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Unesco declarará al Ecuador sin iletrados

Unesco declarará al Ecuador sin iletrados
Desde 2007, cuando entró en vigencia el Programa Nacional de Educación Básica para Jóvenes y Adultos, del Ministerio de Educación,  hasta hoy   cerca de 420.000 personas  mayores de 15 años  dejaron  de ser analfabetas en Ecuador. 

Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la cifra representa una reducción de casi siete puntos porcentuales, si se establece que en 2007 era   9,3% y ahora solo el    2,7% de la población tiene este problema.

Por ello, la  entidad declarará oficialmente el martes a  Ecuador como un  país libre de analfabetismo. La ceremonia oficial será en Manta.
 

ANTECEDENTES

El presidente de la República, Rafael Correa, se puso la meta de reducir los índices de analfabetismo el pasado  14 de agosto de 2007.

El programa se oficializó en Monjas, provincia de Chimborazo. En ese momento, el Ecuador tenía un  9,3% de personas con analfabetismo.

La meta de la Dirección Nacional de Educación Permanente, del Ministerio de Educación,  es reducir los índices hasta el  2012.

 
El acto estará presidido por el presidente de la República, Rafael Correa, además del ministro de Educación, Andrés Vallejo, entre otras personalidades.

Según la Unesco, un  país está listo para solicitar una declaratoria a escala internacional cuando la población analfabeta  no supera el 3,9% de la población total.

Mery Gavilanes, directora nacional de Educación  Popular y Permanente, del Ministerio de Educación, explica que en  provincias como Chimborazo, Cotopaxi, Bolívar y Manabí  había un 19% de personas analfabetas,   cuando se ejecutaron las estrategias de  reducción del analfabetismo en  2007.

Ahora, por ejemplo, en Manabí,  solo un  3,4%. de la población está inmersa en esta problemática. 

Para cumplir con  las metas, el Ministerio de Educación -dice Gavilanes-  llevó adelante cinco subprogramas: Manuela Espejo, dirigido a la población  mestiza;  Dolores Cacuango, para comunidades indígenas y campesinas; Voluntad, para reclusos; Cordón fronterizo, para habitantes que viven en ese sector, y  de Capacidades diferentes,  para personas con discapacidad.

En primera instancia  se montó  el plan Manuela Sáenz. Este atendió  a la población mestiza, con material en español.  Constó de cuatro módulos de enseñanza, desde el inicial,  donde las personas aprendieron vocales  hasta lecturas más complejas sobre el entorno natural y cultural, en el módulo cuatro.

En el proceso se entregó 500.000 libros a escala nacional. Antes de ingresar, los participantes realizaron pruebas de ubicación para que los educadores midieran  el nivel de instrucción con que contaban.   En el primer módulo se estudiaron los derechos; el trabajo, en el segundo;  salud y ambiente, en el tercero y cultura, en el cuarto.

El proceso de aprendizaje dependió de la dedicación y constancia  del estudiante. Pero, en general,  estuvo   diseñado para que se desarrolle en un periodo de entre  cuatro y seis meses.

En el caso del programa Dolores Cacuango solo se educó en kichwa.

Sin embargo, recalca la funcionaria de Educación,   está   en proceso la elaboración de  varios   materiales en otros idiomas maternos (shuar, por ejemplo), para las diferentes nacionalidades y pueblos.

Voluntad, en cambio, se desarrolló en 34 centros de rehabilitación social del país. María Zabala participó  en el programa. Ella lleva dos años privada de su libertad por tráfico de drogas  en el Centro de Rehabilitación Femenino, en el sector de El Inca, al norte de Quito.

La joven manabita, de  27 años, quien no  sabía ni leer ni escribir hace dos meses,  ingresó al programa Voluntad, motivada por su compañera de celda, “y me gustó, lo primero que puse fue  mi nombre, ahora puedo mandar cartas a mi familia, ellos saben que estoy bien” .

Como ella – manifiesta María Jaramillo, coordinadora provincial del programa en Pichincha- más de 200 mujeres participaron en este método de enseñanza. Allí tuvieron un 90% de aceptación de las participantes.

El proyecto Cordón fronterizo, por su parte,  estuvo encaminado en   nueve  provincias que están en el cordón fronterizo de Perú  y Colombia. En total fueron 24 kilómetros, desde la línea de frontera desde el sur al   norte.

El único problema que tuvieron los alfabetizadores al llegar a la zona -recalca Gavilanes- fue que muchos de los moradores no confiaron en ellos. Por ello, el Ministerio de Educación   capacitó a ciudadanos  de las mismas comunidades para que   trabajen en este sector. Finalmente, en el caso de las personas con deficiencia visual se les estimuló  con material didáctico de lecto-escritura con el  ábaco y en el sistema Braille.

Cada uno de los proyectos se orientó a la consecución del objetivo. Así lo entiende  Rosa Candilejo, de 65 años, quien toma entre sus manos un esfero azul. Se acerca a su cuaderno de apuntes, apoya su brazo izquierdo sobre  las hojas  y letra a letra escribe su nombre.

Ella vive en el sector de la Lucha de los Pobres, al sur de Quito. Se dedica a lavar ropa ajena. Gana US$ 5 diarios.

Candilejo jamás fue  a la escuela. “Es bonito escribir y leer, me siento feliz aprendiendo”, dice, mientras presurosa enseña el cuaderno a su instructor  Arturo Soto, quien la estimula con  una palmadita en la espalda.

Hace dos años, Soto  donó una pequeña construcción, aledaña a su casa,  para que la adecuen como escuela.  Todos los días acuden 22 personas al centro, en dos horarios de enseñanza: de 16:00 a 18:00 y de 18:00 a 20:00.

Él puso los pupitres y las mesas para que sus vecinos aprendan. “Quiero que salgan adelante, el estudio es la  única manera que tengan una mejor calidad de vida”.

Segundo Oviedo, de 55 años, quiere seguir con el bachillerato, pero  teme no ser aceptado en un colegio. 

 No obstante, el Ministerio de Educación  ayuda a este tipo de educandos a ingresar en colegios  fiscales del país. Para los de Quito este proceso se cumple en el  Colegio Fiscal Carlos Poveda.

En  las áreas rurales se contrató a 12.000 alfabetizadores. Sin embargo, el programa incluyó a 190.000 estudiantes secundarios. Su labor se convirtió en un requisito para la obtención de su título de bachiller.

Jaramillo explica  que los estudiantes de tercero de bachillerato,  antes de  terminar sus estudios secundarios,   tienen la obligación de cumplir con 200 horas y 120 horas para  los jóvenes de segundo de bachillerato. En el periodo 2007- 2008 participaron cerca de 30.000 estudiantes y en 2008-2009, 25.000 estudiantes de segundo y tercero.

El proceso se hizo con una  estructura nacional, regional, provincial, parroquial e institucional. En cada cantón y provincia, un coordinador y un supervisor realizaron  el  seguimiento y evaluación de cada uno los estudiantes. 

Camilo Samaniego es estudiante del colegio Benalcázar, de Quito. En este año pudo alfabetizar a dos personas en el barrio La Roldós. Para él, el proceso fue gratificante, “no solo enseñas, sino aprendes a ser más humano,  sensible y caritativo con la sociedad, pero había  personas que querían participar en el proceso, pues la  gente es inestable, no acudió siempre,  tuvieron   miedo y recelo, hubo personas  que mintieron que ya sabían leer y escribir, todo por no participar”, afirma.

El Ministerio de Educación, sin embargo, tiene otro reto: erradicar, hasta el 2012, el analfabetismo en el    2,7% de la población que aún resta. El principal desafío lo tienen en provincias como Guayas, Morona Santiago y Santa Elena,  que no están  declaradas como provincias libres de analfabetismo. Así, en Guayas, el 5,4% de la población es analfabeta, al igual que en Morona Santiago, donde asciende a 6,6%  y Santa Elena, que hay 4,2%.  En estas zonas ya está en marcha un plan de emergencia, donde se incentivará a  que la población participe activamente en el proceso.

JOSÉ MONCADA

Participante en la alfabetización

“Ahora  puedo darle una mejor calidad de vida a mi familia. El hecho de aprender a leer y escribir no solo es una ventaja, sino un logro de vida”.

Alfabetización y acción van de la mano

Soledad Mena, catedrática de la Universidad Andina Simón Bolívar, dice que hay varias acepciones de la palabra analfabetismo y, por ello, no se puede pensar que una persona ya no es analfabeta cuando sabe firmar, “porque esa  es  una concepción caduca”.  

Según su criterio, ser  una persona alfabeta no es solo saber  leer y escribir, sino ser usuarios de la cultura; es decir usar la  lectura y la escritura para interactuar con las personas, para participar de la sociedad, para estar activos como ciudadanos.

En este sentido plantea que se deben realizar campañas de lectura y escritura a nivel nacional con maestros, jóvenes y adultos. 

Todos estos proyectos -dice Mena-  deben estar apoyados en tiempos de calidad para mejorar, de esta manera, a la cultura.

La investigadora observa que en el Ecuador hay actualmente una  carencia de bibliotecas, en las escuelas no hay programas que estimulen a la gente y, por ello, los ecuatorianos  no somos usuarios de la lectura ni de la escritura, pasamos años sin leer y escribir”.

María Elena Vaca
[email protected]
Quito

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