Moscú multiplica sus ataques aéreos a Ucrania y aprovecha su entente con EEUU para desgastar el empeño europeo de cambiar con sanciones el rumbo de la guerra.
Madrid-25/05/2025
Rusia y Ucrania completaron este domingo el mayor intercambio de prisioneros desde que comenzó la invasión rusa en febrero de 2022. Con un tercer intercambio de más de 600 efectivos entre ambos bandos, han sido canjeados un total de dos mil soldados y algunos civiles, mil por cada contendiente. Sin embargo, este gesto de buena voluntad por ambas partes no ha acercado un ápice la posibilidad de un armisticio para detener el conflicto y los combates han arreciado, sin visos de que vayan a parar a corto o medio plazo.
Así, el ejército ruso lanzó en la madrugada de este domingo una de las mayores oleadas de ataques aéreos contra Ucrania desde que empezó la guerra en febrero de 2022, con 300 drones y casi 70 misiles balísticos y de crucero que causaron una docena de muertos y 80 heridos. Ucrania también envió al menos 110 drones para bombardear territorio ruso, trece de ellos contra la región de Moscú.
Aunque el ataque aéreo ruso superó con creces al ucraniano en las últimas horas, el ejército de Kiev no se queda muy atrás. El Gobierno del presidente Volodímir Zelenski acusa a Rusia de no parar sus ataques e impedir así cualquier atisbo de alto el fuego, pero lo cierto es que Ucrania lanzó esta semana más de un millar de drones contra el territorio ruso, en la que supone su mayor ofensiva aérea desde el comienzo de la guerra.
Rusia y Ucrania redoblan su duelo de drones, pero Moscú avanza en el frente
El problema para el ejército ucraniano es que Rusia ha intensificado sus avances terrestres en el frente, sin que la presión de los aliados europeos de Ucrania, que esta próxima semana podrían imponer más sanciones al Kremlin, ni la actitud de Estados Unidos, más favorable a las tesis rusas para un alto el fuego con la consiguiente pérdida territorial ucraniana, sirvan para avanzar en la precaria mesa de negociación abierta entre Moscú y Kiev la semana pasada.
En esas negociaciones celebradas en Estambul se concretaron los términos para el intercambio de prisioneros que concluyó con éxito este domingo, aunque sin afectar lo más mínimo al curso de los combates. Rusia está redoblando sus ataques terrestres en el este de Ucrania, en Donetsk, pero sus fuerzas también avanzan en el norte, en las regiones de Sumi y Járkov.
Aquí, el Kremlin pretende levantar una zona de seguridad en territorio arrebatado a Ucrania, que pueda servir de cortafuegos ante eventuales ofensivas, como la que puso en marcha Kiev en agosto pasado contra la región rusa de Kursk, en el mayor desafío lanzado por el ejército ucraniano desde el principio de la invasión.
En estas circunstancias es difícil prever un acercamiento efectivo entre rusos y ucranianos para avanzar en las negociaciones de paz que reclaman tanto Estados Unidos como la Unión Europea y Reino Unido. La diferencia entre ambas presiones es que Washington juega a favor del Kremlin y añade su amenaza de dejar de inmiscuirse en los asuntos ucranianos y de apoyar el proceso de paz, lo que sería un golpe mortal para las aspiraciones ucranianas de recuperar algo del territorio conquistado por Rusia en estos tres años y tres meses de conflicto.
El claro favoritismo prorruso de Trump
La Casa Blanca, con Donald Trump a la cabeza, ha indicado ya varias veces que no parece posible para Ucrania acabar la guerra con la recuperación de los territorios conquistados y anexionados por Rusia en las regiones de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón, además de la península de Crimea anexionada en 2014. El plan de paz aportado por el presidente ruso, Vladímir Putin, reclama además todos los territorios de esas regiones que no han sido aún ocupados por el ejército de Moscú. Es aquí donde los rusos parecerían dispuestos a negociar, es decir, a renunciar a unas conquistas que aún no han completado militarmente.
Zelenski es consciente de su debilidad ante un marco de negociación en el que la iniciativa bélica la marca Rusia y en el que el actor externo a la guerra con más fuerza y capacidad de influencia en la misma, Estados Unidos, quiere una paz rápida aunque ésta favorezca a Moscú.
La Casa Blanca además apuesta por una situación de estabilidad a corto plazo y eso solo puede conseguirse con la victoria del bando mejor situado en el frente y con mayor potencial geoestratégico. Además, ese contendiente, Rusia, supone para los Estados Unidos de Trump un contrapeso ante el potencial comercial de la UE, capaz de desafiar a la hegemonía económica estadounidense en regiones como Asia y América Latina.
Por eso, al tiempo que Washington relega a Bruselas a un segundo o tercer puesto en las negociaciones entre Rusia y Ucrania, sigue amenazando a la UE con altísimos gravámenes comerciales dentro de su cruzada arancelaria mundial destinada a maximizar los beneficios de las empresas de EEUU y debilitar a los potenciales competidores. La animadversión de Trump hacia Europa es, pues, comercial y geopolítica.
Bruselas y Kiev reclaman más presión sobre Moscú, aunque no saben cómo
La UE sabe que no tiene muchas opciones para conseguir un sitio en esa mesa de negociaciones de la guerra de Ucrania y que el tiempo juega a favor de Moscú. Por eso se unió este domingo a Zelenski para reclamar más presión económica sobre Moscú.
La alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, demandó que se ejerza “la mayor presión internacional sobre Rusia”. Horas antes, el presidente ucraniano pedía más “determinación” ante Moscú, y apuntó al flanco de Rusia sobre el que se debe ejercer esa presión internacional que mencionó Kallas. “El mundo conoce todas las debilidades de la economía rusa. Es posible parar la guerra, pero solo con la fuerza necesaria para presionar a Rusia”, dijo Zelenski.
Esta semana entrante, los Veintisiete podrían imponer un nuevo paquete de sanciones a Rusia. En los pasados días hablaron incluso de sanciones “masivas” contra Moscú por rechazar un alto el fuego que en estos momentos evidentemente no conviene a los rusos, dado su mejor posición en la contienda.
Sanciones que no acaban de cuajar
Pero es complicado que Kiev pueda mover a Bruselas a imponer sanciones realmente efectivas que vayan mucho más allá de la penalización a individuos y empresas. Una posibilidad sería, como indicó el ministro de Exteriores lituano, Kestutis Budrys, golpear con esas sanciones las exportaciones rusas de hidrocarburos, la mayor contribución a la economía de guerra rusa, en concreto a sus ventas de petróleo, gas y gas licuado.
El problema es que la muy dependiente economía de la UE, a pesar de sus apuestas, sus promesas y sus compromisos para renunciar a los hidrocarburos rusos, no ha podido hacerlo de forma tajante. En el tercer año de la guerra, los países europeos gastaron en realidad más dinero en comprar gas y crudo rusos que en ayuda financiera para Ucrania. La UE sigue siendo el mayor comprador de gas natural licuado ruso, con buena parte de ese suministro fluyendo hacia Alemania a través de los puertos belgas.
De esta forma, algunos miembros de la UE (los nórdicos y los bálticos) buscan sancionar a los compradores de los hidrocarburos rusos, sabiendo que las compras europeas continúan a diferentes niveles y que escaparán al control registrando sus buques en países que no sancionan a Rusia.
Además, la sanción a los grandes clientes del petróleo y el gas de Rusia abaratados por la guerra y las renuncias europeas significaría poner la mirilla en China e India, una medida muy poco recomendable en el marco de la cruzada arancelaria global de Trump.
Cualquier amenaza en ese sentido contra India o China debería tener el apoyo de Estados Unidos, de lo contrario sería ineficaz. Igual ocurriría con nuevos intentos de rebajar los precios de los combustibles rusos para reducir los ingresos de Moscú. No se conseguiría nada sin la presión de EEUU, que no parece estar por la labor en absoluto y, todo lo contrario, ya ha amenazado con suavizar o incluso levantar sus propias sanciones como incentivo para que Rusia acepte un alto el fuego.
El palo y la zanahoria
Tras la conversación telefónica que mantuvo con Putin el lunes pasado, en las que supuestamente debería haber presionado al líder ruso para alcanzar una tregua con Ucrania, el presidente estadounidense puso muy nerviosos a los ucranianos y a los europeos cuando se mostró favorable no solo a quitar sanciones a Moscú, sino a convertir a Rusia en un posible socio comercial.
“Rusia quiere comerciar a gran escala con EEUU cuando termine esta catastrófica masacre, y estoy de acuerdo”, manifestó Trump. Y en un giro chistoso de los suyos, añadió que seguramente Ucrania podría beneficiarse de esa asociación comercial ruso-estadounidense: Kiev “puede ser un gran beneficiario del comercio en el proceso de reconstrucción de su país”.
Es decir, paradójicamente, pero mejor conocedor de las artimañas de Putin, Washington prefiere recurrir a la zanahoria con Moscú, mientras Europa opta por la amenaza y el castigo, una estrategia que jamás ha funcionado con el Kremlin. Y menos funcionará ahora cuando EEUU, el gran rival de Rusia, opta por el pragmatismo en el entendimiento con Moscú.
Y tales sanciones europeas, por ejemplo contra la flota en la sombra rusa, que lleva el petróleo y el gas a China y la India, y en la que se sabe que participan también compañías europeas que cambian las banderas de sus buques según soplan los vientos amenazadores de Bruselas, o los intentos de limitar los precios de los hidrocarburos rusos, no tienen el apoyo de EEUU.
En este escenario, cada día que pasa queda más claro que cualquier paso que se intente dar contra Rusia sin el beneplácito de Trump está condenado al fracaso y, además, podría abrir fracturas internas dentro de la propia UE. No habría mejor forma de acelerar la capitulación de Ucrania ante Rusia o la prolongación sine die de la guerra.
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