A propósito de la candidatura presidencial de Rodolfo Hernández,
Las trampas ocultas
En un anterior artículo, adelanté la tesis sobre la fabricación, por parte del Uribismo y de la ultraderecha colombiana, de un entrampamiento a Gustavo Petro.1 La “jugadita” consistió en poner a debatir al candidato del Pacto Histórico con Sergio Fajardo y con el que era supuesto ganador para la segunda vuelta presidencial, Federico Gutiérrez. Lo que muy poco se veía venir era que el verdadero contrincante estaba detrás de bambalinas, oculto bajo la sombra de los Uribistas, esperando dar el zarpazo a la campaña del Cambio Histórico, misión que, muy probablemente, ya estaba definida.
Si de mentiras y engaños se trata, la campaña de Hernández está colmada de tan fatídicas, perversas y nada éticas estrategias. Así, por ejemplo, se nos ha hecho creer que es un político outsider, anti-establecimiento, anti-oficialista, contra uribista, anti-corrupto, lejano de los clanes políticos y económicos, anti-partidista. Sin embargo, dichas cualidades, impuestas y machacadas en las redes y medios de élites, se caen de su pedestal al sólo observar las reacciones que los seguidores del uribismo mostraron tan solo unos minutos y horas después de conocerse el paso de Rodolfo Hernández a la segunda vuelta. Tanto José Obdulio Gaviria, como Paloma Valencia, María Fernanda cabal y otros tantos jefes de clanes, carteles políticos y económicos, felicitaron al beneficiado, vieron en él al continuismo de su accionar nocivo y poderoso.2
Así Hernández lo niegue, él también, y desde mucho tiempo, hace parte de este entrampamiento al pueblo colombiano, el cual, en un buen porcentaje, lo cree fuera de las líneas del oficialismo, lo asume como alguien que se ha desmarcado de esa “tropelería politiquera” que ha “polarizado” al país. Vaya argucias tan sutilmente montadas en la era de las contra-verdades. Más que fuera de las líneas, Hernández está es bien alineado. Y más que independiente, lo que muestra es su oportunismo y sus dotes de camaleón, sin darle vergüenza alguna, sin ruborizarse. Ingenuos seríamos si creyéramos que después de las elecciones los clanes y las maquinarias uribistas, con sus carteles, no le van a cobrar en grandes prebendas políticas y económicas su apoyo. Tal es el maléfico y soterrado plan con un real peligro.
Para colmo, este entrampamiento, gestado y controlado por las élites, se une a lo que he denominado en otros espacios, una idiocia ideológica o la derrota de una conciencia política, reflexiva, de una memoria colectiva analítica y crítica, medianamente conocedora de su historia. Esta “derrota de la inteligencia” ha llevado a que algunos crean en la palabrería ligera, fácil, impactante, agresiva, inmediatista y vacía de argumentos que el señor Hernández pone a funcionar por las redes.
Ello es un buen síntoma de la actual digito-política promovida, alimentada y transmitida por todas las redes, especialmente por Tik-Tok. Mientras Gustavo Petro es quizás uno de los últimos líderes colombianos que ven la importancia de su presencia física en las plazas públicas y en los debates para promover y defender con rigor y lucidez el discurso político, Rodolfo Hernández, falto de argumentos sólidos, rigurosos y con deficiencia en sus conocimientos sobre el país y el Estado de Derecho, sobre la Constitución Política y las leyes (de lo que se ufana de poder violarlas y limpiarse con ellas el trasero) es el típico representante de la digitalización política puesta a navegar por redes sin mayores análisis ni reflexiones, sin explicaciones ni discernimientos respecto a los asuntos más álgidos de Colombia, convenciendo por su fragilidad, facilismo e impactante rapidez.
La fábrica de mentiras
En las condiciones actuales los jerarcas de la ultraderecha colombiana organizan sus trampas y juegos, arrojan las cartas cargadas, siempre a su favor, con artimañas y estrategias de réprobos. Su impulso destructivo de lo social y lo comunitario se pone en funcionamiento para legalizar el engaño, establecerlo como hecho normativo. Al arrojar sus dados cargados de fraude, odio, crueldad, venganza, exclusión y violencia, alimentan la brutalidad contra la creatividad y la inteligencia; elevan en un pedestal el quebranto y la muerte. La eficacia rentable es su ley, la eficiencia de la violencia su marca.
De igual manera, el miedo se utiliza como uno de los mayores entrampamientos para obtener rentabilidades pasionales, emocionales. Miedo como devastación de la convivencia, generador de alejamientos e insolidaridades, como impedimento para crear un clima de diálogo y reflexión. Miedo promotor de individuos vigilándose los unos a los otros, como extraños y enemigos entre sí. Miedo al cambio, a cuestionar lo institucional, a la maquinaria de mentiras. La campaña de Rodolfo Hernández, junto con los clanes uribistas, ha utilizado varias formas de producir miedos sobre la figura de Gustavo Petro: se le desprestigia por haber pertenecido al M19, se insiste en la calumnia de la expropiación de los bienes más elementales de los colombianos, se advierte de que Petro va a destruir la familia tradicional, las creencias religiosas y la propiedad privada. Dichos montajes han sido organizados y planeados desde tiempo atrás tanto por uribistas, como por la campaña de Hernández.
Los medios de comunicación hegemónicos y las redes digitales, siguiendo este guion funesto, muchas veces alimentan odios a través de engaños, convierten a la muerte en un proceso estadístico, atizan el fuego del desprecio, los insultos, la ira, envían falsos mensajes que construyen ambientes de desinformación o malformación de los acontecimientos, lo que influye en las decisiones de los ciudadanos. Los fake news, a través de una estrategia de repetición propagandística, se imponen como verdades indiscutibles. El síndrome de las falsas noticias nos vuelve cada vez más insolidarios y sordos; más banales, ignorantes y obedientes. He aquí su monstruoso objetivo.
La fábrica de argucias se constituye así en una poderosa máquina para inventar inexistentes enemigos y adversarios, como también existentes cómplices de las perversidades políticas de las élites; proyecta sospechosas verdades que se asumen como certeras y justas. Sabemos que estas falacias históricamente han sido utilizadas, pero hoy por hoy se han impuesto como fin supremo, magnificando su sistemática ignominia. De resultas, en los últimos años, la mayoría de los procesos electorales han sido sacudidos por una masificación digital de montajes ideológicos que tergiversan la realidad a través de la técnica del rumor, del chisme, la calumnia, consiguiendo resultados en las urnas realmente sorprendentes.
De dichos espejismos, escenificados sin fundamento real, vive el poder; son garantía de éxito, lucro y victoria. Su perversidad está en conservarlos y reutilizarlos tantas veces se necesiten, no importando las consecuencias éticas, culturales y políticas. Así, el cinismo es símbolo de triunfo en nuestro tiempo y, junto a él, la astucia, la farsa y el crimen.
Para que estas condiciones no se repitan debemos rasgar los velos de los entrampamientos, poner al descubierto las mentiras y artificios que nos inventan sobre el “eficiente”, “emprendedor” empresario y multimillonario de derechas Rodolfo Hernández, supuesto “anti corrupto” actualmente imputado por corrupción. Debemos conocer las audaces y asolapadas tácticas y estratagemas que ocultan sus verdaderas intenciones; descubrir en sus actos dónde habita la trampa, el cinismo que lo vuelve guardián de los más temibles corruptos.
Bogotá, junio 6 de 2022. [i]
Por CARLOS FAJARDO FAJARDO
* Poeta y ensayista colombiano.
1 Ver: Colombia: elecciones presidenciales 2022:emocracia, idiocia y entrampamiento: https://www.desdeabajo.info/colombia/item/45420-colombia-elecciones-presidenciales-2022-emocracia-idocia-y-entrampamiento.html
2 Muchos nos acordamos del slogan político de Álvaro Uribe: “Mano fuerte, corazón blando”. Hernández lo representa y lo asume con creces: abofetea al adversario, pero limpia su violento accionar con una cínica sonrisa de abuelito bonachón; grita, vocifera, insulta a su opositor y de inmediato expresa un fingido arrepentimiento tierno y caritativo. Mano fuerte que en un momento azota y en otro manifiesta una bondad malévola, con la que cree poner orden en la casa.
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