El sistema democrático, tal vez el menos malo de los conocidos, no puede denominarse como tal si en su ejercicio se incumple una de sus máximas: contar con el pueblo. En Colombia, la democracia más antigua, y falaz, del continente latinoamericano, el pueblo llano apenas cuenta, porque no se escuchan sus narraciones y porque no es tenido en cuenta.
Para denunciar gran parte de la falsedad democrática es para lo que ha escrito Carlos Gutiérrez su libro Democracia que no has de ejercer, déjala ser. Recién salido del horno de esa editorial batalladora e incansable que es desde abajo, el texto hace una disección de esa democracia tan manida y hueca: la que se enseña en las escuelas y la que se practica en la política y que para nada es ejercida por la ciudadanía.
A lo largo de sus poco más de ciento sesenta páginas, el autor analiza la realidad colombiana de los últimos tiempos a partir de los hechos acaecidos en septiembre de 2019 tras el asesinato a manos de la policía de Javier Ordoñez, una especie de caso Floyd a la colombiana. La violencia policial sirve de hilo conductor que desarma la democracia y tiñe de sangre a quienes se atreven a ejercer sus supuestos democráticos derechos.
El respaldo de los gobiernos a la violencia ejercida por las fuerzas del orden deslegitima la democracia que dicen representar, y las actuaciones de las fuerzas del orden, Policía y Ejército, son, según señala Gutiérrez, uno de los “diques que bloquean la emergencia de la democracia que requiere el país para cerrar una historia de dos siglos de régimen presidencialista, centralista, militarista, autoritario y policivo” (pág. 13).
Frente al “cementerio ampliado” en el que estamos convirtiendo el planeta, en el libro se intenta responder a preguntas difíciles y profundas, aunque necesarias para mantener viva la llama de la esperanza y no morir de asco por la falta de perspectivas: ¿Cómo proceder para que la democracia –más allá de formal– tome forma directa, radical? ¿Es posible que la libertad recupere sus pasos, así como la igualdad y la fraternidad solidaridad, y como resultado de todo ello la justicia?
Una realidad cerrada al cambio
Es la realidad actual de Colombia, con reiteración de crímenes, incluidos los de Estado, con elevada concentración de la propiedad y la riqueza y con una brecha social cada vez más ancha, la que hace que este libro grite “Democracia que no has de ejercer, déjala ser”.
El vigente panorama mundial es de crisis democrática, al menos en su ejercicio ciudadano, con pocos visos de cambio debido a un sistema económico, social y cultural que impide el cambio necesario. Las imágenes, relatos, testimonios, cifras y noticias de cualquier rincón del planeta “confirman en el diario vivir que de la democracia no va quedando mucho más que la cáscara. La pulpa ya está podrida” (pág. 16).
Hoy, la democracia colombiana, al igual que muchas otras, es solamente formal pero no efectiva “la sociedad tiene ante sí una forma democrática que guarda apariencias –el voto– pero niega realizaciones plenas: económicas, sociales, ambientales y de otros órdenes, sin las cuales la Carta de Derechos Humanos no es más que la relación de un conjunto de buenos deseos (pág. 19).
El anhelo explícito en el libro es “que las mayorías de cada país, ante la imposibilidad histórica que carga la burguesía para hacer realidad la democracia integral, sean quienes asuman el reto de luchar y defender la democracia directa, radical, asamblearia, no solo formal o delegataria, (…) para lo cual son condición irrenunciable una justicia en todos los niveles, una visión integradora sobre la vida con estimación ecológica plena y una ética de altos valores” (pág. 20).
Carlos Gutiérrez se pregunta si es posible hacer realidad la democracia plena, integral, que a primera vista parece una utopía más. A lo que responde, tal vez más desde la ilusión de que así sea, “sentimos que otra democracia sí es posible y que nos corresponde encarar el reto de concretarla a quienes sufrimos las consecuencias de la implementación de la democracia formal, la realmente existente, sentando las bases para que la misma germine en beneficio de nuestros pueblos y de la humanidad en
su conjunto” (pág. 22).
Memoria y democracia
Hay una mención especial a la memoria y a no olvidar la historia, que en la política latinoamericana ha estado marcada por la presencia perenne de los EE. UU. y su “proyecto de poder y dominio para el cual la ´democracia` más avanzada es aquella que les garantiza privilegios a las multinacionales” (pág. 24) con el que han intervenido a su antojo promoviendo a sus fieles lacayos y acabando con todo lo que le pudiera hacer sombra, ya sea en lo político, en lo económico o en lo social, a través de conspiraciones, presiones y golpes de Estado que han empobrecido una región naturalmente rica despojándola de los derechos humanos más básicos. En ese escenario, “la democracia no trasciende la formalidad” y es poco más que una palabra vacua en la que los derechos humanos “son negados por la realidad, y esa realidad se llama injusticia” (pág. 25). Todo ello en un escenario regional de desigualdad social y económica.
Es cierto que el momento, al menos en Colombia tras dos años de movilizaciones, es novedoso y esperanzador; que para las elecciones previstas este 2022 se atisba un cambio que puede hacer posible el primer gobierno no de derechas de su historia, y que la sociedad parece haber despertado de su letargo y se revela contra el “eterno” sometimiento. La lucha de las y los de abajo sigue siendo necesaria para enfrentar al poder y a sus privilegiados; aunque se esté pagando un alto precio en vidas humanas.
El director del periódico desde abajo se reafirma en su idea de que “Aquí somos y aquí luchamos para que la democracia deje de ser una consigna y se transforme en realidad cotidiana, no en el simple derecho a elegir y ser elegido sino en el derecho más vital de todos: a vivir, pero no de cualquier manera sino con total dignidad, y a ser persona”; recordando la definición que María Zambrano hizo de la democracia como “la sociedad en la que es permitido y exigido el ser persona” (p. 30).
La transformación social como esperanza
El texto es una mirada lúcida a esa democracia de las apariencias que todo lo tergiversa. Y más en Colombia, “país de apariencias y de hechos del poder y de la oposición y la resistencia, donde el discurso oficial dice una cosa y otra no igual es lo que habla la realidad en la cotidianidad de los territorios y de quienes los habitan” (p. 91).
Un repaso por las problemáticas que hacen de la democracia ese sistema incompleto, superficial y vacío de contenido. Desde la desigualdad a la injustica; desde la globalización financiera a la crisis climática; de las redes virtuales que nos conectan e incomunican a las noticias falsas que nos desinforman; de la expansión de las privatizaciones a la pérdida de lo público, y del empobrecimiento de los más al enriquecimiento de los menos. Un mundo, como diría Galeano, “patas arriba”.
Un ensayo que no se olvida de la actual pandemia del coronavirus y sus daños sociales colaterales ni de la pandemia que supone esa guerra interminable que asola el país desde hace dos siglos y que parece insuperable en parte por “la desfigurada democracia” gobernante que sirve de “mampara para ocultar o dificultar la apreciación de la índole mafiosa de su Estado, carácter soportado en la herencia de poder económico, político, cultural e ideológico” heredado de la Colonia (p. 116).
La petición final, que no la última, del autor y director de la edición colombiana de Le Monde diplomatique, es promover una transformación social profunda para lograr que gobierne la convivencia, que la vida sea bienestar, que crezcan la creatividad y la inclusión social, y que la información sea compartida y al servicio de la humanidad.
Para terminar, una frase del inicio del libro que supone un hálito de esperanza en la utopía de construir una democracia efectiva “Los días 9 y 10 de septiembre de 2020 quedarán en la memoria nacional como fechas trágicas, pero también de apertura esperanzadora de una vitalidad social vestida de indignación, templanza, solidaridad y emancipación”.
Ojalá sea así, y que lo sea más pronto que tarde. Por el bien de todas y todos y de la “democracia” colombiana y el resto de nuestras “democracias”.
Democracia que no has de ejercer, déjala ser (impreso)
Democracia que no has de ejercer, déjala ser (virtual)
Carlos A. Gutiérrez M.
Editorial desde abajo
Publicado en Mundo Obrero el 10/02/2022
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