Es una fría mañana, caen pequeñas gotas de agua, las grises nubes impiden el paso de los rayos del sol en la alameda de la Quebrada Morales, una de las quebradas que nace en los Cerros Orientales del Sur Oriente de Bogotá, frontera entre los barrios Libertadores y República de Canadá donde llegaron organizaciones sociales, de derechos humanos, ambientales, artísticas y comunitarias de la localidad de San Cristóbal, convocadas a la jornada cultural que tendrá batucada, lectura de poemas, olla comunitaria y presentaciones de cantantes de rap y post punk. Todo congregado para pintar un grafiti el cual dirá: “Las cuchas tienen razón”.
Las personas llegan en carro, moto y caminando. Traen una mesa plegable, baldes de pintura, bolsas con rodillos y brochas, bafles de sonido, una olla grande, bultos de comida y bastante agua en botella. Es sábado 25 de enero de 2025 y la zona tiene racionamiento de agua, medida controversial impuesta por Carlos Galán, alcalde de Bogotá, para contrastar la disminución del preciado líquido en los embalses. Una medida que no impide que la olla comunitaria haga sentir sus aromas a lo largo de la calle. Iniciaron desamarrando un largo cable, lo conectaron a la toma de una casa vecina y le dieron electricidad a un estabilizador que reparte el voltaje a los bafles de sonido.
Toma el micrófono Felipe Torres, abogado integrante del Comité de Derechos Humanos del Sur Oriente, proceso socioambiental que articula organizaciones en un iniciativa llamada Juntanza Zuque Fucha, su voz hace eco por todo el sector, invita a quienes viven en este sector a unirse a la jornada cultural para participar de la preparación de la comida en la olla comunitaria, a que tomen los rodillos y empiecen a pintar. Recuerda que están recibiendo donaciones para llevar a los albergues de personas desplazadas en el Catatumbo, Norte de Santander.

Termina su intervención, apaga el micrófono y suena a todo taco la canción ‘El Aguante’ de la banda Calle 13. Tres mujeres bailan y cantan: “Nacimos para aguantar lo que el cuerpo sostiene/Aguantamos lo que vino y aguantamos lo que viene”. A su lado pasan unas personas con leñas y palos al hombro, otras con ladrillos enlas manos forman un cuadrado para empezar a hacer la fogata. En entrevista para desdeabajo le preguntamos a Felipe: ¿por qué la comunidad y las organizaciones de la localidad se reunieron a la pintada del grafiti: “las cuchas tienen razón”?
—Este es un grafiti que se está pintando a nivel nacional como un acto de apoyo y solidaridad con las madres de las personas que fueron desaparecidas en la Operación Orión, cuando en la primera década del siglo XXI se intervino la Comuna 13, en Medellín, durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, en donde ingresó el ejército con grupos paramilitares, y hubo muchos muchachos desaparecidos. Al día de hoy no se sabe dónde están sus cuerpos y las madres de estos muchachos siempre han dicho que los cuerpos de sus hijos están en La Escombrera. Hoy día la Fiscalía General de la Nación dio apertura a una investigación en donde,efectivamente, se hicieron unas excavaciones en este lugar y se ha comprobado que las cuchas tienen razón. Efectivamente, los cuerpos de sus hijos se están encontrando en La Escombrera. Ciudadanía y organizaciones hicieron toda una jornada para pintar estos murales en la capital de Antioquia. Pero el gobierno represivo y censurador de la extrema derecha del alcalde Federico Gutiérrez ordenaron tapar estos murales. Y, a raíz de esto se están pintando estos murales por toda la ciudad y por todo el territorio colombiano en solidaridad y en acto de resistencia en el que decimos que tenemos derecho a la memoria, a la justicia, reparación y verdad.
La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), en un reciente comunicado entregó el primer balance quincenal de intervención en La Escombrera en donde los hallazgos corresponden, al menos, a cuatro personas. “Todas las víctimas presentan signos de violencia peri mortem, es decir, como causa de muerte, y lesiones compatibles con proyectiles de arma de fuego, específicamente tiros de gracia. En al menos uno de los casos, existe evidencia suficiente para afirmar que la víctima fue reducida a un estado de total indefensión y sometida a malos tratos, sin descartar la comisión de torturas”, anotó el comunicado.

Hallazgos en los que la organización Mujeres Caminando por la Verdad impulsó el otorgamiento de medidas cautelares por parte de la Jurisdicción Especial para la Paz en La Escombrera y el Plan Regional de Búsqueda en Medellín y su Área Metropolitana de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD). Organización que cuenta con experiencia desde 2002 con víctimas de desaparición forzada, principalmente en Antioquia. Ha trabajado en favor de los derechos de las víctimas de violencia sexual, desplazamiento forzado, homicidio y reclutamiento. Desde su gestión ha promovido acciones de búsqueda para más de 400 víctimas de desaparición forzada en la Comuna 13 de Medellín, especialmente en el sector de La Escombrera.
Actos de resistencia frente al olvido
La jornada continúa. El mural está bajo el liderazgo de distintos colectivos artísticos como ArtoArte. Jhonny Pinzón, integrante del mismo, cuenta que la casa donde hacen la pintada tiene 3 pisos de unos 9 metros de altura por 24 metros de largo, lo que es un aproximado de 215 metros cuadrados. Explica que una caneca de pintura rinde unos 100 metros, por lo cual en toda la jornada se irán unas dos canecas y media. A su lado ya están unas catorce personas con extensores trazando las primeras letras de amarillo mientras otras manos con brochas cargadas de pintura negra fondean partes de la pared. “Puede ir primero el trazo, después el relleno y luego la línea de poder”, dice el muralista con un overol azul y botas negras manchadas por rastros de antiguas pintadas.
Llega a la alameda Gineth Nathalia, con un tejido grande y colorido, ella pertenece a Tejedores de Resistencia, un grupo que nació en la coyuntura del Paro Nacional del 2021 con personas interesadas en tejer. —Tejer por la digna rabia y tener otra forma de manifestarse, como lo vimos a lo largo del paro con diversas formas de manifestaciones culturales, pero nosotras rescatamos mucho el oficio del tejido como un saber—, contó la tejedora con una bufanda que cubría su cuello y parte de la cara del frío día.
En su pieza de gran formato, que expande al frente de unos escalones y deja reposar en el mojado pasto, dice: “6.402 Ejecuciones Extrajudiciales”, se refiere a las ejecuciones extrajudiciales cometidas en los dos mandatos de Álvaro Uribe, y auspiciadas por acción u omisión por el responsable de las fuerzas armadas de la época, el general Mario Montoya. Por lo menos 6402 civiles fueron asesinados por el Ejército para ser presentados como bajas en combate. Le preguntamos a Gineth: ¿Qué tiene que ver el tejido con lo sucedido en La Escombrera? A lo que dice:
—Actualmente acompañamos estas manifestaciones que anuncian siempre la violencia en nuestro país, no solamente para mostrar cifras sino buscando que las personas sean reparadas, que exista justicia y reconocimiento para ellas, es su lucha. Y por eso, pudimos conectarnos con víctimas que pertenecen a grupos como las madres de Soacha, madres de falsos positivos (Mafapo), el colectivo 9S y algunas mujeres del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice) avanzando, a partir del tejido, en un trabajo de acompañamiento en el proceso de memoria. Muchas de estas mujeres que pertenecen a estos colectivos han tejido con nosotras, han estado en los lugares de resistencia.

El día sigue nublado y las gotas de lluvia incrementan su intensidad, a pesar de esto, la pintada continúa e instalan unas carpas para cubrir los bafles del sonido y unas mesas con comestibles. El fuego de la olla no se deja intimidar y Juan Malaver, de la Casa Cultural del Suroriente Latente, con un cartón lo atiza para que hierva el agua y cocine la yuca, papa, zanahorias y pasta que contiene la sopa vegana que preparan, esperando alcance para todos los presentes. Se detiene y dice: “Antes un cocido boyacense tenía más de 62 ingredientes y ahora menos de 32. Tenemos que cultivar, recuperar las semillas y las tradiciones gastronómicas. Por eso estamos preparando aquí una sopa campesina para unas 200 personas”.
Empieza a sonar Bafuchada, una batucada feminista, integrada por seis mujeres, que con sus grandes tambores y junto con el estridente redoblante provocan que las piernas, las manos y las caderas se muevan al sentir de cada quien, aún así unas personas contagian a otras del ritmo. Son las 2:00 pm y el día abre un poco, para de lloviznar y unos leves rayos de luz vislumbran el mural que ya va a mitad de pared. Unos niños juegan con rodillos y otros ayudan a pintar el mural. Algunas personas se cansan, otras toman las herramientas y continúan la pintada. Unas manos con espátulas quitan moho adherido a una pared. A su vez empiezan a servir la sopa. Hay platos y cubiertos desechables que las personas toman, pero advierten que también hay menajes que trajeron para evitar el desperdicio de plásticos.
Ya se han calentado los cuerpos y los ánimos suben para seguir con la tarea. Toman el micrófono y llaman a la colectiva Surcos en la piel a que inicien el recital de poesía. Este es un grupo de mujeres, según una integrante de su colectiva, que les interesa estudiar y visibilizar escritoras colombianas para contrarrestar el relato que impera desde la academia, de los hombres como grandes protagonistas de la historia. Por ello leyeron poemas de Luisa Villa, una escritora de Copey, del departamento caribeño del Cesar.

—Villa, es una poeta afro que en su literatura evidencia su identidad y escribe sobre las memorias de la Colonia. Utiliza las metáforas del tigre, del animal y de lo salvaje para referirse a los estragos que ocurrieron en su territorio a partir de la colonización. Tiene temas muy políticos enfocándose en los desaparecidos.
Quien habla es Daniela Luna, pertenece a La Colectiva, y con un pantalón a rayas colorido y un bordado abrigo ocre, cuenta que están en la jornada de Las cuchas tienen razón para apoyar el ejercicio de expresión artística, el cual busca resistir ante el olvido al que han sido sometidas las miles de madres de todos los jóvenes asesinados en el país. ¿Qué hacen ustedes dentro de la colectiva? pregunté.
—Nosotras hemos implementado nuestras prácticas para recopilar las memorias urbanas y rurales de las mujeres de la localidad y nuestro tema de interés más profundo es la memoria, la feminidad, el género, el territorio y cómo habitar nuestro barrio y todo lo que compone la identidad nuestra que hemos consolidado como mujeres de un territorio particular.
Dentro de las mujeres que recitaron, se encuentra una adulta mayor, su nombre es Ana Isabel Rivas y tiene una visera que no alcanza a cubrir sus suaves ojos verdes. Dice, con su sostenida voz tenue, que no tuvo oportunidad de leer ni de escribir, como muchos ahorita no la tienen. Ella leyó el siguiente poema de su autoría que retumbó en la sensibilidad del público, y avivó dentro de las personas la llama para continuar con la realización del mural:
La flor de la resistencia,
la vida que florece.
La muerte no es la última palabra,
la semilla muere para nacer, crecer y dar fruto.
Hoy me siento contenta, feliz,
por haberme conectado con personas tan comprometidas
que surgen de las cenizas,
de más allá de la muerte.
Una vez leído, nos compartieron la transcripción del poema para ser publicado, cuyos versos están inspirados en los encuentros entre personas, como los de la jornada que hoy nos convoca. Ana Isabel explica el origen de su composición: “estuve con Daniela en un festival en Montes de María en Carmen de Bolívar. Fue una conexión que me surgió al haberme conectado con estas personas que se están recuperando”, refiriéndose a las víctimas que hubo en aquella región de Colombia, como las de la masacre de El Salado, perpetrada entre el 16 y el 21 de febrero del 2000 por 450 paramilitares contra la población civil.

Las personas se reunieron reafirmando que perduran y perdurarán los actos y creaciones de resistencia frente al olvido. Poemas que recitaron integrantes de Surcos en la piel, las piezas de gran formato de Tejedores de resistencia, los murales que realiza ArtoArte, la música de la Bafuchada, el acompañamiento del Comité de Derechos Humanos del Sur Oriente, como otras más organizaciones y personas que estuvieron presentes, dieron cuenta del apoyo solidario a las madres de las personas desaparecidas en La Escombrera. El día sigue su curso, las sombras de la tarde dan paso a la noche y la pequeña pero constante llovizna no impidió que las personas que acudieron al llamado para pintar este mural finalizaran su obra, en la que todos y todas, al dar el último brochazo en el mural, gritaron ¡”las cuchas tienen razón”!

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