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Mariscal Antonio José de Sucre y Bolívar

Mariscal Antonio José de Sucre y Bolívar

Nacido en Mérida (Venezuela), comenzó a estudiar Ingeniería de Caminos, carrera que abandonó para combatir al lado de Bolívar. En 1819, ocupando José Antonio Zea provisionalmente una importante posición, éste designó a Sucre como general. Al identificarse ante Bolívar con este cargo, el Libertador se enfureció, pues ignoraba la designación de Zea y creía que, en general, él debía hacer los ascensos superiores. Aclarado lo acontecido, a regañadientes lo aceptó.

Pero Bolívar tenía un alto concepto de Sucre. En 1819 lo nombra Ministro de Guerra en campaña y dice sobre él: “Es uno de los mejores oficiales del ejército; reúne todos los conocimientos profesionales de Soublette; el bondadoso carácter de Briceño; el talento de Santander y la actividad de Salom; por extraño que parezca, no se le conocen ni sospechan sus actividades. Estoy resuelto a sacarlo a la luz, persuadido de que algún día me rivalizará”.

El primer año de Sucre en Ecuador, enviado por Bolívar, fue de infortunios. Venía luchando por que los soldados argentino-peruanos cooperaran en la liberación de Quito. A comienzos de 1822, llegaron mil hombres del Perú a órdenes del coronel Santa Cruz, incorporándose en febrero al ejército de Sucre. Atravesando las difíciles cordilleras de los Andes, el 24 de mayo, mediante movimientos que desorientaron a los españoles, avanzaron sobre Quito, produciéndose una difícil batalla en la que triunfaron los patriotas, destacándose el ataque del coronel Córdoba. Al día siguiente, Sucre entró en Quito con sus tropas.

Las dificultades internas en la Nueva Granada y sobre todo sus desacuerdos con Santander habían llevado a Bolívar a asumir la dictadura. Antes, en Perú, también había encontrado fuertes y desleales opositores y la abierta traición de uno de sus máximos dirigentes dispuesto a hacer causa común con los españoles. La independencia de Perú estaba llena de dificultades. Organizó su cuerpo de oficiales, con Sucre al mando del ejército aliado, aunque Bolívar retuvo la dirección de la campaña. A los peruanos les asignó el norte, y la cercanía de las montañas a los colombianos. Sucre aconsejó la ofensiva, pues consideraba la defensiva muy peligrosa, pero Bolívar se opuso. “Bolívar no podía inspeccionar por sí mismo la ejecución de todas la órdenes pero tenía en Sucre un excelente sustituto que podía equipararse a él en todas las artes militares y lo sobrepasaba en el método. Sucre no sólo adiestró a los soldados: cabalgó por las montañas para familiarizarse con los caminos, confeccionó mapas, en una palabra, fue infatigable”.

De Colombia llegaron nuevas tropas y Sucre, que oficialmente era comandante en jefe del ejército, fue comisionado por Bolívar para recoger aquellas dispersas y enfermas, ubicándolas en los cuarteles. Una vez cumplida su misión, se quejó por escrito ante Bolívar, presentándole su renuncia, pues pensaba que esas actividades eran degradantes para el Comandante del Ejército y que sus oficiales se habían burlado de él. “He sido separado de la cabeza del ejército para ejecutar una comisión que en cualquier parte se confía, cuando más, a un ayudante general, y enviado a retaguardia a tiempo que se marchaba contra el enemigo; por consiguiente, se me ha dado públicamente el testimonio de un concepto de incapaz en las operaciones activas, y se ha autorizado a mis compañeros para tratarme como a un imbécil o un inútil”.

Bolívar no puso mayor atención a la queja de Sucre, pero le contestó que lo había hecho como una prueba de estima y no de humillación. Sucre aceptó a medias estas explicaciones y retiró su renuncia. En el mismo mes, Bolívar recibió un mensaje de Santa Fe en el que Santander le comunicaba que le retiraba las facultades extraordinarias que tenía. Dio instrucciones a Sucre para que informara al ejército de esa decisión. Sucre asumió el mando, ya no como delegado de Bolívar sino con plenos poderes para actuar.

El colapso del Imperio

El 8 de diciembre, en Ayacucho se enfrentaron los dos ejércitos. Las fuerzas españolas estaban ocultas en una colina, a muy corta distancia del ejército comandado por Sucre, compuesto por 5.800 hombres (recordemos que los españoles eran más de 9.000). Unas y otras fuerzas se ubicaron en el terreno según su conveniencia. El ala derecha de los españoles inició el ataque. Sucre envió sus tropas a ese sitio, a órdenes del teniente coronel Córdoba, quien arengó a sus tropas, y con gran serenidad daría la consigna célebre en la historia de las batallas por la Independencia. “Soldados, adelante! Paso de vencedores!”. Los batallones de caballería, sin disparar un solo tiro, se lanzaron al ataque. Las furiosas bayonetas patriotas desbarataron la resistencia enemiga. Capturaron al virrey La Serna, su artillería, víveres, muchos otros recursos y centenares de prisioneros, muchos de ellos nativos reclutados a la fuerza.

Sucre asumió modestamente este triunfo, sin jactancia alguna. Ese mismo día ascendió a general a José María Córdoba, y poco después, Bolívar, feliz por la victoria, nombró a Sucre Mariscal de Ayacucho, en tanto que él seguía siendo el Libertador, general Simón Bolívar. El 10 de diciembre de 1824, Sucre le escribe a Bolívar: “He creído justo nombrar al general Córdoba sobre el campo de batalla, y, a nombre de usted y de Colombia, general de división… Córdoba se ha portado bravamente: él decidió la batalla”.

Aquella fue la última batalla en el continente contra las fuerzas españolas, que perdieron 18.000 hombres y toda su capacidad militar. Sucre tenía 29 años y hacía 15 había iniciado su lucha al lado de los patriotas. El 9 de febrero de 1825 emitió un decreto proclamando nación independiente al Alto Perú y convocado una asamblea nacional para definir sobre su forma de gobierno. Bolívar se opuso, pues creía que Sucre se había excedido en sus atribuciones. “Usted y el ejército a su mando me están subordinados; sólo debe ejecutar lo que yo le ordene. Ni yo ni usted ni los parlamentos peruano-colombianos pueden violar los principios del Derecho Público que hemos reconocido en América”.

Sucre arguyó que no había hecho nada distinto de lo ya propuesto por Bolívar. Aceptó aplazar la Asamblea Nacional y ofreció su renuncia, que Bolívar no aceptó. Pero el fondo del problema era otro: “Se resistía a que la reputación militar de Sucre se realizara con la gloria de libertar a toda una nación. De ahí que el propio Bolívar, al cabo de tres meses, emitiera una orden confirmando el decreto de Sucre en todos sus puntos esenciales” (Mazur).

La Asamblea Nacional se reunió en Chuquisaca el 10 de julio, y el 6 de agosto declaró su independencia. A propuesta de Sucre, la nueva nación tomó el nombre de Bolivia el 18 de agosto de 1825. Sus admiradores le dieron una corona de oro, que Bolívar le entregó a Sucre, y éste se la dio a Córdoba, que patrióticamente emocionado la envió a Rionegro, su tierra natal, donde reposa en el Museo de la Independencia. Sucre fue nombrado Presidente del nuevo país.

Ahora la máxima preocupación del Libertador era la Constitución Política de Bolivia. Así concibió una “monarquía sin monarca”, con vicepresidente hereditario y vitalicio. “El poder del primer ministro se concentra en una familia, disposición ilógica y ridícula […] la Constitución Boliviana, adoptada en julio de 1826, es el producto asombroso de una extravagante imaginación política. El autor de este libro no ha encontrado prueba alguna de que no fuera totalmente hija del cerebro de Bolívar” (G. Mazur).

El vicepresidente sería Sucre, que no aceptó y rechazó el proyecto de monarquía. En la Presidencia de Bolivia tuvo muchas dificultades. Vencido su segundo año de gobierno (1826-1828), se retiró y viajó a Bogotá, donde no encontró a Bolívar, pero le dejó una bella carta de despedida. Emprendió camino de regreso a Quito, y fue asesinado en la montaña de Berruecos. Se atribuye su muerte al general Juan José Flores, entonces presidente del Ecuador.

Bibliografía

Indalecio Liévano Aguirre. Los grandes conflictos socio-económicos de nuestra historia
E. Botero Saldarriaga. Biografía de Córdoba
Gerhart Mazur. Simón Bolívar

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