Tras el debate en el Congreso sobre paramilitarismo, resaltó el gran interés de la opinión pública por este tipo de escenarios. Debate a medias pues el necesario, a profundidad, no será posible mientras las ausencias y descalificaciones sean una estrategia del uribismo para generar cortinas de humo. Los medios oficiosos, a pesar del cubrimiento brindado siempre cambian el sentido de lo sucedido para minimizar o subvertir la información del acontecimiento.
¿Cómo un debate en el Senado puede convertirse en un acto bochornoso, de gallera? Interrogante que no debería surgir pero la realidad de estoss escenarios, de “participación” y representación, como el colombiano, es algo que obliga a la pregunta.
Escenario de maniobras y despliegue de todo tipo de astucias, para ocultar intereses y para concretar otros. En el reciente debate Cepeda – Uribe no fue diferente. Las demoras para el inicio del debate, con las cuales lograron que una gran parte de la audiencia en directo se perdiera la presentación del citante que realmente comenzó su intervención una hora después de lo programado. También la realización de intervenciones que no vienen a lugar, insulsas, como la de José Obdulio enfatizando sobre la necesidad de un verdadero debate, o aquellas salidas de tono a la hora de “argumentar” como la escenificada por la guerrerista vocera del Centro Democrático, Paloma Valencia.
También las inasistencia de altos funcionarios, como los de la Aeronáutica Civil o la Procuraduría, o los funcionarios impuntuales, como los ministros del Interior y el de Justicia que llegaron a mitad de la sesión para torear los cuestionarios con opiniones poco comprometedoras y con respuestas preparadas antes de escuchar los argumentos expuestos por Cepeda. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que el comandante de la Policía antinarcóticos señale que sólo manejan información de incautación de bienes del narcotráfico a partir del año 2007?
Teatro
En el “recinto de la democracia” comenzó esta obra con la pantomima del presidente de la Comisión Segunda que, ante la ya negada ausencia del recinto –por impedimento– por parte de Teresa, hermana del condenado por parapolítica Álvaro García, sustenta la misma razón de la ausencia lo que demora otra media hora el inicio del debate. Estas demoras, dilaciones, maniobras, llevan a pensar que quizás Jimmy Chamorro sabía de antemano que no iba a salir bien librado del mismo. Ahora dice que demandará a Uribe por calumnia. Amanecerá y veremos.
Antes de comenzar el debate, el gallo cacareó que su retiro transitorio del Congreso para instaurar una acción legal contra Cepeda, calificándolo como aliado de las farc y, aleteando un poco más, denunció una alianza gubernamental con los canales Telesur y Canal Capital. Hasta el mismo Santos –según Uribe– hace parte de esta terrorista alianza.
Por su parte Iván Cepeda, quien pudo limitarse a simples acusaciones personales en contra de Uribe, fue más allá y presentó la manera cómo el fenómeno narcoparamilitar creció y mutó a través de la vida política del ahora senador. Su actuación como director de la Aeronáutica Civil entre 1980–1982 –aprovando licencias a narcos del cartel de Medellín–, alcalde de la misma ciudad en 1982 –mostrando sus amistades en ambientes de corridas de toros y caballeros con los Ochoa–, su apoyo como Senador entre 1986-1994 para beneficiar los paras, su actuación cómplice como gobernador de Antioquia en el peridodo 1995-1997 y, obviamente, sus dos periodos presidenciales.
Resistencia
No valieron los intentos del uribismo por evitar éste debate: las denuncias de suspuestos ausencias de garantías, las disposiciones de la Comisión de Ética para no referirse a otros hechos que son materia de investigación –como la conformación del Bloque Metro Zona Rural, el tema hacienda Guacharacas, los falsos positivos y la yidispolítica–, más los continuos saboteos tecnológicos sobre archivos audiovisuales y sonoros en testigos y testimonios que son material probatorio para evidenciar que el más beneficiado con y por el paramilitarismo tiene un nombre: Álvaro Uribe Vélez.
Ocho sentencias de juicio lo comprometen, junto con otras dos de la Corte Interamericana. Le acusan por tener una actitud omisiva y descalificadora ante las denuncias sobre masacres como gobernador, de impulsar las Convivir –bases del paramilitarismo–, el apoyo que le brindó este grupo armado en las elecciones de 2012, de estar detrás de los movimientos y acciones del anterior DAS para intersectar un sinnúmero de personas y para organizar un complot contra los magistrados, apoyar a personas que se encuentran en fuga o evaden la acción de la justicia, de tener, por lo menos, negocios familiares demostrados con once condenados por paramilitarismo. Más la nueva denuncia de estar en la junta directiva de una empresa de Carlos Molina, personaje vinculado al asesinato de Guillermo Cano, otrora director de El Espectador.
Este gallo es todo un galimatías con plumaje vistoso para confundir y acusar sin fundamento, generando con su aleteo un ambiente donde ‘todo’ el mundo queda implicado. Cuenta con toda la bancada del Centro Democrático para justificar, enredar o dilatar con cualquier cosa que diga; acompañado por su marioneta Oscar Iván Zuluaga despliega toda una estrategia del espectáculo. Pero, tras su espuela desafiante, oculta lo frágil y rostizado que puede quedar ante la evidencia de las denuncias.
Artista de la maniobra. El tiempo que tomó para ir a la Corte le permitió terminar de preparase para su intervención, no sin antes dejar en boca de la vocera Paloma el mismo cacareo amenazante y pausado de que no había garantías para el debate y, claro, para venerar a su líder político igualándolo con Simón Bolívar.
Algo más, y síntesis con interrogante final
Una vez más quedó demostrado: Uribe siempre acude a la misma estrategia: acusar al acusador, crear cotinas de humo con el apoyo político que tiene en buena parte de la burocracia oficial porque, como dicen por ahí, la mejor defensa es un ataque. Pero, eso sí, a la hora de la verdad lo que hace es no responder y salir huyendo, como dijo el Ministro del Interior, o como dijó Clara López, salir como “sanguijuela por alcantarilla”.
Suspicacias que crecen sobre el supuesto frentero y combativo gallo. Sus acusaciones en contra de Iván Cepeda son débiles e intenta implicar a Cepeda por haber solicitado la libertad de Simón Trinidad, por investigar El Ubérrimo, así como por visitar distitnos grupos de prisioneros en diferentes cárceles del país.
Ya con el galpón alborotado, los gobiernistas salieron en defensa de Santos, mientras el mismo gobierno no quería involucrarse. No faltó el Roy Barreras que saliera a decir que ambos, Cepeda y Uribe, son víctimas de la violencia, y la ausencia de los conservadores que siguen acomodándose, virando de acuerdo al ritmo de las coyunturas.
No debe sorprender el interés ciudadano por el debate, con un registro final de dos millones de personas pegadas a sus computadores, atentos a cada palabra, más el alto rating por el cubrimiento televisivo en directo que igualó a la sintonía de un noticiero en horario triple A.
No faltó quien cuestionara la difusión por parte de Canal Capital. Gracias al papel ideológico de ciertos medios el hecho quedó catalogado como “Uribe se defiende”, “Cruce de dardos”, “Uribe arremete”, “Debate de pesos pesados”, expresando además que “no sólo se defendió sino que lanzó duras acusaciones”. Lo cierto es que con la acusación en contra de Jimmy Chamorro por recibir dineros de parte de los carteles del narcotráfico, y su anterior afinidad uribista, logran desviar aún más el cubrimiento mediático en los días possteriores a esta sesión del Congreso.
De esta manera, con maniobras y contrainformación, a pocos días del debate poco queda del mismo, del fenómeno paramilitar, sus orígenes y significado, y sus raices institucionales, así como muy poco sobre las victimas –atentatos que aún perviven– realidad que afecta de manera directa, incluso, a personas que luchan contra la misma impunidad.
Una pregunta quedó flotando en el ambiente nacional, ¿tendremos ahora autoridades judiciales y mecanismo de justicia efectiva para encausar a Uribe? O, ¿lo denunciado quedará como otro episodio más dentro del largo expediente de Álvaro Uribe Vélez?
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