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La convergencia digital según Duque. En nombre de los pobres, gana Slims, Netflix, Apple

La convergencia digital según Duque. En nombre de los pobres, gana Slims, Netflix, Apple

Describir las experiencias sobre los mundos digitales siempre será un acto inútil, ya que lo digital se mueve de modos que es imposible alcanzarlo: las creaciones estéticas, las experimentaciones de formatos y las expansiones narrativas van siempre más allá de nuestras teorías políticas, ensayos académicos y políticas públicas. Por eso, las leyes de convergencia digital deben ser más abiertas, imaginativa e incluyentes. Y eso es lo que le falta a los gurús TICs de Duque, ya que favorecen a los empresarios como Slims y Ardilla Lulle a costillas de lo público, se olvida de la soberanía nacional audiovisual en favor de Facebook, Google, Netfix y Apple tv, y convierte al Min Tics en censor oficial del régimen.

El mundo era tranquilo en la modernidad mediática: uno se ilustraba por los libros y la prensa, se acompañaba del sonido popular de la radio y se emocionaba con la televisión, en los medios estaba el poder. Pero cayó un meteorito y creó una mutación cultural y política. Este meteorito comenzó con Arpanet (1969), siguió con la WWW (1990), se hizo cotidiana con el celular (1984), se volvió todo con el Iphone (2008). Llegaron los que van a decidir el mundo: Amazon (1994), Google (1998), Wikipedia (2001), Facebook (2004), Youtube (2005), Twitter (2006), Whats app (2009)… y vinieron mucho más aplicaciones, plataformas y con todo culminó en el reinado del big data, la nueva ideología. Y la vida y el modo de habitar la realidad mutó para siempre.

Estamos en otro mundo. Lo digital es la palabra mágica para decir que se habita esta época. Lo digital se hace posible en “promiscuidad” de pantallas, plataformas, aplicaciones (apps) y redes. Y a eso que sale de ahí se le dice transmedia que nos indica que en lo narrativo cada dispositivo complementa, no copia, al otro; en lo interactivo invita a diversos modos del participar y crear; en el negocio cada creación es un modo de ganar dinero. Por el lado de los criterios de narración y expresión, los conceptos mágicos son los ejes de conexión (red–comunidad), participación (interacción y co–producción), narración (hipertexto–flujo–navegación) y programación (autonomía en la producción y el consumo). Según Carlos Scolari, el profesor argentino experto en nuevos medios –lo transmedia–, hemos llegado a una nueva experiencia textual: nada muere, todo se transforma. A este mundo digital se le llama revolución, nuevo paradigma, ecología de medios y muchas más invenciones.

Y la democracia tuvo un sueño de renovación: todos podíamos ser ciudadanos digitales, ejercer nuestro poder desde la vida cotidiana. Y esto porque el ejercicio de la ciudadanía encontró nuevos lugares de conectarse, expresarse y tejer poder. Los medios potentes del siglo XX y el periodismo “moderno”, ahora sin centro, cayeron en una crisis de sentido y de relato, se convirtieron en jurásicos para estos tiempos de velocidad y flujo. Wikipedia es conocimiento colectivo, Facebook es periodismo de algoritmo, Twitter es comunicación visceral, Ebay es una tienda sin dueños.

Las tecnologías han hecho las revoluciones productivas del mundo, siempre. Y siempre han surgido utopías que afirman que estas tecnologías de la comunicación resuelven los problemas más acuciantes de la sociedad. Se dijo que la televisión sería educación para todos, y resultó poco educativa, un tris informativa y mucho espectáculo (y es que la televisión es eso: relajación sin cabeza). Ahora el sueño son las Tics: la magia de la nueva democracia.

Desde el gobierno Uribe en Colombia alucinamos en digital. Cada gobierno reparte obsesivamente tabletas, crean centros digitales, dicen que llegó la revolución. Y nos decimos pioneros por tener aparatos, tabletas, celulares cuando todos los países de derecha e izquierda hacen exactamente lo mismo. En lo que si somos campeones es en usar lo público (espectro, recursos y leyes) a favor de los privados.

Y todos los Ministros de Tic se parecen en que legislan en favor de los empresarios y en contra del Estado, lo público y lo ciudadano. El que hasta ahora le ha hecho más daño a la política nacional Tic fue el autor de la anterior ley de convergencia digital que llegó a decir que “Vive Digital ha hecho que seamos un país moderno y próspero. De ahora en adelante la forma de arreglar los problemas de educación, justicia, agricultura, salud pública, pobreza y corrupción será con las TIC”, ese era el Ministro Molano. Ojalá fuera todo tan determinista: una tableta y todo solucionado. Mucha hispteria, demasiado cinismo, poca verdad.

Y ahora llega la ministra Constaín con el mismo discurso, cierra los “Vive Digital” de Molano, entrega todo el manejo digital a Slims, Movistar y Tigo, y todo en nombre de reducir la brecha digital, ya que se cree que al Estado le quedó grande la gestión de lo digital y el ciudadano será libre, tomará decisiones, hará la democracia suya y entraremos al paraíso Trump/Bolsonaro.

Molano le hacía caso a su amo, Telefónica-Movistar, y por eso con su ley intentó acabar con la televisión en nombre de lo digital. Ahora, Constaín quiere en otra ley acabar con la televisión pública, premiar a RCN y Caracol, entregar el manejo de lo público a los privados como Claro y dejar libres a las plataformas para que hagan lo que se les de la gana. La soberanía nacional audiovisual y digital entregada a los privados. El Estado al servicio de los privados. Y a eso lo llaman economía naranja.

El Estado y la soberanía nacional se inmolan ante el discurso determinista de que las redes y las tecnologías nos harán libres y competitivos. En un ideal tecno-optimista a lo Trump y Bolsonaro, no hay medios, hay redes y los ciudadanos ejercerán la democracia con “inteligencia”. La realidad dice que no es automático el empoderamiento ciudadano; ya vemos como Trump y Bolsonaro con whats app y twitter dominan la política, los medios y los ciudadanos.

El Proyecto de Ley para proveer convergencia de la provisión de los servicios de redes, telecomunicaciones y tv es necesario porque hay que legislar en convergencia de pantallas, más que por medios; hay que regular los servicios audiovisuales independiente de la tecnología que se utilice; hay que cerrar la brecha digital. Solo que, también, habría que proteger y expandir la soberanía audiovisual.

Esta ley de “urgencia”, que sabemos es de urgencia para dejar feliz al amo Slim, no pasó en el 2018 porque no hubo tiempo. Entonces, el gobierno en su deseo de complacer a sus amos, mete el gol en el plan de desarrollo donde en artículo 167 bajo el título de “expansión del servicio de telecomunicaciones”, allí se autoriza al Estado a contratar privados (por ejemplo, Claro) para cerrar la brecha y usar que sus obligaciones de pago al fondo publico TIC lo hagan “en especie” con lo cual se desfinancia a la televisión pública.

El proyecto de ley de convergencia digital se aprobará ahora en las sesiones ordinarias de marzo. Y este proyecto tiene 3 defectos que podrían fácilmente arreglarse si el gobierno tuviese voluntad:

• Hacerlo realmente de convergencia digital. Esto significaría no solo hacer converger a los viejos medios (Cable, RCN, Caracol, Canal Uno, canales públicos), sino meter con las mismas condiciones a todos los proveedores audiovisuales como Netflix, Facebook, Apple TV. Sin poner a todos en la misma cancha, esta es una ley de viejos medios y no una de convergencia digital.
• Proveer soberanía audiovisual. No existe una disposición para defender la industria audiovisual nacional y que obligue a que todos los proveedores de servicios tengan un mínimo de contenidos nacionales. Así mientras Europa y Brasil ponen un mínimo de contenidos nacionales y de producción en todas las plataformas audiovisuales, en Colombia nada por ley.
• El Fontics será del Ministerio Tic. Esto significa que el gobierno decidirá los contenidos de los medios públicos como táctica de premio a amigos y castigo a contradictores, se gubernamentalizaran los contenidos y se perderá la autonomía de los servicios audiovisuales.

El cerrar la brecha digital es loable pero no a nombre de la soberanía audiovisual colombiana. A la colombiana, al amo se le obedece y punto. Y el amo es Claro, Movistar, Directv, Facebook, Google, Apple. Quiero dejar constancia de tres hechos si se aprueba la ley como está:

• Asistiremos a la quiebra de la televisión pública regional, Señal, canal Uno y de los canales nacionales privados como Caracol, RCN y City TV.
• Asistiremos a la desaparición de los contenidos nacionales de las pantallas audiovisuales y, por tanto, a la desaparición de los productores audiovisuales made in Colombia.
• Tendremos una pérdida total de soberanía cultural audiovisual.

Todo se puede resolver fácil: metiendo en la ley de convergencia a Facebook, Netflix, Google y demás OTT; priorizando contenidos y productores nacionales; desgubernamentalizando la autoridad que se crea.

Lo perverso, como siempre, es que se regula solo desde lo tecnológico y se pierde la oportunidad de lo cultural y la producción televisiva. Otra oportunidad perdida para reinventar otro modo de gestión y funcionamiento de la TV Pública y los servicios audiovisuales. Se desaprovecha para legislar sobre servicios como Netflix y los demás. Y la olvidada de siempre es la producción de contenidos locales, que haya más producción nacional.

Se propone llegar a una “smart regulation”, una propuesta de regulación democrática y mínima que regule a los gigantes tecnológicos para garantizar una Internet libre y abierta, así como el pleno ejercicio de la libertad de expresión e información y la soberanía audiovisual. Se sugiere una regulación NO de los contenidos de redes, plataformas y servicios audiovisuales, sino una regulación de los dueños de esas plataformas y los canales con el objetivo de proteger a los ciudadanos ante su creciente poder. Una regulación mínima que siga los instrumentos internacionales sobre derechos humanos y que deberá tomar en cuenta las asimetrías existentes.

Esto ya lo ha está haciendo Europa. El informe de la Comisión del Parlamento del Reino Unido afirma, por ejemplo, que Facebook y las plataformas son unos “gangsters digitales”, ya que estas empresas “no pueden esconderse detrás de la afirmación de ser simplemente una “plataforma” y mantener que ellos no tienen ninguna responsabilidad en la regulación del contenido de sus sitios”.

La regla de oro del mundo digital es escuchar. Pero la ministra Constaín solo oye a sus amos: los empresarios y se hace la sorda con los ciudadanos y el sector del audiovisual en Colombia.

 

*Profesor Universidad de los Andes.

 


 

Información adicional

Autor/a: Omar Rincón
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo Nº255, marzo 20 - abril 20 de 2019

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