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¿Hechos de paz?. Colombia

No dice la seguridad democrática, sino la connotación democrática de la
seguridad. ¿Acaso su apuesta es un modelo de seguridad en el marco de
la democracia y el respeto a los derechos humanos? Este sería un hecho de
paz que implicaría replantear la política de seguridad “democrática”
(cuyos resultados constituyen un fracaso, si se miden en términos de
cercenamiento de libertades, desplazamiento, detenciones arbitrarias y
otras manifestaciones de una crisis humanitaria y de derechos humanos
aún no resuelta, además de la prolongación de la guerra, la
diseminación de cultivos de uso ilícito y la fragmentación de carteles de la droga).

Más que contradicción, la seguridad y la paz se complementan. Los
derechos humanos y el derecho internacional humanitario son el enlace
entre la seguridad y la búsqueda de la paz y por esta vía se puede
superar la retórica de la paz y el “escepticismo que bloquea el sendero
de acercamientos”, según palabras del primer mandatario.

En esta dirección es imprescindible otro hecho de paz: un acuerdo
humanitario que permita, en primer lugar, la libertad de las personas
detenidas por el Estado o en poder de la guerrilla y, en segundo lugar,
ganar un espacio mínimo de confianza para avanzar en una propuesta
irreversible de paz (con la libertad de los oficiales y suboficiales en
poder de la guerrilla la Fuerza Pública sentiría “retribuida su misión
de proteger al universo ciudadano” y este hecho de paz aseguraría un
apoyo ciudadano al diálogo y la solución política del conflicto).

Tiene razón el presidente al afirmar que “en medio de la violencia el
diálogo se desgasta y la búsqueda de la paz desmotiva la tarea de la
institución armada legítima”. Por eso es necesario un cese de
hostilidades bilateral y la creación de condiciones y garantías para un
proceso irreversible entre el gobierno y la guerrilla.

Al presidente le da miedo no alcanzar la paz y retroceder en la
seguridad. La dicotomía es falsa porque promover la solución política
es parte de un modelo de seguridad en el que el diálogo y la negociación
tienen cabida. Sin embargo, el presidente tiene razón cuando afirma que
la paz necesita sinceridad, pero no sólo de las guerrillas sino también
del gobierno colombiano, del gobierno de Estados Unidos y de la clase
dirigente del país (en el Cagúan, por ejemplo, el gobierno no podía
negociar y la guerrilla sólo quería dialogar). A la sociedad colombiana
no le da miedo la paz negociada porque ha padecido los rigores de la
guerra (con todas sus manifestaciones de violencia y arbitrariedad del
Estado, los paramilitares y las guerrillas). Más miedo inspira la
posibilidad de una negociación excluyente entre las partes enfrentadas,
sin tener en cuenta a las víctimas y al conjunto de la sociedad civil.

Refiriéndose a los paramilitares, pero sin mencionarlos, el presidente
reconoce una generosidad “muchas veces injusta” (reconocimiento tardío
de la falta de verdad, justicia y reparación) y, a renglón seguido,
advierte que hay un margen de comprensión de la comunidad cuando “los
hechos demuestran buena fe y honestidad de los beneficiarios” (que es
precisamente lo que no ha ocurrido con algunos de los grupos).

El discurso presidencial se refiere a “la interferencia violenta en la
emulación política” para lo cual cita la “combinación de formas de
lucha, la debilidad institucional para enfrentarla y la reacción
también violenta e ilegítima para contrarrestarla”. El mensaje se orienta a
provocar reacciones de las guerrillas, como una forma de tantear en
público eventuales acercamientos privados.

Hay que descubrir mensajes en el discurso de Uribe, así como en los
comunicados de la insurgencia y en los hechos de guerra, que también
cuentan en el posicionamiento de unos y otros para eventuales procesos
de paz.


Hay tres escenarios posibles:



1) Ruptura: Se rompen el proceso con las AUC, no se inicia la
negociación con el ELN y las FARC no dialogan con Uribe (ni siquiera
para un acuerdo humanitario).

2) Negociación parcial: Continúa el proceso con las AUC (hay muchos
intereses públicos y privados en juego), se inicia la negociación con
el ELN (¿Qué se negocia?), pero las FARC sigue ausentes de la negociación
política (aunque podría darse el acuerdo humanitario).

3) Negociación simultánea: Además de negociar con las AUC y el ELN, el
gobierno abre una mesa de diálogo y negociación con las FARC luego de
pactar y cumplir un “intercambio” humanitario. Sería la primera vez en
la historia del conflicto armado que un gobierno negocia con todos los
actores de la guerra.

Sin embargo, hay varias amenazas que se ciernen sobre el país, en
cualquiera de los tres escenarios:

1) La creciente intervención militar de Estados Unidos a través del
Plan Colombia y el Plan Patriota,

2) El Tratado de Libre Comercio (también con USA)

3) Un régimen presidencialista que tiende a concentrar todos los
poderes (Corte Suprema de Justicia, Consejo de Estado, Consejo Superior de la
Judicatura, Corte Constitucional, Consejo Nacional Electoral, Consejo
Nacional de la Televisión, Junta del Banco de la República,
Contraloría, Procuraduría, Registraduría, Fiscalía, Defensoría del Pueblo y Congreso
de la República)

4) Las reformas tributaria, del régimen de transferencias y de
privatización de ECOPETROL, Seguro Social y otras empresas del Estado,
en desarrollo de un modelo económico que concentra la riqueza y acelera
el empobrecimiento de la mayoría de la población. ¿A cuál escenario le
debe apostar la sociedad civil y cómo enfrentar estos y otros
obstáculos para la paz? Paradójicamente es más fácil decir guerra. El reto es
construir escenarios políticos para la paz.

Por lo pronto, la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz
acaba de convocar su V Plenaria con propuestas concretas como convertir
las elecciones territoriales de octubre de 2007 en un plebiscito
nacional para exigir el cese de hostilidades, respeto a la población
civil y conversaciones de paz.

También propone esta expresión diversa y plural de la sociedad civil
instar a los países de América Latina a crear un Grupo de Contadora por
la paz de Colombia, al gobierno y las guerrillas a pedir los buenos
oficios del Secretario General de Naciones Unidas y a los gobiernos de
Estados Unidos y Europa a actuar en función de la paz y no de la
guerra.

El discurso del presidente termina su alusión a la paz con esta frase
“Paz con una forma de lucha: la transparente emulación de las ideas”.
Ojalá esas intenciones estén acompañadas de hechos de paz.

– Por: Jorge Rojas R. es integrante de CODHES

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