Caminando por Lindau, uno se encuentra en cada esquina con un Premio Nobel que mira una vidriera, el cielo o alguna molécula de la calle. Y de repente, asoma un rostro desconocido, pero que enseguida puede clasificarse como japonés y Premio Nobel 2001. Y el descarado jinete lo encara sin miedo al abismo lingüístico. Ryoji...
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