
¿Habrá una nueva realidad para los trabajadores de la cultura, y para la cultura, por supuesto, cuando pase la gran crisis que la pandemia agudizó, pero de la cual no es, ni mucho menos, la causante?
La crisis que viven los trabajadores culturales viene de épocas remotas y es una crisis estructural del sistema neoliberal de economía, uno de cuyos mandamientos procura desconocer o minimizar la importancia del trabajo cultural, para privilegiar, en cambio, la tecnología que “ahorre” costos de producción, en especial mediante la reducción extrema del empleo de mano de obra. La Inteligencia Artificial (IA), con sus prodigios, que ya han destruido más de doscientos millones de trabajos en el mundo, es la causa real de la crisis que atravesamos. Paradójicamente, la IA no ha incidido de manera directa en la crisis que sufren los trabajadores de la cultura.
Habría que preguntarse ¿Quiénes son los trabajadores de la cultura, y qué es la cultura? La definición ingeniosa de la gran novelista sueca Selma Lagerlöf (1858-1940), “Cultura es lo que subsiste cuando olvidamos lo que habíamos aprendido”, nos acerca a un concepto más axiomático: “Cultura es el cultivo intelectual del conocimiento humanístico”. Entendida así, la cultura está en los orígenes del ser humano, nace con él, y ha sido el motor de su desarrollo real a lo largo de los siglos.
Trabajadores y trabajadoras de la cultura son, por consiguiente, aquellos que dedican su inteligencia y su esfuerzo físico a la divulgación y al cultivo del conocimiento: escritores, periodistas, pintores, músicos, editores, científicos, filósofos, directores y actores/actrices de teatro y de cine; a la lista pueden añadirse los yotubers que, por ese medio, propio del siglo XXI, difunden el conocimiento.
Con la primera Revolución Industrial (c. 1750) el florecimiento de la cultura (decaída después del Renacimiento y del Siglo de Oro español) tuvo nuevos momentos de esplendor, al tiempo que, con el mismo fenómeno industrial, nacen las precursoras de la tecnología, las artes mecánicas, descritas gráficamente con grabados asombrosos en los siete volúmenes adicionados a los diecisiete de texto que componen L’Enciclopédie, obra monumental de los grandes pensadores y filósofos franceses de la época, es decir, obra monumental de la cultura.
A partir de la Revolución Francesa se entabla, primero, una lucha sorda y tenaz entre cultura y mecanicismo, y después, entre cultura y tecnología, en la que ésta, aupada por los poderes plutocráticos, ha tomado ventaja preocupante.
La crisis económica colosal que arrancó en el 2008 con el escándalo de las hipotecas subprime en Estados Unidos, que sacudió al Planeta, y que ha mostrado en el 2020 su cara más fea, con la pandemia coronavirus covid 19, ha golpeado a los trabajadores de la cultura hasta hacerlos aparecer como los quieren ver los sectores plutotecnocráticos: como una especie en extinción. Sin embargo, se engañan. Es cierto que la expresión cultural, como industria inherente a la esencia humana, como economía producto del talento y del conocimiento de los seres pensantes, está hoy deprimida; pero la nueva realidad de la cultura es que la crisis, tan profunda como es, puede generar de rebote una oportunidad nueva de resurgimiento, si se produce entre los trabajadores de la cultura, en Colombia, en América Latina, en el mundo, un movimiento global de solidaridad, que rompa, en Nuestra América, la condición de islotes mediterráneos en que los imperios financieros han sumido a nuestros países.
No es la idea acabar con la tecnología, sino impedir que la tecnología acabe con la cultura, lo que traería en consecuencia, el fin de la humanidad. La cultura es un elemento de vida invencible. Ave Fénix, se sacude sus cenizas y emprende el vuelo para rescatar a la humanidad al borde del precipicio, como lo ha hecho tantas otras veces.
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