Una reflexión desde vivencias ajenas del propósito de fondo que busca el poder reinante en una sociedad dada, con el exilio de quienes lo confrontan. Las transformaciones que suscita en quien lo padece.
Hay un mal estatal que acaba silenciosamente la vida de las personas, aquellas que no están de acuerdo con el actual modelo de sociedad, y que actúan para cambiarlo; no obstante, el Estado ha defendido la acumulación de capital y todos sus esquemas, hoy bajo la egida neoliberal en los campos económico, cultural, jurídico, mediático y educacional, así como en la combinación institucional y para institucional en el campo militar, con la violencia como eje transversal a todo su accionar.
En este caso es el exilio, herramienta silenciosa, empleada históricamente por el gobierno de las élites tradicionales, para bloquear a los sectores opositores al régimen imperante. La expulsión del territorio por vía –violencia– directa, obliga a la víctima a encontrar asilo en otro espacio y otra institucionalidad, para salvaguardar su vida y la de su familia, fragmentando su mundo interno por la irrupción súbita de un nuevo contexto socio-cultural, en muchas ocasiones radicalmente ajeno.
La condición de exiliado implica el desarraigo de la comunidad, la separación de un tejido social construido y re-elaborado con la experiencia. El exilio sacude los cimientos de la identidad que había sido construida en la práctica durante un tiempo prolongado y en un espacio determinado. Cuando se llega al país receptor, se deben comprender sus condiciones, prácticas, cultura y contexto para poder entablar una interacción adaptada a las nuevas exigencias del entorno, flexibilizando la identidad del sujeto exiliado, en el intento de no perder la que trae consigo, al tiempo que dialoga y toma lo que le exigen de la cultura receptora.
Pero, ¿por qué se exilia a una persona? ¿a quién se exilia? Principalmente, en nuestro país, la persona expulsada es aquella que critica el régimen imperante, a través del discurso y de la acción, buscando la manera de transformarlo, por lo que se denota un choque de intereses con la clase social que controla o incide directamente en el Estado, quien al tener el monopolio de la fuerza la emplea hacia esas voces críticas-opositoras.
Ahora bien, ¿por qué se menciona el carácter de arma silenciosa del Estado? Salvo en el caso de no ser una guerra inter-estatal, donde los pueblos que están en medio del conflicto armado deciden salir del territorio por miedo a ser asesinados por uno de los bandos en disputa; son los grupos armados para-estatales quienes presionan el exilio cuando el conflicto es interno. Los grupos paramilitares firman la amenaza, como presión psicológica que amedranta a quien la recibe, grupos armados fuera de la ley, por lo regular alineados con la defensa de los privilegiados del modelo económico, político y social imperante, lo cual les da un margen de acción más amplio.
Aquí destacamos algunos casos, como el del escritor Alfredo Molano, quien en su libro “Desterrados, crónicas del desarraigo” explica en la introducción cómo fue el proceso del exilio que padeció en 1998, a partir de sus columnas en el diario El Espectador acerca del paramilitarismo, sus masacres, sus vínculos con el narcotráfico y la fuerza pública, la crítica frente al gobierno de la época por su negligencia en no desarticular esos grupos armados, sus relatos del campesinado en las zonas de conflicto armado, y sus vivencias entre los cultivos de coca y el abandono estatal. “Mis artículos se hicieron muy críticos, en particular contra los paramilitares, que crecían masacrando campesinos, incendiando pueblos y asesinando selectivamente defensores de derechos humanos, crímenes cometidos todos en la más absoluta impunidad. Comencé entonces a recibir amenazas firmadas”.
Entre las amenazas directas recibidas por el académico, se encuentra este episodio días antes de exiliarse (2001) “Tres días después recibí una nueva carta en la que me advertían que los paramilitares no eran ‘desmontables’, como yo pedía, pero en cambio ellos si estaban dispuestos a desmantelar la ‘paraguerilla’, que le hacía más daño a las instituciones que los mismos guerrilleros”. En un editorial de El Espectador, también fue devuelta la respuesta que dio pie definitivamente a salir del país y llegar a Barcelona: “Tenemos pruebas fehacientes de que el señor Molano hace parte de la parasubversion, que no es enemigo de las autodefensas sino de la nación y que es un francotirador intelectual parcializado en sus juicios y sesgado en sus análisis”. Y remataba: “Señor Director, le reiteramos públicamente nuestro respeto por la libertad de expresión, la crítica y el disentimiento”.
Otro caso que traemos a colación, es del defensor de derechos humanos del departamento del Cesar, Guillermo Pérez Rangel, a quien la primera amenaza le llegó en 1997 por parte de los paramilitares en el municipio de Buena Seña (Sur de Bolívar) presionado a salir del municipio y dirigirse a Valledupar, después de participar en la organización de una movilización en contra de la explotación de oro que impulsaban varias multinacionales en aquel territorio.
En el 2014, cuando hacía las veces de defensor de las comunidades campesinas de la Serranía del Perijá, nuevamente fue blanco de las Autodefensas Gaitanistas quienes le señalaron como miembro de la insurgencia. Seguidamente, en el 2015, fue abordado por dos hombres armados quienes lo robaron y amenazaron. En junio del 2016, se vio presionado a ir a Bogotá cuando un día cualquiera le dieron plazo hasta las 3 de la tarde para irse de la casa. Actualmente fue elegido por su comunidad en la Asociación de Campesinos y Comunidades Sin Tierra del Cesar, como secretario de la Mesa de Derechos Humanos y Territorios.
El exilio no conoce edad ni género. Lola, es colombiana y trabaja en la ONG de Desarrollo Social en Europa1, dio a conocer su caso por medio de una entrevista. Frente a la pregunta ¿cómo fue su proceso de exilio?, respondió:
“No ha sido fácil abandonar la familia, el trabajo, el proceso social, y mi país donde lo tenía todo, para venir a partir de cero en una cultura que no es la mía, pero cuando uno está acostumbrado a luchar por un cambio social lo más importante es vincularse a las formas organizativas del país receptor para seguir apoyando las luchas de Colombia. Yo vine acogida por el Programa Asturiano de Atención a Víctimas de la Violencia en Colombia, por seis meses, al regresar a mi país la situación se me complicó por lo que me tocó regresar. Aquí me vinculé a trabajar con las organizaciones de derechos humanos y el sindicato, integrándome muy bien y rápido en esta sociedad, me casé aquí y al año me dieron la nacionalidad. Eso ha permitido que mi desarraigo y exilio no sea tan duros, pues hago muchas de las cosas que hacía antes, seguir vinculada a un proceso social, apoyando las luchas y la defensa de los derechos humanos en Colombia”2.
¿Qué tienen de común estos tres ejemplos?
En estos tres ejemplos de exilio colombiano, se expone la causa esencial de violencia política, donde las élites y las comunidades se enfrentan en un conflicto histórico, donde los sectores empobrecidos son víctimas de las clases gobernantes –cuyos intereses antagónicos tienen amplias consecuencias colectivas e individuales–. Sin embargo, otro factor en común en los ejemplos es la no declinación de la postura política que asumieron y por la cual fueron perseguidos y exiliados.
La violencia política sigue prolongándose al identificar el periodo y los gobiernos que han pasado durante estos tres ejemplos, por no nombrar otros tantos que se registran en la historia de nuestro país desde principios del siglo XX.
Según la teoría del exilio, lo que se plantea al culminar el exilio del sujeto que vive un tiempo determinado en el Estado receptor, es la desaparición de las condiciones de la violencia política, tal como sucedió en los casos de exilio causado por las dictaduras militares vigentes en América Latina durante el siglo anterior, que al cerrar su ciclo y empezar la transición hacia la democracia representativa, las victimas del exilio en muchos casos retornaron a sus países. Un factor que incide en el retorno, es la legitimidad que crea el exiliado en el Estado receptor, que junto al nivel de relación sostenida con su país de originen influyen en la decisión de retornar o no, pues en el proceso de diálogo con el contexto social diferente a veces se produce una apropiación que redefine la identidad del exiliado.
Esto rodea, por supuesto, la culminación de la violencia política que desencadenó el exilio, siendo ésta la causa principal del retorno. Sin embargo, en el caso colombiano, la prolongación del conflicto armado, ahora su mutación con la actuación militar de las disidencias de las Farc (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común), el aumento y mayor operatividad de los grupos paramilitares, el enfrentamiento entre las insurgencias del Ejército Popular de Liberación (Epl) y el Ejército de Liberación Nacional (Eln), la agudización del conflicto social, la persecución y asesinato de líderes sociales, no hay proyección de luces que indiquen la pronta desaparición de las causas que llevan al exilio.
No obstante esto, a pesar de las implicaciones subjetivas y colectivas que produce el exilio, en el caso colombiano se presenta que las víctimas de la represión estatal, conviviendo en contextos socio-culturales totalmente diferentes, continúan con el ejercicio organizativo y político. Con el exilio dentro o fuera del país, la víctima se mueve en una constante transformación individual que oscila entre la re-configuración de su identidad y la reafirmación de su postura política, siempre en la búsqueda de la desaparición de la violencia que le obligó a desplazarse contra su voluntad, para tener unas condiciones de vida diferentes y mejores en si y en las comunidades que dejó atrás.
* Comunicador social del Coordinador Nacional Agrario. Miembro de la Secretaría de Comunicación y Formación
1 Por seguridad se cita de esta manera a esta víctima del exilio político colombiano.
2 Lola, se encuentra en Europa sobreviviendo y apoyando las luchas de las comunidades en Colombia. Salió del país en Abril del 2005, regresa en diciembre de ese mismo año, pero tuvo que volver a exiliarse en abril del 2006.
Bibliografía
Molano, Alfredo (2001) Desterrados, crónicas del desarraigo. El Áncora, Editores. Bogotá.
Uribe, Maria Tila (2015) Los años escondidos, sueños y rebeldías en la década del veinte. Bogotá.
http://m.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/guillermo-perez-el-lider-campesino-de-cesar-que-luchas-por-el-territorio-206378
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