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Celina González: Rezo y canto Pa’mi ache

Celina González: Rezo y canto Pa’mi ache

Celina González, la de la voz esplendorosa, siempre guiada por su ache, murió el pasado 4 de febrero a los 86 años después de sufrir una penosa enfermedad. Había nacido en Jovellanos, provincia de Matanzas (Cuba), en 1928.

Celina será recordada, en especial en Colombia, que tanto la admiró, por ser una de las grandes de la música campesina cubana y afrocubana, una exponente fiel de la cubanía. Desde muy pequeña se destacó por su voz poderosa, por su frescura y repentismo a la hora de cantar en las canturías o guateques de su pueblo. De sus padres aprendió a decimiar los cantos campesinos, y de una negra conga lo relativo a la música afrocubana. Cuando vivían en Santiago de Cuba y asistían a fiestas, sus padres cantaban y dos de sus hermanas acompañaban en tres y laúd, y con ellos y ellas un aprendizaje colectivo.

Y de todos retomó su fervor por la santería, la religión lukumí o la religión afrocubana Regla de Osha. Otros la llaman religión yoruba, que llevaron los esclavos negros a la Isla en el siglo XVIII. Según cuenta Celina, en una noche de 1948 tuvo la experiencia de la aparición de la virgen católica Santa Bárbara, la que está sincretizada por la deidad africana yoruba Changó, el dueño del fuego, el rayo y los truenos, así como el dueño de los alegres tambores, y le dijo que triunfaría en su vida artística si le dedicaba una alabanza. Celina dice que de aquella experiencia llegó la famosa canción Santa Bárbara, más conocida como “Que viva Changó”:

“Santa Bárbara bendita,
para ti surge mi lira
y con emoción se inspira
ante tu imagen bendita…

“Yo también de corazón
Te daré mi murmurío
con orgullo y poderío
haré que tu nombre suba
y en el nombre de mi Cuba
este saludo te envío
Que viva Changó, que viva Changó
que viva Changó, señores.

También comentó que en 1958 quiso tener un santo de cabecera para su ceremonia de Kari Ocha o de santo, en busca de su ángel de la guarda, que decía estaría en su cabeza u ori, como futura santera, y que al echar los caracoles salió que era hija de Yemayá o de la sincretizada virgen de Regla, dueña del mar y de todo lo que en él existe, y donde vive Olokun en lo más profundo del océano: Virgencita negra de mi devoción.

Celina González no fue la única artista que le cantó a la santería. También lo hicieron otros varios, como Celia Cruz, “Elegua quiere tambo”, “Plegaria a Laroye”, “Canto a Yemayá”, “Diosa y fe”, “Ache para todos”, “Tributo a los Orishas”, “Siete potencias africanas”; Héctor Lavoe, “Para Ochun y Yemayá”; Oscar de León, “Para Changó”; Mercedes Valdés y sus hermosos cantos espirituales cubanos (al divino Manuel); Henry Fiol, “Canto a Changó”; Joe Cuba: “Elube Changó”; Los Nanis y sus cantos santeros espiritistas. En este tipo de cantos, Celina hizo parte de la tradición musical y cultural cubana.

Precisamente, esta devoción a la santería la llevó a un logro musical de primer orden: fue la primera cantante que fusionó la música campesina o jíbara y la música afro, en una sociedad donde lo campesino era muy despreciado, donde el tres era malquerido en los salones citadinos; donde el son de origen afro no era bailado por el campesino

Celina contrajo matrimonio, siendo aún muy joven, con el también joven guitarrista Reutilio Domínguez, conformando como pareja el famoso y siempre recordado dúo que le dio la vuelta al mundo con su música. De la mano de Ñito Saquito, Guillermo Portabales y Laureano Suárez- “Suerito”, también de Luis Carbonell, crecieron en la interpretación para hacer mucho más magistral la potente voz de Celina y el virtuosismo en la guitarra de Reutilio.

Compusieron esa otra obra maestra “Yo soy el punto cubano”, llamado también punto guajiro, género cantado de la música campesina cubana, compuesta en homenaje a los habitantes del campo y elevada a una condición universal.

Como agrupación, fueron muy conocidos porque participaron en programas radiales y en la televisión, siendo parte de la historia de esos medios de comunicación.

En 1959, cuando triunfó la Revolución, el dúo Celina y Reutilio creció debido a su participación en las campañas realizadas en apoyo al campo y la reforma agraria. Aunque algunos autores dicen que precisamente en la década de 1960 restringieron la música afro-santera de Celina para fortalecer la música campesina por lo dicho de las campañas del gobierno; sin embargo, no resultó y se volvió a escuchar la música sincrética de Celina y Reutilio. Ella escribió dos canciones que no son del agrado de muchos de sus oyentes: “Que viva Fidel y “Décimas de la Revolución”.

En 1964, debido a desavenencias personales, la pareja rompe en lo personal y en lo artístico, entrando Celina a una importante etapa de maduración en los dos planos. Para ese entonces tenía 35 años, momento culmen en la vida humana. Grandes triunfos, acompañada de conjuntos típicos como Campo Alegre, Los Montunos, y en su participación en el programa de la tv cubana más visto: “Palmas y cañas”.

Desde 1981 decide hacer dúo con su hijo Lázaro Domínguez, con quien realizó “50 años como una reina”, gran éxito disquero. En el año 2000 sufrió de trombosis cerebral, alejándose definitivamente de los escenarios, hasta 2015, cuando en el mes de febrero deja este mundo hacia el de las estrellas de Ochun.

Son muchos los éxitos de Celina González, tanto con Reutilio, de solista como con su hijo Lázaro. Para muchos de sus seguidores, los más recordados serían “Santa Bárbara” o “Que viva Changó”, “Yo soy el punto cubano”, “Pedacito de mi vida”: “Toditas las noches cariñito/ me la pone en vela mi amor/ en ti pensando/ y por ti sufriendo”.

“Lágrimas negras”: “Sufro la inmensa pena de tu extravío/ siento el dolor profundo de tu partida/ y lloro sin querer que sepas que el llanto mío/ tiene lágrimas negras/ tiene lágrimas negras como mi vida”.

A otros les gusta “Tumba la caña”, tan celebrada en las zonas colombianas de producción de caña para azúcar: Tumba la caña machetero/ tumba la caña que ahí viene el carretero/ a recogerla enseguida

O “A la reina del mar”: madrecita negra que estas en el agua/que estas en la tierra/ y en mi corazón

O “A la caridad del cobre”: madre mía virgencita milagrosa/ eres caridad del cobre.

En fin, termino estas notas diciendo, como la cantante santera, que cantó más de 150 tonadas y quien en su canción “A la reina del mar” pidió por todos los humanos, y yo para los y las lectoras:

“Oh, mi Yemayá/ quítame lo malo/ quítame lo malo/ y échalo en el mar”. Ache.

Información adicional

Autor/a: Pedro Miguel Tapia
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