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Indígenas Nasas emboscados por la policía y el ejército en medio de negociaciones con el gobierno. URGENTE CAUCA

 Desde las primeras horas del nuevo día el afán de los delegados del Gobierno nacional era uno sólo: conseguir que la comunidad que demanda cumplimiento a los acuerdos sobre tierras de diciembre pasado, no firmar el TLC, claridad sobre el asesinato del comunero Pedro Coscué en las protestas del día de ayer y libertad para todos sus compañeros detenidos, levantara el bloqueo. Ya era claro: con la simple fuerza no romperían el inmenso tapón que bloquea el tránsito normal de vehículos entre el centro y el sur del país. La sindicación oficial de que la protesta era obligada y liderada por las Farc, indicaba con claridad que podría pasar en el día.


 


A las 9 a.m. los indígenas accedieron a la petición de la Defensoría del Pueblo, pero con varios bemoles:


 


1. No se despeja toda la vía, sólo un carril. La vía se despeja en su totalidad cuando se llegue a un acuerdo sobre las demandas presentadas.


2. La policía se retira de las inmediaciones de la concentración indígena, a un radio de un kilómetro de distancia.


 


Con estos antecedentes se avanzó en la negociación, en la cual se precisó que para las 1 p.m. llegaría la delegación oficial del alto Gobierno. A esta hora y en tanto no arribaba la citada comisión, la comunidad volvió a bloquear toda la autopista. Una solicitud del Gobierno pidiendo plazo hasta las 3 para llegar al sitio y la aceptación de la misma por el Consejo Mayor del Cric para dar vía de nuevo por un solo carril, logró que la comunidad despejara la autopista.


 


Sin embargo, la dilación de plazos tenía un solo propósito. Antes de las 3 p.m., cuando se esperaba que arribara la delegación comprometida, una ofensiva de más de 800 unidades de la policía y del ejército, con disparos de cientos de gases lacrimógenos, y disparos de armas de fuego, rompió las defensas indígenas, tomando sus barricadas instaladas sobre los altos de la autopista.


 


Como en otras ocasiones, la confianza fue rota por los representantes del poder. Con toda su brutalidad, la policía copó el campamento preparado en el sitio La María para realizar las deliberaciones de la Cumbre Social y política, y sus defensores, con decenas de heridos, se replegaron a los cafetales que rodean el sitio. Hacia las 5,30 p.m., cuando se redacta esta crónica, los enfrentamientos continúan por toda la zona de La María. Las fuerzas del Estado, sin miramientos, queman los ‘cambuches’ e instalaciones que encuentran en el sitio, la remesa que había reunida por la comunidad para alimentar a los miles de delegados asistentes a la Cumbre, pero además, los equipos de radio de la Red indígena de comunicaciones, los vehículos de las delegaciones de derechos humanos y todo lo que encuentren a su paso. Con seguridad, ahora se dirá que los desmanes los produjo la comunidad contra sus propios bienes e intereses.


 


A las 5,15 comienza a  sobrevolar un helicóptero, el cual ayuda a perseguir desde el aire  los manifestantes y rodearlos. A las 6 p.m. con tiros de todo tipo, tanquetas, carros, motos, uniformados a pie, fuerzas de aire, ponen en peligro la vida de miles de Nasas.


 


Los indígenas solicitan, mientras tanto, solidaridad al pueblo colombiano y deja en manos gubernamentales la vida de sus miles de delegados.


 


 


 


 


 

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