Copenhague pasó y dejó una gran decepción entre quienes han creído en las discusiones climáticas iniciadas en Rio de Janeiro hace casi dos décadas. Por el contrario, lo sucedido no hizo más que confirmar el porqué de nuestro escepticismo con estos certámenes. Pero, ¿por qué no avanzaron las negociaciones? ¿Qué rol asumió el gobierno colombiano? ¿Qué expectativas y preocupaciones surgen luego de la COP 15? ¿Hay otros caminos?
Luego de varios días de sesiones, la Décimo-quinta Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP 15) terminó con un lánguido acuerdo presentado al final de la Cumbre por Estados Unidos y concertado por algunos otros gobiernos, entre ellos China, India, Brasil y Sudáfrica. El “Acuerdo de Copenhague” no contempla metas ni compromisos vinculantes. Claramente lo expresó Obama ante un grupo de periodistas: “Las negociaciones que tuvieron lugar hoy aquí no nos comprometen legalmente a nada”. En esta forma, se le daría jaque mate a esta última fase del proceso de negociación, corroborando que no existe mayor interés por parte de los países responsables del cambio climático en aceptar las transformaciones que se precisan para ‘enfrentar’ este gran problema global, y, por el contrario, se seguirán promoviendo falsas soluciones fundamentadas en el mercado, haciendo de la atmósfera, el aire y las selvas una mercancía para los negocios ‘verdes’. Haciendo “más grave el remedio que la enfermedad”.
En esta forma, Colombia promueve el financiamiento de REDD con mecanismos de mercado y cuestiona el manejo de nivel nacional, proponiendo en su lugar que esto se haga subregionalmente, con el supuesto interés de que los recursos lleguen directamente a los pueblos y comunidades que habitan las selvas. Lo curioso del asunto es que sólo en la retórica de la delegación oficial está el interés y la preocupación por los pueblos ancestrales. Una investigación realizada por la Global Forest Coalition sobre las realidades de REDD afirma que los pueblos indígenas y negros no participaron en la mesa redonda nacional sobre el tema, y no fueron tomados en cuenta a la hora de formular las políticas, programas y proyectos REDD. Todo el diseño de esta política se ha dado a espaldas de la sociedad colombiana, con la participación de un reducido grupo de organizaciones no gubernamentales ambientalistas.
Ya concluyendo
Por Tatiana Roa Avendaño*, ambientalista
Leave a Reply