Doscientos años de luchas populares
Al estado y la sociedad colombiana
es aquel que produce mayor suma de felicidad posible,
mayor suma de seguridad social
y mayor suma de estabilidad política.
Con nuestro pensamiento en el país necesario, en la Colombia posible, levantamos nuestras voces. Nuestros gritos y letras con destino a quienes tienen la culpa de la situación de nuestro País, y tienen el poder del Estado y la pretensión de definir el destino de todos nosotros y nosotras.
En procura de un país para todos y todas, en medio de las dificultades y con nuestras diferencias y diversidad, desde aquí, desde la calle, desde el camino rural y el barrio periférico de cualquiera de nuestras ciudades y municipios, en desempleo, con sueldos, asalariados o informales; y desde la frontera agrícola, altura arriba y selva adentro –adonde no llegan las encuestas–, y las actividades productivas legales e ilegales que “nos tocan” para sobrevivir. Todos y todas, sin perder el calor de colombianos y de gente en nuestros hogares, que ‘allá en su altura’ ustedes desconocen. Con lección de decencia y urbanidad de nuestras madres y nuestros padres, va el ‘dibujo’ y requerimiento del país que pretendemos. País deseado y necesario.
Colombia requiere una democracia que, más allá de ser representativa, eche su raíz en la cotidianidad de sus hijos e hijas y abra paso a un nuevo modelo de sociedad. Un modelo que no mengüe los derechos a una letra impresa. Que les dé cumplimiento cotidiano y recobre la confianza, hermandad de quienes habitan este territorio y permita el regreso de todas las personas emigradas, exiliadas, refugiadas al país, así como la alegría sin noches de preocupación.
Nos dirigimos a ustedes, señoras y señores, a ustedes que habitan o visitan la Casa de Nariño, el Congreso de la República, el Palacio de Justicia y los ministerios:
Afirmamos, interrogamos, desde las bancas de los parques, donde descansamos nuestros pasos al parecer sin fin en busca de empleo. También, desde la esquina de cualquier zona comercial, donde vendemos unos pocos cacharros, y con escasas monedas intentamos cubrir el pan para nuestras familias. O, escribimos con estas manos que en la ciudad y el campo laboran en diferentes trabajos y ocupaciones sin el pago necesario para una vida digna. Del mismo modo, frente al enriquecimiento y el delito de ‘cuello blanco’, nuestras voces y letras atraviesan los barrotes de las cárceles donde miles de connacionales están en hacinamiento o aislamiento –por lentitud de la justicia, culpables o no, con justa pena o no.
Hoy, dirigimos a ustedes nuestros anhelos comunitarios. Un quehacer tras sustraer nuestros cuerpos con fatiga en cualquier cafetería barrial, cansados de la brega por conseguir los pesos para el arriendo, la cuota del UVR, y los pagos del agua, la luz y otros impuestos. Hoy, nuestras necesidades y voces brotan de los hogares donde cuidamos a los hijos y las hijas de nuestras comunidades, allí, donde al final de la jornada laboral constatamos que no percibimos siquiera un salario mínimo.
Señores y señoras gobernantes, congresistas, magistrados, equipos de asesores: escuchen, lean nuestros sueños y reivindicaciones que toman forma a pesar de la angustia:
Nuestro descontento crece desde los pasillos de los hospitales, donde hacemos fila, durante horas y horas, en busca de una atención integral y completa. Aumenta, desde los campos y las zonas protegidas de páramos, selvas y humedales, ahora, en entrega a las grandes multinacionales para su explotación en busca de petróleo, oro y otros minerales. Pero también, camina desde otras esquinas de nuestro campo, donde padecemos constante presión y violencia para la expulsión y el abandono del terruño que nos vio nacer y que luego cubrirán con monocultivos y lujosas cercas.
Asimismo, nuestras letras y palabras cruzan océanos y cordilleras. Están escritas con sollozos de miles y centenares de miles de hombres y mujeres de distinta edad, forzados al abandono de los suyos y la rebusca de trabajo en otras tierras, o de protección judicial y humanitaria ante los familiares asesinados, las amenazas, la persecución o el atentado.
Testimonio, voz y escrito desde las casuchas donde escampamos en condiciones nada dignas, adonde llegamos desplazados de nuestros campos, ahora territorios en disputa por el apetito del negocio, del capital financiero o del control geopolítico.
En esta ocasión, ordenamos nuestras tristezas, sobrellevadas con dignidad, escritas en forma de misiva, para que toquen en la mesa del que tiene más y, sobre todo, de quienes pretenden decidir sobre nuestras cotidianidades y nuestras herencias con deudas de dolor.
Señoras y señores representantes del poder y de sus distintas ramas: nuestro país se enfrenta a realidades de inocultable exclusión e injusticia, cada vez más hondas, cada vez más urgentes de remediar. Sin cumplir con la Constitución, nuestro país afronta la inmensa tarea de ser reconstruido sobre bases nuevas, cimentadas en el humanismo renovado, la redistribución de la riqueza y la democratización en la propiedad de la tierra –rural y urbana–, el equilibrio ambiental, el respeto de las minorías y los pueblos ancestrales, la eliminación del analfabetismo, el hambre y el desempleo, la eliminación de la estructura paramilitar-mafiosa politiquera de las instituciones y la opinión.
Como ustedes saben, esta inmensa tarea no es posible de emprender sin brindar espacios de igualdad, participación y decisión para las mayorías. Unas mayorías siempre negadas y en infinidad de veces perseguidas. Mayorías urgidas de espacios de renovación y afirmación de soberanía nacional que exigen convivencia y paz –con un Estado que dé ejemplo y pida perdón, que haga reparación por su responsabilidad en la violencia oficial durante décadas, garantizando la no repetición de la barbarie y evitando la impunidad. Y de una convivencia –esperamos que ustedes, gobernantes, tengan claro– que para el logro productivo y espiritual de un nuevo país se busca y teje, más allá del simple deseo, con una obra y materialidad explícitas de bienestar social, redistribución de nuestras abundantes dotes naturales, de suelo con cosechas constantes, de maravilla y colores, que la línea del ecuador y el sol en todos los meses, nos permiten; en los Andes, el Llano, las Costas, las islas y el Darién y el Amazonas que habitamos.
Colombia distinta, convivencia hasta ahora esquiva, necesaria para ocupar un nuevo lugar en el continente, distante en todos los gobiernos, pero con mayor notoriedad en los dos últimos cuatrienios, donde se impuso matar jóvenes indefensos, de hacer acuerdos de libre comercio sin reparar en las consecuencias futuras de los mismos, de licitar páramos, humedales, zonas de reserva ambiental, con el afán de extraer de la naturaleza todos sus recursos sin importar el presente y el futuro del medio ambiente. Al parecer, consigna idéntica en el gobierno, bajo el escudo engañoso, por su parte, de una ‘unidad nacional’ útil tal vez para zanjar contradicciones dentro del establecimiento y, de ser necesario, reunificar los partidos oficiales, o hacer una reedición y un retroceso constitucional del Frente Nacional.
Colombia distinta, convivencia que urge aquí y ahora, cuando la soberanía está marchita por la entrega del territorio nacional a las botas y las armas de un ejército extranjero, del país al cual envían compatriotas para ser juzgados por distintos motivos. El mismo país que pretende un Tratado de Libre Comercio. Acuerdo éste que hará de nuestro país un simple satélite de su bandera, y de nuestra pequeña y mediana industria y el campo unos cementerios.
Colombia distinta, convivencia con un ramillete de propósitos no satisfechos en los dos siglos que ahora retoman y celebran de vida republicana: Justicia, igualdad, libertad, soberanía, dignidad, tranquilidad, techo, salud, empleo, pluralidad de credos, recuperación de la Pacha mama para sus dueños originarios, reconversión de tratados y paz. ¡Henos aquí!, en pos de una sociedad libre y de iguales, y por tanto dispuestos a:
- Batir el latifundio,
- Enfrentar la injusticia,
- Derrotar la desigualdad,
- Acabar con el analfabetismo,
- Eliminar el hambre,
- Superar el desempleo y la llamada “informalidad” laboral,
- Potenciar el país a partir de la reorganización de su territorio y el reconocimiento y la valoración de las cualidades y las capacidades de cada una de sus regiones,
- Hacer realidad la soberanía,
- Distribuir la tierra –rural y urbana,
- Propiciar y potenciar el comercio de las medianas empresas y de los pequeños productores, e incentivar la economía solidaria.
Colombia distinta, convivencia: para proteger agua, minas, ríos, montañas, selvas, plantas, oxígeno, energía y biodiversidad. Poner en marcha un proyecto propio con un Estado y gobierno inclusivo para un país en paz.
Colombia distinta, convivencia por:
- Hacer del país un territorio soberano y de iguales en la diferencia.
- Dejar atrás el poder de los terratenientes, los paramilitares y el narcotráfico, y su identidad de intereses que les dan ventaja para mantener sumidos en el miedo y la zozobra a los humildes que habitan los municipios pequeños y medianos, y, ahora, a inmensos grupos humanos en las grandes ciudades.
- No permitir una explotación y despojo de multinacionales e intereses financieros que no promueven el desarrollo de una economía nacional pensada y construida desde las necesidades de las mayorías del país.
- Conseguir la paz, no sólo con el silencio de los fusiles sino también con la implementación de un modelo económico, político y social que garantice justicia, libertad, felicidad, equilibrio ambiental, y la igualdad entre todos los pueblos que habitamos Colombia.
- Trabajo y recursos para hacer realidad una vida en dignidad.
- Integración latinoamericana urgente, necesaria, ahora que los desarrollos científicos, técnicos y tecnológicos exigen la complementariedad de experiencias, saberes, recursos y capacidades.
- Soberanía sin crimen, explotación ni bota extranjera.
La consecución de todas y cada una de estas metas son la base de una sociedad plural, en movilización y participación constante, radical en su democracia, soberana en su integración a la órbita internacional.
Llamamos a la sociedad a que asumamos este reto como de todos y todas. Por nuestra parte, el reto está abierto, y no descansaremos hasta hacerlo realidad cotidiana.
Minga de resistencia social y comunitaria, Movimiento por la defensa de los derechos del pueblo – Modep, Movimiento Magisterial Dignidad Educativa, desde abajo, Colectivo Rumbos (Transmisora Chimbilá), Comités de obreros y trabajadores Ignacio Torres Giraldo, Asamblea de sectores y barrios afectados por el plan centro – Bogotá, periódico Macarenazo, Federación Universitaria Nacional –Fun –Comisiones, Consejo Comunal Barrio Potosí, Asociación por la defensa de los derechos de los hijos del pueblo –Addhip, Federación de estudiantes de agronomía de Colombia, Confluencia de mujeres Bogotá, Proyecto Justicia y Vida, Centro cultural Bareke, Rebeldía Estudiantil Organizada, Minga urbana Techotiva, Colectivo juvenil Gaitana, Asociación de la mujer democrática, Proceso Nacional Identidad Estudiantil, Equipo Vientos del sur, Censat Agua Viva, Campaña de la Independencia a la Emancipación, Unión Sindical Obrera –USO–,
Sintraemdes – seccional Bogotá.
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