, la posición de objeto que busca la división del sujeto cuya verdad sea una marca: “No quiero que lleves de mí nada que no te marque”, dice una canción de Jorge Drexler.
Por Luciano Lutereau, psicoanalista, doctor en Filosofía y doctor en Psicología por la UBA, donde trabaja como investigador y docente. Co-coordinador de la Licenciatura en Filosofía de UCES. Este artículo resume las ideas de su último libro Ya no hay hombres. Ensayos sobre la destitución masculina, recientemente publicado por editorial Galerna.
Se anuncia desde antes de nacer cómo será nuestra existencia. Padres, instituciones de todas las clases y formas, valores, cultura, política, economía y hasta el territorio donde nacerá un persona son los limitantes de ese “cómo será”. La predestinación de los individuos es un fenómeno a todos los niveles que es fundamental en la consolidación de una sociedad.
Los valores que subyacen a una comunidad son los que por costumbres y tradiciones se insertan en la persona. Estos valores son adoptados por el individuo antes de que pueda cuestionarlos. La moral del individuo es en este sentido una reproducción de su contexto.
Quizá tanto ustedes como yo, recuerden el famoso “Mundo feliz” de Huxley. De ser así me gustaría que imagináramos la escena dónde los recién nacidos divididos por colores, secciones y futuros roles sociales, están todo el tiempo escuchando las grabaciones por las cuales se programa en ellos su visión de mundo. No pretendo aquí hacer un paralelismo entre nuestras sociedades y las que se nos muestran en las distopías. Lo que me interesa es resaltar la relevancia de la predestinación que la sociedad ejerce sobre las personas en favor del mantenimiento y prolongación de la misma. Sobre todo en sociedades donde sus individuos no hacen parte de ella por simpatía, necesidad mutua o elección, sociedades dónde sus individuos pertenecen por resignación, parquedad o miedo.
Los dispositivos para que un individuo se adhiera con todo su ser a su comunidad son infinitos. Los más sofisticados fueron hijos del siglo anterior, de los cuales la psiquiatría destaca con torturas propias. Parece que la predestinación no es entonces el principio de nuestra existencia, parece que es la existencia misma. Sujetos designados como “anormales” son aquellos que no tienen una conciencia común de su realidad delimitada por fijaciones espacio-temporales. De aquí que las preguntas de rigor en los psiquiátricos para sus huéspedes sean dos: “¿Qué fecha es hoy?” “¿Por qué está en éste lugar?” Pues la noción compartida de fechas y lugares dan testimonio de que estamos bien adaptados, bien sometidos, bien subordinados y que en éste caso, la predestinación ha vuelto a ser completada. Esquizofrenia, paranoia, dismorfias, etc, todas tratadas como patologías de individuos mentalmente inestables ¿vitalmente enfermos? Claro que no, son individuos a los cuales se les determinan patrones de comportamiento aislados y fuera de lo que la comunidad espera de ellos. Tampoco vamos a satanizar ni a divinizar la locura o la cordura. Vivimos en una realidad impuesta, predeterminada y es ello lo que no corresponde a la individualidad. Si nuestras visiones de mundo son diferentes a la programada por las voces que los recién nacidos escucharon en las cunas de la obra de Huxley, o a las dictaminadas por las Instituciones, por los padres, por la sociedad, pasamos por ser diagnosticados como enfermos, atacando así las consecuencias y no el origen de la dificultad, a saber, que por más determinada que sea la realidad, es imposible decir que solo hay una correspondiente a una única visión de mundo, pues claramente las visiones que tenemos del mundo y de la realidad misma son múltiples, incluso ante los mismos ojos. De hecho hablar de determinaciones fijas es apelar a una visión mecanicista del mundo. Esta visión imperó durante muchos siglos siendo aceptada gratamente por los intelectuales del siglo XVII y por Hobbes, padre del Estado moderno.
Para sobreponernos a las determinaciones morales, emocionales, naturales, sociales o políticas (por nombrar solo algunas) hace falta sabernos también animales. No es “el imperio de la razón” quién asegurará que el uso de nuestra voluntad nos permitirá salir del “imperio de los sentidos”, es decir, no es nuestra razón quien nos ayudará o ayuda a sobreponernos a nuestras limitaciones naturales. La razón ha tratado al hombre como objeto, ha cosificado en su afán dominador y cientificista a toda la naturaleza incluso, a la parte natural que constituye al hombre como ser vivo.
Algunos pensadores contemporáneos hablan del “fracaso del hombre como animal”. Es a ese fracaso al que hemos llegado al usar en exceso la “razón dominadora”.
No se trata de sacralizar a la naturaleza y exponer una perspectiva minimalista del hombre, todo lo contrario. Ante la predestinación y contra la predestinación hay que armarnos con todas nuestras facultades. Escuchar al entendimiento, sentir nuestro instinto, hablar con la claridad del pensamiento, tocar sin supuestos, abrir los ojos a la comprensión y olfatear el misterio del sabernos animales, seres vivos.
Contra la predestinación hay que adueñarse de sí mismo, combatir los determinismos a sabiendas de que no se ganará la guerra, pero si se aprenderá en las batallas sobre nosotros mismos.
En este sentido de autoconocimiento reflexivo contra la predestinación, tanto los valores sociales como las subordinaciones culturales que practicamos por costumbres y que cargamos como el rastrero de lo que no somos y que nos han impuesto desde el nacimiento, son develadas en la práctica del descubrimiento de sí, del devenir caos, del devenir anárquico, del devenir todo lo que somos y que ahora no somos sino solo aparentamos, porque en una vida predestinada no aparece lo que somos sino que “parecemos” e incluso perecemos en esa apariencia.
Luchar contra la predestinación es luchar por nosotros mismos.
El primer fin de semana de julio no fue tranquilo para los niveles más altos del gobierno chino. Luego de una serie de reuniones entre el Consejo de Estado, el Banco del Pueblo de China (BPCh) y la Comisión Reguladora de Valores de China (CRVC), se reveló una combinación extraordinaria de medidas para prevenir el colapso del mercado de valores. Son adicionales a las políticas anunciadas la semana anterior, entre ellas un recorte a las tasas de interés de referencia y reglas menos rígidas para las operaciones con margen (financiadas por el agente de bolsa). Los índices de referencia en los mercados de valores de Shanghai y Shenzhen se han desplomado alrededor de 30 por ciento después de alcanzar el punto más alto el 12 de junio, lo que puso fin a un año de crecimiento continuo y arrasó con 3 billones de dólares del valor de las acciones.
Las medidas de emergencia implican una compra de valores de base amplia dirigida por el Estado. Luego de una reunión con la CRVC, 21 grandes agencias de bolsa se comprometieron a lanzar un fondo de equilibrio por 120 mil millones de renminbis (19 mil 300 millones de dólares) para apuntalar el mercado. También se comprometieron a no vender acciones de sus propias cuentas negociadoras mientras el índice compuesto del mercado de valores de Shanghai (SSECI, por sus siglas en inglés) se mantenga debajo de 4 mil 500 puntos (cerró a 3 mil 687 el 3 de julio). Las casas de fondos mutualistas representadas por la Asociación de Administración de Activos de China también señalaron que contribuirían a estabilizar el mercado inyectando el capital de sus propias firmas en sus fondos.
Estos esfuerzos recibirán apoyo directo de las autoridades centrales. Según un comunicado emitido por la CRVC, la principal agencia financiera de márgenes de propiedad estatal, China Securities Finance (CSF), recibirá apoyo de liquidez del BPCh. Tales fondos, a su vez, se usarán para prestar al fondo de equilibrio, el cual podría expandirse. También se anunció por separado en los medios estatales que 28 compañías suspenderían voluntariamente ofertas públicas iniciales (OPI) que ya se habían aprobado, en un esfuerzo por prevenir una estrechez de liquidez que podría poner más presión a la baja sobre los precios de los valores.
¿Por qué el alboroto?
La avalancha de anuncios reveló que el gobierno está en modo de crisis. La naturaleza abierta del compromiso del Banco del Pueblo de China con la CSF es un movimiento particularmente dramático, que implica la posibilidad de inyecciones de liquidez en gran escala hasta que los precios de los valores se recuperen. La decisión de estimular los mercados se ha tomado sin duda al más alto nivel, y las autoridades parecen comprometidas a respaldarla con todo lo que está a su alcance.
Desde una perspectiva económica, estas acciones son desconcertantes. Históricamente ha habido escasa correlación entre el mercado de valores y la economía real. La última vez que el mercado se derrumbó, en 2008, el resultado para la economía fue limitado. La escalada reciente no tuvo un impacto positivo discernible en el consumo y la inversión, lo cual sugirió que los efectos negativos de una caída en las valuaciones para la riqueza y el financiamiento también serían limitados. Todos los nuevos pequeños inversionistas que se han amontonado en el mercado, unos 90 millones, aún representan un número relativamente pequeño, y quienes se han retirado temprano con su dinero habrán obtenido un atractivo rendimiento. Los índices de referencia en los mercados de Shanghai y Shenzhen están todavía alrededor del doble que a estas alturas del año pasado.
Existen dinámicas en el ambiente actual que lo hacen diferente del de 2008. De modo notable, el relajamiento de controles sobre el financiamiento de margen, que permite a los pequeños inversionistas pedir prestado dinero para invertirlo en acciones, significa que algunos están sobreapalancados. Las empresas también han estado usando las acciones como garantía colateral para obtener préstamos. Un colapso en los precios de los valores, por tanto, dejaría cierto número de deudas incobrables y alimentaría nuevos movimientos a la baja en los precios de las acciones. Sin embargo, como las cifras oficiales ponen el financiamiento de margen apenas arriba de 2 billones de renminbis (327 mil millones de dólares), es difícil ver cómo un arrasamiento de estas posiciones podría tener implicaciones sistémicas para el sector financiero. Tal vez las autoridades se preocupen de que los préstamos de margen se canalicen mediante el sector informal, pero las estimaciones de la escala de esta actividad son muy variables.
Por tanto, el enfoque del gobierno parece excesivo para la tarea que tiene por ahora, y revela mucho sobre sus propias ansiedades. La intervención en esta escala rebasa con mucho el ámbito normal de la política macroeconómica, lo cual sugiere que el gobierno decidió actuar para elevar su propia credibilidad. Es cierto que tiene responsabilidad por los sucesos recientes: los medios estatales impulsaron el crecimiento del mercado en 2014, sin advertir sobre sus riesgos, como estrategia para ayudar a compañías endeudadas a acceder al financiamiento. Es probable que el paquete de medidas de emergencia se refiera más a rescatar su popularidad que a estabilizar la economía.
¿Funcionará?
Los anuncios realizados el fin de semana ilustran el poder de fuego que el gobierno tiene a su disposición. Sin embargo, las intervenciones de este tipo rara vez tienen éxito. El tamaño del fondo de equilibrio y las intervenciones de las agencias de bolsa son pequeños en relación con la escala de transacciones diarias. De hecho, el 6 de julio, primer día de operaciones después de que se revelaron las medidas, sólo el mercado de Shanghai (cuyas grandes entidades enlistadas, de propiedad estatal, han sido el objetivo de la mayor parte del esfuerzo oficial por impulsar los precios) cerró con alza. La confianza de los inversionistas ha sido minada por la reciente volatilidad de precios, así como por los movimientos de pánico hechos en respuesta a ella. Muchos aún ven cualquier repunte orquestado por el gobierno como una oportunidad final de salir del mercado.
Por lo tanto, el gobierno se ha colocado en una posición difícil. Está comprometido a restaurar la estabilidad de los mercados de valores e incluso ha identificado un nivel meta de unos 4 mil 500 para el SSECI. Sin embargo, podría enfrentarse a la situación de tratar de combatir niveles mayores de ventas con niveles aún mayores de compras. Tal apoyo podría ser viable a corto plazo, pero llegará un punto en que se vuelva financieramente insostenible y los riesgos para el sistema crecerían en forma peligrosa. En este punto crecerá la oposición de entidades que nominalmente respaldan el paquete de rescate. Ahora que el gobierno ha apostado su credibilidad al rescate del mercado, ¿un fracaso podría tener consecuencias para las reformas del presidente Xi Jinping o el premier Li Keqiang?
Sea cual fuere el éxito de las medidas, la decisión de seguir este curso ya representa un golpe significativo a los esfuerzos reformistas, y no sólo en términos de los mercados domésticos de capitales. A finales de 2013 el PCCh se comprometió a dar al mercado un papel decisivo en la asignación de recursos. La intervención del fin de semana significa que este objetivo se ha echado por la borda hasta cierto punto.
Desde luego, acaba con las esperanzas de que los mercados de valores de China sean impulsados por los fundamentos del mercado, más que por políticas, o de que el riesgo moral sea atenuado. La suspensión de las OPI también cancela esfuerzos por desarrollar los mercados como un canal efectivo para que las empresas recaben financiamiento. Habrá consecuencias más extensas para la reforma del sector financiero, campo en el que se había logrado un avance constante. La determinación del gobierno de impulsar reformas potencialmente desestabilizadoras, como la apertura total de la cuenta de capital y la liberación del tipo de cambio, está menos clara hoy que antes.
The Economist Intelligence Unit revisará sus pronósticos a raíz de estos sucesos. Nuestras previsiones de crecimiento económico a corto plazo permanecerán sin cambio. Vemos que los riesgos de la volatilidad de los mercados de valores para la economía real son limitados por ahora. Sin embargo, el episodio ha dañado la credibilidad del mensaje reformista del gobierno, y estaremos reduciendo nuestras expectativas en este aspecto, lo cual a su vez rebajará más nuestros pronósticos de crecimiento a mediano plazo.
Economist Intelligence Unit
Traducción: Jorge Anaya
"Francotirador"*, la película dirigida por Clint Eastwood está basada en el libro de memorias de un verdadero soldado asesinado en 2013. La polémica: la no inclusión de ninguna consideración política cuestionadora sobre la invasión a Irak y el tratamiento de héroe a su protagonista.
Bradley Cooper, con 20 quilos sumados a su humanidad, interpreta a Chris Kyle, el Navy Seal –la sigla alude, en inglés, a la condición de soldado de mar, tierra y aire– condecorado con cinco medallas por su desempeño como francotirador en la invasión a Irak, donde se le acreditaron 160 muertes más algunas decenas no confirmadas oficialmente. La película1 dirigida por Clint Eastwood está basada en el libro de memorias del verdadero Kyle, asesinado en 2013 por un veterano de guerra perturbado al que intentaba ayudar.
Kyle es un robusto muchacho tejano, arriesgado jinete de rodeos, a quien los atentados cometidos por terroristas musulmanes contra instituciones estadounidenses reavivan la chispa patriótica. El durísimo entrenamiento mostrado en la película sirve para advertir qué clase de fibra se espera de estos jóvenes patriotas para que sean útiles a los efectos guerreros. Su enamoramiento y casamiento previos a su viaje a Irak, pese a su origen documental, no dejan de parecer un manido truco de libreto, ya que inscribe a la película en la lista poblada por otros cientos en las que una mujer reclama a su hombre por su entrega al "deber", la clásica división entre la demanda hogareña y ese mundo heroico que sólo pueden comprender los camaradas. Y ese "mundo heroico" y de viriles camaraderías es donde el viejo Clint se mueve como pez en el agua. Una guerra urbana en calles, casas y azoteas de ciudades que parecen vacías, con el enemigo cercano en la mira de la ametralladora pero escurridizo como la arena en la atmósfera polvorienta. El "Carnicero" es como el equivalente y opuesto de Kyle –al que sus camaradas llaman "Leyenda"–, ambos prácticamente infalibles, aunque el filme se encarga de subrayar la crueldad del musulmán en una terrible escena en que los soldados yanquis miran desde una azotea cómo éste liquida a los hombres de una familia, empezando por un niño.
Tanquetas que avanzan temibles en tomas frontales, diálogos mínimos, calmas que preceden a estallidos de sofocante nervio, el soldadito que acaba de sostener un diálogo afectuoso con el protagonista –y por lo tanto es identificado por el espectador, en medio de tanto casco y caras ennegrecidas por el polvo que los igualan a todos– y que inmediatamente después recibe la descarga que lo liquida. Un relato tenso y austero –y en el que la escena de acción de mayor impacto culmina en una pantalla totalmente ennegrecida, que se atreve a permanecer en ese estado de no imagen durante unos segundos– de una guerra que no se discute ni se explica más allá de los sentimientos de Kyle, una suerte de guerrero primitivo que se siente sin fisuras un defensor de su país y su familia. Sus regresos al hogar, entre las cinco incursiones que hizo, al parecer mucho más que lo que se suele exigir, van marcando la no pertenencia de Kyle a la cotidianidad hogareña, su dependencia espiritual con el frente que dejó. Sólo el poder acercarse a otros veteranos que salieron de la guerra con secuelas más visibles e irremediables parece poder instalarlo en una especie de espacio particular, en el que puede ser parte a la vez de la vida normal y de lo que quedó de esa guerra en su vida y en la de sus camaradas (se trata de mostrar, según el mismo Eastwood, lo que le sucede a aquellos que la guerra dejó atrás).
Pero en el mismo Estados Unidos la película ha desatado una polémica sustanciosa –y un éxito de taquilla excepcional, más seis nominaciones al Oscar–. La no inclusión de ninguna consideración política cuestionadora sobre la invasión a Irak, el tratamiento de héroe a su protagonista, el que le dan el ejército y sus compañeros, que puede ser un dato histórico, pero también la película, que alcanza un clímax emocional en ese final de recogida enjundia patriótica, con el féretro de Kyle recorriendo calles pobladas por multitudes embanderadas al son de una música de tonos a la vez fúnebres y bélicos, han merecido, entre otras cosas, la ácida crítica de Michael Moore y la leyenda "Asesino" sobre un afiche promocional del filme. Para completar, el apoyo de la ex candidata republicana Sarah Palin. En resumen, una oportunidad de recordar más a Clint Eastwood como el tipo que habló mal de Obama que como el autor de Río Místico, Gran Torino o Las cartas de Iwo Jima.
A los 84 años, el último clásico del cine de Estados Unidos –así lo consideran muchos, nuestro Rony entre ellos– sigue arreglándoselas para remover el avispero de un país con muchas cuentas propias que arreglar, y que el cine refleja según las posibilidades y talento de cada cineasta. Es que el viejo Clint será el último clásico –o no– pero sigue siendo, nunca dejó de serlo, "americano".
* American Sniper. Estados Unidos, 2014.
El bloque socialista se desintegró antes de cumplir un siglo. La Unión Soviética se desmoronó y los países que la integraban adoptaron el capitalismo como sistema económico y sinónimo de democracia.
Todo lo que el socialismo pretendía y que, en cierta medida, había alcanzado –reducción de la desigualdad social, garantía de pleno empleo, salud y educación gratuitas y de calidad, control de la inflación, etc.- desapareció para dar lugar a todas las características deshumanizadoras del neoliberalismo capitalista: la persona mirada no como ciudadana sino como consumista; el ideal de la vida reducido al hedonismo; la explotación de la fuerza de trabajo y la apropiación privada de más-valía, la especulación financiera; la degradación de la condición humana a través de la prostitución, de la industria pornográfica, de la criminalidad y del consumo de alcohol y drogas.
Es deber de todos cuantos se consideran de izquierda preguntarse cuáles son las causas de la desaparición del socialismo en Europa. Hay un amplio abanico de causas, que van desde la coyuntura económica de un mundo bipolar hegemonizado por el capitalismo hasta las presiones bélicas tan frecuentes durante la Guerra Fría.
Entre tales causas destaco una de carácter subjetivo, ideológico: el papel del educador en la formación de sus alumnos.
Debo decir que antes de la caída del muro de Berlín tuve la oportunidad de visitar China, Checoslovaquia dos veces, Polonia, Alemania Oriental, y tres veces la Unión Soviética.
El socialismo europeo cometió el error de suponer que serían naturalmente socialistas todas las personas nacidas en una sociedad socialista. Olvidarse de la afirmación de Marx de que la conciencia refleja las condiciones materiales de existencia, pero también influye y modifica esas condiciones. Hay una interacción dialéctica entre sujeto y realidad en la que él se inserta.
En primera instancia, y no en última, todos nacemos autocentrados. "El amor es un producto cultural", habría dicho Lenin. Resulta del desdoblamiento de nuestro ego, lo que se obtiene a través de prácticas que infunden valores altruistas, gestos solidarios, ideales colectivos por los que la vida gana sentido y la muere deja de ser vista como fracaso o derrota.
Según Lyotard, lo que caracteriza a la posmodernidad es no saber responder a la pregunta por el sentido de la vida. Ése es el papel del educador: no transmitir solamente conocimientos, facilitar pedagógicamente el acceso al patrimonio cultural de la nación y de la humanidad, sino también suscitar en el educando el espíritu crítico, la actitud ética, la búsqueda del hombre y de la mujer nuevos en un mundo verdaderamente humanizado.
Pero todo eso sólo será posible si no se propicia en el magisterio un proceso de formación permanente. Es una equivocación creer que todos los profesores están imbuidos de valores nobles. Ninguno de nosotros está totalmente blindado ante las seducciones capitalistas, ante los atractivos del individualismo, ante la tentación del acomodamiento o la indiferencia ante el sufrimiento ajeno y las carencias colectivas.
Todos estamos permanentemente sujetos a las influencias nocivas que satisfacen nuestro ego y tienden a inmovilizarnos cuando se trata de correr riesgos y poner en jaque el prestigio, el dinero y el poder. La corrupción es una hierba dañina inherente al capitalismo y al socialismo. Nunca habrá un sistema social en el que la ética destaque como virtud inherente a todos cuantos viven y trabajan en él.
Si no es posible alcanzar la utopía ética en la política, es necesario conquistar la ética de la política. De ahí la importancia de una profunda reforma política. Crear una institucionalidad política que nos impida "caer en la tentación" en cuanto a la falta de ética.
Eso sólo será posible en un sistema en el cual no exista la impunidad, y el deseo de ser corruptor o corrompido no pueda ser logrado. Tal objetivo no se alcanza por medio de represión y castigos, aunque a veces sean necesarios. Lo más importante es el trabajo pedagógico, la emulación moral, tarea en la cual los profesores desempeñan un papel preponderante por estar lidiando con la formación de la conciencia de las nuevas generaciones.
El profesor debe tener actitudes marcadas por la construcción de una identidad humana en la cual haya adecuación entre esencia y existencia. Saber impartir su materia escolar contextualizándola en la coyuntura histórica en que está inserta.
El papel número uno del educador no es formar mano de obra especializada o cualificada para el mercado de trabajo. Es formar seres humanos felices, dignos, dotados de conciencia crítica, participantes activos en el desafío permanente de mejorar la sociedad y el mundo en que vivimos.
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