¿Es posible que formas organizativas como los sindicatos recuperen el liderazgo que les compete dentro del conjunto social? La pregunta no es nueva. Está presente desde mediados de los 90 del siglo XX en distintos escenarios sociales, cuando la fase de acumulación capitalista –que hizo agua en lo económico en 2008– potenció y concretó profundas transformaciones en el mundo del trabajo.
Sin duda. Luego de representar en Colombia un soporte fundamental en la integración social y en la propia creación de un mercado interno, tras 60 años de reconocimiento, inclusión y en no pocos casos de instrumento de cooptación/enfriamiento de la rebeldía obrera, los sindicatos perdieron en gran medida su potencial. No es para menos. El mundo del trabajo nacional, atrofiado o atípico de acuerdo con las características de las experiencias europea y norteamericana, lo hacen prescindible para el establecimiento. Nuevas formas de control han nacido, y el mercado nacional ya está constituido, pero, además, la insignificancia de lo sindical con respecto al conjunto de la masa laboral permite hacerlo a un lado.
Sin embargo, aunque menguado, sobrevive. Trabajadores de diversa especialidad se esfuerzan por conservar sus formas organizativas con independencia de lo oficial y lo patronal, y otros, así sean relativamente pocos, bregan por reconstituir las formas que les permita disputar con el patrón unas mejores condiciones laborales, preocupados, además, por recoger dentro de sus esfuerzos el conjunto social.
Ese esfuerzo cae muchas veces en lo repetitivo (gremialerismo) y tradicional (economicismo), o lo ya gastado (mítines y formas de protesta sin fuerza de hecho), lo cual les deja a la patronal y al gobierno de turno todo el espacio de maniobra para descalificarlos. No sin razón, pues, sin reparar en las transformaciones culturales y económicas que vive la sociedad, repiten propuestas, formas de comunicación y mecanismos de organización que no están a la altura del presente y de las expectativas de aquellos con los cuales desean tender un puente de comunicación y acción.
Por ejemplo, en sus relaciones con el conjunto social no dan cuenta de la inmensa masa de trabajadores, ahora en su gran mayoría desempleados o sobrevivientes con “trabajo propio” o de trabajadores “informales”, es decir, vía rebusque diario, sin vinculación formal alguna con un patrón, sin seguridad social, sin derechos.
Hay desconexión de diverso tipo y modalidad. Pero los sindicalizados, en procura de una necesaria relación propositiva con el conjunto social, tampoco ponen en marcha experiencias piloto de integración-acción entre unos y otros, es decir, iniciativas colectivas de clase por y para una sociedad de justicia y bienestar.
Signos de avance
Un poco en este sentido se avanzó en la última negociación del salario mínimo, cuando las centrales enfatizaron en un debate que se preocupa más por el conjunto social que por definir el menguado incremento que ‘favorece’ máximo a unos dos o cuatro millones de trabajadores. Pero también, incluso, cuando enfatizaron en un alza real, que tome en consideración la inflación que afecta a los pobres, y no aquella que de manera ponderada afectó a todo el país.
Con total certeza reclamaron ante las argumentaciones de los patronos y del propio gobierno (¿acaso son diferentes?), y desnudaron su mezquindad, hoy amparada en la crisis global que ven venir pero que todavía no los afecta de manera ostensible.
Son avances importantes y profundizables por el lado de discutir ante toda la sociedad las circunstancias de vida y precariedad que sobrellevan millones de colombianos, la forma y características que deben revestir el trabajo y su remuneración, pero también la forma y las dinámicas que han de comportar los sindicatos en esta etapa del capitalismo. Para lograr ese debate, para entablar esa sintonía nacional, sus líderes, desde un diseño de sociedad necesaria y posible, deben poner en marcha unas amplias y persistentes campañas que los unan con el conjunto social, neutralizando cuando menos el discurso oficial, que se atreve incluso a criminalizar esta mínima organización social.
Con este propósito, tratando de avanzar en aquello que hemos caracterizado como societatos, llamamos al cambio, poniendo en consideración incluso una iniciativa hacia la patronal que procure mejores condiciones de trabajo y de vida para quienes laboran en las empresas que acepten el reto planteado, beneficios que de igual manera le llegarán por otros conductos al conjunto social.
Certificar respeto a los Derechos Humanos y al medio ambiente
Preocupadas por su imagen ante la sociedad, el conjunto de empresas busca en todo momento certificaciones de calidad. Y lo consiguen. Instituciones de uno u otro orden les avalan la calidad de sus productos o servicios, y con los ISO 9000. 9001, y otros, alardean. Pero ninguna institución les certifica su calidad total en derechos humanos y en aquellas empresas que tienen que ver con el medio ambiente, en su respeto y protección.
Espacio abierto y dispuesto. La Central Unitaria de Trabajadores (CUT) o aquellas otras centrales existentes, así como sindicatos u otras organizaciones que ganen liderazgo, le pueden proponer a la patronal ese reto: pongan en veeduría el verdadero respeto a los derechos humanos que ustedes procuran y dicen garantizar, así como la protección y el cumplimiento con los parámetros necesarios para que el medio ambiente no se deteriore aún más.
Reto grande para la patronal. Muy seguramente, temerosa, lo despreciará. No importa. Incluso sin su aval se puede realizar, así tenga apenas un peso y un significado moral, un sello de calidad simbólico. Una interventoría que tenga claro en todo momento que las condiciones de vida y la seguridad de quienes trabajan en la fabricación de cada uno de los productos, así como su calidad, al igual que los servicios que se ofrecen al público en general (como responsbilidad social ante la población, los consumidores), no son negociables. Un seguimiento que permita establecer la atención que en verdad la patronal le presta a la seguridad laboral, a las políticas de salud ocupacional, a la estabilidad de los trabajadores. Se trata de un ejercicio que demanda conseguir –si de verdad queremos que tenga un impacto real– el aval de una organización nacional o internacional de amplio reconocimiento en el sector. Actuar de tal manera que se impida, con el simple argumento de la parcialidad, el desconocimiento de la importancia y la veracidad de lo investigado.
Es decir, poner en marcha una alianza de lo sindical con organizaciones y movimientos sociales que tengan como centro de acción los derechos humanos y el medio ambiente. He ahí el reto. Salir del estrecho mundo reivindicativo, particular y gremial, para insertarse en el amplio espectro social con propuestas que involucren al conjunto de la ciudadanía. Esta iniciativa, para su concreción, demandará de los propios sindicalistas unos conocimientos y el manejo adecuado de los temas de los derechos humanos (más allá de la violación del derecho a la vida) y del medio ambiente (mucho más allá de lo básico o elemental). Pero que a la vez les exigirá a los activistas de los derechos humanos y del medio ambiente el manejo del mundo del trabajo. Una alianza para romper fronteras, con la cual y de la cual muy seguramente surgirán nuevas pistas para la reconstrucción de lo social y lo político, en una perspectiva de nueva sociedad.
Calificación de la empresa
Aquí un ejemplo de algunos de los ítems que pueden hacer parte de una evaluación o seguimiento de una empresa, para determinar su calidad y su respeto a los derechos labores, que en este caso son parte del ítem de derechos humanos. Se pueden indicar otras muchas preguntas sobre derechos humanos y confeccionar una planilla para el caso del respeto por el medio ambiente. En todo caso, entiéndase esta planilla como un simple ejemplo.

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