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500 presas amenazan con ahogar el Amazonas

500 presas amenazan con ahogar el Amazonas

El impacto sobre los ríos amazónicos será ‘irreversible’ si se construyen todas las represas planeadas

A lo largo del Amazonas hay 140 presas hidráulicas operativas o en construcción y planean construir otras 428. Aunque al final solo se levante una porción de ellas, los científicos creen que su impacto sobre los ríos amazónicos será “desastroso”. Un estudio global sobre las consecuencias de tanta represa señala que alterarán el discurrir del río, reteniendo la mayor parte de los sedimentos y nutrientes fluviales que no vivificarán la planicie amazónica, ahogando la vida que depende del río y el océano donde acaba.
En el Amazonas todo es a lo grande. Su tramo principal tiene unos 2.000 kilómetros hasta la desembocadura en el Atlántico, en un estuario con más de 300 kilómetros de ancho. Pero aún hay otros 5.000 kilómetros hasta llegar al extremo contrario, a su cabecera en los andes peruanos, por donde discurren sus afluentes principales. Algunos, como el Madeira, el Negro o el Japurá, están entre los 10 ríos más grandes del planeta. La cuenca del Amazonas ocupa una extensión de 6,1 millones de Km2, 12 veces la de España. Y el agua que discurre por los ríos amazónicos equivale al 20% del agua dulce líquida de la Tierra.

A pesar de tanta enormidad, no hay río que sobreviva a 568 presas. Esa es la principal conclusión de un amplio estudio en el que han participado desde ecólogos hasta ingenieros, pasando por economistas y geólogos de una decena de universidades estadounidenses, alemanas, británicas y brasileñas. Aunque cada presa lleva aparejado su estudio de impacto ambiental, nunca se había estudiado el impacto regional de todas las represas habidas y por haber en la cuenca amazónica. La investigación, publicada en Nature, analiza el coste que tendrán sobre la vida del río, desde las inundaciones estacionales que dan vida a la Amazonia, hasta los sedimentos que dejará de arrastrar hasta la desembocadura.

Los ríos no son solo agua. También transportan grandes cantidades de sedimentos que arrancan de un lado y depositan en el otro. Estos sedimentos son el sustrato mineral de la vida en una amplísima región de más de un millón de Km2, entre humedales y llanuras aluviales. En su último tramo, el Amazonas transporta entre 800 y 1.200 millones de toneladas de limos, arenas y arcillas y al menos la mitad acaban en el océano al año. Con cada presa que se interponga entre el río y el mar, un porcentaje de esos sedimentos quedará atrapados en el hormigón.

“Acuérdense del antiguo Egipto, que dependía de los limos del río que fertilizaban las tierras de la llanura de inundación”, dice el investigador de la Universidad de Texas en Austin (EE UU) y principal autor del estudio, Edgardo Latrubesse. “El Nilo es hoy en día un río totalmente regulado artificialmente por megarepresas. Es un caso típico que ejemplifica los tremendos impactos producidos por infraestructuras construidas varias décadas atrás, lo que produjo grandes impactos sociales, ambientales y económicos”, añade este experto en geomorfología de los ríos. No es la primera vez que se relaciona la situación del Egipto moderno con la alteración del curso de su gran río.

En el caso que Latrubesse mejor conoce, el amazónico, el impacto combinado de las presas podría provocar que más del 60% de los sedimentos que arrastra el río se queden ahora atascados. “En el Yangtze [donde se levantó la presa de las Tres Gargantas] la retención hoy en día ya es de más de 75% y en otros ríos como el alto Rio Paraná en Brasil, la retención es más del 100%. Valores de más de 70-90% son típicos en el mundo. Esperamos algo similar en el Amazonas si todo fuera construido”, sostiene.

Tal interferencia en la dinámica del río tendrá unas “consecuencias desastrosas”, en palabras de Latrubesse. Los sedimentos no solo transportan nutrientes a la llanura aluvial, sino que son parte integrante del río: “Se erosionan barrancas, islas y pedazos de la llanura aluvial mientras se generan nuevas áreas por sedimentación”, recuerda este investigador. Esta dinámica ayuda a mantener en los trópicos una gran diversidad de ambientes y, para los biólogos, “este proceso de regeneración es un mecanismo muy importante que contribuye a la creación de biodiversidad”, concluye.

El problema no será menor en la desembocadura. La columna de agua y sedimentos que acaba en el Atlántico se extiende por más de 1,3 millones de km2 del océano, la mitad de lo que ocupa el Mediterráneo. Además de ser la base de una extensa línea coralina en la costa americana y los manglares de las Guayanas y el norte de Brasil, esta enorme aportación amazónica interviene en el clima regional condicionando la generación y movimiento de las tormentas tropicales del Caribe. La falta de sedimentos en la zona costera también favorecerá la erosión marina y la intrusión salina en los acuíferos.

Los autores del estudio han creado un índice de vulnerabilidad de los ríos al impacto de las presas. Sobre un máximo de 100, algunos ríos de la franja andina, como el Marañón, podrían alcanzar un índice 72. En su cabecera hay construidas o planificadas 104 presas de más de 1 megavatio (MW) de capacidad generadora. Más abajo, el río más vulnerable es el Madeira, uno de los 10 más caudalosos del mundo que por sí solo aporta la mitad de los sedimentos que el Amazonas lleva al mar. Con un índice de vulnerabilidad superior a 80, en el Madeira viven unas 1.000 especies de peces, el triple que en todos los ríos de Europa.

Pero el caso más llamativo quizá sea el del Tapajós, el principal afluente de la margen derecha del Amazonas. En su tronco principal no hay ninguna presa. Sin embargo, es y será uno de los más afectados por la construcción de decenas de represas en sus afluentes creando un sistema interconectado de presas y pantanos artificiales a lo largo de 1.000 Km, casi la distancia que hay entre Madrid y París. Para Latrubesse, “seria imposible construir este tipo de obras de tremendo impacto ambiental en países desarrollados”.

La justificación para todo esto era la necesidad de generar la energía sobre la que Brasil, Ecuador, Perú o Bolivia pudieran basar su desarrollo. Sin embargo, las presas hidroeléctricas no parecen la solución. El investigador de la Universidad de Oxford y coautor del estudio, Atif Ansar, recuerda: “Nuestras investigaciones previas han mostrado que, debido al sistemático problema de los sobrecostes y el alargamiento de los plazos, el coste real de las grandes presas es demasiado alto como para recuperarlo”. Pero estos trabajos eran económicos, no incluían el impacto ambiental. Ahora, dice, “las grandes presas no solo son inviables económicamente, sino también ambientalmente perjudiciales”.

Información adicional

Autor/a: Miguel Ángel Criado
País:
Región: Suramérica
Fuente: El País

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