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¿Qué son las etnomatemáticas?

¿Qué son las etnomatemáticas?

No existe una única matemática. La antropología y la historia, tanto como la sociología rural y la arqueología, ponen de manifiesto que cada pueblo tiene sus propias matemáticas y que cada grupo humano tiene, crea, desarrolla y usa las matemáticas que necesita.

Dentro de las dinámicas y cambios a que asistimos actualmente (= revolución científica) también las matemáticas se encuentran en proceso de re–formulación de sus fundamentos (recuérdese que los llamados fundamentos de las matemáticas fueron establecidos, esencialmente, por D. Hilbert —formalista—, específicamente, cuando crea la metamatemática. Justamente ocupada con plantear y resolver los fundamentos de las matemáticas).

Pues bien, en eso exactamente consisten las etnomatemáticas. Muy específicamente, y en notable contraste con la historia del platonismo y el formalismo en matemáticas, se trata de vincular a las matemáticas con la cultura, en toda la extensión de la palabra. Por tanto, con la educación y la economía, con la antropología y la sociología, con las artes y los más sensibles y álgidos problemas de la política.
La historia de las matemáticas fue siempre, a partir de los griegos, en general, y de Pitágoras y Platón en particular, la historia del pensamiento abstracto que ni hace referencia ni necesita de la realidad. Euclides y Descartes, el cálculo y los desarrollos más recientes, serían, todos, el resultado de una fabulosa capacidad de abstracción. Presuntamente, solo desde esas alturas podría captarse el mundo y la naturaleza.

Platón escribió a la entrada de su Academia: “El que no sepa matemáticas que no entre aquí”. Ya Galileo sostuvo expresamente que el lenguaje de la naturaleza es la matemática. Y Einstein mismo sostenía que en la medida en que las matemáticas se refieren a la realidad no son verdaderas, pero, en la medida que no lo hacen, son verdaderas.

Contra el formalismo, lo cierto es que no existe una única matemática. La antropología y la historia, tanto como la sociología rural y la arqueología, por ejemplo, ponen de manifiesto que cada pueblo tiene sus propias matemáticas, y que cada grupo humano tiene, crea, desarrolla y usa las matemáticas que necesita.

Así, por ejemplo, frente a la matemática de origen euclidiano, que es eminentemente carente de color, la antropología enseña que las geometrías del pueblo son coloridas: globos y cometas, fiestas y carnavales. No es posible la geometría sin el color (algo que contra Euclides nos recuerda, de otra parte, Mandelbrot con la geometría de fractales, que es una geometría dinámica y cromática).

Las etnomatemáticas tienen un origen y un sabor latino. Su padre, el brasilero Ubiratan D’Ambrosio, a finales de 1970, las concibe y las presenta como la conjunción de las raíces tica, matema y etno; respectivamente, técnicas y habilidades; explicar, entender y convivir; y la atención a los diferentes contextos socioeconómicos y culturales de la realidad. D’Ambrosio, ganador del muy prestigioso premio Félix Klein.
El programa de las etnomatemáticas consiste en abordar las distintas caras de la realidad. O si se prefiere, acaso de manera más radical, mostrar que no existe una única realidad y que el mundo humano se configura por la coexistencia y cruce de realidades diferentes. De esta forma, la interculturalidad y la interdisciplinariedad definen el espíritu mismo de las etnomatemáticas, un programa que ha crecido magníficamente alrededor del mundo con diversas asociaciones nacionales e internacionales, un encuentro regular sobre el tema y varias series de ediciones en editoriales prestigiosas.

Lo cierto es que existen diferentes formas de pensar. Y todas ellas se encuentran en función, o bien de la supervivencia, o bien de hacer posible y cada vez más posible a la vida. Al fin y al cabo, la función primera del conocimiento, en general, consiste en afirmar la vida y en hacerla posible. No en vano nos recuerda D’Ambrosio: en la educación lo importante no son los programas y los currículos. No son las escuelas y las universidades. En educación lo importante son los alumnos, como personas, como posibilidades.

Ahora bien, el objetivo de las etnomatemáticas no es el de negar, remplazar y desplazar a las matemáticas actuales; o a las habidas en la historia. Por el contrario, se trata de encontrarles otro fundamento, no ya en la razón y el intelecto, en el entendimiento y en alma, para decirlo de manera clásica, sino en las prácticas y los saberes, en la sociedad y en la cultura, en fin, sin ambages, en la vida misma. Pobre es la ciencia que no está en función de la vida, de su dignidad y de una vida con calidad.

Al fin y al cabo, la vida cotidiana —el mundo de la vida, en rigor— es el universal en el que al mismo tiempo que anclan, se nutren la existencia de los seres humanos. Sus amores y angustias, sus sueños y tragedias, sus esperanzas y entuertos, por ejemplo. La cotidianeidad —el mundo de la vida—, esa dimensión cambiante, calma y rugiente a la vez de donde proceden los conceptos y a donde nos dirigen también.

En fin, es como si dijéramos que nadie conoce bien, nadie piensa bien y nadie sabe bien si no sabe vivir con lo que sabe, cree o conoce. Vivir en armonía con la naturaleza —no por encima de ella— y convivir con los demás, en su diferencia y en la alteridad, en la diversidad y como multiplicidad. En toda la línea de la palabra (algo de lo cual las matemáticas “normales” poco y nada saben y sobre lo cual prefieren hacer silencio o pasar de agache).

Más recientemente, las etnomatemáticas han sido uno de los nutrientes para la constitución de una ciencia nueva: la etnociencia, un campo que encontró originariamente en la antropología cognitiva su primera cuna. Como se aprecia, asistimos a un horizonte vívido y vibrante, optimista y cambiante. Nuevos tiempos se avecinan y otros nuevos están siendo creados.

Información adicional

Autor/a: Carlos Eduardo Maldonado
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Palmiguia

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