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En Chile, renacen los sueños de Allende

Llega a su fin uno de las herencias de la dictadura: la educación como negocio. De la mano de miles de jóvenes, que han logrado el apoyo mayoritario de la sociedad, Chile está sacudida. La demanda es clara: educación pública de calidad, a la cual puedan acceder, sin reparar en su condición económica, todos los niños y jóvenes, sin fines de lucro, multicultural, bajo la responsabilidad del Estado y reconocida como un derecho en la Constitución.

Cientos de miles de jóvenes se manifiestan en la calle, algo no visto desde los años finales de la dictadura (1). Los estudiantes chilenos, en tres meses de masivas movilizaciones, cambiaron la cara del país y han puesto en incómoda posición al gobierno derechista de Sebastián Piñera. Chile despertó tras dos décadas de semiadormecimiento, ya que de algún modo se conformó con la idea de que no había opción diferente del neoliberalismo.

“Está terminando una etapa de la historia del país. Se inició hace más de 20 años y ha abarcado cinco gobiernos. Comenzó llena de esperanzas, cuando los chilenos le pusieron fin en 1988 a una dictadura. Más allá de sus logros, la etapa posdictatorial acumuló desesperanza y frustración. Las promesas no realizadas han consolidado una sociedad profundamente injusta”, sintetiza un texto escrito por tres dirigentes de una nueva fuerza de izquierda (2).

¿Dónde quedó el ejemplar “modelo chileno”, “el jaguar de América Latina”? Si hace 40 años, cuando el país era más pobre, la educación era gratuita, ¿qué ha pasado con el desarrollo y los altos índices de crecimiento?, ¿dónde está el dinero del progreso?, preguntan los estudiantes.

El 28 de abril, presagiando el gran movimiento de junio, se hizo la primera movilización nacional de universitarios, públicos y privados, contra el alto nivel de endeudamiento que deben asumir para acceder a la educación superior (3). En mayo se hicieron perceptibles los vientos de cambio, cuando 30 mil personas se manifestaron en Santiago y varios miles en diversas ciudades contra el proyecto HidroAysén, que busca instalar cinco megarrepresas en la Patagonia. Los opositores reaccionaron con rapidez en defensa del medio ambiente y en rechazo al gigantesco negocio de la multinacional Endesa-Enel, asociada al grupo chileno Colbún. Ese proyecto, respaldado por el gobierno y dirigentes de la derecha y la Concertación (4), fue aprobado al margen de la opinión ciudadana, generando amplio rechazo en el país.

Pero antes hubo importantes movimientos regionales, como en Magallanes, contra el alza del gas, y en Calama por beneficios del cobre en la zona, y recuperación de tierras y huelgas de hambre de los mapuches. Luego se sumaron otras reivindicaciones: los damnificados del terremoto de febrero de 2010, con su segundo invierno en viviendas de emergencia; los sindicatos del cobre, que paralizaron las minas; las marchas por el derecho a la diversidad sexual; y los estudiantes secundarios y universitarios con masivas huelgas, manifestaciones y tomas de escuelas, exigiendo educación gratuita y de calidad, que trasformaron la situación, dándoles otra dimensión a las movilizaciones y arrinconando al gobierno.

Cuestionan el sistema

El movimiento estudiantil se lanzó contra las bases mismas del sistema neoliberal, reivindicando el rol del Estado y pidiendo que la educación no se considere una mercancía. Exigen terminar con el sistema educacional, basado en el lucro, que dejó la dictadura militar. La consigna más coreada ha sido: “¡Y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet!”. Para lograr los cambios de fondo, plantean la necesidad de una Asamblea que elabore una nueva Constitución. Los estudiantes proponen también que para financiar la educación gratuita se renacionalice el cobre y se reforme la tributación (5), y para solucionar el conflicto se exige más democracia mediante un plebiscito para que la ciudadanía decida qué educación quiere.

Los estudiantes denunciaron a la prensa oficial que criminaliza las manifestaciones, e hicieron duras críticas al gobierno de Piñera y a la Concertación. Se tomaron Chilevisión y ocuparon las sedes de la ultraderechista UDI y el Partido Socialista. Paralelamente, renace con fuerza la figura de Salvador Allende. Jóvenes vestidos como el presidente socialista eran aplaudidos con entusiasmo en las manifestaciones, en las que se coreaba que “los sueños de Allende son posibles”. Los discursos del presidente mártir, pronunciados hace 40 años, sobre la educación y la nacionalización del cobre, batieron récords de visitas en internet (6).

El movimiento es claro políticamente, masivo, firme, unitario; con presencia de secundarios, universitarios, profesores, asociaciones de padres, Ong y sindicatos (7). Como en otros casos en el mundo, se usan a fondo las nuevas tecnologías, manteniendo un carácter democrático y participativo. Los estudiantes establecen una adecuada relación entre el liderazgo de los dirigentes y la participación de las bases, con asambleas donde todos opinan y toman decisiones.

En la forma de protestar, hay gran creatividad. Aparecen en las calles con una novedad: disfraces, bailes, imitación de suicidios colectivos, besos masivos, cuerpos desnudos pintados, carreras diurnas en torno a La Moneda, imitación de predicadores, inmovilización en la calle, lienzos ingeniosos… buscando llamar la atención e integrar otros sectores y demarcarse de la violencia callejera. Incluso han reparado daños causados al margen de las protestas, pintando fachadas de casas o juntando dinero para el propietario de un automóvil que resultó quemado.

Educación chilena

Si las movilizaciones han sido tan fuertes, ello se debe también a lo injusto del modelo educacional chileno, implantado por la dictadura y desarrollado por los gobiernos civiles que la sucedieron. En la enseñanza primaria y secundaria, en las últimas tres décadas hubo un boom de escuelas privadas o subvencionadas, que hoy día acoge al 60 por ciento de los alumnos. No hay una sola universidad pública gratuita, ya que todas –públicas y privadas– cobran altos aranceles, caso único en América Latina.

Menos del 25 por ciento del sistema educativo es financiado por el Estado, y el otro 75 depende de los aportes estudiantiles. El Estado sólo consagra un 4,4 del PIB a educación, menos que el 7 por ciento que recomienda la Unesco. Hoy existen 60 universidades en Chile, la mayoría privadas. Los estudiantes deben pagar entre 170.000 y 400.000 pesos chilenos (250 y 600 euros) mensuales, en un país con un salario mínimo de 182.000 (menos de 300 euros) y el sueldo promedio 512.000 pesos (menos de 800 euros). La situación hace que el 70 por ciento de los estudiantes chilenos utilice un crédito universitario. El 65 por ciento de los quintiles más pobres no termina su carrera universitaria por razones económicas (8).

Según el sociólogo Mario Garcés, se trata de un sistema perverso que deja endeudados a miles de jóvenes chilenos de clase media y baja, no bien terminan de estudiar, ya que los créditos se empiezan a pagar con el primer empleo. Agrega que la educación dejó de ser un mecanismo de movilidad social y pasó a ser lo contrario: un sistema que reproduce la desigualdad (9).

¿Por qué ahora?

Es cierto que hubo movilizaciones estudiantiles durante los distintos gobiernos de la Concertación, incluyendo la de 2006, bajo la presidencia de Michelle Bachelet, conocida como “La revolución de los pingüinos” (por el color oscuro del uniforme y el blanco de la camisa de los secundarios de colegios públicos). Sin embargo, en los últimos veinte años nunca las protestas fueron tan importantes como estas. En dos décadas, la Concertación administró el sistema, intentando mantener el complejo equilibrio entre políticas de mercado y regulación estatal. Realizó algunas reformas, logrando disminuir los índices de pobreza y extrema pobreza, pero aumentando las desigualdades, dejando a Chile como uno de los 15 países más desiguales del planeta (10). Al comienzo, la Concertación contaba con la positiva imagen de haber ayudado al término de la dictadura, pero el malestar, las críticas de la población y el endeudamiento de los estudiantes se acumularon. La injusticia del sistema se acentuó con la llegada de un gobierno de derecha que maneja el país como una empresa.

Sebastián Piñera y los nuevos dirigentes llegaron con una concepción aún más clara de dejar la educación en manos del mercado, lo que colmó la paciencia. Además, los jóvenes, que no vivieron en dictadura, están menos influenciados por el antiestatismo. Los conflictos de interés también contribuyeron a la rebelión estudiantil, ya que el propio ministro de Educación, Joaquín Lavín, era fundador y accionista de la Universidad del Desarrollo (11).

El descrédito de la clase política alcanza elevados niveles. Las encuestas de opinión muestran una baja persistente en el apoyo a los partidos de derecha en el gobierno y también en el apoyo a la hoy opositora Concertación. Los jóvenes confían sólo en sus propias fuerzas y en la de los movimientos sociales, pero no en los partidos ni en las instituciones, rechazando la mediación de políticos e incluso de la Iglesia.

El gobierno, para enfrentar las movilizaciones, usa el diálogo y la represión, cargándose a criminalizar el movimiento. La prensa oficial –es decir, casi toda– ha sobredimensionado las acciones violentas al final de muchas manifestaciones, impulsadas por grupos marginales, delincuentes e infiltrados, incluso policías, hechos denunciados con videos y fotografías (12).

El 4 de agosto pasado quedó como “jueves negro” para el gobierno. Piñera dijo que “todo tiene un límite”, y el ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter negó el derecho de los estudiantes a manifestarse por la Alameda, cosa habitual. La represión fue sistemática, siendo detenidos, según las propias cifras oficiales, 874 estudiantes. La respuesta ciudadana no se hizo esperar y en la noche renacieron las manifestaciones y los cacerolazos en barrios y ciudades de Chile. El gobierno, con su intransigencia, transformó la marcha en Protesta Nacional, como en tiempos de la dictadura. El mismo 4 de agosto, la influyente encuesta CEP le otorgó a Piñera sólo un 26 por ciento de apoyo, la apreciación más baja para un presidente desde el regreso de la democracia (13).

Los estudiantes persisten en sus movilizaciones, rechazan las propuestas oficiales de rebajar el interés del crédito y exigen un cambio radical. Se unen a los demás movimientos sociales, participan en el Paro Nacional del 24 y el 25 de agosto, y siguen pidiendo un plebiscito para que los chilenos decidan democráticamente. Sea cual fuera la continuidad de las movilizaciones, ya nació una nueva forma de hacer política: desde los movimientos sociales. Los jóvenes chilenos están abriendo las grandes alamedas que mencionó Allende (14).

1        La mayor manifestación desde 1990 fue la del Primer Foro Social Chileno, en 2004, contra la visita de Georges W. Bush, que reunió 70.000 personas. El actual movimiento, desde junio ya ha realizado cinco marchas con más de doscientas mil personas.
2        El pueblo contra las dos derechas de Jorge Arrate, Sergio Aguiló y Pedro Felipe Ramírez, del Movimiento Amplio de Izquierda (MAÍZ). Publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, agosto 2011 y en www.movimientoampliodeizquierda.cl.
3        Camila Vallejo, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) y dirigenta de la Confederación de Estudiantes (CONFECH) www.camilapresidenta.blogspot.com.
4        La Concertación por la Democracia es una alianza de centro-izquierda, hoy compuesta por cuatro partidos (PS, PPD, PDC y PRSD) y que gobernó los últimos 20 años.
5        La estatal Codelco nunca fue privatizada, pero la dictadura abrió nuevas concesiones mineras a las empresas multinacionales, y la Concertación siguió ese mismo camino. Hoy, el 70 por ciento del cobre chileno es explotado por empresas foráneas. www.defensadelcobre.cl.
6        Allende y la educación: http://www.lemondediplomatique.cl/Discurso-pronunciado-por-Salvador.html-Allende y la nacionalización del cobre: http://www.lemondediplomatique.cl/Hace-40-anos-el-11-de-julio-de.html.
7        En cada barrio, los vecinos juntan ayuda para los liceos tomados. Según los sondeos, el apoyo ciudadano a la movilización estudiantil se sitúa entre 75 y 80%. www.accionag.cl.
8        Estudio sobre las causas de la deserción universitaria. Centro de Microdatos, Departamento de Economía, Universidad de Chile. www.microdatos.cl.
9        Mario Garcés Durán, director de la Organización No Gubernamental chilena Educación y Comunicaciones (ECO), en declaraciones a BBC Mundo.
10        PNUD: Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe, 2010. hdr.undp.org/es/informes/regional/destacado/RHDR-2010-RBLAC.pdf.
11        El ministro Joaquín Lavín tuvo que ser sacado del Ministerio de Educación, en pleno conflicto, el 18 de julio, aunque Piñera lo mantuvo en el gabinete como Ministro de Planificación. El nuevo Ministro de Educación es Felipe Bulnes, ex ministro de Justicia.
12        http://www.chilevision.cl/home/content/view/370956/81.
13        www.cepchile.cl.
14        En su último discurso, el 11 de septiembre de 1973, desde La Moneda, Salvador Allende señaló que “mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.

*Director de la edición chilena de Le Monde Diplomatique. www.lemondediplomatique.cl.

Información adicional

Estudiantes buscan terminar con la herencia de Pinochet
Autor/a: Víctor de la Fuente
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