Durante el año 2006 se entrecruzarán de forma dinámica tres escenarios: el primero lo genera la incertidumbre sobre hacia dónde se inclinará la balanza del conflicto social y armado, la posibilidad real de los ejercicios de solución política, y especialmente el papel que pueda jugar el movimiento social. Desde finales del año anterior se mueven dos iniciativas: En primer lugar, la propuesta de intercambio humanitario impulsada por las Asociaciones de familiares de militares y políticos retenidos por las Farc, gobiernos de países facilitadores, donde se destaca el papel de Francia. Aunque tanto las Farc como el gobierno han dicho estar de acuerdo con la propuesta, al momento de concretarla las distancias se han mostrado en toda su dimensión. Más allá de las diferencias de tipo logístico (ubicación de la zona de intercambio, tiempo de despeje, criterios de liberación de prisioneros de guerra, etc.) lo que se ha puesto en juego, es en manos de quién está la iniciativa y por tanto la ganancia política.
Hay que tener en cuenta que esta puja se produce en una coyuntura electoral y tanto la insurgencia como el régimen le apuntan a acumular políticamente en ella por caminos diferentes, tanto así que del movimiento de familiares y otras personalidades se ha perfilado la candidatura de Álvaro Leyva Durán, la cual ha recibido el guiño de las Farc. La táctica de la guerrilla consiste en no dejarse invisibilizar y combinar una ofensiva militar con iniciativas parciales frente a la situación de los retenidos, el filón más dinámico de la interlocución entre esta guerrilla y el gobierno.
Simultáneamente, se lanzó por parte de un grupo de personalidades e industriales la propuesta de Casa de Paz para la aproximación a los diálogos entre el gobierno y el Eln. Por ella han pasado organizaciones sociales, gremios de empresarios y propietarios de medios de comunicación, iglesias, estudiantes y gentes de distinta procedencia. Luego vinieron las rondas de aproximación en Cuba las cuales continuarán en abril. La incidencia en la coyuntura electoral es evidente. Uribe propagandiza estos acercamientos como posibilidad cierta de paz y el Eln ha aprovechado para poner en evidencia que la paz requiere de cambios profundos y para mostrar sus simpatías por los nuevos procesos de convergencia en boga en el país. La guerrilla retoma la ofensiva táctica y de momento impone el ritmo como ha sucedido con la propuesta de tregua unilateral durante la jornada electoral.
En medio de este panorama el movimiento social aún no levanta una propuesta propia de solución política y su participación en el acontecer nacional, aunque creciente, no alcanza las dimensiones de protagonismo que se requieren. Mientras tanto, la guerra sigue su curso y se escala en varias regiones con su secuela de violación de todos los derechos humanos agravada y ampliada desde el modelo paramilitar legalizado y las tácticas de pacificación centroamericana, colmadas de impunidad.
Un segundo escenario lo componen las convergencias políticas en el período electoral, materializadas en el Polo Democrático Alternativo –Pda– y su tensión frente a la carrera desde el campo de la ultraderecha por consolidarse como bloque hegemónico. La pregunta central es por la trascendencia más allá del periodo electoral y la posibilidad de construcción de movimiento político que piense el país a más largo tiempo.
Las dificultades que entraña esta construcción política, han aflorado bajo la forma de disputas burocráticas, exteriorizando distintas concepciones y propuestas nunca discutidas a fondo, imponiéndose a veces el pragmatismo y oportunismo electoral. El Pda reúne más de 30 expresiones, fuerzas y matices políticos, desde empresas electorales de centro derecha hasta proyectos históricos de la izquierda. Si bien la unidad es necesaria para enfrentar la ofensiva del régimen, ésta no se puede construir evadiendo los debates políticos e ideológicos.
El Pda cosecha y crece en los sectores urbanos golpeados por el régimen de Uribe y en una franja importante de las capas medias que reaccionan frente al estilo dictatorial del grupo en el poder, pero su destino está ligado a dos dinámicas este año: los resultados electorales y, superado este obstáculo, el congreso ideológico de diciembre, donde se verán con claridad los matices, identidades y contradicciones. La apuesta de los que creen en el Polo es evitar rupturas antes del congreso.
Lo cierto es que hace mucho tiempo que un espectro tan amplio de expresiones no se encontraba en un proyecto común y a ello ha contribuido de forma importante el mismo régimen con su política excluyente y represiva.
Simultáneamente el movimiento social ha recuperado una parte de su capacidad movilizadora y de resistencia. Tomas de tierras, consultas autónomas sobre el Tlc, movilizaciones antigubernamentales, la lucha contra la reforma universitaria en
El tercer escenario es el latinoamericano, donde se disputan la hegemonía imperial y el bloque antiimperialista. Ejercicio en el que el movimiento social colombiano ha estado casi al margen o como espectador, y al que solo recientemente empieza a mirar y entender. Es evidente que los cambios en los gobiernos de la región alteran la correlación de fuerzas frente al imperio y lo obliga a modificar sus estrategias.
La imposición del Alca no fue posible y la firma de los tratados de libre comercio se vio obstaculizada por algunos gobiernos y por la movilización popular. Sin lugar a dudas las valoraciones sobre el alcance de los nuevos gobiernos están llenas de matices: desde quienes consideran que ellos encarnan un nuevo camino de aplicación del modelo neoliberal, hasta quienes los ven como el embrión de una fuerte corriente contra hegemónica. La mirada no puede ser en blanco y negro. En Suramérica, por ejemplo, el régimen de Uribe ya se ve como un problema y su capacidad de ser punta de lanza de los gringos, se ha debilitado.
En medio de esta intensa lucha, el sentimiento antiimperialista se ha fortalecido y se expresa en Colombia con: las movilizaciones contra el Tlc, las consultas y las reacciones frente a los acuerdos que cobijan hasta a sectores proclives políticamente al gobierno, tales como los empresarios del campo, que ven amenazado su futuro. Pero la resistencia y la derrota de los propósitos imperialistas es poco probable sin la articulación latinoamericana y ese ha sido al talón de Aquiles de los colombianos. Hay la necesidad de pasar de los grandes encuentros y los discursos generales a las coordinaciones y acciones concretas que hagan realidad un proyecto político, económico y cultural de los pueblos.
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