El martes 7 de agosto presenciamos un acontecimiento con dos cabezas. Por un lado, fue el día en el que se formalizó y posesionó el recién elegido presidente de la República, Iván Duque Márquez, y en otra dirección, fue el día en el que cerca de 8 mil personas se concentraron en la Plaza de la Hoja en la ciudad de Bogotá, y que aproximadamente tuvo una resonancia en 150 ciudades y municipios dentro y fuera del país. De nuevo las gentes decentes se encontraron en plaza pública, para formalizar y posesionar la dignidad, la vida y la democracia como horizontes deseables y disputables para el país.
En la Casa de Nariño: la aristocracia de todos los colores. Allí se dieron cita cómplice los personajes más cuestionados de la vida política del país. Celebraron, en medio de estrictos protocolos, la oportunidad de direccionar la trayectoria de Colombia, anunciando reformas sustanciales que buscan frenar y reorientar los desenlaces y las aperturas provocadas por el Proceso de Paz, liderado y llevado a buen puerto por el gobierno saliente de Juan Manuel Santos, la dirección de la antigua fuerza guerrillera Farc (hoy partido político) y el acompañamiento de la comunidad internacional. De igual manera, se pudo observar la felicidad de quienes habían abandonado la Casa de Nariño años atrás y que ahora retornan a sus aposentos –sumada la mayoría en el congreso– con dos discursos, uno conciliador y otro incendiario para continuar con su proyecto de país.
En la Plaza de la Hoja: muchos de los colores del país plebeyo, de las gentes “hijas de la tierra”. Allí se dieron cita las fuerzas sociales y políticas que pujan por una ampliación de derechos como justicia, autonomía, paz, salud, educación, trabajo digno, democracia y participación. Las gentes laboriosas, las gentes a quienes les duele el país, y que salieron a las calles una vez más, como acto de valentía, a hablar de las Colombias necesarias y posibles en la plaza pública, sin miedo a no ser escuchadas, sin miedo a ser marginadas, sin temor a la incorrección.
Ya se vienen oyendo, seguramente desde las últimas contiendas parlamentarias y luego presidenciales, los murmullos primero, los pasos después, de la posibilidad real de rediseñar, o mejor, de reinventar nuestro país. Ya se vienen escuchando las voces y arengas de quienes se descubrieron muchos, suficientes para hacer retroceder el miedo y la frustración. Desde hace ya varios meses, las calles, las plazas y los lugares públicos de tránsito y de encuentro cotidiano son los lugares apropiados para entonar verdades de indignación frente a los abusos de los poderosos, así como para alzar certezas de cambio que ponen de nuevo a las gentes del común en el lugar siempre colectivo de vanguardia y de dirección de país.
Las plazas y las calles: ¿dónde está la sorpresa?
Lo sorpresivo del asunto, lo que hace de un hecho natural de reunión y de concentración social y política un acontecimiento de especial mención y de carácter excepcional, no es, por supuesto, el hecho mismo de la concentración, sino el desafío que significa que las voluntades de las fuerzas de cambio y progresión salgan de los lugares privados y seguros, fuera de la intimidación y del encierro que puede provocar un contexto de persecución y aniquilamiento social y político regional, bajo la estela de un silencio cómplice, de pretextos sin fundamento del gobierno nacional (saliente y entrante) y de sus instituciones.
Salir a las calles, en medio de una campaña de persecución, exterminio e impunidad, en la que está en juego la vida y la libertad, es un hecho social que desafía el terror, y que hace retroceder el miedo y la frustración como fuerzas de contención y de disciplinamiento. En esto radica el acontecimiento de la concentración en la Plaza de la Hoja el martes 7 de agosto, fecha en la que se conmemoran los casi 200 años de la campaña libertadora independentista, la cual da un golpe definitivo a la expulsión del ejército colonial español para dar paso a la República de lo que posteriormente será Colombia; fecha escogida como momento y lugar para sellar y dar inicio, cada cuatro años, a un nuevo ciclo de poder como República y como país soberano.
Gustavo Petro: ¿El poder o los límites de un Caudillo?
La cita fue convocada luego de la segunda vuelta presidencial, por la figura que hoy representa la cabeza de la oposición en Colombia, Gustavo Petro, quien ganó tal lugar de liderazgo como candidato a la presidencia de la República en esta última contienda electoral.
Su trayectoria, sus disputas y su figura han logrado condensar las posibilidades, no sólo de cambio, sino que también ha indicado pistas estratégicas de despliegue político, que:
1. Permitió ganar simpatías ciudadanas y sociales, que se sobrepusieron a la indiferencia o al temor, para apostar por una propuesta y una figura “plebeya” de cambio.
2. Logró generar los elementos necesarios para establecer vínculos de encuentro y de consenso entre organizaciones y partidos de las izquierdas sociales y políticas.
3. Expandió y delimitó las corrientes progresistas, sociales y decentes que, al representarse como trincheras éticas y morales frente a la “cartelización” de los partidos tradicionales, cada vez se encontraron con menos cabida y muchos obstáculos para enarbolar las propuestas de un proyecto de país decente, frente a las mafias políticas de los distintos partidos.
Son estos algunos de los elementos estratégicos a considerar para comprender y ubicar la importancia del liderazgo que representa hoy Gustavo Petro y el proyecto de la Colombia Humana. Todos estos hechos políticos de relevancia componen la médula, el tejido y la fuerza para presionar y hacer posible el horizonte de una Colombia digna y decente.
Todo hecho político tiene unos resultados frente a las que urge actuar en “caliente”. Así las cosas, es importante reconocer que no hay logro que no se deba cuidar, preservar, potenciar y defender, ya que no hay posición ganada que no pueda ser arrebatada, disminuida o fragmentada y dispersada. En este sentido, cabe señalar que la dispersión, la disolución, el enfriamiento de los ánimos y las voluntades no son una excepción sino una regularidad política y social. Esto quiere decir que, nos guste o no, la tendencia será la disminución y la fragmentación de las fuerzas sociales y políticas que, articuladas, abrieron las ventanas y los horizontes de cambio. El lugar y la figura de un liderazgo que condensa la potencialidad de la articulación y del consenso tiene este fenómeno de la dispersión y fragmentación como una de sus preocupaciones capitales, si de empoderar a las gentes indignadas y valientes se trata.
Comentarios sobre los repertorios:
– La movilización como convocatoria y modalidad central de articulación tiene un techo indiscutible, y cabe decir que, si bien permite un contacto inicial, no logra generar los consensos que superen las trabas y las inercias que se presentan como limites e impedimentos históricos entre fuerzas sociales y políticas que ocupan liderazgos necesarios e importantes en el campo de las gentes plebeyas o subalternas.
– Las concentraciones públicas en plazas y calles, como oportunidad de encuentro, son un momento de oro para la experimentación de consensos que se prolonguen y dinamicen más allá del evento convocado.
– Las alianzas y los pactos necesariamente se mueven en dos dimensiones: (1) en una esfera superior de lo institucionalizado y de la política y (2) en una esfera imprescindible de lo social, o mejor, la esfera de la sociedad civil. Los pactos y las alianzas que se puedan tejer en la esfera de la sociedad política, para la disputa en los lugares institucionalizados de poder, no tienen un resultado consecuente y mecánico en la esfera de la sociedad civil. Cabe decir, en este sentido, que, en la esfera de la sociedad civil, es en donde se tejen las simpatías y las mayorías necesarias para batallar eficazmente en las democracias modernas.
Las simpatías sociales y políticas ganadas por la figura y el liderazgo de Gustavo Petro y por la propuesta y el proyecto de otra Colombia, una Colombia Humana, se presentan como la piedra angular que puede continuar articulando, en el campo plebeyo y su arquitectura, tanto lo social (esfera de la sociedad civil) como lo político (la composición subalterna de organizaciones y fuerzas políticas). Los repertorios, hasta ahora convocados para la activación del campo plebeyo en la esfera social o civil, no logran articular con eficacia las fuerzas y estrategias que puedan sobreponerse al momento intenso de la dispersión, preservando, cuidando y dando “dientes” para la defensa de las posiciones avanzadas, hasta ahora ocupadas.
Esto quiere decir:
1. Recordar que lo que catapultó a Gustavo Petro, y al proyecto de la Colombia Humana, fue la habilidad para irrumpir con intrepidez en el contexto electoral, aprovechando la dinámica de atención y expectativa social nacional, haciendo uso de las verdades que ocultan los poderosos frente a la opinión pública. Es decir, el uso de la verdad como lanza pública para exponer a los intocables frente a una ciudadanía que valoró positivamente tal osadía.
2. De esta intrepidez forma parte substancial la presentación de un proyecto de país, de la Colombia Humana, como horizonte inacabado y como lugar de encuentro para tejer alianzas sobre el futuro y sobre el presente. Proyecto que se nutrió acertadamente de las preocupaciones contemporáneas sentidas de nuestras sociedades y pueblos, apostándole, frente a estas preocupaciones, a rutas alternativas y progresistas para su abordaje y solución, como el feminismo, el ambientalismo y la defensa de los animales.
3. En este sentido, vale la pena recordar que no fue la timidez con los de abajo lo que potenció aciertos, simpatías y liderazgos sino que fue la intrepidez para operar unas maniobras duras frente a los poderosos; en la tensión entre lo visible y lo no visible, entre lo que se denuncia y lo que no se puede hablar, lo que ganó la progresiva complicidad y simpatía de la plebe o de los subalternos.
Así las cosas, no deja de inquietar y de preocupar el uso tímido que a hecho Gustavo Petro del lugar de liderazgo que ahora ocupa y encarna para articular en un momento post-electoral, de menor expectativa y atención social, las simpatías y procesos “plebeyos” que ganó y que son imprescindibles para preservar y avanzar en la arenosa tormenta de la dispersión que se aproxima. Fue notable, este 7 de agosto en la Plaza de la Hoja, la ausencia de importantes capas sociales que, aunque no pertenecieran a las izquierdas, sí simpatizaron hasta el último aliento de la segunda vuelta con el proyecto de la Colombia Humana. ¿Que se desgajen las fuerzas del cambio para volver a empezar en un par de años? ¿Que se quede sin dientes y sin articulación el campo de subalterno para enfrentar las difíciles situaciones de contra-reformas que se avecinan con el gobierno de Duque y del Centro Democrático?
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