La historia, desarrollada sólo en locaciones interiores, muestra la vida de dos parejas de casados: una que llega nueva al edificio y la otra que ya vive allí desde hace algún tiempo. Son relaciones muy diferentes. Mientras una aparenta estar bien, monótona y tranquila, la otra parece ser feliz y poco aburrida a pesar de lo que ocurre a diario.
La pareja nueva ‘goza’ de una placentera relación, sin indiferencias ni resabios entre ellos. Para la mujer, el secreto o producto de su felicidad son los golpes que le propina su esposo casi todos los días, pues aduce que con eso demuestra que no la tiene en el olvido ni tiene otra mujer. La otra esposa, sorprendida por la explicación de su vecina, expresa dudosamente que su relación es pasiva y sobre todo alejada de los golpes, pero no por ello feliz. He allí donde se reclama el espectador como ser humano: ¡Qué ambigua es la vida! No se sabe qué es mejor o preferible: la indiferencia física o la psicológica.
El argumento deja en general un mal sabor, pues mientras la cara ‘obvia’ de la moneda es que “no se debe golpear a la mujer”, la otra nos dice que no manifestar pasiones en la relación refleja falta de amor y entrega. Entonces, ¿es mejor marido el que no golpea ni besa ni toca, o uno que golpea, ama, ríe y comparte con su mujer? En el corto, la esposa golpeada prefiere el dolor físico, que ya ni lo es en sí mismo, a la indiferencia. Y la otra, que tiene un esposo pasivo y monótono, empieza a preferir la ‘suerte’ de su vecina golpeada pero amada.
Es así como finalmente la mujer ignorada le exige a su marido que la golpee, que la ame o que por lo menos le demuestre algo diferente de lo de todos los días. Éste, rehusado a golpearla, termina siendo maltratado por ella, quien lo incita a cambiar y vivir más el amor que dicen tenerse. Se voltea la cara de la moneda una vez más.
El excelente manejo de cámaras, no técnica sino conceptualmente hablando, hace que desaparezca todo el equipo existente detrás de cámaras. Van tan de cerca el personaje y lo que le ocurre, que hace parte de la historia y casi incluye a los espectadores. Sus ángulos aberrantes exhiben detalles que se van desarrollando a medida que avanza la proyección, haciéndola muy simbólica.
Este cortometraje cuenta historias diversas que, para cada quien, son una eterna interpretación o manera de entender la realidad. Ésta en particular maneja la comedia de situaciones que no muy a menudo lo serían, pero esa risa que produce nos permite imaginar más allá de lo que la misma realidad ofrece. Es una reflexión para todos.
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