La historia que contamos en estas páginas no es la de un gran partido político, ni la del Estado, ni la de un movimiento de masas, porque las masas son para hacer pan. La historia que aquí plasmamos es la de un municipio y sus habitantes sometidos a condiciones extremas. Es una historia de esperanza y unidad, de jóvenes conscientes que tratan de sobreponerse a la realidad de miseria, exclusión y violencia que se vive en Suacha, jóvenes que buscan expresarse por cuenta propia y tomar en sus manos el derecho a decidir sobre sus vidas, a educarse, y a vivir bien.
El municipio de Suacha, ubicado a las puertas suroccidentales de Bogotá, quedó transformado en refugio de miles de colombianos obligados a huir de la violencia potenciada por el conflicto interno, o de la pobreza económica que los subyuga en sus territorios de origen.
Años que transcurren y lluvia de inmigrantes. Con el crecimiento acelerado de sus entornos, cada vez es más fácil captar la realidad del municipio, en especial la que padecen las personas desplazadas, dado que estos tienen presencia abierta en diferentes coordenadas el municipio. Esto obedece a que la mayoría de las personas en situación de desplazamiento que llega a Bogotá, tiene en su mayoría asiento en los barrios periféricos del sur, que justamente colindan con Suacha.
Explosión humana y conurbanización
Para el año de 1973 Suacha aún era un territorio tranquilo, habitado por 28.000 personas; para los años 80 asoma, sin duda alguna, la explosión migratoria que lo transformará en todas sus variables, pues sus habitantes suman 122.276.
Y no para. Para 1993 la población ya sumaba 278.000 habitantes. Diez años después el censo del 2005 reveló que 400.000 personas ocupaban el territorio de forma desorganizada, debido en gran parte el jugoso negocio de la urbanización, sector que mantiene estrechas relaciones con el actual alcalde, Juan Carlos Nemocon, permitiendo articular las redes clientelistas locales a la maquinaria que la Unidad Nacional levantó con el programa de las 100.000 casas gratis, hecho que ha incidido en la reconfiguración de las elites del municipio en los últimos años.
La crisis es total: sobrepoblación, pobreza, invasión de zonas montañosas y riesgosas para la construcción de viviendas, caos vehicular y de transporte y, en especial, el poco presupuesto destinado a la inversión social, problemáticas que repercuten en las dinámicas del municipio, en donde las administraciones no vislumbran soluciones reales, de fondo, para la cruda realidad que oprime a miles de sus pobladores.
Las consecuencias de su explosión demográfica pueden percibirse con toda facilidad. En la primera década del siglo XXI la frontera entre Suacha y la capital del país desapareció, formándose un eje de conurbación, ante el cual las administraciones locales, sin voluntad política ni instrumentos técnicos, contempla con desparpajo la crisis humana y ambiental que lo azota, con barrios como Los Olivos y otros, asentados a los alrededores del humedal Tibanica, creando un escenario donde el conflicto social y la degradación del territorio se refuerzan mutuamente.
Violencia oficial
En 2008, el escándalo de los “falsos positivos” sacudió todo el país, pero Suacha fue su epicentro. Antes de este año ya eran públicas las denuncias y especulaciones que aseguraban que estaban matando jóvenes del municipio haciéndolos pasar como guerrilleros. A finales del 2008 aparecen 19 cadáveres de jóvenes que habían desaparecido del municipio, muertos en Norte de Santander, en combates supuestos, entre el ejército y la guerrilla. La falacia, el terrorismo de Estado y la vileza de estos crímenes es pública y no es necesario recordarla.
El hecho de que los falsos positivos tomaran como epicentro zonas periféricas, no es coincidencia. Los archivos presentados por la Fiscalía advierten que la orden de los mandos militares era la de reclutar jóvenes de barrios pobres, dado que la pauperización de sus familias les impide el acceso real y efectivo a la justicia; además, su pobreza y necesidad de trabajo facilitaba el engaño.
Marginación y miseria Una mirada general sobre Suacha devela cifras preocupantes que sin tapujos permiten apreciar la situación de miseria que padecen muchos de quienes la habitan, en un contexto de especulación urbanística que deteriora la riqueza ambiental, el patrimonio arqueológico y la calidad de vida de los suachunos. Sus miles de pobladores, habitantes de una ciudad dormitorio, padecen cada día los rigores de un sistema de transporte ineficiente y caro que les significa no sólo la reducción de sus reducidos ingresos sino, además, la pérdida de varias horas día en trancones viales. La radiografía más fidedigna de este territorio queda plasmada en datos como el diagnóstico socio-económico, el que precisa que: el 53% de sus habitantes vive en pobreza, el 20.4 en indigencia; el 44% de la misma está clasificada como estrato 1, el 33 estrato 2, el 23 estrato 3. El 79% de su población actual viene de otras regiones. Las comunas en donde habitan las personas que viven en las condiciones más marginales son la 4 (integrada entre otros por barrios como Altos de Cazuca y Ciudadela Sucre); y la 1, en inmediaciones de Santa Ana, Altos de Florida y la Cristalina. La precariedad de los servicios básicos a que tienen acceso estos pobladores pueden resumirse en el hospital municipal, construido hace 45 años. |
Somos la Red Juvenil de Suacha
La Red Juvenil de Suacha es un proyecto aún pequeño en número pero gigante en dignidad. Surge en un municipio que cristaliza en un área relativamente pequeña todos los problemas que enfrenta la nación: desigualdad, exclusión política, conflicto armado, clientelismo, corrupción. En ese difícil territorio los jóvenes han sido estigmatizados como agentes de la violencia. Por eso estamos aquí, para decirles a ustedes, amigos de la región, que en Suacha hay jóvenes dispuestos a organizarse con sentido de solidaridad, responsabilidad y amor. Convencidos de la necesidad de transformar el sentido mismo de la vida y la política desde los lenguajes que nos son propios: el arte, la memoria, la educación y el territorio, convencidos de la necesidad de impulsar profundas transformaciones. Somos la Red Juvenil de Suacha.
Antecedentes: nuestra historia
La realidad que vive Suacha es contradictoria y paradójica. El municipio experimenta en los últimos años el recrudecimiento de los ya tradicionales problemas de inseguridad y exclusión social que lo azotan (como a tantos otros en el país), desencadenando además conflictos en torno al ordenamiento territorial y la preservación de la riqueza ambiental y arqueológica.
Problemáticas con respuesta. Durante los últimos años el municipio presencia el crecimiento del número de organizaciones sociales que tratan de generar espacios de discusión y construir ejes articuladores en torno a acciones colectivas transformadoras; iniciativas desarrolladas en ámbitos artísticos, ambientales, territoriales y culturales, que amplían la experiencia política y organizativa de quienes participan en ellas: defendiendo la riqueza ambiental y territorial del municipio frente al crecimiento urbanístico desordenado, reivindicando los derechos humanos contra la estigmatización de los jóvenes, impulsando iniciativas para defender y ampliar el carácter público de la educación, proponiendo estrategias de autogestión orientadas a consolidar el bienestar social de las comunas y la autonomía de estas y otras organizaciones sociales, y un largo etcétera de actividades.
En este complejo escenario social e histórico coexiste –y no puede seguir haciéndolo–, el deterioro territorial, político y moral de varios sectores del municipio, con la creatividad social de los jóvenes, mujeres, trabajadores, estudiantes, homosexuales, cristianos, ateos, ancianos, todos, en su lucha por construir, desde la pluralidad de expresiones, un mundo donde todos puedan ser y vivir según su sentido de la dignidad.
Los procesos juveniles en el municipio deben ser un espacio en donde, efectivamente, la participación de los jóvenes sea plena, no solo en las fases de puesta en marcha, sino para la elaboración de las propuestas y su misma evaluación Por esta razón varios jóvenes deciden empoderarse de los procesos de manera autónoma, realizando propuestas construidas en equipo, apostándole al fortalecimiento de las bases sociales, desde los diversos enfoques de cada colectivo, para responder al objetivo común de ampliar la participación social y política juvenil a través de un proceso protagonizado por ellos mismos.
Propósitos: ¿qué queremos?
Estas iniciativas y el enorme esfuerzo colectivo por medio del cual toman cuerpo, nos dejan tres lecciones fundamentales: 1. La existencia de múltiples iniciativas juveniles exige la creación desde nosotros de escenarios y mecanismos de articulación, para la organización de redes sociales, que permitan el fortalecimiento del movimiento social en Suacha bajo principios de pluralidad, autonomía y democracia; por lo tanto, es necesario profundizar la articulación de las organizaciones, colectivos, redes e individuos que desde hace tiempo dinamizan los procesos sociales en el municipio; 2. Este ejercicio debe garantizar la construcción colectiva de una agenda de movilización en la que todos nos reconozcamos, sin hegemonizar ni homogenizar las múltiples y creativas expresiones de gestión, organización e inconformidad social; 3. Este proceso debe estar orientado a la construcción de relaciones sociales, culturales y políticas alternativas a las prácticas institucionales tradicionales, las mismas que han dejado al municipio en la situación que actualmente experimenta.
De esta manera, y como concreción de lo anotado, el objetivo principal de la Red juvenil de Suacha es abrir un escenario amplio de interlocución entre las organizaciones juveniles sociales y políticas, colectivos de trabajo e individuos, con el propósito de fortalecer las iniciativas locales y crear herramientas de articulación que consoliden los procesos de unidad juvenil local en torno a cuatro objetivos:
- Consolidar la autonomía y la articulación de los procesos juveniles.
- Organizar espacios de formación política a través de jornadas artísticas, académicas y de reconocimiento territorial.
- Generar foros de debate y discusión con actores institucionales en torno a los mecanismos de participación para la construcción y ejecución de la política pública juvenil.
- Avanzar en la construcción del mandato juvenil y popular por la paz.
Estos objetivos constituyen un programa mínimo en torno al cual hemos generado acuerdos y en el que coincidimos todas las organizaciones juveniles que trabajamos por la consolidación de este proyecto de unidad. Por tanto, nos comprometemos a respetarlo y entregar todo de nosotros para llevar a buen puerto esta iniciativa colectiva; nos recogemos, entonces, en tres principios.
Autonomía: Frente a proyectos electorales y económicos que pretendan utilizar el proceso juvenil para favorecer sus intereses. Nuestra autonomía nos dota de la autoridad moral para expresar libremente nuestra opinión y acordar los rumbos que habrá de tomar esta iniciativa.
Pluralismo: La única condición para hacer parte de esta iniciativa es reconocer la importancia de los jóvenes en la vida social y política del país, además de acudir a los mecanismos de democracia interna que hemos establecido para generar nuevas discusiones. En este espacio cabemos todos: mujeres, homosexuales, cristianos, afrodescendientes (todos lo somos), ambientalistas, artistas y, en general, los cada-quien-según-su-modo.
Democracia: Las decisiones las tomamos de forma colectiva y asamblearia, generando comités logísticos que garanticen la eficiencia y coordinación organizativa, los cuales serán responsables ante dicha asamblea. Los voceros de los eventos serán elegidos de forma consensuada y sólo transmitirán lo que el mandato colectivo disponga.
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