“El espíritu colombiano no ha logrado superar el paternalismo feudal”
Jorge Gaitán Durán
La revolución invisible, ensayo del poeta Jorge Gaitán Durán, publicado en diferentes entregas entre mayo y diciembre de 1958, “era en última instancia, como lo afirma el poeta, la búsqueda de una política”, en medio del Pacto Partidista que daría como resultado el llamado Frente Nacional entre 1958 y 1974. Para Gaitán Durán su ensayo invitaba a salir del feudalismo colombiano hacia una modernidad capitalista democrática. Ese fue su ejercicio de reflexión, su propuesta de renovación político-cultural. Industrialización y reforma agraria, según Gaitán Durán, eran dos formas de superar la “Edad Media Ladina” y la trágica violencia que ha sostenido la sociedad colombiana durante casi toda su historia republicana.
Nos interesan estas reflexiones, sobre todo porque introducen una aguja sobre la llaga de la cultura patriarcal, moralista, semi-feudal que en los años cincuenta se sostenía en los andamios jerárquicos y hegemónicos conservadores, los cuales todavía hoy son las piedras fundacionales de nuestra tradición política y social. Y nos interesan porque, como intelectual y poeta, Gaitán Durán sostuvo hasta el final de sus días la petición de levantar las creaciones estéticos-poéticas con base en actitudes éticas, manifiestas en el compromiso por los otros, con la libertad, la crítica, la rebeldía y el inconformismo con lo establecido.
Esta correspondencia entre la obra artística y la vida del creador, nada indiferente a los sucesos de su tiempo, fue lo que impulsó al poeta a realizar una radiografía del país –y de su época– con una determinación independiente frente a los dogmatismos y fanatismos políticos y religiosos. Puso, como lo enunció en el primer número de la Revista Mito, sus palabras en situación. Precisamente la aventura intelectual de dicha revista sintetizó esas apuestas. Bajo la amenaza de la censura de prensa, consagrada en la Constitución Política desde 1886; frente al poder de la censura ejercida tanto por el gobierno como por la curia; en torno a las críticas a terratenientes e industriales, como a la oligarquía retardataria y a una izquierda sectaria, Mito –y su fundador– prosiguieron en la tarea intelectual de llevar a cabo “la realización de la Reforma Ética del País, cuya estructura moral y cuyos estilos de conducta han sido implacablemente socavados”, como se lee en el editorial de la revista de octubre y noviembre de 1957.
Con una actitud independiente y crítica, en la cual, según sus propias palabras, existe una profunda unidad entre la labor crítica y la labor poética, en la que reflexión y arrebato van juntas, el ensayo La Revolución Invisible analiza la situación colombiana bajo las hegemonías culturales provenientes de la Regeneración Conservadora del finales del siglo XIX. En el capítulo titulado “El Presidente y los Burgueses”, Gaitán Durán, en dura confrontación con las formas autoritarias imperantes escribe:
“No puedo admitir que Colombia sea desfigurada por un clericalismo energúmeno, rechazado por católicos tan eminentes y tan representativos del moderno pensamiento cristiano como Mauriac o La Pira y, más cerca de nosotros por Rafael Caldera. No es posible que, mientras el país se desarrolla y supera sus abrumadoras limitaciones estructurales, vayamos a ser modelados espiritualmente por la censura, la intolerancia y el fanatismo. Para mí, la libertad, aún en sus formas más extremas, no es una farsa o un recurso demagógico, sino una necesidad humana que hay que defender cotidianamente”1.
Junto a ello, el poeta observa cómo la burguesía –en especial un personaje como Alberto Lleras Camargo, Presidente durente el periodo 1958/62– posee una “adhesión irrestricta al modo de vida norteamericano”. Una denuncia, una crítica a la voluntad sumisa de la burguesía criolla que mantiene plena actualidad, pues aún hoy los más destacados personajes de esa clase actúan con igual devoción sumisa–. Y agrega, “Dentro de cinco años el país debería aspirar a estar relativamente independizado del comercio exterior, lo que quiere decir que no importaríamos sino las materias primas que físicamente no pudiéramos producir, que no importaríamos alimentos, que solo importaríamos las máquinas que no produjera el país, pues es mucha la que podría ser colombiana […] mientras esto no se logre continuaremos siendo Menores de Edad en el conjunto de las naciones del globo”2.
Como una premonición a la inversa de lo que pasaría con los Tratados de Libre Comercio (TLC), Gaitán Durán retrató en negativo de lo que Colombia haría cincuenta años después, dominada por un neoliberalismo depredador y perverso, embarcándose así en una dependencia económico-cultural con la cual “la mentira, el conformismo, el desprecio por el pensamiento han sido elevados al rango de instituciones nacionales”3.
La petición del poeta de construir un gran proyecto nacional centrado en dos grandes transformaciones: la Reforma Agraria y la Industrialización del país, quedaban por esos años sin bases y sin posibilidades. Des-industrializado el país y casi con el agro a punto de desaparecer, los prospectos político-económicos de una burguesía moderna y dirigente se disolvían sin pena ni gloria. Hace cincuenta años, Gaitán Durán todavía veía posible construir una Colombia acorde con las concepciones de la modernidad ético política, tal como en otros países del hemisferio se gestaba. Utopía o posibilidad, lo cierto es que el poeta apuntó con certeza a los blancos más sensibles de un país casi feudal, lleno de fanatismos religiosos, militares y partidistas. En medio de estos fundamentalismos ¿cómo lograr realizar el proyecto civil de una modernidad educativa, ético política?
Esta “feudalidad, hermética y reconcentrada”, al decir de Gaitán Durán, ha producido una violencia a gran escala durante casi toda nuestra historia. Sin embargo, hay que “preguntarse qué terreno de predisposición lleva al hombre colombiano a recurrir colectivamente al asesinato, al robo, a lo ilícito y lo monstruoso, en su búsqueda de poder y de riqueza; hay que preguntarse por qué la violencia se instala con tanta facilidad y por tan largo período en el carácter social del colombiano […] rozamos así una dimensión abismal: las causas sociológicas y psicológicas de nuestra tragedia”4.
Tanto las causas políticas, económicas y psicológicas de la violencia muestran el fracaso histórico de los proyectos colombianos. Son un mapa de frustraciones generacionales, “indican, como lo argumenta el poeta, que el hombre colombiano está reprimido, insatisfecho, angustiado, que no tiene posibilidades normales de amor, cultura, prosperidad y poder, y en consecuencia no consigue impedir que en él se desarrollen imperialmente, al menor estímulo exterior, las tendencias destructoras […] más que en otra patria cualquiera en nuestro país el hombre ha sido una ‘pasión inútil’”5.
Sin partidos políticos modernos, con estructuras conservadoras, con un país semi-feudal, clerical, militar, presidencialista, “la educación colombiana –en la escuela primaria, el bachillerato y la universidad– siguió siendo retórica y clerical, correspondía a nuestra Edad Media, estaba en retardo sobre la historia”6.
Esa es nuestra “burocracia feudal”, nuestro destino de país sólo consumista, depósito o reserva de materias primas para los imperios. De esta manera, como en los tiempos de Gaitán Durán, “los malos humores invaden por todas partes la vida colombiana”, pues, “el espíritu colombiano no ha logrado superar el paternalismo feudal”7.
Colombia, país que parece congelado en el tiempo. Hasta esta segunda década del siglo XXI los medios de comunicación hegemónicos, los fiscales, los gamonales, congresistas y procuradores de derecha, algunos periodistas, intelectuales, profesores y burócratas, siguen legitimando al país del Índex, prohibiendo y rechazando los discursos de la diferencia y del cambio como hace más de cien años.
1 Gaitán Durán, Jorge, La revolución invisible, Ariel, Bogotá, 1999, pp. 24-25.
2 Ibíd., p. 32.
3 Ibíd., p. 33.
4 Ibíd., p. 44.
5 Ibíd., p. 45.
6 Ibíd., p. 60.
7 Ibíd., pp. 138-142.
* Carlos Fajardo Fajardo, poeta colombiano.

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