A lo largo de la historia de Colombia, el tema de la paz ha sido una tarea pendiente en la construcción de esta sociedad. Desde los tiempos de la invasión y Conquista, la guerra y la violencia ha estado presente en nuestra realidad1 en manifestaciones múltiples de: guerra por la independencia2, guerra de los Mil Días, la violencia política bipartidista, conflictos agrarios, disputas políticas y económicas, territoriales, etcétera. Los recientes procesos de paz, primero con los paramilitares –2006– y posteriormente con las Farc –2012/2016– no lograron poner fin a la guerra que permanece vigente, reconfigurándose en nuevos ciclos, con nuevos actores, nuevas dinámicas, pero manteniéndose las mismas causas históricas de origen.
Uno de los principales inconvenientes para la construcción de paz, ha sido la naturalización de la violencia. A pesar de los intentos de resolver los conflictos y contradicciones acumulados en los acuerdos de paz, no se lograron transformar las condiciones sociales que causan esos conflictos, principalmente porque no existen puntos de acuerdo entre las partes en contradicción. El reciente proceso de paz entre el Estado colombiano y las Farc no ha sido la excepción –independientemente de las diferentes posturas políticas que pueda haber frente al proceso– este no logró detener la guerra y la violencia en el país.
Siguiendo las ideas del sociólogo noruego Johan Galtung los conflictos son inherentes a la vida social, pero pueden desatar efectos negativos cuando se resuelven por la vía de la violencia, o pueden ser positivos en la construcción de sociedad en paz. Para que se logre la construcción de paz en términos positivos deben existir las condiciones sociales propicias para que el conflicto y las contradicciones no se resuelvan de manera violenta, estas condiciones están asociadas a la justicia social. Por el contrario, cuando se realizan intentos de paz sin tener en cuenta las causas de los conflictos, la justicia social y su prolongación, hablamos de una paz negativa, lo que corresponde a Colombia y el más reciente de los intentos de paz negociada; indispensable, por tanto, observar la dinámica posterior a la firma de los acuerdos de La Habana y establecer las dinámicas en la construcción de paz.
¿Posconflicto?
Después de la firma del acuerdo de paz –2016–, entramos en un periodo de implementación de lo acordado, periodo denominado generalmente como posconflicto3 en el entorno público y de medios de comunicación.
En el caso colombiano existen contradicciones acumuladas como capas en el tiempo, capas que obedecen a ciclos de guerra que, en el periodo posterior a la firma del acuerdo de paz, se ha reconfigurado para dar origen a una renovada etapa de la guerra acompañada por diferentes tipos de violencia: puede decirse que el acuerdo se orientó hacia un tipo de paz negativa que no puso fin a las causas originarias de la guerra, y por esta razón no podemos hablar de posconflicto.
Michael J. Boyle4 construye algunas tipificaciones para diferenciar las formas de violencia que persisten después de un conflicto o guerra. La violencia expresiva que se asocia a la manifestación del poder de manera simbólica, la violencia instrumental que es usada en la búsqueda de un fin –generalmente de lucro– y la violencia estratégica asociada a la pugna política y la distribución de fuerzas en un conflicto. En Colombia la guerra y la violencia continúan expresándose como mecanismo manifiesto de poder y control territorial, siguen siendo usadas como instrumento en las actividades ilícitas y siguen asociadas a factores políticos en la lucha guerrillera. Por esta razón, podría ser correcto hablar de posacuerdo y dejar claro que en los acuerdos de paz realizados hasta ahora la paz se entiende de una manera negativa, sin lograr transformar las causas asociadas a la guerra.
Para encontrar un camino hacia la construcción de paz positiva es fundamental esclarecer las principales causas de la guerra histórica y la identificación de factores asociados a la reconfiguración de los conflictos y las violencias, y en ese sentido, la memoria y la verdad son fundamentales para desnaturalizar la violencia en nuestro país y emprender un camino de construcción social de paz entendida en términos positivos.
Perspectivas de comprensión de “hacer memoria”
En América Latina existen varios referentes académicos en relación a la construcción de perspectivas locales del papel de la memoria en Estados azotados por la guerra. Especialmente tuvieron acento en los países que vivieron periodos de dictaduras en las décadas de 1970 y 1980, como Argentina. Este país recibió una tradición que se había empezado a configurar desde el final de la Segunda Guerra Mundial, especialmente con los juicios hacia exmilitares nazis por su responsabilidad en crímenes de lesa humanidad5.
En nuestro concepto, el principal referente de los estudios de memoria en América Latina es la socióloga argentina Elizabeth Jelin. Dentro de esta perspectiva6 nos plantea que los procesos de memoria en A.L. están inscritos dentro de la represión política histórica vivida en el continente. En ese sentido el rol de la memoria está asociado a la construcción de identidades colectivas, que permitan garantizar un derrotero para la construcción de la paz, la verdad, la reconciliación y la no repetición de crímenes de lesa humanidad en la que están inmersos todos los actores armados y ciertos grupos de poder político. Como lo plantea la autora, en general, la memoria es un mecanismo cultural para fortalecer el sentido de pertenencia entre grupos determinados. En el caso colombiano, juegan un papel clave los grupos oprimidos/silenciados/segregados, como fuente de seguridad frente al olvido, frente al olvido de los hechos de la guerra, especialmente de la violencia dirigida hacia la población civil. En ese caso, el sentido político de la memoria está relacionado con la necesidad de contar el paso en términos de responsabilidades, reconocimientos y justicia7. Eso significa que en los contextos internos de represión, guerra y violencia política la memoria se convierte en herramienta necesaria para ayudar a construir órdenes democráticos en donde se garantice el respeto de los DD. HH. para la población civil.
Las disputas por la memoria en tiempos de posacuerdo
Como se mostró anteriormente, existe una diferencia entre posacuerdo y posconflicto. El proceso de paz entre el Estado y las Farc8 estuvo marcado por la coyuntura de cambio de gobierno, el que estuvo acompañado de la reconfiguración de las dinámicas de la guerra, nuevas disputas territoriales entre actores armados y, además, disputas en el campo de cómo nombrar la guerra y cómo reconstruir los hechos, acontecimientos y barbarie asociada a la misma. En esa disputa se encuentra la construcción de la memoria histórica de la guerra o conflicto armado del país. La coyuntura actual resalta disputas políticas entre grupos de poder por ejercer injerencia en los organismos e instituciones encargadas de la construcción de memoria institucional, para dirigir su rumbo en razón de los intereses particulares de estos grupos. Elizabeth Jelin nos habla que uno de los elementos de disputa en estos casos está relacionado con la legitimidad de quien hace el recuerdo colectivo, y sobre la legitimidad de quien o quienes posicionan un tipo o tipos de relatos sobre las verdades de la guerra9.
A ese debate se suman las tensiones sobre qué se recuerda, qué se olvida, por qué existen unas pretensiones de olvidar, y el papel de agentes sociales que se ubican en escenarios de confrontación y lucha frente a otras interpretaciones o contra olvidos y silencios10. En toda esta disputa ha estado inmerso el Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia (Cnmh), especialmente en el tránsito al gobierno actual se evidencia una intención directa para cambiar la forma de cómo nombrar la guerra en el país –específicamente intentando desconocer el conflicto armado–, producir y posicionar un relato sesgado sobre las verdades de la guerra. En todo caso, en forma de hipótesis, creemos que existe una intención por evadir responsabilidades éticas, morales, judiciales y sociales respecto a la participación de actores políticos e institucionales –como las FF.MM.– en crímenes de lesa humanidad.
El debate del Cnmh y las oportunidades más allá de lo institucional
Cabe destacar que existen diversos espacios en disputa por construir los relatos y las memorias del conflicto armado. Espacios como cementerios, murales, libros, centros culturales y de memoria –entre otros– son disputados por diferentes actores políticos que tienen interés de posicionar y legitimar un relato determinado. La Corporación Fals Borda11 manifestaba que es preocupante el manejo de los restos no identificados en algunos cementerios del país cercanos a zonas históricamente afectadas por la guerra, especialmente porque a raíz de los nuevos protocolos de exhumación de cadáveres adoptados en medio de la crisis por el covid-19, se convierte en un escenario propicio para desaparecer los restos de algunas víctimas civiles12. Este es tan solo un ejemplo de los diferentes espacios de disputa por la memoria y la verdad de la guerra, pero sin duda, uno de los espacios más disputado ha sido el Centro Nacional de Memoria Histórica, debido al papel institucional de construcción de verdad y memoria de la guerra.
Es por ello que una de las noticias que más han preocupado este año ha sido la alianza entre el Cnmh y Fedegan13. Algunos titulares de prensa abren el debate sobre dicha alianza: Semana mencionaba que “Acuerdo con Fedegan no sería para construir verdad histórica: Darío Acevedo”14. Por otro lado, medios como las2orillas manifestaban en sus columnas que es “Un riesgo a la memoria, la alianza de Fedegan y el Cnmh”15 y señalan las posibles implicaciones que esta alianza puede traer para la construcción de memoria con un sesgo político o un olvido premeditado debido a que el sector ganadero es señalado de tener alianzas con grupos paramilitares y estar implicados en posibles despojos de tierras a campesinos; por ejemplo Jorge Visbal Martelo, ex presidente de dicha entidad y ex senador por el partido de la U, fue condenado el 20 de junio de 2018 por nexos con grupos paramilitares. Darío Acevedo, director del Cnmh, es señalado de ser negacionista del conflicto armado y tener sesgos de interpretación de los hechos asociados a la guerra y la violencia política. También ha sido característica su posición en defensa de las FF.MM., del sector ganadero y otros similares, a los que reconoce como víctimas y esto hace que se pongan en cuestión pública dichas alianzas. Se necesitan iniciativas de construcción de memoria mucho más democráticas y con sentido de paz positiva, en este o en otros escenarios.
“Más allá del Centro Memoria”16, fue titulado un artículo de prensa que, ante la preocupante situación de tal Centro, nos propone otro camino para la construcción de memoria. La situación por el covid-19 ha servido para desviar la atención del creciente descontento hacia la forma de gobierno que se venía presentando en el país, incluida la problemática del Cnmh, estamos de acuerdo con el autor en que “el momento que estamos viviendo es ideal para plantearnos que la construcción de la memoria y la escritura de la historia son tareas que deben acometerse desde abajo” y nos sumamos al llamado a contribuir en la construcción de memoria más allá de las vías institucionales.
Resaltamos las iniciativas presentado recientemente, como el mural elaborado por 11 organizaciones defensoras de derechos humanos y víctimas del conflicto, en donde se plasma la barbarie a través de cifras, de los denominados falsos positivos, junto a la pregunta: ¿Quién dio la orden?; o como la iniciativa de Rutas del conflicto17, que en 2018 publicó el libro “Yo sobreviví”, un proyecto que reúne cerca de 43 testimonios de sobrevivientes de masacres ocurridas entre 1980 y 2012 y en donde expresan su voz de rechazo en contra de algunos sectores que los relacionan con grupos armados. En esta iniciativa se realiza un reconocimiento de la memoria del conflicto mucho más allá de unas simples cifras.
Sin embargo, queda un largo trabajo, desde las iniciativas populares locales-regionales, por aportar en el camino de construcción de memorias inclusivas, democráticas y participativas de la guerra y sus responsables.
1 Orlando Fals Borda, por ejemplo plantea que la violencia ha sido carácter estructurante de la vida política colombiana, es decir, ha acompañado la configuración y conformación del proyecto de Estado-nación, y fue en cierto periodo, como lo plantearía Camilo Torres Restrepo, el medio de participación política de grupos políticos excluidos. Guzmán, G., Fals, O., & Umañana, E., Antecededentes históricos de la violencia. En: La violencia en Colombia Tomo I (Primera, pp. 13 – 48). Punto de lectura, 2010.
2 Sin mencionar las incontables guerras civiles locales, regionales y nacionales que estuvieron presentes en todo el siglo XIX.
3 Existe una diferenciación importante entre posconflicto y posacuerdo. El posacuerdo se entiende como el momento posterior a la firma de un proceso de paz, caracterizada por fases de implementación temprana de los puntos acordados entre las partes, y el posconflicto es el escenario donde se logran las transformaciones sociales y políticas, a través de la implementación progresiva de lo acordado. Ulloa, A., & Coronado, S., “Territorios, Estado, actores sociales, derechos y conflictos socioambientales en contextos extractivistas: aportes para el posacuerdo”. En: A. Ulloa & S. Coronado (Eds.), Extractivismos y posconflicto en Colombia: retos para la paz, Universidad Nacional de Colombia – Centro de Investigación para la Educación Popular Cinep, 2016, pp. 23 – 58.
4 Experto en relaciones internacionales, violencia y conflictos. Boyle, M. J., Violence after war: explaining instability in post-conflict states. JHU Press, 2014.
5 La memoria juega un papel importante al recordar y reconstruir hechos para evitar su repetición. En el caso colombiano el tema es complejo, porque los procesos de memoria en AL se hicieron en la pos-dictadura y en Europa de posguerra. En el caso de Colombia no hay un periodo de posconflicto, persiste la guerra y ese es el principal reto de hacer memoria en un país con estas características.
6 Jelin, E., Los trabajos de la memoria. Siglo XXI de España Editores, 2002.
7 Combinación de demandas morales y urgencias éticas que generan choques, especialmente en contextos de guerra. Esos choques se denominan disputas por la memoria.
8 Pero sobre todo la etapa de implementación tuvo fracturas a causa de la misma coyuntura.
9 Jelin, E., Los trabajos…, op. cit.
10 Ibídem.
11 El Colectivo Sociojurídico Orlando Fals Borda trabaja por la defensa, promoción, difusión y protección de los derechos humanos en Colombia. Tomado de su página web: https://www.cofb.org.co/
12 Nota de prensa del medio alternativo ContagioRadio: https://www.contagioradio.com/manejo-erroneo-de-cementerios-por-covid-19-pondria-en-riesgo-memoria-historica-del-conflicto/
13 Federación Colombiana de Ganaderos, página web: https://www.fedegan.org.co/
14 https://www.semana.com/on-line/nacion/articulo/acuerdo-con-fedegan-no-seria-para-construir-verdad-historica-dario-acevedo/655097
15 https://www.las2orillas.co/un-riego-a-la-memoria-la-alianza-de-fedegan-y-el-cnmh/
16 Artículo de opinión: https://semanariovoz.com/mas-alla-del-centro-memoria/
17 “Es un portal periodístico que sigue el rastro del conflicto armado en Colombia.” Tomado de su página web: https://rutasdelconflicto.com/
Referencias
García González, D. E., “Una aproximación al ideal de la paz desde la imaginación ética”. Signos filosóficos, 16(32), 2014, pp. 104-124.
* Economista de la Universidad Nacional y estudiante de Maestría en Sociología UN. Línea sociología política y Sociólogo de la Universidad Santo Tomás y estudiante de Maestría en Sociología UN. Línea sociología política.
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