La construcción y la industria se contrajeron, mientras que la minería se frenó. El comercio y el sector financiero y de servicios crecen, pero a menor ritmo, anuncia el Dane sobre datos del III trimestre del año 2012. Las reservas internacionales crecieron sobre el año anterior en un 14%, mientras que las exportaciones efectivas crecieron en un 20 y las importaciones efectivas en un 23 por ciento.
El diagnóstico de ese raro fenómeno de un país con exportaciones siempre más lentas que las importaciones efectivas, pero con unas reservas crecientes, determina el padecimiento de la enfermedad holandesa: 1) industria y sector agropecuario en decadencia producida por sus lentas exportaciones y dinámicas importaciones, 2) alto flujo de capitales público y privado, y compras de divisas por el Banco de la República que tapan el hueco comercial externo y aumentan las reservas, 3) situación similar a la de Grecia antes de la crisis, hasta cuando inversiones extranjeras y préstamos alcanzan un nivel exponencial imposible de sostener y pagar.
En efecto, la deuda externa pública colombiana alcanza los 33 mil millones de dólares, cuando las exportaciones efectivas (sumadas en las balanzas cambiaria y compensatoria) alcanzan al final del 2012 la suma de 40.318 mil millones de dólares. Es decir, que la deuda pública es del 82 por ciento, sin contar la privada. La sabiduría financiera aconseja que ni una empresa, ni un país deben traspasar el 30 por ciento de deuda sobre sus ingresos por ventas. Los audaces, sin embargo, suelen poner esa cota roja en 150 por ciento, lo cual significa caminar sobre el filo de la cuchilla. Al menos, se trabaja para los bancos y se arriesga una crisis de iliquidez o de insolvencia.
¿La economía colombiana entró en barrena?
Todavía no. La caída de la construcción, según Camacol, se debe a los ajustes periódicos entre oferta y demanda. Cierto. Sobre todo la vivienda no puede crecer por encima de la tasa de nupcialidad, es decir, de nuevas familias, más la tasa de inmigración hacia las ciudades. Desde 1999 las corporaciones de ahorro y vivienda fueron convertidas en bancos y el financiamiento hipotecario no luce como en otras épocas. Pero la construcción pública también ha sufrido retardos por los ajustes técnicos en marcha a raíz de los carruseles de contratación, en favor de las concesiones. Se podría decir que son males pasajeros, de coyuntura.
Lo más alarmante en este panorama es el crecimiento ínfimo de la industria en el tercer trimestre que suele acumular inventarios para evacuarlos en las fiestas de navidad y año nuevo. Tampoco luce el crecimiento de la agricultura, aunque explicable por la caída de los precios del café.
Pero de lo que no se habla es del sector externo. Las exportaciones efectivas siguen creciendo por debajo del crecimiento de las importaciones. Además del hueco financiero, el esplendor de la economía importadora es la que explica la enfermedad holandesa de la industria y pronto, con los TLC, también va a padecer la agricultura, la avicultura, la porcicultura y la ganadería de leche. Con préstamos externos y con capitales llegados de todo tipo se financia el déficit comercial. Préstamos que hay que pagar con intereses y capitales que se amortizan y remesan utilidades. Así vamos con firme inercia hacia otra crisis igual de grave a la de 1999.
De glotones, vagos y fiesteros califican los alemanes a los griegos. Consumen como loquitos y luego se niegan a pagar. Adjetivos aplicados luego a los pueblos mediterráneos españoles, portugueses e italianos. Y la receta es que se aprieten el cinturón y paguen como es debido. Pero los alemanes ostentan en el mundo los excedentes más voluminosos de exportaciones sobre importaciones, después de China. En cambio, los mediterráneos han sufrido una situación al revés: exceso endémico de importaciones sobre exportaciones.
En América Latina también nos han repetido la misma cantinela de consumistas alegres y malos pagadores, como en 1999. Sin embargo, esa es la esencia del modelo neoliberal, una vez más en crisis aunque siguen mandando y resolviendo las crisis cargándole la mano a los salarios, al desempleo y con serios recortes en el gasto público, y reformas en el mundo del trabajo (derechos laborales y pensiones, que ya estamos avisados de la nueva reforma que vendrá).
Si un tendero amigo nos atraganta con sus mercancías y además nos financia y refinancia generosamente, es probable que a la postre se venga con embargos de la casa, el carro o lo que pueda agarrar. Fríamente calculado. Paga o paga, además de que nos recita versos sobre el consumismo irresponsable. Nos da mercancías, nos financia y nos refinancia y a la hora del pago le resultamos con muecas de misericordia. ¡Qué es eso, sin vergüenza, exclama el bandido de corbatín!. Con amigos de ese talante, ¿para qué enemigos?
El modelo de la crisis de la deuda
- Libre comercio. Nada de talanqueras, ni cuotas restrictivas, ni aranceles aduaneros prohibitivos. Que toda la familia y todo el país pida lo que quiera.
- Financiamiento generoso. Puesto que lo que le vendemos (exportaciones) no alcanza para pagar lo que consumimos (importaciones), entran los bancos a financiar y a refinanciar. Ese es su negocio y si las tasas de interés y los plazos son cómodos, bienvenidos los préstamos.
- Lo curioso es que los consumidores griegos, argentinos o colombianos, de electrodomésticos y carros y todo tipo de mercancías importadas, buenas, bonitas y baratas, sí le pagan a sus bancos. Es curioso porque cuando llega la crisis los van a tratar de haraganes y sinvergüenzas.
- El problema es que los préstamos que hacen los importadores y el gobierno para tapar el hueco con relación a las exportaciones, se hace en dólares y no en pesos. Y no se paga porque llega el momento en que los ingresos por exportaciones y los nuevos préstamos no alcanzan a pagar las cuotas de la abultada deuda. “El sueldo no alcanza”. Crisis de la deuda.
La sorpresa es grande para la gente del común que no puede entender que después de una bonanza con las vitrinas llenas de mercancía y facilidades de pago, al final resulta que hay crisis, que se ha consumido demasiado y que el país no tiene con qué pagar. Los políticos estaban felices de tener a su pueblo feliz. Los tecnócratas a sueldo de bancos y multinacionales se lavan las manos. También dicen que la culpa es de todos: de los importadores que importaron demasiado, de los consumidores que se endeudaron demasiado, de los bancos que prestaron demasiado, del Estado que gastó más de la cuenta. Basta leer a Miguel Urrutia, a Juan Carlos Echeverry o a Carlos Caballero Argáez explicando la tremenda crisis colombiana de 1999.
Nadie es responsable de los excesos. Pero nunca hubo una asamblea general de consumidores que decidiera consumir tanto más o tanto menos. Tampoco hubo juntas directivas de los bancos para tomar la decisión de cuánto más o cuanto menos se les debe prestar a los colombianos. Ni en el Congreso de la República se hacen presupuestos de cuánto se puede importar conforme al monto de las exportaciones, ni en cuánto se puede endeudar el Estado frente a la capacidad de pago en dólares. El que tiene la llave por la manija es el Banco de la República que solo se preocupa por la cantidad de dinero en circulación para evitar la inflación y supone que con el juego de la tasa de interés y la tasa cambiaria regula toda la economía. ¡Tremenda farsa teórica, refutada por los hechos! La demanda de ciertos bienes es muy poco sensible a la tasa de interés.
Ya sucedió en 1999 y con el disparo de las tasas de interés dizque para castigar a los especuladores que “atacaban al peso”, dejaron tendidos a más de 100.000 deudores en Upac. No está excluido que pronto vuelva a suceder porque se repiten los síntomas: ocho años de revaluación, ocho años con balanza comercial deficitaria, mucha confianza en los capitales de minas y petróleos (porque por concepto de exportaciones no reintegran dólares porque están exentos por Ley), mucha confianza en financiaciones y refinanciaciones de la deuda pública y privada. El modelo del aparcero-peón frente a la tienda de la raya, se repite porque se repite sin fin para beneficio del patrón.
La enfermedad holandesa
Los primeros en sufrirla fueron los españoles. Con la euforia del oro y plata que extraían del Perú y de México y pasaban por Cartagena en galeones organizados en boyantes convoyes, compraban mercancías francesas, británicas y holandesas. Aquellos países crecieron y se monetizaron con relucientes monedas de oro y plata, en cambio las manufacturas españolas se vinieron a pique. El famoso imperio español se convirtió en un país subdesarrollado, que solo en el pasado siglo XX volvió a ver el auge de la mano de la Comunidad Económica Europea. Aunque ahora vuelven y juegan sus penurias por exceso de importaciones, doblada por una crisis inmobiliaria.
Porque no solo es la crisis de la deuda. Es también la crisis de la industria asaltada por una competencia inmisericorde. Y si los productos agropecuarios se importan con subsidios, entonces también quedan tendidos los campesinos. Es curioso que los empresarios no protesten y ni se alebresten, pero la explicación es sencilla: ellos simplemente cierran sus empresas y se convierten tranquilamente en importadores para atender a su misma clientela. La ANDI: Asociación Nacional de Industriales, se convierte en Asociación Nacional de Importadores, sin cambiar su sigla. Pero claro que el desempleo y el subempleo cunden y se agravan. Y cuando surge la protesta y el malestar social entonces los tecnócratas no tardan en proclamar que el país sufre la enfermedad holandesa y que la culpa es de todos.
Algunos síntomas
- El endeudamiento externo sigue creciendo más que las exportaciones obligadas a reintegro (es decir, café, no tradicionales y exportaciones de Ecopetrol).
- Los capitales financieros fluyen pero también refluyen como amortizaciones y remesa de utilidades e intereses. Los capitales narcos manejados por expertos operadores de los Paraísos Fiscales también fluyen, pero ya no para quedarse como repatriados, sino para refluir como cualquier capital extranjero.
- La industria existente deja de crecer y no aparecen industrias nuevas. Las mejores empresas han pasado a manos extranjeras, que por supuesto no se autocompiten. El café tuvo su bonanza, pero está ahora en la destorcida. El resto del campo aún no recibe el impacto de los TLC.
- Es posible que la boyante construcción sufra un bache pasajero. Con frecuencia le sucede que la oferta empieza a superar la demanda. También es posible que las obras públicas estén retrasadas por los ajustes operados en materia de contratación y concesiones. Pero el resto camina sobre el filo de la cuchilla de el endeudamiento y la enfermedad holandesa. La prensa publica las cifras sin mucho comentario y la presidenta del Fondo Monetario Internacional aclama a Colombia como una economía que podría prestarle plata a los Estados Unidos y a Europa en crisis. Con la economía en el filo de la cuchilla, ¿tendrá asidero esta novela rosa?
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