Vivo en los Estados Unidos autorizado por una visa de trabajo H1-B, otorgada a profesionales que puedan suplir la demanda en varios campos de la economía estadounidense, principalmente en el área tecnológica. Esta visa suele ser otorgada por tres años, prorrogables por una única vez para igual cantidad de años. Durante este lapso es posible iniciar el trámite de la residencia permanente, que retrata mi situación actual.
Evidentemente, si quieres echar raíces en este país, debes tener un historial limpio, primero, en lo obvio, que es no cometer delitos y, segundo, en el comportamiento dentro de esta sociedad (no tener multas de tránsito, y mucho menos por conducir ebrio). A esto, ahora le sumamos un tercer filtro: irónicamente, en el país de las libertades, me abstengo de realizar comentarios en público sobre su actual administración.
No es una exageración. Una vez decidido que deseaba seguir viviendo en estas tierras, revisé mi participación en las redes sociales, eliminando cualquier mención al actual Presidente y su “particular” gestión. Durante la presidencia de Barak Obama, me sentía con más libertad de opinar sobre el país que habito, a pesar de no tener la ciudadanía. Igual, pago impuestos como cualquier otro, y ser un habitante de este país me daba el derecho natural de opinar. Es lo que transmite la Constitución y el mensaje de los padres fundadores de esta nación. Pero por manifestar mis opiniones no quiero arriesgar mi proceso de residencia cuando muy seguramente revisen mi participación en redes sociales y que me pregunten si no me gusta el presidente por qué quiero vivir aquí.
Ahora las cosas son distintas. Por cuenta del nuevo Presidente, ser parte de las minorías (y de aquella a la que este sujeto se ha esmerado en dibujar como “el enemigo”) ahora me hace sentir más vulnerable.
El discurso de odio de Trump encontró asidero en el pensar del gringo común, principalmente el que vive en zonas rurales. El mapa de las votaciones lo muestra, aún en los estados en los que Trump ganó, los centros urbanos evidentemente votaron por el partido Democrático, pero el gringo anónimo se dejó convencer fácilmente de que los inmigrantes les estamos quitando sus trabajos y afectando negativamente la economía, y en el peor de los casos, estamos aquí para matar, robar y violar.
La mayoría de mi tiempo como migrante fue en Massachusetts, un estado mayoritariamente demócrata, lo cual se vive a diario en la celebración cotidiana de la diversidad, y la ausencia de actos de racismo de parte de personas del común y de las autoridades administrativas y policivas. De hecho el mismo estado parece estar pendiente de que uno como migrante no sienta vulnerabilidad alguna, y el estadounidense de a pie suele ser bastante amable.
Desde hace dos meses estoy ubicado en Pennsylvania, un estado en el que la religión mueve mucho a la gente y sus opiniones, y en el que Trump venció. Aquí sigo sintiendo la amabilidad de la gente en todas partes, pero me cuido mucho más de comentar mis opiniones políticas. Entre otras porque ser parte de una minoría sí es más evidente acá. En Boston, capital de Massachusetts, hay barrios completamente hispanos y la comida típica de distintos países es usual; donde estoy ahora debo recorrer más de lo usual para encontrar alguna tienda que venda comida hispana (o étnica, como dicen aquí). En sí, la experiencia sigue siendo positiva, pero ahora se siente “en el aire” que tu situación ya no es tan estable. La gente que comparte el pensamiento de Trump ahora se ha “envalentonado” para decir en voz alta lo que antes callaba, y las leyes están haciendo curso también para dificultar el proceso de inmigración. La misma visa de trabajo H1B ha sido objeto de constantes ataques de parte del Presidente, quien asegura que la misma se presta para quitar trabajo a los locales. Lo cierto es que si un día nos fuéramos todos, no tendrían forma de echar el país a andar en la parte tecnológica y científica. Eso da algo de tranquilidad pero, igual, muchos serán afectados.
Estamos viviendo una época gris. Sin embargo, este país es tan grande que aún con personajes nefastos como Trump, difícilmente las libertades y oportunidades de todo orden tendrán un ocaso cercano, lo que no obvia que mucha gente sí padecerá situaciones difíciles en su economía, en su situación legal y como víctima de una creciente discriminación.
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