La errática estrategia de Trump en la lucha entre Irán e Israel deja a Rusia y China como potenciales mediadores que no aceptarán un cambio de régimen en Teherán.
19/06/2025. Los vaivenes del presidente estadounidense, Donald Trump, sobre la participación o no de su país junto a Israel en la guerra contra Irán son tomadas con recelo y muchas veces con sorna en buena parte del mundo, vista su incapacidad para resolver ningún conflicto desde que llegó al poder. En China y Rusia, sin embargo, las campanas tocan a rebato. Sus intereses en Oriente Medio pueden sufrir mucho con esta guerra, como el resto del planeta, pero en el caso de Moscú y Pekín sí parecen haberse dado cuenta de la que se viene encima. Al contrario que en Europa, donde la ideología antiislámica se impone, con Londres y Bruselas empeñados en señalar a Irán como el foco de todos los males, en lugar de frenar el caos económico global que se avecina si se agrava la guerra.
Irán es “una fuente de inestabilidad y terrorismo”, y no debe disponer de una bomba atómica, ha repetido hasta la saciedad la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, alineando sus tesis con las de Israel y tocando solo dos aspectos de la actual crisis: la guerra contra la no proliferación nuclear (a pesar de que Israel es el país con más armas atómicas sin control del mundo) y la guerra contra el llamado Eje de Resistencia de milicias aliadas de Irán, que buscan la desaparición del estado judío.
Von der Leyen, en su habitual retórica belicista y su querencia por las soluciones armadas de los conflictos, como en la guerra de Ucrania o la invasión israelí de Gaza, obvia el caos que empieza a cundir en los mercados de la energía y el altísimo riesgo de una crisis económica global si un ataque “a muerte” contra Irán lleva a este país a bloquear el acceso energético al Golfo Pérsico.
Hasta ahora la guerra entre Israel e Irán se ha caracterizado por cierta contención, aunque ya ambos contendientes están apuntando a objetivos civiles y queda claro que Tel Aviv quiere hacer el mayor daño posible a la cúpula militar iraní, con amenazas directas contra la dirección política, representada por el imán supremo Alí Jameneí.
Trump: “Nadie sabe lo que voy a hacer”
Pero la amenaza de Trump de participar en el conflicto cambia la cosa y mucho. Israel no tiene capacidad en estos momentos para iniciar una campaña terrestre en Irán, EEUU sí. También dispone Washington de un potencial de fuego muchísimo mayor al del Ejército israelí y muy flexible de manos de sus portaaviones. Solo hay que recordar las dos guerras de Irak para imaginar hasta dónde puede llegar una eventual intervención de EEUU en la guerra.
Una participación que, pese a los ánimos israelíes, de momento Trump no acaba de ver clara y eso refrena también la ofensiva de Tel Aviv. Este jueves el ministro israelí de Defensa, Israel Katz, ordenó al ejército de su país que redoble los ataques contra los “objetivos estratégicos” de Irán, con el doble objetivo de “desestabilizar al régimen de los ayatolás” y “eliminar las amenazas al Estado de Israel”.
La posición de Trump sigue siendo ambigua y unas veces le da por afirmar que va a sumarse a una guerra que, siendo abierta ya entre Irán e Israel, no es total, como podría serlo si interviene a sangre y fuego EEUU. “Puede que lo haga, puede que no lo haga. Quiero decir, nadie sabe lo que voy a hacer”, afirmó este miércoles muy ufano el presidente estadounidense.
Las amenazas que ha proferido Trump contra Jameneí y los planes para eliminarlo complican las cosas. “Sabemos exactamente dónde se esconde el llamado Líder Supremo“, dijo Trump. “Es un objetivo fácil, pero está seguro ahí. No vamos a eliminarle, al menos no por ahora”, agregó el líder republicano.
El ministro israelí Katz, en cambio, comparó este jueves a Jameneí con Hitler y fue contundente. “Las Fuerzas de Defensa de Israel han recibido instrucciones y saben que, para lograr todos los objetivos, este hombre, sin lugar a dudas, no debería seguir existiendo”, afirmó.
Putin advierte sobre los planes de matar a Jameneí
Rusia, país al que Trump unos días considera un posible mediador y otros le espeta que primero debe acabar con la guerra de Ucrania, se ha manifestado con mucha rotundidad sobre esos planes para cambiar por la fuerza el régimen iraní.
Lo dijo este jueves el presidente ruso, Vladímir Putin: “Ni siquiera quiero hablar sobre esa posibilidad. No quiero”. Rusia, aunque en sus pactos con Irán, el país más cercano a Moscú en Oriente Medio, no incluye la defensa mutua, ha dejado claro que esta crisis ha de ser resuelta por vía diplomática, con garantías para la seguridad de Israel, pero también respetando el derecho iraní a un programa nuclear civil, en el que, por cierto, Rusia lleva décadas implicada con el suministro de tecnología y expertos.
Rusia tiene además muchos intereses en la región de Oriente Medio que se están viendo amenazados con esta guerra. Es verdad que la nueva contienda desvía las miradas de la invasión rusa de Ucrania, pero también es cierto que a Moscú nunca le importó mucho que un Occidente al que considera corresponsable de la propia invasión ponga su lupa sobre la operación militar rusa en el vecino del sur.
El desprestigio ruso por la caída del régimen sirio
El peso de Rusia en Oriente Medio quedó muy maltrecho el año pasado con la caída del régimen de Bachar al Asad en Siria. Su prestigio quedó en entredicho cuando no ayudó a Al Asad a imponerse a los islamistas que tomaron el poder. Gracias a esa alianza con Siria, Rusia disponía de presencia naval en el Mediterráneo Oriental. Sin embargo, el efecto de la invasión de Ucrania, a la que Moscú está dedicando todos los esfuerzos de su economía de guerra, llevó al Kremlin a tomar decisiones que en Teherán, también aliado del caído régimen de Damasco, no se acabaron de entender.
Los intereses de Rusia en Oriente Medio son más estratégicos que comerciales. La invasión de Ucrania y las sanciones occidentales llevaron a Moscú a dirigir sus exportaciones de crudo y gas más baratas hacia China e India, pero el comercio de armas sigue siendo muy importante, especialmente con Irán, que, durante mucho tiempo suministró al ejército ruso misiles y, sobre todo, drones de combate. La entrada de Corea del Norte como gran abastecedor de munición de Rusia e incluso con el envío de tropas apartó un poco a Irán en ese suministro.
El colapso de Irán y los aliados chiíes de Rusia puede suponer un duro golpe para los intereses de Moscú, no solo en el Golfo Pérsico sino en Asia Central, donde, tras la caída de la URSS, países como Rusia, Estados Unidos, Turquía, China, Pakistán o Irán han tratado de ejercer su influencia. Que Moscú tenga como aliado a Teherán en la zona, al menos por su alineación contra Washington, es ya un plus.
Rusia y China cierran filas
Para mostrar su oposición a cualquier cambio político forzado en Irán, Putin cerró este jueves filas con el presidente chino, Xi Jinping, con quien mantuvo una conversación telefónica para demandar un arreglo diplomático a la guerra, al tiempo que denunciaban a Israel como la fuerza que empezó esta contienda.
China está dispuesta, como Moscú, tal y como ofreció ya al empezar la guerra el propio Putin, a mediar en este conflicto, que, según el Gobierno de Pekín “corre el riesgo de descontrolarse”. El portavoz de Exteriores chino, Guo Jiakun, dijo que es preciso evitar que “la situación en la región caiga en un abismo”.
Este miércoles, el ministro chino de Exteriores, Wang Yi, habló por teléfono con sus homólogos de Omán y Egipto, a los que manifestó la postura china: Israel ha provocado “una escalada abrupta de tensiones en Oriente Medio”. Wang indicó que China está dispuesta a trabajar con Egipto para mediar.
En su “cumbre” telefónica, Xi y Putin, condenaron “firmemente” las acciones de Israel, “que violan la Carta de la ONU y otras normas del derecho internacional”, según indicó el asesor del jefe del Kremlin para asuntos internacionales, Yuri Ushakov. Según este diplomático, Putin refirió a Xi la conversación que mantuvo con Trump el 14 de junio, un día después del comienzo de los ataques israelíes y de la respuesta iraní. Tanto Xi como Putin manifestaron la disposición de sus respectivos gobiernos para implicarse en la mediación y desescalar la crisis.
La superpotencia de Oriente Medio
Si Rusia tiene intereses en Oriente Medio, China es la potencia internacional con una mayor implicación comercial, energética y diplomática en la región. De hecho, más del 10% del petróleo chino es importado de Irán.
Además, el 43% del crudo que se utiliza en China viene de Oriente Medio. Si hay un bloqueo en el trasiego de crudo y gas desde el Golfo Pérsico, en el estrecho de Ormuz, como ha amenazado Teherán, el desastre sería mayúsculo para la economía china.
Y no solo. Si Israel ataca la isla de Jark, que distribuye hacia el exterior el petróleo iraní, el desastre mundial sería absoluto. Irán tiene las terceras mayores reservas de crudo del planeta y es también el tercer productor mundial de gas. Por Ormuz pasa el 20% del petróleo y el gas comercializados en el mundo.
Además del comercio de hidrocarburos, China e Irán firmaron en 2021 un acuerdo de cooperación económica que incluye la inversión por Pekín de 400.000 millones de dólares en los sectores energético y de infraestructuras iraníes, a cambio del suministro de crudo y gas a precios competitivos. Si Irán y EEUU entran a saco en la economía persa, como ya hacía antes de la revolución islámica de 1979, China deberá despedirse de tan pingües negocios.
Pero para que eso ocurriera, debería haber una convulsión política y no solo bélica en Irán. La inteligencia israelí y la estadounidense siempre confiaron en que, con las condiciones adecuadas, podrían producirse insurrecciones en todo Irán contrarias a los ayatolás. Pero hoy día, en un contexto en el que Israel ha masacrado a más de 55.000 palestinos en Gaza, ha destruido el sur del Líbano y opera a su antojo en Siria, con el visto bueno de EEUU, parece dudoso que los iraníes vayan a acoger con vítores y los brazos abiertos a los liberadores estadounidenses e israelíes.
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