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Murió el hombre que derrocó a Allende

Murió el hombre que derrocó a Allende

 

Agustín Edwards Eastman, que durante casi seis décadas manejó el imperio periodístico del diario chileno El Mercurio, vehículo de la censura durante y después de la dictadura de Pinochet, falleció sin haber rendido nunca cuentas ante la justicia por su papel en el golpe de 1973.

 

Chile, 1993. Eran los primeros tiempos de la democracia y aunque Augusto Pinochet hacía las veces de eminencia gris desde la comandancia del Ejército, nadie dudaba de que la libertad de expresión y de pensamiento era un viento que barría el país de cordillera a mar. En las más de treinta escuelas universitarias de periodismo –muchas de ellas producto del mercado de la educación creado por la dictadura a partir de 1980–, miles de jóvenes estudiaban con la ilusión de romper con palabras las ataduras legales y espirituales dejadas por el régimen autoritario. Entre esas escuelas, una de las mejores era la de la universidad privada Diego Portales, cuya directora se preciaba de haber construido en los años de plomo un espacio para el libre intercambio de ideas. Fue en ella, sin embargo, donde este corresponsal, recién llegado de la Bbc de Gran Bretaña, vio por primera vez la cara del temor que lleva a la autocensura.

Invitado por la directora a contribuir con un artículo para la revista institucional Reflexiones Académicas, aquel periodista venido de un Londres donde el periodismo tuvo un papel destacado en poner fin al delirio neoliberal de Margaret Thatcher centró su escrito en el problema del dominio absoluto de la prensa chilena que ejercían los diarios con una visión conservadora y provinciana del mundo, encabezados por El Mercurio. “¿Podrías hacer algo más neutro, sin atacar directamente al diario?”, fue la solicitud, casi en tono de súplica, que recibió el catedrático contribuyente después de que el consejo académico hubo revisado el artículo. Tras una larga discusión sobre el estado de los medios nacionales y la libertad para analizarlos críticamente que debía tener un establecimiento de formación de periodistas, vino la confesión de la directora: “Es que para nosotros es muy importante que nuestros alumnos hagan sus prácticas en El Mercurio…si alguien se ofende en el diario y nos niegan esa oportunidad, esta escuela no será nada”.

 
APOLOGÍAS Y ALABANZAS.

El Mercurio, fundado en Santiago en 1900 por la misma familia propietaria del diario más antiguo del continente, que con igual nombre se publica en Valparaíso desde 1827, es la cabeza del imperio periodístico que durante casi seis décadas manejó con paternalismo autoritario Agustín Edwards Eastman, el hombre cuyas conversaciones con Henry Kissinger y Richard Nixon, a los pocos meses del triunfo electoral de Salvador Allende, fueron decisivas para el apoyo de Washington al derrocamiento del primer presidente socialista de Chile. Sin haber rendido nunca cuentas ante la justicia por su papel en el golpe de 1973, al igual que Augusto Pinochet, Edwards falleció el lunes 24 de abril y fue sepultado entre panegíricos y apologías, con la voz categóricamente discordante del Colegio de Periodistas. Esta organización profesional, que fue la única en tomar alguna medida para sancionar al dueño de El Mercurio por su golpismo y le dio de baja como afiliado (aunque sólo pudo hacerlo en 2015, con una comisión directiva que no temió a su influencia), expresó en un comunicado que el difunto magnate de la prensa dejó un oscuro legado, “tanto por sus acciones personales como por su manejo de las empresas periodísticas que controló, las que fueron el soporte comunicacional de la conspiración contra el sistema democrático al servicio del golpe militar, que ensombreció Chile a partir del 11 de setiembre de 1973 e instauró la dictadura cívico-militar que sobrevino, con su secuela sistemática de violaciones a los derechos humanos y que fuera ampliamente respaldada por El Mercurio y sus medios asociados”. Para el gobierno de Michelle Bachelet, cuyo padre murió a causa de las torturas que le infligieron aquellos a quienes El Mercurio ayudó a tomar el poder, la figura de Edwards fue apenas“controversial”, y se trató, en las palabras de la portavoz de La Moneda, de una persona que “jugó un rol histórico en un momento importante en nuestro país, que tuvo que ver con el término de nuestra democracia y el comienzo de una dictadura”.

 

VÍNCULOS CON ESTADOS UNIDOS.

El Mercurio integra la alianza de periódicos conservadores americanos denominada Grupo Diarios de América, pero su línea editorial antiizquierdista y neoliberal hace que, por comparación, medios como El País uruguayo, La Nación argentina o El Comercio de Perú parezcan publicaciones de centro-izquierda. Agustín Edwards, como lo revelaron hace unos años los documentos desclasificados por el gobierno de los Estados Unidos, incluso trató de impedir la llegada a la presidencia del antecesor demócrata cristiano de Allende, Eduardo Frei. Según la biografía no autorizada que publicó en 2014 el periodista Víctor Herrero, fue en la década de 1960 que comenzó el acercamiento del propietario de El Mercurio a los servicios secretos estadounidenses. Por otra parte, John Dinges y Saul Landau, autores de una investigación periodística sobre el asesinato, en Washington, de un ex ministro del gobierno allendista, describieron en detalle la reunión en la Casa Blanca del que llamaron “el archiduque de la nobleza sin títulos chilena”, el 15 de setiembre de 1970. De allí salió la instrucción de Nixon a la Cia para “apretar la economía chilena hasta que grite”. Tal mandato significó para el diario de Edwards un aporte de alrededor de dos millones de dólares, bien documentado por el Comité Church del Senado norteamericano, que en 1975 recopiló información sobre el papel de la Cia en el derrocamiento de Allende.

 
CENSURA Y DOMINIO.

La derecha chilena siempre ha sostenido que el gobierno socialista trató de asfixiar financieramente a El Mercurio, pero lo cierto es que durante los tres años del allendismo el periódico sobrevivió sin pérdidas importantes de circulación y con todo el respaldo publicitario de una comunidad empresarial que se sentía amenazada por los cambios económicos y sociales. El apoyo propagandístico al modelo neoliberal impuesto por la dictadura fue recompensado con la condonación de deudas y créditos ventajosos, en tanto que varios ministros y otros funcionarios del régimen se convirtieron en miembros de la junta directiva o columnistas y editorialistas. Por otra parte, Edwards aplicaba con celo la censura en nombre del gobierno dictatorial; en 1982, por ejemplo, despidió al director del diario y hombre de su confianza, porque se había atrevido a publicar un editorial de crítica al asesinato, cometido por los agentes pinochetistas, de un importante dirigente sindical demócrata cristiano. Aunque El Mercuriosolía mantener un estilo distante y doctoral en sus artículos y comentarios, otros diarios del grupo, como el vespertino La Segunda, sumergían en dudas las denuncias sobre los detenidos desaparecidos y justificaban con titulares crueles las acciones de los militares.“Exterminados como ratones” es un titular recordado hasta hoy por los familiares de varias decenas de militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que fueron eliminados mediante las coordinaciones con otras dictaduras de la región.

Los gobiernos democráticos, que no se han apartado mucho del sistema del libre mercado que fue bien montado por los socios civiles de Pinochet, se mostraron indiferentes ante la suerte de las publicaciones que otrora habían sido opositoras al gobierno dictatorial. Así fue como el mercado de la prensa quedó dividido entre dos grupos que se alinean con la derecha: La Tercera y El Mercurio, y este último pudo adquirir casi todos los diarios del interior del país, acaparando más del 80 por ciento de su circulación. Además, la inexistencia de una sanción social para el papel desempeñado por el diario de Agustín Edwards en la historia reciente permitió que el propietario siguiese siendo poderoso e influyente en los más diversos ámbitos.

 
DE TAL PALO.

La cercanía con sectores conservadores católicos, principalmente el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, hace de El Mercurio el abanderado de cruzadas morales contra leyes como la del divorcio, que apenas entró en vigencia en 2004, o la de terminación del embarazo y salud reproductiva, aún detenida en el Senado, pese a que el aborto está prohibido en todas sus formas y una mujer puede ser obligada a llevar en su vientre un feto muerto hasta el parto natural. A una alumna de periodismo, que ante el ofrecimiento de un trabajo en El Mercurio me consultó sobre cómo determinar los márgenes de libertad editorial en el diario, quien esto escribe le sugirió que simplemente preguntase si podría entrevistar a personas que respaldaran la ley de divorcio. Hecha la pregunta a la editora de la sección de ideas y cultura, la respuesta fue inequívoca: “¡Aquí no publicamos opiniones favorables al divorcio!”.

En 1992, un hijo de Edwards fue secuestrado por un grupo guerrillero; mediante unos pocos telefonazos, el padre consiguió que ni las autoridades ni los medios divulgaran la noticia por algunas semanas, y trajo asesores del Fbi y los servicios secretos ingleses para que le indicaran cómo negociar con los secuestradores. Después de la liberación de Edwards hijo, que se concretó sin la intervención de las autoridades nacionales, el propietario de El Mercurio creó una fundación para combatir el crimen, que en la actualidad es un referente para todos los gobiernos. La publicación periódica de los datos de la Fundación Paz Ciudadana se constituye en noticia de primera plana y suele ser una fuente de críticas al gobierno por el tema de la seguridad pública, pese a que Chile es estadísticamente uno de los países más seguros del continente. Por ello, es dable suponer que la influencia de Agustín Edwards, encarnada en El Mercurio y en un hijo mayor que tomará las riendas del grupo –quien en las fotografías parece un clon de su padre, hasta en la vestimenta–, seguirá condicionando el desarrollo del Chile democrático.

 

 

Información adicional

Autor/a: HORACIO BRUM
País: Chile
Región: Suramérica
Fuente: Brecha

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