El pasado 17 de enero de 2018 circuló un audio por la red social WhatsApp, donde una mujer de nombre desconocido alerta a sus familiares sobre la entrega del último informe de contaminación de la ciudad de Medellín, haciendo un llamado a no entrar en pánico, ella expresó: “Hay mucha información interna del municipio que no publican para no generar pánico, pero en realidad el examen que llegó ayer y nos comunicaron a los servidores, es que la situación está bien delicada, las partículas que están analizando son muy peligrosas, sobre todo para los niños, que hacen efecto inmediato en los pulmones”.
La duda frente a la vigencia de este audio se resolvió al día siguiente a través de las emisoras locales donde confirmaron que los audios correspondían al año 2017. Sin embargo, y pese a ser una alerta ya pasada –¿resuelta?– cabe preguntar: ¿cuál es el estado actual del aire en Medellín?
Para el mes de marzo de 2017, cuando la ciudad fue declarada en alerta roja por crisis en su aire, la medida tomada por la alcaldía de la ciudad para solucionar la crisis ambiental fue incentivar el uso del transporte público, garantizando viajes gratis en el Metro, jornadas laborares dentro de las horas con menor contaminación y el uso de la bicicleta por 3 días seguidos. según informes realizados luego de las medidas contingentes, la contaminación se redujo significativamente y ya no representaba un riesgo para la salud de quienes habitan este territorio.
En lo que va del mes de enero de 2018, las autoridades ambientales y la alcaldía de Medellín no se pronuncian frente a nuevas alertas rojas en la ciudad, lo que no es garantía de que la ciudad no se encuentre en riesgo actualmente. Volviendo a la afirmación de la mujer del audio “Hay mucha información interna del municipio que no publican para no generar pánico”.
El problema de la chatarrización
No puede negarse que uno de los factores que más beneficia el aumento de la contaminación del aire es la cantidad de vehículos que circulan por las ciudades; el gremio de automotores en el mundo no tiene reglamentaciones que ayuden a controlar la producción de carros y, así mismo sucede con los procesos de chatarrización en Colombia.
De acuerdo con los informes del Ministerio de Transporte y el periódico El Colombiano, para el 2016 la cifra de carros y motos en Medellín era de 1.256.000 con una tasa de 329 vehículos por 1.000 habitantes, es decir, por cada tres habitantes había un vehículo, de los cuales 710.000 corresponden a motos y 546.000 automóviles.
Estas cifras hacen parte de los millones de vehículos que circulan por todo el país. Millones que no disminuyen por falta de medidas efectivas de chatarrización, si bien existen políticas para este proceso a nivel nacional, su desempeño ha sido muy pobre. Entre los años 2014 y 2015 solo se chatarrearon 4.848 y 3.942 respectivamente; la vida útil de cada vehículo es de 25 años máximo, pero la medida no se cumple, para septiembre de 2017 eran más de 93.967 vehículos circulando, por lo que se calcula que al menos 8.000 de estos deberían ser desintegrados anualmente, para lo que se necesitaría un presupuesto de 2 billones de pesos, según Juan Carlos Rodríguez, presidente ejecutivo de la Federación Colombiana de Transportadores de Carga en Colombia.
Otra de las medidas de prevención luego de la alerta roja, es la exigencia a las cooperativas de transporte público para que cambien los modelos de los buses y microbuses transportadores, por vehículos más modernos que sean más amables con el ambiente, sin embargo, esto requiere altos presupuestos por parte de las cooperativas transportadoras, que en caso de no cumplir con la normativa están destinados a desaparecer y pasar a ser una ruta integrada al sistema Metro. Otra problemática que ha sido invisibilizada.
En las ciudades de cemento...
Pareciera que el caos propio de la ciencia ficción donde el planeta se destruye y la naturaleza despierta buscando su espacio no está lejano de países como Colombia. Las medidas de cuidado y preservación del ambiente son pobres y aún no logran ser aplicadas por las personas y mucho menos por las industrias y sus medios de producción. Por el contrario, los momentos de mayor crisis ambiental son omitidos “para no generar pánico”. Hace falta repensar la madre tierra como un hogar al que hay que respetar y hacerlo sostenible en el tiempo, repensando también los hábitos de consumo.
Más allá de que los audios que prendieron de nuevo las alertas en la opinión pública de Medellín sean del año pasado, no puede perderse de vista que la tala de árboles y la construcción masiva de elefantes de cemento siguen viento en popa. Mientras la conciencia ante la problemática está lejos de brindar soluciones ante el daño generado.
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