Comer, beber, bailar, amar, festejar, no importa la época del año, si llueve o relampaguea, si hay sequia o el sol quema, si murió, nació o se casó, por estas situaciones, y otras más, siempre hay un motivo para celebrar. Sucede en Colombia, donde se celebran al año más de 3.000 carnavales, festivales, ferias y fiestas.
Como lo vivimos todos en nuestros pueblos o barrio, siempre hay tiempo para armar una parranda, fiesta, baile, rumba, corraleja de novillos, festejo, desfile, corrida de toros, comparsa, carnaval, cabalgata, etcétera.
Hace pocas semanas se celebró el Festival de Negros y Blancos en la ciudad de Pasto, Nariño –2 al 6 de enero–, uno de los más importantes en el país, declarado en 2009 por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad; y a los pocos días se festejó el Carnaval de Barranquilla –8 al 12 de febrero–, también Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Estos dos carnavales están dentro de los más famosos del mundo, junto a los celebrados en: Oruro (Bolivia), Rio Janeiro (Brasil), Venecia (Italia), Tenerife y Galicia (España), Veracruz (México), New Orleans (EE.UU.), Notting Hill, (Inglaterra), Niza (Francia), Encarnación (Paraguay), Berlín (Alemania), Suiza, y los carnavales de República Dominicana.
Carnavales en Colombia, además de los ya relacionados: Río Sucio (Caldas) o Carnavales del Diablo; Carnaval de Supia (Caldas) también llamada Feria de las Colaciones; Carnaval de Baranoa (Atlántico), Carnaval del Limón (Puerto Triunfo, Antioquia); y las ferias de: las Flores en Medellín, la de Manizales y la de Cali.
Las fiestas las realizan los pueblos de diferentes partes del mundo por dos razones: una para sustentar, así como recordar los valores culturales y morales identitarios y, otra, para subvertir por un momento las condiciones establecidas, es decir, lo carnavalesco es lo subversivo. Esa es la contradicción de la celebración que se resuelve en el mismo ritual. Así, “a la vez que en carnavales como los de Pasto o Barranquilla sustento la tradición, al mismo tiempo, la subvierto con mi actuación”.
En las fiestas se sucede un tiempo distinto al cotidiano, un espacio también diferente: la calle, el salsodromo, cumbiodromo, joropodromo, teatro, bar, parque. Y con un sistema distinto al vigente o cotidiano, todo se suspende por la fiesta y el carnaval: el tiempo cotidiano o real se para y aparece el tiempo del carnaval. Todo por la fiesta. Entonces, ésta es alegría, amor, turismo, comercio, transgresión y permanencia.
Otras voces, otras imágenes
La fiesta está muy relacionada con el momento político. Todo indica que, a pesar de proceder de Europa, luego mezclada con las tradiciones africanas, indígenas y mestizas, sus raíces se hicieron más profundas con la República, es decir, la fiesta es democrática, como se puede ver en los carnavales de Barranquilla y Pasto. Inclusive las transgresiones son visibles en las carrozas y comparsas, donde se expresan puntos de vista políticos no convencionales o aceptados, como sucedió en el Carnaval de Barranquilla en 1921, cuando se hicieron comparsas alusivas a la recién constituida República Bolchevique Rusa. Alusiones a temáticas de coyuntura, polémicas y transgresoras, son comunes, año tras año, en este Carnaval.
Se tiene memoria de fiestas y carnavales desde el siglo XVII en Cartagena, Bogotá y Popayán, pero fueron prohibidos por “inmorales” y terminaron celebrados en pueblos y veredas, invisibilizados por la cultura dominante. Con el tiempo se extendieron por todo el país, hasta el punto que hoy hay tantos como municipios y ciudades intermedias.
Dada nuestra diversidad cultural estas fiestas son mestizas, eclécticas y sincréticas, clasificadas en carnavales, fiestas, festivales y ferias. La fiesta busca celebrar algo conocido, un hecho sucedido, y son tradicionales y patrióticas. Dentro de las primeras están las fiestas religiosas, los carnavales y ceremonias rituales; las segundas son conmemoraciones sobre hechos históricos referentes a héroes, batallas y demás. Los festivales pueden ser artísticos o folklóricos y tienen como objetivo la difusión, mientras que las ferias tienen como objetivo la promoción, como ocurre con las ferias de ganado, artesanía, o similares.
Los carnavales se pueden definir como una parodia de las normas reconocidas y respetadas por la comunidad o colectividad, donde se presenta la relativización del estatus racial-social, donde la gente realiza en esos días lo que no hace los demás días del año. Tal vez por ello se celebran (según el calendario católico) entre la epifanía y el miércoles de ceniza, donde los rigores morales subsumen la sensualidad.
Con el paso del tiempo y las vivencias y sufrimientos de una población dada, los carnavales toman otras formas y contenidos, llegando también a reflejar la migración campo-ciudad, el crecimiento urbano, las danzas de origen africano, animal, indígena, mestizo local.
Al final, entre tanta fiesta y motivo para potenciarlas, toca gozarlas, soltando al vuelo nuestros sueños y dolores, para compartir con propios y extraños, para gozar, para romper barreras sociales, para hacer realidad, aunque sea por pocos días, el hermanamiento social, siempre propósito celebratorio pero también motivo de acción y organización social.
Notas
“Colombia y su música”, Volumen I, José Portaccio Fontalvo, 2009, Bogotá, ediciones bicentenario,
“Así es Colombia”, El Espectador, 1985, Bogotá.
Organizacióncarnavalnacionaldecarnavales.org
Leave a Reply